|
CONTENIDO LITERAL
("Taltos", comentario de Susana Vallejo. Derechos de autor 1996, Gigamesh)
Era inevitable: alguien que se gana la vida escribiendo la crónica sentimental de momias enamoradizas, súcubos llorones, seres de las tinieblas con problemas existenciales y monstruos necesitados de afecto en general, tarde o temprano iba a acabar publicando algo como Taltos. Las brujas de Mayfair. Damas y caballeros, bienvenidos al fascinante mundo de los taltos, las criaturas no-humanas más cargantes, redichas y mojigatas de toda la historia de la literatura de (presuntamente) terror.
Los seres en cuestión son unos tipos altos, guapos y pacíficos que, antes de la aparición en la Tierra de sus aniquiladores, los seres humanos, vivían en amor y compañía escuchando las historias de los ancianos al amor de la lumbre, comiendo cocos y carne de langosta a la orilla de la playa y ofreciendo a su "Dios Bondadoso" una serie de "ritos sensuales de los que tanto el macho como la hembra obtenían un intenso placer". Anne Rice no aclara del todo cómo es posible que los hombres pudieran acabar con una raza que no sólo es inmortal sino que, además, se reproduce a una velocidad de vértigo (tras un periodo de gestación de varias horas nace un taltos que habla, camina, razona y está capacitado para engendrar a un nuevo taltitos); pero el caso es que, a finales del siglo XX, el taltos Ashlar está convencido de ser el último de su especie y tristemente resignado a "pasar el resto de sus días sin yacer con hembra alguna". El pobre, como es tan bueno (que por algo fue santificado allá por la Edad Media), se consuela fabricando muñecas baratas que hagan felices a los niños pobres y dando cobijo y alimento a los indigentes de Nueva York. Verdaderamente, es como para echarse a llorar.
Anne Rice comienza relatándonos los buenos sentimientos de esta especie de oso amoroso gigante y, poco a poco, va sumergiendo al lector en un grotesco folletín sin pies ni cabeza protagonizado por la familia Mayfair, cuyos miembros, como son brujos, pueden engendrar taltos; y como son promiscuos, los engendran. Durante las siguientes quinientas páginas la autora habla de chicas de trece años que se quedan embarazadas del marido de su prima; las mismas chicas que se la pegan al marido de su prima con un gitanazo a lo Joaquín Cortés que, por otra parte, se siente irresistiblemente atraído por la virilidad de Ashlar; hijos que violan a sus madres a las pocas horas de nacer, dejándolas preñadas de nuevo (claro que el pobre no lo hizo de mala fe: estaba poseído por un espíritu guasón que llevaba fastidiando a los Mayfair desde hacía generaciones); madres atormentadas que dan a luz a monstruos para después cargárselos y enterrarlos bajo un árbol... Y, por si no tuviésemos bastante con los incestuosos enredos de la familia, hay por ahí suelto un grupo de pirados (la Orden de Talamasca) emperrados en reunir dos taltos para hacer que copulen (no sin antes casarlos, ojo, que, ya lo dice uno de los miembros de Talamasca, la Orden "no es un vulgar burdel"). Para ello tienen una hembra; los pobres se tiran todo el libro buscando un macho para ella sin saber que la taltos es estéril debido a las múltiples violaciones sufridas a lo largo de los siglos.
Los personajes de Taltos son insulsos y poco creíbles; los diálogos, artificiales; el argumento, tan absurdo que llega a resultar cabreante; y los taltos, las criaturas más amaneradas y repelentes de todas las creadas por la Rice; que ya es decir.
|