CONTENIDO LITERAL

("Titán y el Bosque [el]", comentario de Susana Vallejo. Derechos de autor 1996, Gigamesh)

Nada de esto ocurre en El Titán y el Bosque, de Bel Atreides (lindo seudónimo), un nuevo título también de una nueva colección; en este caso son Ediciones Apóstrofe quienes se arriesgan en una de fantasía (que ellos llaman "épica"). Y ¡ahí es nada!, sus intenciones son las de publicar todo el ciclo épico de Atreides (¡más de quince libros!).
La presentación de esta nueva colección está muy cuidada y recuerda a la clásica de Minotauro. Su diseño y aspecto externo son sin dudarlo lo mejor; tapas mates, mapas de cuidada realización, un separapáginas también con el mapa... La nota de prensa que acompañó al ejemplar que llegó a la redacción de Gigamesh no tiene desperdicio: compara la "inspiración técnica" de Atreides con la de Tolkien "y su inspiración ideológica en la filosofía de Sri Aurobindo Ghose" (¿?). Esto puede despertar sin duda la curiosidad de un lector que cree que en una novela fantástica hallará esa "parábola de la realización espiritual" que Atreides pretende (la nota de prensa nos presenta al autor como traductor de obras de un tal Aurobindo Ghose: Saddhana yóguica, Aforismos del Yoga y de la vida, El Enigma de este mundo...).
Creo sinceramente que lo peor de El Titán y el Bosque son esas ínfulas de significados esotéricos cuando la obra no es más que una novelita propia de los viejos tiempos de Timun Mas que tanto se criticó en esta revista. Como tal, El Titán y el Bosque cumple algunos de los requisitos de prototipo de novelita Timun Mas
Los nombres: es difícil encontrar algún nombre que no lleve tíldes raras (suponemos que para dar sensación de mundo diferente y exótico). Pero la manía de poner tílde a cualquier cosa pasa de castaño oscuro. Yâra, Vàntar, Dyesäar (sí, con dos aes), Bínöd, Mâurwanna... Las haches intercaladas también son recurrentes: Usha, Rishis, Brahmo... Y las Y: Mayúr, Lyra... Y las k... En fin. Basta abrir al azar cualquier página para encontrarse con ejemplos de todo ello.
La numerología tiene su parte esotérico-pretenciosa también. El lector asiste perplejo a una frase como "... se había logrado en el término de doce años, ¡doce!, ¡Doce!...". Esto ocurre en la página treinta y una, ¡treinta y una! ¡Treinta y una! O cuando se describe un grupo: "Allí estaban dos veces veinticuatro hombres". O sea cuatro veces ¡doce! ¡Doce! ¡12!... No soy una experta, pero sé que hay doce apóstoles, doce meses, doce signos del zodíaco... Y a lo mejor se me escapa algún otro significado además del evidente de fin y comienzo de una etapa. No sé por qué me hacen reparar en ello con estas exclamaciones (¡¡!!), qué pretenden, qué signo de sabiduría oculta que no soy capaz de alcanzar...
Escribir literatura no es tan sólo usar palabras grandilocuentes (la única parte aprovechable de la novela es que los adolescentes pueden aprender un numeroso y culto vocabulario), escribir extraños signos de puntuación, poner nombres raros o hablar de desarrollo espiritual, "aventuras espirituales" o lecturas filosóficas, cuando en sus personajes ese crecimiento se produce de la forma más simple, y literariamente hablando, burda posible.
Pongamos por ejemplo a la princesa Usha, que se encuentra a sí misma al viajar a otras tierras; se da cuenta de lo vacía que era su vida anterior y cambia radicalmente: Se corta el pelo, deja de teñirse de rubio, se pone pantalones, abandona a su padre... Todo ello es muy loable. Pero ese cambio trascendental de una persona (porque en Literatura, así con mayúsculas, los personajes deben parecer personas, y no personajes de cartón piedra) ocurre en una cara (pág 70) y de un modo tan simple como es un ejercicio de concentración y respiración. ¡Una sola vez y ya es una persona diferente!
La simplicidad de la trama puede también ejemplificarse en ese reino "enfermo" que es asaltado por bestias misteriosas o en el episodio de La Puerta de los Sabios, que enloquece a los hombres porque les hace ver lo que realmente hay dentro de ellos y si no hay nada enloquecen... Todo es simple, sencillo, de cuento, de novelita de aventuras para adolescentes, no de obra literaria épica y trascendente, que pretende equipararse a Tolkien o Herbert.