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CONTENIDO LITERAL
("Diabólico doctor Fu Manchú [el]", artículo de Armando Boix. Derechos de autor 1995, Armando Boix)
En la Inglaterra de principios de siglo Wells establecía los temas fundamentales de la ciencia ficción moderna, Conan Doyle narraba las hazañas de Sherlock Holmes, y E. W. Hornung, inclinándose por vías más amorales, creaba a Raffles, uno de los más célebres ladrones de guante blanco. Dispuesto a distraer sus horas libres, el lector tenía un buen plantel donde elegir, desde una literatura de calidad al folletín barato, del tipo ofrecido por The Sexton Blake library. Los citados son tan sólo una pequeña muestra de la legión de narradores que llenaban la prensa periódica, y que hoy, en su mayoría, han caído en el olvido. Uno de ellos era Arthur Sarsfield Ward. Nacido en 1883, en Birmingham, siendo niño su modesta familia emigró a Londres y allí, entusiasmado por las lecturas sobre aventuras en países extraños, empezó una precoz carrera literaria. En un principio practicó el periodismo, pasando pronto a escribir obras teatrales y relatos para las revistas. Sin avergonzarse, enarbolaba con orgullo su condición de mercenario de la pluma, tanto que incluso lo declaraba en la elección de su seudónimo: Sax Rohmer, que en el antiguo sajón significa algo así como "hacha vagabunda".
La primera de sus obras, la inacabada Zalithea, demostraba ya su inclinación por los ambientes exóticos, con una trama que combinaba la aventura a lo Rider Haggard con elementos mágicos, reflejo de otra de sus grandes aficiones: el ocultismo. Este interés por lo sobrenatural no se quedó en lo puramente libresco y Rohmer entró a formar parte de la sociedad esotérica "Order of the golden dawn in the outer" -Orden del Alba Dorada en el Exterior-, fundada por el reverendo Woodford, el doctor Winn Westcott y Samuel Liddell Mathers en 1889. Esta organización practicaba magia ceremonial e ilustraba a sus adeptos sobre temas tan peregrinos como la lengua enoquiana o la alquimia, mezclado con toda clase de conceptos teosóficos. Ciertamente, la Golden Dawn debió poseer un fuerte atractivo, cuanto menos estético, pues entre sus miembros podemos citar no sólo a excéntricos de la talla de un Aleister Crowley, el más famoso satanista de este siglo, sino también al poeta W. B. Yeats -que alcanzó un alto cargo en la jerarquía de la orden, nada menos que jefe o Imperator de la logia de Londres-, y a ilustres cultivadores de la literatura fantástica, como fueron Arthur Machen, Algernon Blackwood y Bram Stoker. Si las creencias y rituales de la orden tenían alguna base real o sólo se trataba de mistificaciones, preferimos dejarlo a la fe del lector. Lo cierto es que el influjo de sus enseñanzas se reflejará a lo largo de la obra de Rohmer, tanto en forma de ficción como de ensayo, pues le llevará a escribir todo un libro sobre la historia del ocultismo.
En el terreno teatral consiguió importantes éxitos. Entre otras, realizó una adaptación de las historias del capitán Kettle, popular personaje creado por C. J. Cutcliffe, en cuyas aventuras menudean los elementos fantásticos; el libreto a la comedia musical de 1922, Round in fifty, basada libremente en Le tour du monde en quatrevingt jours (1873), de Jules Verne; y, ya más próximo a su gusto orientalista, The eye of Siva, lujosa producción en la que llegaba a aparecer un tigre vivo en escena. Sin embargo, su fama más perdurable la fundamentó en sus relatos y novelas, que empezó a publicar a partir de 1909, y más concretamente con sus narraciones sobre el villano chino Fu Manchú.
