CONTENIDO LITERAL

("Instantes estelares", comentario de Francisco M. Mancera Romero. Derechos de autor 1998, Francisco M. Mancera Romero)

La última recopilación de cuentos de Gabriel Bermúdez Castillo se tituló Instantes estelares, y se público en 1994 por la editorial Miraguano en la colección Futurópolis con el número 36. En esta misma colección Bermúdez público su premiada Salud mortal. Y la referencia no es gratuita, ya que los textos que ahora se comentan fueron escritos antes que la novela (aunque se publicaron después que ésta) e introducen los temas y ambientes donde más tarde se desarrollará.
Tres son los textos que integran esta recopilación: la novela corta Duerme, querido monstruo, que quedo finalista en el Premio UPC de 1991. El cuento "Un mundo dura mil años" que quedó segundo en el tercer certamen literario Alberto Magno organizado por la universidad del País Vasco, y la novela corta Mundo sin dioses.
Los escritos aquí recogidos comportan las mismas características definitorias de la obra de Bermúdez. Unos argumentos que permiten leerse a varios niveles, tratados con un sencillo, pero cuidadoso, lenguaje que se desarrollan correctamente hasta desencadenar un final sorpresa, que el lector no ha previsto, a pesar que el autor ha ido sembrando la narración de las pistas adecuadas. Y comportan todos esos pequeños detalles del futuro que hacen reconocibles inmediatamente las obras del autor.

Duerme, Querido Monstruo.
Esta novela corta es una bonita historia de amor. Para ello hace una relectura del mito: chico encuentra chica, chica se va y él la busca, pero en esta ocasión está más cerca del mito infantil de Cenicienta, que de otros acercamientos supuestamente más serios. El nudo es un viaje iniciático del personaje masculino que mientras busca a la chica, permite conocer la sociedad futura que plantea Bermúdez; de paso el chico madura y descubre su verdadero yo escondido. Como no podía ser menos las críticas a la sociedad actual son continuas, pero con inteligente introducción y tratamiento; adornando más que estorbando la narración. En el desenlace escoge una estructura fantástica: reinos de pobres, revueltas románticas y reencuentro de los personajes, dejando de lado la tradicional credibilidad de sus obras. Creo que sería un error catalogar esta obra dentro de la temática propias de Dr. Jekyll / Mr. Hyde pues la aparición de ciertos elementos que podrían llevar al error no juegan un papel relevante en la propia historia, encuadrándose en la parte de intriga que toda obra de Bermúdez posee para asegurar el interés del lector.
El autor ha escogido su tradicional esquema de dos sociedades: la proyección futura de la nuestra y una sociedad utópica. En esta ocasión no será la sociedad utópica construida sobre unos deformados vicios actuales. Si no que será un individuo, extraído de esta sociedad, el que descubra directamente en la sociedad futura, la proyección de los elementos satirizados. Es de resaltar el continuo uso del recurso económico en la construcción de sociedades tanto futuras como utópicas. Sitúa un bien escaso sobre el cual se plantea la organización de la sociedad. Esta organización suele chocar al lector, pero en la base de cualquier organización económica siempre subyace un recurso más escaso o caro (aunque sea artificialmente), que ejerce de cuello de botella para el crecimiento continuado de la producción. El lector, inmerso en la cotidianidad, está imposibilitado de tomar consciencia de esa realidad y le pasa desapercibida. También merece destacarse la gran capacidad de sugerencia que el autor consigue en las escenas más hedonistas, así las relaciones sexuales son vívidamente descritas, y la descripción de los manjares es tan rica y suculenta que inician la salivación del lector.
En el aspecto crítico de la narración se apuntan interesantes ideas sobre el poder médico que se desarrollarán posteriormente en Salud mortal, pero en esta entrega repasa nuestra anquilosada justicia. Las fobias personales ante los profesionales de cuya actuación no podemos defendernos se plasma con especial éxito, llegando a acongojar al lector. Como botón de muestra sirva esta cita de la página 66:
"Mire; de todos es conocido el retraso de la justicia. Los asuntos tardan decenas de años en sentenciarse; por eso, nosotros los letrados, donde ganamos dinero es en el despacho, evitando que las cosas lleguen a pleito, porque entonces... En lo penal pasa algo parecido; si tienes dinero, pones una fianza y olvídate del asunto; si no lo tienes, vas a una maldita cárcel preventiva de estas que nuestro siglo XXII ha inventado..."
Toda la obra de Bermúdez, y en particular este cuento, es una continua exorcización de los miedos del español de clase media: mal funcionamiento de los servicios públicos y personales, el alto coste de la energía tanto eléctrica como de combustibles, el terror a la indefensión de los ciudadanos normales frente a la medicina y a la justicia, las dificultades que nuestros servicios de comunicación; telefónica y correos y perder el empleo. Pero también refleja la exquisitez y devoción ante los pequeños placeres mundanos que un burgués se puede costear; la buena comida y el buen vestir, o las ansias de asegurar su futuro como funcionario.
La obra es española y no porque se desarrolle en Madrid, si no porque lo se crítica es estrictamente español, nuestra justicia que no ha sabido adaptarse a un sistema democrático, el absurdo poder que detentan los pequeños funcionarios y los encargados de los servicios públicos o parapúblicos, la corrupción ... Pero además existe un efímero personaje, Juanito, que sólo puede salir de la pluma de un español; el pícaro.
Bermúdez ataca sin piedad dos de los mitos de las democracias: la sanidad para todos y la igualdad ante la justicia, siendo corrosivo y destructor. Sólo falta que escriba un contundente ataque al sistema democrático...

