CONTENIDO LITERAL

("Presentación", artículo de Miquel Barceló. Derechos de autor 1988, Miquel Barceló)

Sir Fred Hoyle es, junto al también británico Arthur C. Clarke, el mayor exponente de la ciencia ficción de tipo hard en Europa. Su carrera como matemático y astrofísico ha sido mundialmente reconocida. Alcanzó la fama en los años cincuenta y sesenta al defender enconadamente su teoría del estado estacionario del universo. La teoría, anunciada en 1948 conjuntamente con los astrónomos Bondi y Gold, establecía que el universo, pese a su expansión, es estacionario y que se crea materia en el espacio interestelar a un ritmo suficiente para mantener constante la densidad media de materia en el universo. La teoría estaba sólidamente basada en la relatividad einsteiniana y el propio Hoyle elaboró la base matemática que hacia interdependientes la expansión del universo y la creación continua de materia. La teoría del estado estacionario era de una gran belleza y elegancia formales, pero el descubrimiento del fondo de radiación de 4º K procedente del Big Bang inicial del universo terminó con ella. Pero no con el reconocimiento de la calidad científica del trabajo de Hoyle, avalado por otras muchas realizaciones en el campo de la astrofísica.
El Hoyle narrador une a los muchos conocimientos científicos del astrónomo una claridad expositiva notable y una gran capacidad de hacerse comprender incluso en los temas más abstrusos. Pero, y ello es fundamental en una novela, Hoyle es también capaz de incorporar dramatismo, acción e interés a temas que, a priori, no parecen ser atractivos.
Junto a ello, tal como ha destacado Carlo Frabetti, su narrativa destaca por un curioso sentimiento de frialdad, y posee a veces el tono de los informes de un observador desapasionado que contemplara los hechos a distancia. Se ha dicho también que Hoyle nunca ha escrito una palabra que no fuera plausible, y en alguna de sus novelas (incluida La nube negra que hoy presentamos) la parte científica está tan brillantemente expuesta y trabajada que han llegado a ser utilizadas como libros de lectura complementaria en los cursos de astronomía de las universidades anglosajonas.
En el aspecto temático, Hoyle muestra un gran interés por el tema de las inteligencias extraterrestres, su posible organización, la forma en que podríamos llegar a comunicar con ellas y, sobre todo, si dichas inteligencias llegarían a reconocer y aceptar que la humanidad dispone también de la facultad de la inteligencia.
El interés de Hoyle por la inteligencia extraterrestre está presente en obras como A de Andrómeda (l962), que se inicia como un relato, ya clásico, sobre la decodificación de un mensaje procedente del espacio. Incidentemente, el mensaje incluye planos para la creación de un humanoide que está automáticamente programado para multiplicarse y convertirse en fuerza invasora, lo que genera la trama aventurera de la novela.
En October the first is too late (l966) una poderosa inteligencia extraña entremezcla las épocas históricas de la Tierra dejando a Gran Bretaña en el presente, al resto de Europa en la primera guerra mundial, Grecia en el tiempo de Pericles y Méjico en un lejano futuro. La confusión resultante ofrece la oportunidad de una interesante especulación de tipo sociológico en la que se explora el cambio de valores y el contraste en la forma de vida. y las tecnologías de que dispone cada época.
En Infierno (1973), la explosión de una supernova en el núcleo galáctico pone en peligro la civilización terrestre. Ello da pie a una descripción de la reconstrucción de una nueva sociedad basada en los clanes, en el caudillaje y en cierto darvinismo social.
Sirvan estas breves reseñas para poner de relieve que, junto a los aspectos científicos tratados siempre con seriedad, en las novelas de Hoyle es fácil encontrar una reflexión especulativa de gran interés sobre temas de tipo social y filosófico.
En las tesis sociales expuestas por Hoyle, algunos críticos como John Clute y Peter Nichols han querido ver una cierta defensa de la idea de que las personas con formación científica son más adecuadas para gobernar que aquellas que han tenido una formación basada en las letras. El razonamiento, según dichos críticos, parece centrarse no tanto en que Hoyle pueda conceder una mayor importancia a la formación científica que a la filosófica, sino en que la formación de base científico-matemática parece menos relacionada con lo emocional y, por ello, el gobernante de formación científica dispondría de una mayor frialdad para evaluar los acontecimientos.
Creo que tal formulación peca de esquematismo y es un tanto exagerada, pero no se puede ocultar que algo de ello acaso subyace en la actitud de los científicos protagonistas de La nube negra, que no parecen estar demasiado a gusto con los gobernantes a los que tienen que asesorar. Aunque, según mi entender las razones son otras que las expuestas por Clute y Nichols. En cualquier caso, el lector tiene la palabra tras la lectura de la presente novela.
La nube negra seguía, hasta ahora, inédita en España pese a los más de treinta años transcurridos desde su aparición en Gran Bretaña y, lo que es más grave, pese a que es mundialmente considerada como un clásico indiscutible en su género.