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CONTENIDO LITERAL
("Efecto práctica [el]", comentario de Eugenio Sánchez Arrate. Derechos de autor 1997, Eugenio Sánchez Arrate)
Con alborozo, casi con alegría, podemos afirmar que hemos recuperado al buen escritor que David Brin llevaba dentro, un autor que andaba perdido y extraviado bajo la maraña de series y trilogías en las que había empeñado su prestigio. Siempre he considerado a David Brin como un hombre mediatizado por las exigencias de mercado, que escribía libros plomo, artificialmente hinchados en número de páginas, en los que exponía todos los topicazos de la CF dura de los noventa: científicos con problemas personales gordísimos (a modo de pegote emocional para dar profundidad al asunto), delfines listillos, monos acelerados, páginas y más páginas de texto donde nada sucede... Como los lectores americanos compraban y siguen comprando sus libros el americano ha persistido en estos errores y no ha progresado como autor. Después de una larga serie de libros huecos, llenos de ideas mal contadas, pobres literariamente hablando, sin ritmo ni sentido narrativo, el señor Brin se nos descuelga con una novela intranscendente, una broma, un pequeño ejercicio de humor e inventiva que resulta ser una extravagancia y a la vez uno de sus mejores libros, pues no pretende ser una obra maestra y triunfa allí donde la mayoría de los otros fracasaron.
El efecto práctica narra las aventuras de un profesor de física en un universo en el que las leyes de la termodinámica funcionan al revés.
El resultado es tan hilarante que a veces roza el absurdo, pero la broma funciona. El libro es breve, se lee con interés y además no pretende ser la panacea de la CF científica, circunstancia que agradecemos encarecidamente, pues el nuevo hard americano nos tiene fritos -incluso a los aficionados a este subgénero más inveterados- con esa moda de contar en cuatrocientas páginas lo que en doscientas se explica de sobra.
De éste libro destaco incluso la divertida portada, realizada por el grupo Trazo (Paco Roca y JuanMi Aguilera), quienes cometen la osadía de salir en persona para regocijo del respetable.
Para mentes inquietas, para gente deseosa de pasar un buen rato, para aquellos que prefieren un chiste bien contado a un quijote que no llega ni a best-seller, éste libro les abrirá puertas, les hará reír y sobre todo no les provocará una úlcera, como solían hacer algunos otros títulos de éste autor que en su día escribió novelones como El cartero o la mal traducida Marea Estelar.
Visto lo que hemos visto, un Brin inofensivo como éste ya es un excelente Brin y el pasado pasado queda.
El hijo pródigo ha vuelto a casa, ojalá no volvamos a perderle nunca (aunque cuentan que ahora quiere continuar La Fundación de Asimov). Vivir para ver.
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