CONTENIDO LITERAL

("Llibre de tot", comentario de Joan Manel Ortiz. Derechos de autor 1995, Joan Manel Ortiz)

Si muchas veces nos lamentamos del paupérrimo panorama de la ciencia ficción española, refiriéndonos a la publicación de autores españoles en castellano, ¿qué podríamos decir de la ciencia ficción escrita en catalán? Sin lugar a dudas, que es prácticamente inexistente. Algunos relatos dispersos, pocos, muy pocos, y una total ausencia de publicaciones especializadas en esa lengua, motivada por la estrechez del mercado, rubrican tan lamentable realidad. La única iniciativa de la que este crítico tiene constancia para corregir esta situación, la colección 2001 de Edicions Pleniluni, que publicaba básicamente traducciones, en su inmensa mayoría de autores anglosajones, pero que también incluyó algunas obras autóctonas, dejó de salir hace varios años.
Con la aparición del premio UPC, que contempla el catalán como lengua de concurso, pareció que el panorama iba a mejorar, pero, tras varias ediciones, sólo una mención (la excelente "Qui vol el Panglós?", de Antoni Olivé) ha merecido hasta la fecha el reconocimiento del jurado (dejando aparte que, además, se publicó únicamente en versión traducida al castellano, sufriendo el mismo trato que las novelas extranjeras). Al menos otra de las obras en catalán presentadas a dicho concurso, Terra non descoperta, de Carme Abella, sí fue publicada en edición bilingüe por la UPCF, la asociación de la Universitat Politécnica de Catalunya, en sus aletargados Quaderns (número 3). Un triste bagaje para la ciencia ficción reciente escrita en catalán.
Pero, afortunadamente para todos, hace unos años, el Cercle de les arts i de les lletres de les Valls d'Andorra se propuso romper esta tendencia y comenzó a incluir la literatura de ciencia ficción entre las modalidades de sus premios. Así nació el premio Juli Verne, para novela de ciencia ficción escrita en catalán, la última de cuyas obras ganadoras es el motivo de esta nota.
Hay muchas maneras de escribir un libro de ciencia ficción, sea en la lengua que sea. La más sencilla es imaginar una trama repleta de aventuras y emociones, mezclarla con una serie de utensilios tecnológicos y ametrallar al lector con ese combinado. Escribir lo que los entendidos llaman un space opera, vamos. Demasiadas veces hemos podido comprobar que ese sistema funciona, y todos hemos pasado buenos ratos leyendo libros de este estilo, pero ¿qué sucedería si intentásemos leer ese mismo libro escrito por un niño? Evidentemente que nos encontraríamos con un estilo que distaría mucho de ser ágil y fluido, que seguramente contendría abundantes repeticiones e incluso faltas gramaticales y sintácticas. ¿Y si encima ese niño nunca hubiese visto un libro antes? Esas son algunas de las premisas con que Antoni Munné-Jordá encara el reto de escribir Llibre de tot [Libro de todos], una novela que nunca llegará a ser un bestseller.
Y no lo será porque Llibre de Tot dista mucho de ser una novela de lectura fácil. El autor se propone intentar plasmar en sus innumeradas páginas (¿o mejor debería decir en sus mal numeradas hojas?), una historia contada por una persona que únicamente ha tenido como muestra algunas páginas de un libro. Y sólo un capítulo, el V.
N'gmb-N'gmb, la figura principal, es descendiente de unos viajeros estelares que llegaron a su mundo hace incontables años y cuyo recuerdo y tecnología han caído, desde hace mucho, en el olvido. En esta novela de trama fácil y lectura difícil, Munné-Jordá intenta implicar al lector en el simple mundo de N'gmb-N'gmb, y para ello utiliza un estilo sencillo, casi infantil. Porque N'gmb-N'gmb no sabe escribir, nunca lo había hecho antes y las dificultades para expresarse convierten su obra, la que está leyendo el lector, en una carrera de obstáculos.
No obstante, una vez asumidos todos los condicionantes, el libro se transforma en un tópico viaje iniciático cuando N'gmb-N'gmb decide conocer el mundo de sus antepasados. Para ello contará con la inapreciable ayuda de Bertrana, el ordenador de la nave de sus antecesores que, misteriosamente (N'gmb-N'gmb no sabe la causa por lo que, naturalmente, el lector tampoco), se halla en perfectas condiciones de funcionamiento. En su viaje se sucederán diversas peripecias, siempre narradas desde la óptica infantil del protagonista, que se empecina en escribir todo lo que ve en su libro, el mismo que, repito, está leyendo el lector, hasta llegar al desenlace que, obviamente, no pienso desvelar aquí.
Llibre de tot no es original en su argumento, ya lo he dicho, pero sí en su tratamiento. Estoy seguro de que si el lector es capaz de asumir todas las premisas que Munné-Jordá plantea, y supera con paciencia las primeras páginas (hasta acostumbrarse al estilo de N'gmb-N'gmb, o mejor dicho a su carencia), si acepta jugar el juego planteado, se encontrará con un libro que le sorprenderá y que permanecerá largo tiempo en su recuerdo. Si acaso, a Llibre de tot se le podría criticar una excesiva longitud: el argumento no da para tantas páginas y eso provoca que se desarrolle con demasiada lentitud, pero ello, de todas formas, no impide disfrutar de una novela ciertamente diferente.
Nota aparte merece los esfuerzos de Munné-Jordá por conseguir un lenguaje verosímil, mezcla de catalán en todas sus vertientes (mallorquín, valenciano ...), al que añade términos inventados. No olvidemos que se supone que los habitantes de Acirfá (África, al revés), el planeta de N'gmb-N'gmb, llevan siglos hablándolo y transformándolo, en la medida que cualquier lengua viva evoluciona con el tiempo. Así pues, la novela tiene un innegable valor lingüístico que, al mismo tiempo, complica su lectura pero aumenta su interés.