COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Juan José Parera publicado en el volumen Bem 47, ediciones Interface, colección Bem, número 47, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Juan José Parera)
Este volumen contiene la novela corta Pastores de estrellas y el relato "Tal vez soñar". ¿Qué hace que Pastores de estrellas se presentara al premio UPC de 1993 y no consiguiese quedar en primer lugar? Pues que la obra fuese de peor calidad que El mundo de Yarek de Elia Barceló y que Nuestra Señora de la máquina de Alan Dean Foster (véase a este respecto la reseña aparecida en el número 38 de Bem) o, expresado de una manera más exacta, que el jurado considerase que lo era.
Y es que la novela se promociona como una de las dos o tres mejores, al margen de la ganadora, presentadas por autores españoles, en palabras de Miquel Barceló, uno de los miembros del jurado.
No voy a criticar aquí la decisión del jurado ya que la lectura de Pastores de estrellas no permite deducir que tuviese que haber recibido el primer premio. Básicamente porque se advierte en ella la escritura de un principiante, o quizás mejor dicho, de alguien que todavía no tiene muchas tablas. Por contra, la idea, la trama y sus enlaces están bien pensados. Falla el volcado en palabras.
La humanidad ha evolucionado desde hace millones de años hacia formas que les hacen estar más cerca de los dioses que de los terrenos. Son pocos, son etéreos, son inmortales, son egoístas y crueles; hombres devenidos por la evolución natural .y la ayuda que a ésta ellos mismos han proporcionado. Tienen un emperador a quien protege un Clan de hombres y una Cámara que se encarga de legislar y administrar en la Tierra todos los asuntos de las siete razas que son competencia de los hombres y tienen una Conspiración que, desde hace tiempo, pretende la muerte de Metroporos I.
Las descripciones de las siete razas me recordaron rápidamente a otras especies que también existen claramente diferenciadas en cuanto a su morfología y la asociación de la misma con sus funciones, por ejemplo: las de la Saga de Chanur (C. J. Cherryh), las del Planeta de la aventura (Jack Vance) y las de Dune (Frank Herbert). No existe, aparentemente, plagio alguno, lo que constituye un aliciente más aunque su creación, a pesar de intuirse, constituye un misterio y una de esas cosas poco exploradas por la narración.
Pastores de estrellas crea algo importante: con pocas descripciones, algunos diálogos y unos sueltos que forman el informe que una de las razas está elaborando, Daniel Mares consigue trasmitir la sensación de todo un universo. Desde luego un espacio suficiente como para contener multitud de pequeñas historias. Así pues; aunque me cueste decirlo, estamos ante una novela corta que no consigue su objetivo a pesar de que la idea central y el entorno que lo envuelve sean brillantes.
No es este el lugar para andar con paños calientes. En Bem se comenta/critica/reseña con los criterios más homogéneos posibles. Y los míos para "Tal vez soñar" son los siguientes: el cuento me ha gustado mucho. Fácilmente encuadrable dentro de esa categoría que ha venido en llamarse cyberpunk comparte con ella las características de la alta tecnología que, en realidad, no son más que chapuzas electrónicas. El resto tiene mucho más nivel que las tonterías que generalmente se describen como novedosas.
¿Pegas?... Tiene, claro que sí. Hay algo (o mucho) de una famosa película al final del relato y, si se me apura, se puede llegar a intuir entre las líneas de la lectura, pero ello no invalida el ejercicio realizado.
En resumen: una novela corta que falla en su redacción y no en las ideas, un relato que cojea al final en sus ideas mientras conserva una adecuada escritura, un autor que se tiene que pulir escribiendo mucho y rectificando más. Nada de todo ello podría merecer mucha atención salvo el hecho, y el tiempo dirá si me equivoco, que autores con el potencial de Daniel están formando la base de la ciencia ficción española del siglo veintiuno.