La primera serie de ocho cuentos, recogidos más tarde en el volumen titulado The mystery of Dr Fu Manchu (1913), aparecieron entre 1912 y 1913 en la revista The story teller, y narran los esfuerzos de Nayland Smith, alto comisionado en Birmania con poderes especiales concedidos por la Corona, por desbaratar los planes de Fu Manchú y su ejército de asesinos, los dacoit. Para hacerlo cuenta con el auxilio de su amigo el doctor Petrie, médico y literato aficionado, lo suficientemente ocioso como para descuidar a su clientela y seguir a Smith en todas sus correrías. Además Petrie, que no tiene la sequedad de carácter y la monomanía de su compañero, servirá para aportar las inevitables gotas de romance al enamorarse de Karamaneh, esclava de Fu Manchú. La muchacha obedece contra su voluntad las malvadas ordenes del oriental, que mantiene como rehén a su hermano, en una catalepsia inducida artificialmente.
En contraste con la belleza meridional de Karamaneh, Fu Manchú es un personaje siniestro, un científico brillante del que se habla pero apenas se deja ver, operando siempre desde la sombra en nombre del gobierno chino y apareciendo en momentos puntuales para terror de Smith y Petrie. A un único objetivo ha dedicado su vida: llevar China al dominio del mundo y sojuzgar a la raza blanca. Para la creación del doctor Fu Manchú, Rohmer se inspiró en un poderoso jefe de la mafia china londinense, conocido como Míster King. En su primera aparición literaria lo describe así:
"Las prodigiosas maravillas del palacio de Aladino, desplegadas de improviso ante mis ojos, no hubieran tenido la fuerza de sugestión de aquella hierática figura. Vestía holgada túnica amarilla de una tonalidad idéntica a la de su rostro y su cráneo, pulcramente afeitados; sus manos, huesudas y largas, eran un verdadero manojo de sarmientos, rematado por largas uñas buidas como puñales. El mentón avanzaba prognático sobre un torso de atleta, coronando aquella cara fuertemente repulsiva unas cejas ralas y huidas, de una coloración indefinible.
"Pero lo más horrendo del rostro era su expresión de infinita malignidad. Sobre todo, los ojos, rasgados, oblicuos y de un verde intenso, reflejaban el espíritu más perverso que puede albergarse bajo apariencias humanas, aumentando lo espantoso de su aspecto la circunstancia, acaso única en nuestra especie, de poseer la membrana nictitante de las aves, con la que el diabólico personaje tenía velado el globo del ojo en el preciso instante de realizarse nuestra aparición. Levantando en seguida la membrana con cierta lentitud, como si quisiera hacernos notar bien la escalofriante particularidad anatómica, nos descubrió en una mirada sostenida el brillo iridiscente de las pupilas".
Realmente nos retrata a Fu Manchú como un personaje terrible, casi inhumano -el detalle de las membranas en sus ojos es revelador-, en un caracterización más negativa de lo habitual, aun para el racismo dominante en la literatura popular de la época. Rohmer se deja llevar por los estereotipos y es habitual encontrar en sus textos judíos avaros e intrigantes, negros tontos y fortachones o latinos traidores y lascivos... No es una excepción. En aquel tiempo el racismo no se consideraba una actitud de la que uno debiera avergonzarse, sino un modo de pensar más bien común e incluso respetable. Basta echar un vistazo rápido a la literatura o el cine de su tiempo para comprobar cómo grandes creaciones artísticas -The birth of a nation (1915), de Griffith, es el paradigma- contienen una ideología que sonrojaría al más conservador de los espectadores actuales. Pero la paranoia hacia el "peligro amarillo", que tan bien supo explotar Sax Rohmer en sus narraciones y le conectarían inmediatamente con el público, tiene una raíz mucho más amplia que la simplemente racista.
