CONTENIDO LITERAL

("Fascinación", comentario de Manuel Díez Román. Derechos de autor 1997, Manuel Díez Román)

La sociedad es como un iceberg: sólo nos muestra una pequeña parte, mientras que oculta su componente principal. Y esa fascinación por lo oculto, lo prohibido, lo marginal, es el motor de esta novela.
El rumor sobre la existencia de una película pornográfica rodada en el Berlín moribundo a punto de caer en manos de los rusos en el crepúsculo de la Segunda Guerra Mundial despierta el interés de muy diversos sujetos. Se dice incluso que la misma fue rodada en el bunker nazi y participa el mismísimo Hitler. Con esos ingredientes se convierte en una pieza codiciada.
Así, mientras un anticuario e intermediario de arte erótico comienza a mover los hilos para conseguir la película y venderla al mejor postor, empiezan los problemas. Es como voltear una piedra y encontrar debajo un nido de víboras. Por un lado, un senador coleccionista de arte erótico y que dirige un comité de servicios de inteligencia y contraespionaje de USA. En el otro, disidentes de dicha organización y veteranos del Vietnam, que además de pretender hundir a su rival político ven en el film un filón de ingresos para financiar sus actividades. Pero es una lucha a cuatro bandas. También interviene un jovencísimo rey de la industria porno, obsesionado con copar el mercado, y acabará topando con la mafia que huele el negocio y nuevos mercados de hacerse con la película. Y en medio de todos, una periodista de una revista sensacionalista y un agente secreto de difusas lealtades.
Fascinación es un thriller que nos muestra con habilidad los grupos "marginales" que pululan en nuestra sociedad, que viven entre nosotros, a veces como nosotros, pero que se mueven con otras reglas y con diferentes objetivos a los nuestros. Son depredadores que acechan, sin embargo también son personas, y nos muestran sus debilidades, sus neuras, sus miserias. Vemos su doble juego entre el vicio y la muerte, y una vida supuestamente normal. Un equilibrio casi imposible.
Narrada de forma cruda, irónica, amarga en ocasiones, sin concesiones a los espíritus sensibles, DeLillo teje una telaraña excelentemente tramada, en el que las cosas al final no siempre son lo que parecían... o lo que esperábamos. De lectura entretenida.