CONTENIDO LITERAL

("Jugadas decisivas", comentario de Alejo Cuervo. Derechos de autor 1997, Gigamesh)

Una novela que sí cumple a rajatabla el precepto wellsiano de considerar un único elemento fantástico es Jugadas decisivas, la última novela del nada desdeñable autor de Sólo un enemigo: el tiempo (Acervo) o La ascensión secreta (Alcor).
En este caso, el elemento fantástico en cuestión puede entenderse como un homenaje, un guiño o, simplemente, una broma llevada hasta sus últimas consecuencias. Porque, vamos a ver, si el monstruo de Frankenstein, una vez consumida la furia vengadora que lo llevó a asesinar a su creador (tal como fue descrito en las cartas de Robert Walton y, a partir de ellas, por Mary Shelley), decide purgar sus pecados e integrarse en la comunidad humana... ¿a qué acabará dedicándose lógicamente? No hay que dudarlo: ¡jugará al béisbol en las ligas norteamericanas!
En realidad, la presencia del monstruo no se hace evidente hasta bien entrada la novela, y al revelarla soy consciente de que estropeo parte del efecto de su puesta en escena. Pero es que Grijalbo ha escogido presentarla como una novela sobre béisbol a secas, detalle que junto al de su monstruoso tamaño (cerca de quinientas páginas de caja grande y letra minúscula) dudo que resultara muy alentador a nuestros lectores.
Jugadas decisivas está enteramente narrada en primera persona, con gran sobriedad estilística y una enorme capacidad evocadora. Se presenta como las memorias de Danny Boles, en la actualidad una figura mítica del béisbol norteamericano: el cazatalentos más reputado de la historia de ese deporte.
Cuando un periodista decide escribir un libro sobre él y su trabajo, Boles le lleva a transcribir otro totalmente distinto sobre su juventud, cuando llegó a jugar una temporada en una de las "ligas menores" en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. La novela está construida a partir de las grabaciones que hace Boles de aquella época, cuando era apodado "Dumbo" (por razones evidentes).
La narración sigue los cánones de una historia clásica sobre deportes, tomando al protagonista en su juventud cuando es un jugador destacado en el instituto y es "descubierto" por el director de un equipo profesional de la zona, los Hellbenders de Highbridge. La ilusión y la inseguridad de un joven al que se le abre una oportunidad soñada, los propios escarceos adolescentes, el ambiente racista arraigado en muchos aspectos de la época, el impacto cotidiano de la guerra en la sociedad rural americana... Todos los detalles de ambientación y cotidianeidad que confieren buena factura a una novela están trabajados con un esmero encomiable, y todos ellos se integran de una forma perfectamente fluida en el tema central: el béisbol.
Bishop consigue transmitir la emoción y los sentimientos de una liga rural con eficacia, si bien todos los pormenores de la misma no son sino parte del decorado de la vida cotidiana de su protagonista. El entramado de relaciones entre él, los demás jugadores y el resto de personajes con los que conviven es lo que da vida a la novela. La pregunta evidente es que para qué narices se necesita meter al monstruo de Frankenstein aquí. Pero es que la presencia del extraño compañero de habitación de Danny, un hombretón de monstruosa complexión llamado Hank Clerval y apodado "Jumbo" (por razones evidentes) proyecta una larga sombra sobre toda la narración. Que Jumbo Clerval resulte ser quien es no tiene, en sí, demasiada importancia, como tampoco la tiene en exceso la transcripción de sus diarios, mediante la que llegamos a conocer todos los detalles de su peregrinaje hasta convertirse en jugador. Lo que, en cambio, se convierte en un verdadero hallazgo es el personaje en sí: la novela no sería la misma sin él, sin los floridos aires victorianos de sus parcos discursos, o su sorprendente filosofía no violenta y el detalle de que sea abstemio y vegetariano contrastando de un modo tan patente con el carácter de la época que empapa la novela.
En fin, Jugadas decisivas puede ser entendida, en efecto, como un guiño descomunal. Pero demuestra que cualquier chorrada puede ser convertida en algo más con un poco de talento. El de Bishop parece que todavía sigue floreciendo.