CONTENIDO LITERAL

("Tierra de nadie: Jormungand", comentario de Armando Boix. Derechos de autor 1996, Armando Boix)

Cuando hará menos de un año se publicó La sonrisa del gato abundaron los elogios sobre esa novela. Yo no pude ser de la misma opinión y así lo expresé en estás páginas. Me pareció una historia ágil, entretenida, pero sin pulir, con demasiados cabos sueltos y confusa para la mayoría de lectores ajenos al fándom, que no tenían por qué saber nada del mundo de Drímar que Rodolfo Martínez suele utilizar como marco para sus narraciones. Una agradable obra menor.
Ahora soy el primero en felicitarme de tener un concepto muy diferente de Tierra de Nadie: Jormungand. Es ésta, al fin, una NOVELA con todas sus letras y en mayúsculas. Ha contenido aquí su escritura compulsiva y se nota que ha trabajado con paciencia, puliendo asperezas, afinando caracteres, describiendo escenarios que en la otra obra sólo parecían a medio esbozar. Una novela en la que incluso sus abundantes digresiones, que podrían haberla estropeado, adquieren un valor literario.
La acción se modera en favor de una mayor reflexión y nos relata sin prisas aquellas escenas accesorias que pueden parecer poco importantes para el hilo central de la historia pero que dotan al conjunto de una mayor riqueza. Se ve obligado, sin embargo, a introducir insertos de un libro ficticio, Curiosidades de la ciencia, para aclarar lo que la narración no es capaz de explicar por sí misma, a la manera de su admirado Asimov y su Enciclopedia Galáctica. Al menos lo hace con mesura y sólo al principio, para situar convenientemente al lector en las particularidades de su universo.
Un aspecto que no me parece del todo convincente, pese a haber ganado mucho con respecto a otras de sus obras publicadas con anterioridad, es el trazado de los personajes. El autor ha pretendido dotarlos de mucho más cuerpo y huir del estereotipo, y esa misma intención quizá le haga caer de nuevo en él, paradójicamente. Los personajes no son planos, sino que tienen un pasado y unos sentimientos que rigen su conducta, pero resultan un poco repetitivos: todos son lo que podríamos llamar "duros con mandíbula de cristal". Quieren mostrarse fríos e implacables para cumplir con eficacia su misión y en realidad tienen unas entrañas sensibles llenas de dudas y miedos. Resulta curioso que los inmisericordes agentes de la Confederación empiecen a flaquear todos a un tiempo y que mientras antes cumplieron sus órdenes haciendo al lado cualquier cargo de conciencia, el primitivo mundo de Tierra de Nadie despierte en ellos tanta indecisión. Como sentencia el dicho popular, en la variedad está el gusto.
La trama, por otra parte, es atractiva y mantiene al lector en un adecuado suspense. Aun cuando su desenlace me parece inverosímil, éste es audaz e ingenioso y Rodolfo fuerza su tesis hasta el límite sin timidez, lo cual merece todos los elogios en un autor de ciencia ficción, literatura eminentemente especulativa.
La novela finaliza con las suficientes puertas abiertas para una segunda parte, que incluso tiene título -Ragnarok-, y no dudo que la veremos escrita dada la afición de Rodolfo Martínez a las series. La operación no está libres de peligros, dado el buen gusto de boca que sin duda Tierra de Nadie habrá dejado en sus lectores.
¡Ah, se me olvidaba!
Señor Barceló, en otra ocasión respete un poco más la voluntad del autor -a fin de cuentas es el productor primero del que se nutre la editorial y hace que le paguen a usted- y no ande trasteando con los títulos, por favor.