"Un mundo dura mil años".
Este cuento es una crítica al consumismo desmedido e inconsciente, para ello nos revela la importancia de los medios de comunicación en la formación de necesidades en los individuos, tanto a través de la publicidad, como en la definición de la "modernidad" y el buen gusto. La vocación ecologista del relato, aunque vedada, aparece en su más cruda realidad cuando el personaje madura en sus opiniones y ve el universo tal y como lo observan los líderes, que deciden el devenir sobre él.
Cristian Gillespi, el protagonista, (siempre son hombres los protagonistas de Bermúdez) es un compendio entre fútil, engreído y egoísta. Reseñable es la semejanza de este protagonista con el de Salud mortal. El personaje, un privilegiado que reniega de las masas, pues su presencia disminuye el valor de su ocio, porque lo llenan todo y su mezquindad obliga a redefinir el servicio ofrecido. Esta misma postura fue defendida por Lord John Maynard Keynes y Ortega y Gasset. También comparte con el filósofo español el repudio a las posiciones pacifistas sostenidas por una convicción infantil de la bondad humana. Pág. 163.
"Yo creo en la violencia (...) Es imposible razonar con un arma que te apunta. Se puede ser pacifista si los demás lo son, pero si tratan de hacernos daño, lo único que puede evitarlo es la violencia."
Existen bastante incongruencias en el texto, algo sorprendente en la obra de Bermúdez, pero resiste cualquier comparación respecto a la verosimilitud de la sociedad diseñada con cualquier autor mundial, que normalmente son absolutamente infantiles a la hora de diseñar el trasfondo social. La primera incongruencia se encuentra en la definición del estado respecto al individuo, si por un lado coarta la libertad individual hasta extremo inauditos, citas páginas 123 y 136:
"En cuanto a Imogene la Songeuse, mi semiesposa... Bueno, yo la había elegido en cuanto la conocí en una de las veladas de relación obligatoria (me refiero a las de carácter comunal del sector) ..."

"-No puedes dejar nada en herencia; esta prohibido."

Por el otro, concede unas libertades individuales incoherentes, pág. 158:
"Y todos comprando hijos cuando sus medios se lo permitían... ¡No podíamos prohibirlo!"
Bermúdez ha manipulado el papel del estado a su conveniencia, perdiendo credibilidad. Normalmente las obras de nuestro autor están llenas de personajes marginales que viven al margen de la ley, sin embargo en esta ocasión no existe ningún tipo de delincuencia, pero al final de la obra aparecen unas redes de mafiosos narcotraficantes que simplemente son imposibles, pues nadie les compra sus productos.
El cuento está ambientado en un universo árabe o musulmán, pero sus ciudadanos son perfectos arios. Esta ambientación le permite introducir una sociedad hedonista de forma natural y conseguir descripciones evocadoras de los placeres que sus personajes disfrutasen, como por ejemplo las sesiones de sexo virtual interactivo. Pero no es esta la única referencia al mundo informativo, sino que todo el cuento está plagado de términos y conceptos de esta ciencia, pero huyendo de la parafernalia pseudo-informatica del cyberpunk.