Cojamos un libro de historia y retrocedamos unas páginas atrás, partiendo de 1912, fecha del primer relato sobre Fu Manchú. Encontraremos toda una serie de sintomáticos acontecimientos que sin duda condicionaron la imaginación de los británicos. El primero de ellos data de 1900 y, por sus componentes emocionantes, verterá abundante tinta en la prensa e incluso motivará mucho después alguna película: el levantamiento bóxer en Pekín. China, pese a su extensión y al enorme potencial demográfico -unos 400 millones de habitantes, en la época- había mantenido una actitud pacífica, y hasta cierto punto pasiva, ante las actividades en su territorio de las potencias occidentales. Jamás fue propiamente una colonia; aunque no podemos decir que manejara su destino con entera libertad. Su población se hallaba estrangulada por los impuestos, con los que debía pagar compensaciones económicas a Japón por su derrota en la disputa por Corea, se sentía reprimida por la casta imperial manchú y veía con impotencia cómo el atrevimiento de los extranjeros iba en aumento, pues en aquellos años Rusia prolongaba sus líneas de comunicación llevando el Transiberiano a través de Manchuria y Alemania e Inglaterra se anexionaban Qingdao y Weihai, donde instalarán industrias que supondrán la ruina para miles de talleres tradicionales chinos. El descontento se manifiesta en forma de una secta xenófoba, los Yi He Quan (Puños de la justicia), conocidos por los europeos como bóxers por su práctica de las artes marciales. Tras una larga serie de atentados aislados, el levantamiento se inicia con el asesinato del barón Ketteler, embajador alemán. Ante la pasividad del gobierno imperial, 20.000 bóxers se apoderan de Pekín y sitian durante 55 días su barrio diplomático, donde resisten los ciudadanos extranjeros hasta su liberación por una fuerza expedicionaria multinacional.
Es comprensible que las noticias de este hecho impresionaran a los europeos; pero Gran Bretaña, con todo su poderío, era un gigante con espinillas sensibles y ya había recibido más de una patada de sus sojuzgados. Khartum o la guerra Zulú, por ejemplo, significaron estrepitosas derrotas y muchos cientos de vidas, y no propiciaron el nacimiento de ningún recelo especial hacia los africanos. Tal vez la razón resida en que estas rebeliones anteriores provenían de pueblos sometidos, rápidamente devueltos a esa condición tras el correspondiente castigo; pueblos mal dotados militarmente y sin una infraestructura económica e industrial que les permitiera enfrentarse de tú a tú con el todopoderoso Imperio Británico. En el lejano oriente, por el contrario, la situación era bastante distinta y Japón se mostraba como un modelo preocupante, pues con una capacidad asimiladora asombrosa había pasado, en apenas medio siglo, de ser un país aislado de sistema feudal a toda una potencia que adoptaba la revolución industrial y competía por su influencia en la zona en igualdad de condiciones con cualquier rancio imperio europeo. El desastre ruso en Tsushima, en el que la flota del Báltico fue desmembrada por el almirante japonés Togo con poco más de un centenar de bajas en su haber, frente a los 5.000 muertos rusos, los 6.000 prisioneros, veinte barcos hundidos y seis apresados, debió ser sin duda un acontecimiento que arrancó sudores en más de una cancillería. Si el pequeño imperio insular del Japón tenía esa eficacia destructora, ¿qué cabía aguardar de la inmensa China, en caso de seguir los pasos de su vecino?
La pacificación del país tras la derrota y persecución de los bóxer sólo era aparente. Podía haberse sofocado un levantamiento, pero las causas que lo produjeron persistían. Nuevas organizaciones revolucionarias secretas tomaron su lugar, capitalizando el descontento de la población para derrocar al emperador manchú. En 1907 surge el más importante de estos grupos, el Guomindang, liderado por Sun Yat-Sen. Éste será el futuro presidente de la república cuando el emperador Xuangtong se ve obligado a abdicar a principios de 1912, iniciándose un período de inestabilidad y guerra civil entre facciones enfrentadas, nadie sabe con qué impredecibles consecuencias -sí, 1912 es el año en que Sax Rohmer empieza a narrar los intentos de conquistar de Fu Manchú-.
