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CONTENIDO LITERAL
("Harry Flashman", comentario de Armando Boix. Derechos de autor 1997, Armando Boix)
Para los amantes de la aventura el Imperio Británico siempre ha tenido un poderoso atractivo. Rider Haggard, Kipling o A. E. W. Mason son nombres evocadores de largas horas de lectura apasionada y emociones sin cuento. Por desgracia, el abuso de ese escenario histórico y el escepticismo contemporáneo, que ya no puede admirar con ojos inocentes la glorificación del heroismo y las gestas militares, ha hecho que estos autores hayan perdido modernidad, por más que sigan siendo impecables desde el punto de vista literario.
Harry Flashman es una novela que nos reconcilia con este subgénero de la aventura colonial, gracias a su ácido sentido del humor y a su evidente intención desmitificadora, sin renunciar a todo el encanto del relato de acción. Flashman ya no es el caballero impoluto capaz de cargar lanza en ristre contra el enemigo sin un parpadeo; que no se espere de él que arriesgue la vida por el honor de su regimiento, la virtud de una doncella o los colores de su bandera. Muy al contrario que los personajes de Kipling, Harry Flashman es un granuja absolutamente despreciable. Arribista, mentiroso, tramposo, violador y cobarde, todo aquello de mezquino en el alma humana lo posee en sobradas cantidades. Podría parecer que con tales características, repulsivas por principio, resultaría casi imposible hacer de él un protagonista atractivo para una larga saga novelesca, y he aquí el mérito de Fraser, pues aunque degrade al personaje consigue hacerlo terriblemente simpático a los lectores, mal que les pese.
Si debiéramos limitar a una sola definición a Harry Flashman, la más adecuada sería decir que es un superviviente. No le ruboriza entregar una pistola descargada a su rival para salir con bien de un duelo, acusar a un inocente para librarse de la tortura o correr como alma que lleva el diablo cuando una cuadrilla de montañeses abriga la reprochable intención de convertirle en pincho moruno... Pero lo más irónico es que, con una fortuna envidiable, su cobardía le encumbrará a verdadero héroe nacional, mientras sus más abnegados compañeros quedan como pasto de los buitres en los desfiladeros de Afganistán. ¿Tendrá Fraser una moraleja que contarnos o simplemente es un cínico?
No me enoja en absoluto reconocer que Harry Flashman es la novela más entretenida con la que he tropezado en los últimos tiempos y recomiendo encarecidamente su lectura. A los curiosos les advertiré que pueden encontrar también traducida al castellano la segunda entrega, Royal Flash, editada por Caralt en 1976. Esperemos que no sea necesario recurrir a las librerías de viejo y Edhasa continúe con la publicación de la serie al completo, en la que el desvergonzado Flashman medirá su talento para escapar del peligro y recibir a cambio la admiración de sus bobalicones superiores en todos los desastres bélicos de su época, desde Crimea a Little Big Horn.
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