CONTENIDO LITERAL

("Dona y Deva", comentario de Armando Boix. Derechos de autor 1995, Armando Boix)

Sin ser su obra muy conocida, Pedro de Silva, antiguo diputado y presidente del Principado de Asturias, no es un recién llegado a la literatura. Autor de poesía y ensayo -El druida en el bosque (1992) y Miseria de la novedad (1993)-, su primera novela, Proyecto Venus letal (1989), fue publicada bajo seudónimo cuando aún se dedicaba a la política.
Ahora, retirado de la vida pública, de Silva regresa a la novela firmando al fin con su nombre y con un género tan poco común entre nuestros autores como la ciencia ficción.
Es para felicitarnos que un autor español del mainstream halla escrito una historia de anticipación inteligentemente especulativa, con todas sus señas genéricas y no siguiendo los referentes de novelas "respetables", del tipo 1984 o Un mundo feliz, sino inspirándose en obras más modernas, como el Blade Runner de Ridley Scott. Tal vez en esta elección haya intervenido su anterior actividad política, pues buena parte del interés de la novela se centra en el enrevesado futuro que imagina para esta cosa llamada España y que en el siglo próxima habrá pasado a denominarse Confederación Ibérica de Naciones.
El proyecto de unión europeo ha fracasado y nuestro país mantiene una precaria cohesión entre sus partes, en peligro de romperse definitivamente en cualquier momento. Así, por la descripción que nos hace de Silva, sabemos que Madrid es una zona insegura pero de rica actividad cultural; que dentro de la Confederación existe una Federación de Países Catalanes, donde la capitalidad económica se ha desplazado hasta Valencia, mientras Barcelona busca constituirse en ciudad-estado; y que en el norte funciona una República Independiente de Euskadi, víctima aún de la violencia por culpa del terrorismo unionista y el ecologismo radical de los Guerreros de Gaia. Y es en Euskadi donde va a iniciarse un curioso experimento: privatizar la gestión del Estado.
De Silva lleva a sus últimas consecuencias esa idea recurrente en buena parte de la ciencia ficción moderna sobre el progresivo debilitamiento de los estados frente al poder económico de las grandes corporaciones industriales. El gobierno de la República Independiente de Euskadi cede su control con unas condiciones muy concretas: la empresa que tome a su cargo la administración debe cumplir con el programa consensuado con el gobierno, y sus beneficios se obtendrán del posible superávit en el presupuesto.
El "Miami Herald" envía a un periodista descendiente de vascos para informar sobre los resultados de la experiencia y sobre la campaña que las tres grandes cadenas mediáticas han emprendido por la reinstauración de la pena de muerte en Europa. Al llegar a Euskadi descubre para su sorpresa que su abuelo es recordado como una figura casi legendaria, en torno a la cual se ha desarrollado un culto casi religioso.
El periodista entra en posesión de los documentos de su ancestro y examina su contenido. En esos textos y cintas grabadas se encuentran muchas de las claves intelectuales de la novela, haciéndose evidente su verdadero tema: la confrontación y dependencia entre lo apolíneo y lo dionisiaco, la luz y la oscuridad, el orden y el caos, la modernidad y la tradición; conceptos simbolizados en la novela por las dos mujeres que le dan título: Dona y Deva.
Así, de partida, la novela parece interesante. La desgracia es que sólo lo parece.
Aparte de un atractivo escenario y algunas ideas brillantes en su conjunción de mística y tecnología, los resultados dejan mucho que desear. Las disquisiciones filosóficas mejor estarían dosificadas a lo largo de la historia, en diálogos o reflexiones de los personajes, no en compartimientos estancos que interrumpen la trama de un modo bastante torpe, pues el normal fluir de la historia se detiene en meandros donde se pone a prueba la paciencia del lector. Por interesantes que sean sus contenidos, como narrativa pura la novela hace aguas.
Cuando se pretende escribir una historia de acción, intriga y aventuras -son palabras del autor en una entrevista- y, por el contrario, se obtiene una novela plúmbea en la que los momentos de interés perecen ahogados por una monótona construcción y un nulo sentido del ritmo, la única conclusión es que el autor ha fracasado.