En el primer volumen de sus aventuras, la pertenencia de Fu Manchú a una organización secreta que persigue un nuevo orden mundial es declarada desde el principio e incluso se hace referencia a la rebelión de los bóxers, pues una de las víctimas del doctor es un misionero en China, destacado por su lucha contra los insurrectos. Fu Manchú, pese a aparecer pintado con un colorido tan siniestro, al contrario que otros malvados de la literatura no persigue un provecho personal; más bien se trata de un verdadero idealista, como lo es Nayland Smith. Ambos sirven en bandos contrarios y eso les convierte en enemigos; lo cual no impide que, en cierto modo, sientan admiración mutua y en su combate se atengan a un código del honor que hoy nos parece trasnochado. Un excelente ejemplo lo encontramos en The mystery of Dr Fu Manchu, donde Smith abandona el revolver con el que está apuntando al doctor, a cambio de que uno de los dacoit deje libre a Petrie, amenazado por una gumía. Ambas partes cumplen el pacto. Después, cuando Nayland Smith y Petrie van a iniciar su huida del cubil del oriental, el doctor Fu Manchú lanza en su persecución a los dacoit -esto no viola ningún punto del trato-. Petrie, asustado y comprendiendo el peligro mortal, le pide a su amigo que recoja del suelo el revolver para defenderse, a lo que Smith contesta con flema: "No. Un gentleman inglés jamás falta a la palabra empeñada... ¡Huyamos! ¡Es el último recurso que nos queda!". Ciertamente ridículo e increíble, pero las historias de Sax Rohmer abundan en esos absurdos, como el que contiene el arranque mismo de sus aventuras: Nayland Smith llega a Inglaterra para desmontar una peligrosa conspiración y en lugar de recurrir a la policía o a los servicios secretos pide ayuda a su amigo Petrie, un médico ocioso y sin experiencia en enfrentarse a peligros. Inverosímil, pero resulta suficiente, en la construcción apresurada del escritor popular, para crear la pareja detectivesca de moda gracias a Arthur Conan Doyle. Como el doctor Watson, Petrie asume en los primeros episodios el papel de cronista de la guerra contra Fu Manchú y aunque interviene en la acción, no es más que un admirado observador de la inteligencia y audacia de Nayland Smith, verdadero protagonista. La propia trama de los relatos tampoco es demasiado brillante y casi todos se reducen a un esquema bastante simple: una persona o varias han muerto o son amenazadas por algún tipo de peligro misterioso, Nayland Smith descubre la explicación al enigma y a continuación desbarata la trampa preparada por Fu Manchú, generalmente exótica. Contra todo pragmatismo el chino no intenta eliminar a sus víctimas con una bomba o una pistola, tan eficaces, sino que gusta de impredecibles gases, extraños mecanismos o insectos venenosos. De ese modo sólo consigue fracasar siempre, claro está.
Mucha mayor imaginación despliega Sax Rohmer a la hora de imaginar suplicios, con una delectación que casi podría hacernos imaginar una vena sadomasoquista en el autor. No hay novela en la que no aparezca algún tipo de tortura, a cual más sofisticada, y, lo que es más sospechoso, ese gusto por infligir dolor no sólo se manifiesta en Fu Manchu, sino el propio Nayland Smith se complace en él, uniéndolo a un acusado machismo. Para comprobarlo citaré en extenso los consejos que le dispensa al inocente Petrie sobre el comportamiento a seguir en su relación con Karamaneh. No tienen desperdicio:
"Esa mujer teme la justicia de nuestro país; pero suspira por tus cadenas. Ya te lo he dicho: jamás se dará a ti; tienes que conquistarla a usanza de bárbaros, por la violencia, brutalizando sus carnes y amoratándolas con el mordisco del látigo. Entonces será tuya, absolutamente tuya, y te dirá todo lo que sabe, sin que su conciencia, esa conciencia de la mujer de Oriente, tan distinta de la conciencia femenina tal como nosotros la concebimos, la acuse lo más mínimo. Entonces revelará su secreto por fuerza, no por su propia voluntad. Y entonces te adorará precisamente por tu brutalidad: porque siendo cruel serás fuerte".
Aleccionador, ¿verdad?
En los siguientes volúmenes de la serie, Sax Rohmer continuará el modelo del primero, en estilo, temas y estructura. Aunque al final de The mystery of Dr Fu Manchu el villano muere aparentemente en el incendio de una casa, en The devil doctor (1916) vuelve a la carga sin un rasguño. Los relatos que forman este libro fueron publicados previamente en Colliers Weekly, entre 1914 y 1915, y en la misma revista aparecerán, en 1916 y 1917, los de la próxima entrega, The Si-Fan mysteries (1917). Tras este tercer libro se abrió un momentáneo paréntesis, pues la fórmula de Fu Manchú parecía agotada y Rohmer tenía entre manos otras historias y personajes.
