COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Juan José Parera publicado en el volumen Bem 43, ediciones Interface, colección Bem, número 43, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Juan José Parera)
Cualquier discusión puede ser ociosa. Depende, exclusivamente, del punto de vista individual (adaptación irreverente de la Teoría General de la Relatividad).
Y no hace mucho se ha generado cierta discusión sobre la ciencia ficción hard y la ciencia ficción soft. A mí personalmente me parece que la discusión es ociosa. Al igual que ciencia ficción space opera o de otro tipo. Lo mismo que cualquier otra clasificación que quiera imponerse al amparo de modas o intereses más o menos ocultos. No puedo, sin embargo, obviar, que existen cierta cantidad de autores, muchos de ellos de prestigio, editores y lectores que consienten en que exista cierta clasificación como parte del encuadramiento de sus preferencias al margen de la subdivisión que es aceptada por todos (aunque ninguno esté de acuerdo con la de otro): Me gusta y no me gusta.
En cualquier caso, incluso la denominación hard vs soft tiene dos acepciones: la primera teoría establece como ciencia ficción hard aquella en la que los elementos científicos soportan la mayor parte del argumento, descripción, nudo y desarrollo de la historia hasta el punto que sin una adecuada referencia a ella es imposible comprender la narración o, en el mejor de los casos, no existiría narración como tal. Los elementos científicos a tomar en consideración son básicamente referidos a alguna de esas ciencias: física, astronomía, ingeniería, matemáticas y, últimamente cada vez más, ecología, biología y genética. Por exclusión, el resto de la ciencia ficción es soft.
La segunda acepción con la que tendría que quedarme si tuviese que hacerlo con alguna, parte de un planteamiento idéntico pero añade a la lista de las ciencias cualquiera de las que ahora existan o puedan existir por creación del autor. La ciencia ficción soft sería aquella en la que los elementos científicos de cualquier ciencia considerada sirven para crear el ambiente general, los decorados, entre los que se mueven los personajes, pero la violación de cualquiera de los elementos de las ciencias implicadas, no experimenta ninguna repercusión apreciable en el resultado de la narración.
Dicho de una manera bastante más simple. Con la ciencia ficción hard, uno puede aprender algo de alguna ciencia y puede aplicarlo a cualquier otra obra del mismo estilo. La ciencia ficción soft es una forma narrativa encerrada en sí misma. El lector debe hacer caso omiso de lo que tenga conocimiento en otras historias porque la utilización de los conceptos en cualquier otra puede ser completamente distinta.
Existe, al margen de lo anterior, la creencia de que lo hard hace mayor hincapié en los elementos meramente científicos abandonando completamente la actividad narradora, que constituye únicamente el vehículo para transmitir las ideas científicas. Expresadas éstas de manera adecuada poco importa que los elementos gramaticales o narrativos sean un puro desastre. Esta creencia está soportada en multitud de novelas y relatos de la época más clásica de la ciencia ficción americana en la que, efectivamente, los autores más importantes tenían y tienen una gran tendencia a olvidarse de decir las cosas con corrección si la fórmula física está bien escrita. Aparentemente, la ciencia ficción soft actuaba de forma inversa. Sin embargo, como lo cortés no quita lo valiente, debe olvidarse esa coletilla y concluir que todo es posible encontrar viña del Señor
Pues bien, con independencia de la definición, cualquiera de ellas, que se le aplique, al repasar la bibliografía de Javier Redal podemos observar que podría encuadrarse fácilmente dentro de la ciencia ficción hard, aunque no toda su producción se insertaba fácilmente dentro de la etiqueta. Ahora bien, la incorporación de J. Miguel Aguilera al equipo sirvió de detonante para que las nuevas creaciones se inscribieran en su totalidad en la "ciencia ficción dura".
Hasta la saciedad se ha repetido que el tándem Aguilera-Redal / Redal-Aguilera forma, en la actualidad, uno de los mejores exponentes de la realidad de la ciencia ficción española. El libro que comentamos no se encuentra al margen de esta buena realidad.
