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CONTENIDO LITERAL
("Gran tour (III): Blue mars de Kim Stanley Robinson [el]", artículo de Pedro Jorge Romero. Derechos de autor 1996, Pedro Jorge Romero)
Al comienzo de mi comentario sobre Marte rojo [ver BEM 41, página 26] decía que no me gustaba la obra de Kim Stanley Robinson, pero al final de mi comentario sobre Green Mars [ver BEM 42, página 27], después de entusiasmarme con las dos primeras partes de una trilogía ahora por fin completa, decía: "Pero es evidente que novelas espléndidas como Red Mars y Green Mars no pueden haber salido de la nada. Por esa razón, he comenzado a releer toda la obra anterior de este autor".
Y, estimados lectores, he cumplido mi promesa. En el tiempo transcurrido entre esas dos columnas y ésta he leído todo lo que he podido encontrar de Kim Stanley Robinson (creo que sólo me falta la novela corta "Green Mars"). En el proceso de esa lecturas he construido poco a poco una imagen de las preocupaciones principales de este autor. Supongo que fue la magnífica novela Icehenge (todos los editores de ciencia ficción de España están en pecado mortal por no haberla publicado en español) la que me dio las claves. Construida en tres partes, cada una de ellas pone en duda la versión de un suceso (el descubrimiento de una gran estructura en Plutón) planteada en la sección anterior. La preocupación es claramente epistemológica: ¿cómo sabemos que sabemos?, ¿qué significa que podemos demostrar algo?, ¿en qué media una verdad histórica es una verdad? A actividades de ese tipo se dedican continuamente los personajes de Robinson en la trilogía de Marte: a la reflexión obsesiva sobre el mundo que les rodea (¿no comienza Marte rojo con un personaje que pone en duda una visión de la colonización marciana propuesta dos páginas antes?). Pero más aun, esas preocupaciones se conectan con otra: con la memoria. En Icehenge, las personas viven tanto tiempo que al final pierden todo recuerdo y se convierten de hecho en personas diferentes. Pero entonces, ¿son responsables de lo que hicieron 300 años antes?, ¿no es nuestra memoria lo que nos permite considerarnos individuos y preguntarnos por el mundo que nos rodea? Y a eso también se dedican obsesivamente los protagonistas de la trilogía marciana: a la continua reflexión sobre su propia naturaleza (sin olvidar al maravilloso protagonista de El geómetra ciego, que se interroga continuamente sobre su, y la de otros, percepción del mundo).
No quiero dar sin embargo la impresión que toda la trilogía de Marte y Blue Mars en particular pueden reducirse a una reflexión sobre la memoria. Son libros complejos que tratan de muchos temas, y ninguno tan complejo y reflexivo como Blue Mars. Tan complejo, que apenas cabe en la páginas que lo contienen (de la misma forma que aquello que me gustaría decir sobre él no cabe en esta columna). A principio parece un libro deshilachado y sin control, que va corriendo de tema en tema como si no hubiese tiempo suficiente. Dividido en 14 capítulos, cada uno de ellos daría material para más de una novela. Pero sin embargo, al final, el libro funciona por pura acumulación, por la yuxtaposición de todas esas historias. Robinson no nos cuenta ningún argumento concreto, o mejor, la historia gira alrededor de una aventura intelectual que es tanto de los personajes como del lector. La imagen total formada por los catorce capítulos en el recuerdo tras la lectura es lo que da fuerza a la novela. De los tres volúmenes, es el que más he disfrutado.
De la misma forma que el tercer volumen de la trilogía de Orange County, Pacific Edge, terminaba con una utopía, Blue Mars cuenta el establecimiento de una utopía marciana. Kim Stanley Robinson, sin embargo, no crea utopías estáticas donde todo es perfecto para siempre jamás, más bien, sus mundos son utopías dinámicas en las que muchas cosas deben suceder y muchas personas ponerse de acuerdo para que todo marche. Aun así funciona, y el libro demuestra un increíble optimismo hacia la condición humana. El proceso político es por si solo fascinante, especialmente la creación de la nueva constitución marciana, pero ése es sólo uno de los temas.
Pero realmente lo más importante quizás del libro es la resolución de la vida de sus protagonista. Es este un volumen para volver atrás. En Marte rojo se planteaba la conquista del planeta, en Green Mars la revolución y éste está presidido por la reflexión tranquila sobre lo sucedido. En cien años de historia de Marte, los personajes principales (no sólo los cien originales, sino también algunos de los primeros nativos) van repasando sus vidas y adaptándose a la nueva forma de vivir no sólo en un Marte completamente distinto, sino también a un sistema solar en continua expansión (Accelerando es el término empleado para describir esa expansión, con detalles que ya había empleado en The Memory of Whiteness). Algunos no pueden adaptarse, otros se hacen un hueco en la nueva realidad marciana y otros... bueno, otros, como Sax, hacen todo lo posible por seguir entendiendo. Algunos de ellos superan, en el momento de terminar la novela, los doscientos años y deben aceptar además las limitaciones que a la memoria impone el tratamiento de longevidad.
Blue Mars exige tiempo y atención. Es uno de esos libros apasionantes que crean un mundo tan demandante para lector que hay que sumergirse en él y se hace difícil volver a la realidad. Leerlo es como leer Cien años de soledad o En busca del tiempo perdido. Marte rojo, Green Mars y Blue Mars no son sólo las mejores novelas escritas sobre Marte, forman también una obra maestra del género. Alegrémonos: rara vez tenemos la oportunidad de leer una obra maestra mientras se va creando.
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