(Comentario de Francisco M. Mancera Romero publicado en el volumen Fantasma 9 [el], ediciones Luis G. Prado, colección Fantasma [el], número 9, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Francisco M. Mancera Romero)
La novela corta Pastores de estrellas del madrileño Daniel Mares Martin nos propone un interesante drama griego. Acorde con la estructura clásica asumida para esta narración, puebla el Olimpo con los escasos hombres transformados en dioses, gracias a unos poderes mentales ilimitados que les compensan de la pérdida de sus capacidades físicas. Pero como buenas deidades grecorromanas, en los hombres persisten la vanidad y la ambición. Por encima de todos ellos, el Emperador loco (prototipo a lo Nerón o Calígula), que da coherencia y cordura a los demás dioses. Fiel a la tradición helénica, el personaje mortal conoce su inmutable destino y sus acciones no le liberan del fin predicho por el aburrido Emperador. Fin que nos recuerda al ideado por el Gran Hermano para Winston Smith en 1984 de George Orwell. La construcción del protagonista Gadir, un gigantesco batracio, es uno de esos escasísimos ejemplos donde la no humanidad del personaje le confiere una característica determinante en sus acciones. La historia nos presenta el viaje iniciático de Gadir, que varía su personalidad según la tarea que desempeña.
La creación de este sugerente universo permite la reflexión sobre dos temas estrechamente relacionados con la mitología: la última motivación divina y la existencia o no del destino. Si a la primera pregunta, Mares nos muestra el señuelo del amor por las criaturas que los dioses crean, luego comienza a coquetear con las posiciones magistralmente expuestas por Albert Camus en su Calígula; pero finalmente todo tenderá a explicarse por la funesta entropía. Dado el esquema de drama griego, la narración fuerza a que el determinismo se plantee más colateralmente; aun así la rebeldía ante el poder divino del protagonista, recuerda la actitud de la humanidad en El fin de la infancia de Arthur Clarke. Sin embargo, esta línea argumental será desarrollada por el coprotagonista divino: Galion. Pero si la discusión sobre el libre albedrío del individuo causó, hace siglos, un cisma en la Iglesia protestante, no menos fundamental será el papel que desempeñe en el sorprendente final de la novela. Sin duda, lo mejor de la novela son los cinco minutos posteriores a la lectura; esos minutos donde el lector se sumerge en sus reflexiones sobre las propuestas que hace Mares.
De obligado comentario es el trato que se da a la burocracia. Ésta, la inventaron los romanos para gobernar su Imperio; pero fue con Felipe II de España cuando adoptó su configuración moderna. Y si Kafka plasmó magistralmente los aspectos más alienantes para el ser humano en su angustiante El castillo, es Mares el que captura su verdadera esencia protectora del sistema, que impide a las variaciones coyunturales modificarlo. Así, los cambios en el sistema deben revolucionar previamente la burocracia, siendo una tarea de verdaderos héroes mitológicos.
El contexto de la obra está muy bien cuidado, con una brevísima introducción al lector y un glosario que predispone a la inmersión en un Universo totalmente personal. La estructuración del texto, la exquisitez de los detalles dentro y fuera de la narración y el intercalado de informes con diferente tipo de letra y estilo narrativo, evoca necesariamente la obra de Redal y Aguilera, avalista de Pastores de estrellas.
La recomendable novela corta se complementa con un estimulante relato largo: "Tal vez soñar". En esta ocasión Mares nos propone reflexionar sobre la soledad del individuo desde posiciones cercanas al solipsismo de un esquizofrénico. Al igual que en la novela corta anterior, el autor respeta la inteligencia de sus lectores, planteándonos una cuestión y abordándola en el planteamiento y nudo de una forma clara, para que una vez en el desenlace, nos plantee su propuesta de solución, en el más estricto fair play. Además, los recursos literarios de David le permiten hacer creer al lector que el enigma se puede resolver de una determinada manera, para que su solución sea sorpresiva.
