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CONTENIDO LITERAL
("Gran juego [el]", comentario de Armando Boix. Derechos de autor 1997, Armando Boix)
En las décadas de los 70 y 80 las pocas oportunidades de los autores españoles de ciencia ficción para dar salida a sus creaciones se centraban en la revista comercial Nueva Dimensión y en algunos fanzines de factura artesana, donde en muy pocas páginas se amontonaban la mayor cantidad de material posible. Ante esa situación, las posibilidades de publicar eran inversamente proporcionales a la extensión del relato y nuestra ciencia ficción parecía condenada a producir sólo cuentos de escasa ambición.
Premios como el UPC han transformado el panorama y hoy la novela corta goza de una enorme popularidad entre nuestros autores, que, aún no ganando dicho premio, tienen después la posibilidad de publicar en colecciones surgidas a su sombra, como "Cuadernos Espiral" o "La Espada y el Reloj". El fanzine El Fantasma aprovecha también la coyuntura y en su número doce nos ofrece por primera vez una novela corta ocupando sus páginas: El Gran Juego, del veterano aficionado Alfredo Benítez Gutiérrez.
Por desgracia, esta novela no alcanza la altura de otras que hemos podido leer en los últimos años y se limita a ser una narración de aventuras sin demasiado calado -y no porque sea "de aventuras", género tan digno como el que más-.
Alejandro Laínez, líder de la Confederación Ecuatorial, decide retirarse a un complejo lúdico donde el cliente olvida su identidad y se ve inmerso en una serie de conflictos artificiales, de los que no puede ser expulsado hasta su derrota. Pero la Confederación está en problemas y necesita recuperar a Laínez como sea...
Pese a su escasa fortuna en esta ocasión, a Alfredo Benítez no le faltan méritos como narrador, y hay que reconocer su acierto en el tono humorístico escogido, que consigue dar algún brillo a una historia que, con mayor gravedad, sería perfectamente olvidable.
El grueso de la novela se compone de las aventuras de Laínez en el complejo, episodios sin ninguna relación con el problema central -hacerle salir-. Da la sensación de que la historia podría haberse prolongado, por pura acumulación de episodios, todo lo que el autor hubiera querido; pero lo más preocupante es que tal vez hubiera sido posible contarnos lo mismo en muchas menos páginas, como un relato, y con mejores resultados.
Leyendo El Gran Juego empiezo a preguntarme si el muy positivo auge de la novela corta no tiene también su contrapartida, haciendo que algunos autores prometedores estiren sus relatos innecesariamente sólo por adaptarse a la moda.
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