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CONTENIDO LITERAL
("Fantasmas cotidianos", comentario de Armando Boix. Derechos de autor 1997, Armando Boix)
Aunque su fama siempre ha estado ligada a la novela negra, Andreu Martín empezó su carrera literaria escribiendo guiones de cómics y algunos relatos fantásticos para revistas, y siempre ha guardado una cierta fidelidad al género, como prueban dos notables novelas de terror, La camisa del revés e História de mort -Momento de difuntos, en su traducción al castellano-, y su más endeble Ahogos y palpitaciones, su única incursión de momento en la ciencia ficción.
No son, sin embargo, los textos citados rarezas en su producción. Andreu Martín publicó hace años dos novelas cortas de terror -o cuentos largos, pues los límites son difusos-, Dejad que los caimanes se acerquen a mí, en una versión ilustrada para Ediciones La Cúpula, y Alma en pena, encargo personal de la editora Isabel de Palol. Ahora ambas obras aparecen reescritas y juntas por primera vez en el volumen Fantasmas cotidianos.
Dejad que los caimanes se acerquen a mí es una sórdida narración que recrea con gran habilidad un ambiente enfermizo y perturbado. Contra lo usual en Andreu Martín, más amigo de utilizar escenarios cercanos, la acción se desarrolla en Nueva York, para aprovechar la leyenda de sus cloacas infestadas de caimanes, arrojados por el retrete cuando aún eran unas crías. La historia -un hombre acaba cometiendo crímenes horrendos convencido de que su esposa se ha transformado en un monstruo que le persigue- podría recordarnos al clásico Cat people, de Tourneur, y, como en esta película, gran parte de su inquietante clima se basa en la misma ambigüedad de los hechos relatados, pues en ningún momento le queda claro al lector cuánto hay de verdad o de alucinación en la supuesta amenaza sobrenatural que se cierne sobre el protagonista.
Más explícito respecto a su propuesta fantástica es Alma en pena, donde se nos descubren las andanzas de un espíritu que se niega a perder el cuerpo y para evitarlo se posesiona, uno detrás de otro, de una serie de cadáveres que le ofrecerán sólo un refugio provisional. La historia tiene un aire mucho más clásico que la anterior, casi "hammeriano", al que no es ajeno el marco en el que se desarrolla, una Barcelona de finales del siglo XIX, con teósofos y mesmeristas persiguiendo espectros bajo la luz de gas.
Son estas dos narraciones muestra impecables de literatura de género, publicadas, sin embargo, dentro de una colección sin etiquetas, por lo que tal vez pasen desapercibidas a los aficionados. Y es una lástima. Pese a lo que algunos imaginan, hoy se está publicando mucha y buena literatura fantástica española -al nombre de Andreu Martín podría sumar los de Joan Manuel Gisbert, Jordi Sierra i Fabra o Joan Perucho-. Sólo debemos esperar que algunos lectores se desprendan de sus anteojeras para descubrirla.
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