Simultáneamente a los primeros relatos del villano chino, escribió The sins of Séverac Bablon (1914), protagonizada por un ladrón generoso judío, y una novela sobre magia egipcia, Brood of the witch queen -aparecida como libro en 1918, pero previamente publicada en 1914 en The premier magazine-, que Lovecraft, en su famoso ensayo sobre la literatura de terror, califica entre las mejores de las escritas bajo el influjo del Dracula, de Stoker. Otros títulos de esa época son Tales of secret egypt (1918), The orchard of tears (1918) y The quest of the sacred slipper (1919). También intentó repetir éxito creando nuevas series. La dedicada al detective Gaston Max se inicia con The yellow claw (1915), de nuevo con criminales orientales en los bajos fondos londinenses y primera obra de Rohmer adaptada al cine, en 1921; viene seguida por The golden scorpion (1919), The day the world endend (1930) y Seven sins (1943). La serie de Paul Harley está formada por las novelas Bat-wings (1921) y Fire-tongue (1921) y once relatos cortos. Otra serie, la de Red Kerry, la forman dos únicos volúmenes: Dope (1919) y Yellow shadows (1925). No obstante, su personaje más curioso después de Fu Manchú es, sin lugar a dudas, el detective de lo oculto Moris Klaw, que resuelve toda suerte de casos sobrenaturales a través de sus sueños y con la ayuda de Isis, su hija médium. Klaw es, en palabras de Rafael Llopis "un tipo petulante y odioso que lo mismo descubre en ocasiones que un supuesto fantasma se explica por causas naturales, que, en otras, un crimen incomprensible ha sido en realidad cometido por un fantasma". Sus relatos, divertidos en su absurdidad, se encuentran recogidos en el libro The dream detective (1920).
Mientras tanto, aunque Rohmer ya no escribiera sobre él, Fu Manchú iba ganando popularidad gracias al cine. En 1923 se rodaron en Gran Bretaña los quince episodios del serial mudo The mystery of Dr. Fu Manchu, dirigidos por A. E. Coleby y con Harry Agar Lyons interpretando al doctor. El éxito comercial propiciaría un segundo serial, Further mysteries os Dr. Fu Manchu (1924), dirigido en esta ocasión por Fred Paul, que en la película asumía también el papel de Nayland Smith. La verdadera difusión internacional de personaje llegará con sus siguientes películas, ya sonoras y producidas en Estados Unidos por la Paramount, The mysterious Dr. Fu Manchu (1929), The return of Dr. Fu Manchu (1930) y Daughter of dragon (1931), con Rowland V. Lee como realizador en las dos primeras y Lloyd Corrigan en la tercera. Había, pues, un público ansioso de leer las novelas del siniestro doctor chino y Sax Rohmer, escritor comercial ante todo, decidió sacar a su personaje del letargo, con una novela esta vez: Daughter of Fu Manchu (1931). Los libros de esta segunda época están mucho más elaborados argumentalmente, al desarrollarse en historias largas y no ser meros fix-up de relatos, y cuentan con una mayor riqueza de escenarios, desarrollándose la acción en Egipto, la costa francesa o América y no sólo en Inglaterra, como sucedía en las primeras narraciones. Rohmer también abandona el clásico recurso del narrador fijo, en la persona del doctor Petrie, y va cambiándolo en cada obra según las necesidades de la historia, o prescinde directamente de él para escribir en tercera persona. Incluso el dúo formado por Petrie y Nayland Smith deja de ser indisoluble, llegando a desaparecer alguno de los dos personajes en más de una novela. Los tiempos han cambiado, ciertamente, y no solo en cuanto a recursos estilísticos a emplear. El miedo al despertar de China es algo del pasado y con el transcurso de los años a Sax Rohmer le preocupa cada vez más una supuesta amenaza que ya no es amarilla, sino roja. A partir de Daughter of Fu Manchu, el anciano oriental deja de perseguir la conquista del mundo y se convierte en un feroz combatiente contra el comunismo. Así, en la novela The shadow of Fu Manchu (1948), nos encontramos al doctor en Estados Unidos para desmontar un complot de los soviéticos, que quieren apoderarse de un arma desarrollada por científicos americanos. Allí Fu Manchú confesará a Nayland Smith: "Mi misión es salvar el mundo de la lepra del comunismo. Es lo único que puedo hacer; y lo hago, no porque me gusten especialmente los americanos, sino porque, si Estados Unidos cae, caerá el mundo entero". Si el doctor ha dejado de comportarse como un completo villano se precisan otros; los más frecuentes serán los comunistas, por supuesto, pero además Rohmer inventa otro bastante más atractivo y de sexo femenino: la cruel Fah Lo Suee, su hija, que no comparte el idealismo de su progenitor y pretende usar a la sociedad secreta Si-Fan para acrecentar su poder personal... ¡Ah, se me olvidaba! Casualmente, la madre de Fah Lo Suee era rusa.
