CONTENIDO LITERAL

("Ciudad oculta [la]", comentario de Juan José Parera. Derechos de autor 1995, Juan José Parera)

Tercer libro de la novela El Tamuli donde se libra la gran batalla, aquélla en la que dioses y hombres deben dirimir los rumbos futuros de los pueblos que habitan el peculiar universo de Eddings.
Como decía al comentar Los seres fulgentes, segundo tomo de la novela, la narración arranca en el mismo punto donde se dejó en el libro anterior, tras el Prólogo-resumen para refrescar la memoria de aquellos que se hayan embutido unos cuantos libros de los que aquí se comentan.
Los datos de los que disponíamos sobre las formidables fuerzas que se pusieron en marcha con múltiples y oscuros objetivos empiezan a encajar poco a poco. Los movimientos que los protagonistas desarrollan para defenderse también toman el cuerpo que merecen. Todo parece conducirse hacia su apoteósico final que no es más que el preludio de otro final aún más importante: el que pone en juego no sólo al mundo sino al propio universo.
Esta tercera parte está bien narrada. Desde luego los personajes no son profundizados. Lo que tenían, mantienen. Aquello de lo que carecían, sigue inexistente. Sin embargo, eso es algo que ya se intuía desde el primer volumen: era allí donde se presentaban los personajes principales. Y debe reiterarse que aquéllos que habían tenido un buen tratamiento podían pasar mientras los otros, apenas dibujados, persisten en sus trazos generales.
Ahora bien, en contraposición a la narración insulsa del segundo volumen o la lineal del primero, aquí se mantiene información más o menos simultánea sobre siete u ocho aspectos más o menos distintos. Todos ellos disponen de información parcial sobre lo que sucede en los otros frentes y, aunque todos ellos disponen de un esquema general hacia donde deben confluir sus esfuerzos, sus decisiones parciales o puntuales tienen consecuencias distintas. Quizá lo malo de todo ello es que los "buenos", aun contra la oposición de todas las fuerzas posibles de los "malos", toman casi siempre las decisiones adecuadas. Como no podía ser de otra manera, es el autor el que se encarga de presentarnos la decisión como la única posible.
Al margen de cualquier valoración más o menos objetiva, subjetivamente han sido los trolls y los dioses en general aquellos personajes que más me han gustado. Los trolls, y los dioses-trolls como parte de ellos, son tratados desde el comienzo como un arma terrible. De hecho lo demuestran a lo largo de la narración. Pero en el comienzo pretenden ser utilizados por los humanos sin más concesiones. Después de irlos conociendo, las relaciones con ellos comienzan a realizarse de otro modo: los trolls no son esos animales burdos a las que la mayoría de las novelas nos tienen acostumbrados, sino que su forma de ser o de pensar tiene una lógica distinta de la nuestra.
Los dioses son presentados en muy distintas facetas. Y, por cierto, son muchos, lo que provoca no pocas crisis de conciencia en aquellos que defienden una deidad única. Los dioses tienen todos los vicios y las virtudes de los mismos pueblos humanos que los adoran. De hecho los dioses existen porque hay seres que los adoran. El hecho de que dispongan de algunos poderes de control sobre diversas cuestiones físicas (el tiempo, el fuego, el aire, etc.) es prácticamente lo único que les separa de los hombres. La inmortalidad con la que, de manera teórica, deben estar revestidos, se demuestra falsa. Por otro lado, algunos humanos conocedores de hechizos y cábalas mágicas en algunos casos demuestran mayor poder que algunos de los dioses más viejos.
La ciudad oculta es, con mucho, el mejor libro de los tres. La trama final a la que accedemos está verdaderamente bien trazada y, aunque lo sepamos desde la primera línea, el enigma se resuelve, es precisamente la forma de hacerlo lo que hace conservar el interés. Es esta una buena novela para pasar un rato agradable buscando soluciones mientras se leen sus páginas.