Ambientada años después de los acontecimientos narrados en Mundos en el abismo (1988) e Hijos de la eternidad (1990), basa todo su encanto en describirnos a los Angriff, una de las especies inteligente que habitan en el cúmulo globular Akasa-Puspa.
Su aparición no es nueva. Los Angriff ya se describían en las dos novelas anteriores a las que hemos hecho referencia, pero su papel no era estelar. Existían casi de manera exclusiva para hacer ver que la humana no era la única forma de vida inteligente del universo conocido. Esta novela corta nos retrata un poco más su estructura social y forma de vida. Ya no unos comparsas sino fieros depredadores, algo al parecer consustancial con la vida inteligente. En algún sitio tenemos que estudiar la relación entre vida inteligente y agresividad. En el cúmulo, sin embargo, hay más clases de vida inteligente y, atendiendo a ese principio, también agresivas, con planes propios, pacientes y meditados, sobre el resto de las vidas.
No es este el lugar para profundizar en el desarrollo de la historia: a más de uno podríamos estropearle el final. Pero sí es este el sitio donde poder hacer publicidad no gratuita: Aguilera y Redal escriben una ciencia ficción científica, cuidando los aspectos ambientes, sin olvidarse de la presentación adecuada de los personajes, estimulando el sentido de la maravilla hasta el mismo límite en el que se convierte en magia o religión, y forman uno de los escasos pilares en los que se apoya la ciencia ficción española. La atenta lectura de sus obras es casi un deber patrio, pero, sobre todo, es una gozada para los que desean pasar un rato agradable, entretenido e interesante.

(Comentario de Xavier Riesco Riquelme publicado en el volumen Bem 42, ediciones Interface, colección Bem, número 42, edición de 1994. Derechos de autor 1994, Xavier Riesco Riquelme)
Este es el tercer libro de la serie, iniciada con Mundos en el abismo, de los españoles Aguilera y Redal, continuada con Hijos de la eternidad e inconclusa (porque aún da para más) con este libro presente, cuya acción se sitúa en un tiempo indeterminado pero bastante posterior al de Hijos de la eternidad. Esta vez los protagonistas son una expedición angriff (unos simpáticos predadores asesinos) capitaneada a su pesar por un genio humano que se las arregla para hacer su voluntad aunque sea un prisionero. Esta expedición pretende averiguar el origen y función de un misterioso artefacto proveniente de la Vía láctea que amenaza al cúmulo globular de Akasa-Puspa. Sorpresas, emociones y narrativa rápida son los grandes puntos de este libro.
¿Cual es la característica más destacable de estos dos autores españoles? ¿El que los hayan comparado con Clarke y Niven? Evidentemente no los iban a comparar con Philip K. Dick; son escritores de ciencia ficción dura. ¿Su capacidad de darle coherencia a una historia en pocas páginas? Personajes, situaciones y artefactos son esbozados, integrados y asumidos por el lector en un espacio bastante exiguo. Y eso es un mérito ¿Su dominio del relato? "Trepidante" es una palabra que frecuentemente se asocia con este tipo de narraciones cuando tratan de vendértela... Para mí, su característica más destacable es que son unos salvajes tecnológicos y que se deben divertir muchísimo preparando cada uno de sus libros. Pondré unos cuantos ejemplos: En el primer libro de la serie que nos ocupa -Mundos en el abismo- aparece una esfera de Dyson y unas cuantas torres orbitales, conceptos bastante usados en el campo de la ciencia ficción dura. Pero estos señores no pueden limitarse a usar la misma fórmula que otros han usado ya, así que su esfera de Dyson es relativamente innovadora en el sentido de que no es un cuerpo sólido sino fragmentario en el crece un organismo vegetal que se encarga de aprovechar la energía solar -vale hasta aquí-, pero no contentos con ser un poco originales, tienen que describir con pelos y señales los efectos de la caída de una torre orbital sobre la Tierra. En el siguiente libro nos encontramos con el efecto túnel aplicado a objetos macroscópicos (aquello de que una partícula puede atravesar una barrera de potencial), -usado para mover de un lado a otro un asteroide- y con una imagen con movimiento a tiempo real generada usando la superficie de la esfera de Dyson cubierta por el organismo antes descrito. Dicha imagen tiene cerca de un año-luz de lado. Y por si esto no bastara, en el último libro, de la serie nos entregan un viaje a través del tiempo a los límites del tiempo mismo, masas artificiales ultradensas (discos de neutronio) y una cuerda cósmica -una fractura en el universo debida a diferencias en el enfriamiento de éste- artificialmente mantenida y engordada ("la han alimentado con materia -aclaró Levin- quizás dejando caer galaxias enteras en su interior").