En esta ocasión, el escritor ha escogido narrarnos la historia en forma de psico-thriller con connotaciones de novela negra. Todo ello en un universo cyberpunk; sin embargo, el argumento y la forma que toma el desenlace es ciencia ficción en su más pura expresión. Afortunadamente, el cyberpunk que cautiva Mares en esta ocasión no requiere la iconografía desarrollada por William Gibson en su trilogía (1). Si al cyberpunk se le despoja de las aberraciones sobre informática de un ignorante en la materia, lo que nos queda es simple y llanamente un universo dickiano con la imaginería de Ridley Scott en su magistral Blade Runner. En este sentido, "Tal vez soñar" acepta abiertamente la deuda contraída con Dick y escoge para el protagonista la misma profesión: cazador de recompensas, que la del protagonista de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. En la historia acompañamos al protagonista, un medio cyborg, en su descenso a los infiernos de la sociedad de un futuro cercano donde las grandes empresas imponen su ley.
La implantación de un artilugio que graba los pensamientos del protagonista permite a Mares hacer experimentos literarios de forma natural, ya que la interrupción de las frases por interferencias o la superposición de pensamientos del protagonista en una conversación, queda completamente justificada.
En resumen, nos encontramos con un autor que tiene una interesante voz propia y que se atreve con los temas más clásicos y trascendentales de la ciencia ficción. La apuesta de abordar la narración de las historias desde el experimentalismo literario se salda con una excelente nota, gracias a la inteligente integración en el argumento del método literario empleado.

(1) Neuromante, Conde Cero y Mona Lisa acelerada. Sólo decir en favor de Gibson que en Luz virtual abandona esa línea, pues la historia es atrayente por sí sola y ya no necesita que la parafernalia pseudo-informática sea la protagonista.

(Comentario de Héctor Ramos publicado en el volumen Gigamesh 6, ediciones Alejo Cuervo, colección Gigamesh, número 6, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Gigamesh)
Más recomendable, dentro de la colección Espiral, es su alentadora segunda entrega, Pastores de estrellas, de Daniel Mares. Contiene dos relatos: el que da título al volumen y "Tal vez soñar". El último nos describe el tipo de personaje irónico que parece gustar al autor para sus juegos literarios. Esta vez se trata de un cazarrecompensas de baja estofa que se ve demasiado acuciado por un encargo que en principio parecía sencillo. Las enmarañadas motivaciones del asunto son suficientes para provocar una lectura absorbente y vivaz.
Es curioso comprobar cómo, al igual que en Lovelock, se emplea como método narrativo la existencia de un ingenio registrador de escenas que acompaña al protagonista; en el libro de Card y Kidd era un ser vivo que acaparaba el protagonismo, y aquí se limita a ser una instalación cerebral denominada "psicograbador neural". Lo importante es cómo se sirve Mares de este recurso para crear una paradoja de la narración: es objetiva porque no hace más que referir lo sucedido a una persona, pero desde una fuente que no es ella misma; es subjetiva porque la fuente que recoge los datos está en el interior de la mente del protagonista, y por lo tanto aparecen también sus pensamientos y su visión de las circunstancias. Pues bien, esta perfecta trabazón va a emplearla Mares para llevarnos a un final que no podría alcanzarnos con el mismo impacto si fuera otro el método elegido.
"Pastores de estrellas" vibra con el tono de los grandes space operas de nuestro género en un espacio más reducido. Copia el espíritu de los imperios galácticos añadiendo la inseguridad del dominio de la escasa élite en que se ha convertido la raza humana con el tiempo. En este relato se observa la relación inversamente proporcional tamaño-poder, dándose los casos sorprendentes de que razas numerosas se rijan por la escasa capacidad de acción de sus individuos, como los gadi, y de que el ser más miserable del universo sea también el más poderoso, el emperador terrestre. Es una historia impresionante por la condensación de sus diversas líneas de lectura, a las que el autor ha sabido domar con una técnica propia de maestros consagrados. Ciertamente ambos relatos estarán en las mentes de próximas candidaturas a premios, y no sabría elegir uno de ellos en primer lugar, porque tanto uno como el otro tienen la virtud de no poseer fisuras en su afán por imaginar.