Mundo sin dioses.
La construcción (o reconstrucción) de la civilización ha sido y será un tema fundamental de la C.F.. Si los ingleses son maestros del catastrofismo, la reconstrucción del mundo es más internacional. Existen cientos de libros, sobre esta temática, pero no dejaré de citar El mecanoscrito del segundo origen, del catalán Manuel de Pedrolo. La excelente novela corta que nos ocupa es una visión muy personal del autor. Sin embargo la forma que adopta esta construcción de la modernidad se asemeja más a lo aportado por Mark Twain en Un yankee en la corte del rey Arturo, pero sobre todo a una novela del propio Bermúdez: El señor de la rueda.
La constante contraposición de dos sociedades vuelve a estar presente. En esta ocasión el mundo infradesarrollado se sitúa en la Edad Media europea, existiendo varios reinos que capturan las esencias de los pueblos árabes y africanos. El desarrollo se realiza por la mano de unos misioneros llegados del espacio. Si bien la descripción exacta de como se consigue pasar de una sociedad feudal a una industrial está descrita, cae en infinitas contradicciones y sin sentidos. Pero este detalle es perdonable, no sólo porque todas las novelas de esta temática incurren en los mismos, sino por su imposibilidad. Sin embargo este tipo de problemas está presente en la obra, pág. 218:
"-¿Cómo puedo construir lo que llamáis un motor sin un torno para hacer las piezas? Y, ¿cómo puede manejar un torno tan poderoso como decís, si no tengo el motor para moverlo? No me negaréis que es terrible cosa que haya que hacer lo uno para hacer el otro, y que lo otro no se pueda hacer sin tener lo uno ¡A brujería suena todo ello!."

Además, la descripción del proceso de desarrollo desde los ojos de un niño amnésico (así la novela permite madurar y encontrarse a si mismo) permite dar al cuento un carácter maravilloso, hacia la obra y propios misioneros. Luego saldrán los intereses ocultos que permite dar materia de reflexión al lector; pero Bermúdez lo tiene claro, el desarrollo económico debe realizarse, aunque eso conlleve la degradación del medio. Y como en La fundación de Asimov, evitar la Edad Media es mejor que sufrirla.
Quizás le faltó valor para apuntar más las críticas implícitas hacia la colonización española de América, y hacer así de fray Luis de las Casas. Pero también es una oportunidad única de criticar la política de ayuda a la cooperación del F.M.I. y UNESCO, que hacen las veces de policía malo y bueno.
Existen demasiadas semejanzas con el plan de los quinientos días de los ultraliberales ex-soviéticos, para liberalizar la economía planificada soviética a una capitalista, como para ser casual.
Es un cuento crítico de nuestro modelo económico, capitalista y consumista, que nos lleva a un estadio irracional que hace peligrar su viabilidad a medio plazo. Pero a su vez introduce un posible debate: ¿debemos ahorrarle a las sociedades subdesarrolladas el costoso proceso de desarrollo, que conlleva sufrimientos (y explotación del grupo social de los no privilegiados), con el coste de sumergirlos en una sociedad dependiente y desequilibrada ecológicamente? A su vez el plan de desarrollo es de 500 días, demasiado parecido al plan propuesto por los radicales en el gobierno de Goboratxo, en la perestroika. El concepto de desarrollo es básicamente industrial, menospreciando el sector primario y sobrevalorando el terciario (mucho peso a los profesionales superiores). Existe cierto parecido con las teorías económicas de Rostow. No analiza para nada la problemática que para el desarrollo supone tener una economía dependiente del exterior, interesantes ejemplos en Argentina (Durante los años 50 la Argentina peronista era considerada por la OCDE como un país desarrollado, mientras que la España franquista era subdesarrollada).
Bonito intento de desarrollo pero sin fundamento económico, el desarrollo no solo es tecnológico, también lo es por las relaciones de propiedad y trabajo. No se sale del feudalismo sólo con tecnología; el nacimiento de la burguesía en detrimento de la nobleza juega un papel importante.
Por desgracia, los acontecimientos ocurridos entre Canadá y nuestros pesqueros en Abril del 1995 da la razón a Bermúdez y Gasset.
Existe una disciplina de la Economía que estudia los problemas del desarrollo. Sin embargo sus teorías y recetas no han permitido desarrollar a los países pobres de la Tierra, y no necesariamente por falta de ayuda de los países ricos.