Visto esto, queda claro que son unos salvajes que usan las teorías para divertirse Ese es su mérito principal; escritores de ciencia ficción dura hay bastantes. pero escritores de ciencia ficción dura entretenida hay menos (como decía una novela llamada Su hija unigénita: "... y una nueva generación de astrofísicos escribiría malas novelas de ciencia ficción"). Y no entro a discutir el mérito de que, además, sean autóctonos. Son maravillosos. Me pregunto que gamberrada estarán preparando para la próxima vez.
En la parte negativa poco habría que decir, excepto quizás que parece que faltan algunos capítulos: Los saltos intuitivos por parte de uno de los personajes angriff para averiguar datos relevantes acerca de la historia humana y su comportamiento parecen necesitar de unas cuantas páginas de explicación acerca de sus conclusiones. Parece como, si fuera una novela policíaca, los capítulos donde el detective acomete la labor de investigación fueran elipsados. Sin embargo, es una falta menor (si es que es una falta después de todo, la opinión general parece decantarse tanto por encontrarle este fallo al libro que, empiezo a pensar que no lo es en absoluto sino alguna travesura).

(Comentario de Juanma Barranquero publicado en el volumen Gigamesh 4, ediciones Alejo Cuervo, colección Gigamesh, número 4, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Gigamesh)
Hay dos cosas de las que no se puede acusar a Juan Miguel Aguilera y Javier Redal: de falta de convicción a la hora de contar sus historias (o mejor, su historia, porque casi todo lo que han contado hasta el momento se puede entroncar en un universo común), y de abusar de la paja como relleno de libros. Con En un vacío insondable, nuestros autores españoles de space opera favoritos vuelven a demostrar que eso de pensar a pequeña escala queda relegado para los débiles de corazón. Si Jack Williamson creaba un arma capaz de destruir la Luna de un disparo, y "Doc" Smith hacía sufrir a dos hombres-lente el ataque simultáneo de millones de enemigos (sobrevivían, por cierto), Redal y Aguilera no tienen ningún reparo en destruir un... huy, perdón, los que no estuvieron en la HispaCón de Burjassot aún no saben cómo acaba el libro.
Bien; baste decir que En un vacío insondable trata el universo de Akasa-Puspa desde una óptica no tocada anteriormente: la de los angriffs, esos pájaros aracnóides tan inquietantes, que en novelas anteriores habían sido apenas los antagonistas necesarios para la Humanidad, y que en esta obra muestran por vez primera su cara más... amable, podríamos decir. El contrapunto ofrecido por la historia de amor entre un mercenario ksatrya y una humana que se ha criado con los angriffs nos permite acercarnos sin prejuicios a esta sociedad alienígena.
El mayor defecto que padece En un vacío insondable es su precipitación; las primeras páginas están contadas a un ritmo tan frenético que los sucesos que permitirían a Orson Scott Card o a David Brin comenzar con buen pie una trilogía, a Aguilera y Redal apenas les llevan cuatro páginas; y el final es demasiado apoteósico, demasiado magno para que los autores nos lleven hasta él en tan solo 104 páginas. La novela necesita más espacio, y una reescritura tranquila, para poder desarrollar todos los temas tratados con la amplitud y la claridad que merecen. No obstante, el resultado es más que interesante, y absolutamente imprescindible para los fans del universo del cúmulo globular valenciano. Eso sí: no se recomienda su lectura sin conocer previamente los dos libros anteriores, Mundos en el abismo e Hijos de la eternidad (Ultramar).