CONTENIDO LITERAL

("Nina", comentario de Juan José Parera. Derechos de autor 1995, Juan José Parera)

En un ambiente dominado por el secreto castrense como corresponde a un proyecto ultrasecreto, se desarrollan y ponen a punto los bloques de silicio que albergan las nuevas inteligencias artificiales que van a incluirse en unos hipersofisticados cazas de combate. A su vez, esto no es más que una pequeña parte de un secreto aún mayor: la integración de un ser humano y un cerebro biocuántico en una aviónica avanzada.
¿Qué puede ocurrir cuando una inteligencia artificial se pone en contacto con los seres humanos? A tenor de lo que nos narran los autores, no existe más que una salida: el cerebro electrónico desarrolla algo indistinguible de los sentimientos y, a través del conocimiento de sí mismo que le proporciona la conciencia, se formula las mismas preguntas que la humanidad viene planteándose desde el comienzo de su historia.
Nina a pesar de su ropaje futurista, su envoltura militar y sus formas científicas, es una historia de sentimientos en sus estados más primarios: amor como pasión; odio como reacción; dolor como venganza.
Con una entrada en escena algo forzada, la narración se desliza poco a poco hacia arriba, mejorando según avanza y enganchando suavemente al lector en un "ya sabía yo que esto iba a suceder, pero voy a ver qué pasa". Algunos altibajos, como si el esquema general se hubiera perdido, deben reseñarse más para su constancia que por su incidencia y debe citarse el modo americano de introducir personajes contándonos brevemente los fragmentos históricos que les llevan a aparecer en cada momento determinado.
El conjunto te deja en la boca el gusto de haber paladeado algo sabroso y la desazón de comprobar que, habiendo pulido tres o cuatro cosas, el plato hubiese podido ser como el festín del personaje de Rabelais. Pero ese parece ser el destino inalcanzable de la esencia humana: cuando algo es bueno queremos que sea perfecto y, una vez conseguido, anhelamos que dure eternamente.