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CONTENIDO LITERAL
("Brujas y el sobrino del cazador [la]", comentario de Pedro Jorge Romero. Derechos de autor 1996, Pedro Jorge Romero)
Los últimos meses han sido muy buenos para Rodolfo Martínez. El año pasado finalmente publicó, con gran éxito de crítica, su primera novela, La sonrisa del gato, en Miraguano y ganó el premio Ignotus en la categoría de mejor cuento con "Castillos en el aire". Este año ha obtenido el premio Dolores Medio con una novela de Sherlock Holmes [ver reseña en este mismo número], será invitado en la Semana Negra de Gijón y ha publicado una nueva novela, Tierra de Nadie: Jormungand [ver reseña en este mismo número], en Ediciones B. En la cresta de la ola aparece ahora esta edición de una novela corta, Las brujas y el sobrino del cazador, acompañada de otro cuento, "Bajo la ciudad".
Ante esa ola, la publicación retrasada, en principio prevista para 1994, de esta obra puede ser algo decepcionante. Publicados en su momento, estos cuentos hubiesen sido la frutos aceptables de un autor prometedor. Publicados hoy, contrastan con la realidad de una primera novela de tanta calidad como La sonrisa del gato y contrastan aun más con Tierra de Nadie: Jormungand. Las brujas y el sobrino del cazador se plantea como una historia de terror situada en la historia futura desarrollada por el autor, y que tiene por nombre Drimar. En su introducción, Rodolfo Martínez explica que había desarrollado su universo con la intención de que le sirviese de fondo para todo tipo de historias. Y aquí es donde empiezan los problemas. La historia futura de Rodolfo Martínez jamás ha tenido demasiada entidad y como mucho le servía como fondo más o menos conveniente para contar una historia. Así funcionaba en La sonrisa del gato, porque al universo no se le pedía nada más que estar fondo. Pero en esas historias donde Rodolfo Martínez intenta que la narración se acerque más al universo es cuando quedan claras las limitaciones de la historia futura de Drimar y en el caso que nos ocupa especialmente una: la falta de una historia cultural. En las historias de Drimar el lector encontrará muchas referencias culturales, pero todas son a un cierto periodo de la historia del siglo XX -precisamente aquel en que vive Rodolfo Martínez-; después de miles de años, no se ha hecho nada nuevo. En Las brujas y el sobrino del cazador la acción transcurre 500 años en el futuro y la referencia es una novela de Stephen King.
El resto de la historia es la que uno esperaría del título, una trama de monstruos antiguos y su lucha por la supervivencia a lo largo de cientos de años de una historia que tampoco es demasiado original, y que pierde mucho de su potencial porque el autor invierte demasiado tiempo y esfuerzo en encajarla en la cronología de Drimar a la que realmente no pertenece y que es innecesaria (porque hubiese funcionado muchísimo mejor ambientada en el presente, por ejemplo). A pesar de recurrir a la trama detectivesca, muy querida por el autor, la historia no acaba de remontar el vuelo y permanece siempre en el nivel de las buenas intenciones.
"Bajo la ciudad" también es una historia de terror encajada en el universo de Drimar. Como ya he dicho, en otro momento hubiese sido el trabajo aceptable de un autor prometedor. Hoy, por desgracia, es un cuento sin demasiado interés y de argumento flojo. Y quedan nuevamente patente las limitaciones culturales de Drimar: en un momento dado, un personaje identifica correctamente un cuento bastante oscuro de Borges. Para mí, eso es como si hoy alguien reconociese el argumento de "El fénix y la tortuga". Es posible, pero tan altamente improbable que en el caso de una narración debería estar bien justificado.
Los arquetipos culturales se recrean continuamente y eso es lo que garantiza su supervivencia en el futuro. La figura de Julio César nos sería hoy completamente desconocida si no fuese casi un lugar de referencia común en nuestra cultura. Haber ignorado ese proceso, o no haberlo querido desarrollar, es uno de los factores que limita el interés del universo de Drimar. Precisamente, aquellas historias en que Rodolfo Martínez utiliza Drimar como excusa, como Tierra de Nadie: Jormungand o La sonrisa del gato, es cuando queda patente su talento de narrador y su fértil imaginación.
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