Tras Daughter of Fu Manchu (1931), novela en la que hace su aparición Fah Lo Suee, Sax Rohmer escribió The mask of Fu Manchu (1932), Fu Manchu's bride (1933), The trail of Fu Manchu (1934), President Fu Manchu (1936), The drums of Fu Manchu (1938), The island of Fu Manchu (1941), The shadow of Fu Manchu (1948), Re-enter Fu Manchu (1957) y Emperor Fu Manchu (1959), última novela de la serie. Póstumamente -casi como una curiosa broma del destino, Sax Rohmer murió en 1959, víctima de la gripe asiática- se publicó una colección de relatos, The wrath of Fu Manchu and other Stories (1973). El personaje del doctor, amén de continuar su vida cinematográfica, encontró asiento en muchas otras obras, donde era homenajeado o imitado. Algunas de las más curiosas pueden ser Ten years beyond Baker streed (1984), de Cay Van Ash, en la que Sherlock Holmes y Fu Manchú se enfrentan, Anno Dracula (1992), de Kim Newman, donde el oriental hace esporádicas apariciones junto a otros personajes de la ficción victoriana, como los doctores Moreau y Jekyll, Jack el destripador, Raffles y el mismo conde vampiro, o la serie de cómics Shang-Chi, master of Kung-Fu, editada por Marvel, donde un hijo del doctor se rebela contra él y se pone al servicio de Nayland Smith y el servicio secreto británico.
En sus últimos años, Sax Rohmer creó un nuevo villano oriental, también mujer, intentando explotar quizá el atractivo que demostraba poseer su anterior personaje Fah Lo Suee, la hija de Fu Manchú. Es la marquesa de Sumuru y sus andanzas se desarrollan en cinco novelas, Nude in mink (1950), Sumuru (1951), Virgin in flames (1952), Return of Sumuru (1954) y Sinister madonna (1956), conociendo también la adaptación cinematográfica. Sin embargo, por más libros que escribiera, ninguna de sus criaturas alcanzó jamás la inmensa popularidad de Fu Manchú, cuya mejor prueba son los cuatro millones de dólares por los que vendió los derechos audiovisuales del personaje en 1955. Hoy Fu Manchu no produce miedo y parece apolillado, una sombra de otra época. Casi es imposible encontrar una de sus novelas, pues ya no se reeditan. De todas formas, en los cómics y las películas viven muchos de sus descendientes, impenitentes villanos megalómanos rodeados de alta tecnología que quieren convertir en picadillo al superhéroe de turno. Sí, tal vez sea de otra época, pero el mal nunca muere y tal vez el diabólico doctor sólo aguarda el momento propicio para regresar.
Que el mundo tiemble si así sucede...
EL DOCTOR FU MANCHU EN LA PANTALLA.
FILMOGRAFÍA
The mistery of Dr. Fu Manchu. Gran Bretaña, 1923. Dirección: A. E. Coleby. Guión: A. E. Coleby y Frank Wilson. Fotografía: D. P. Cooper y Phil Ross. Producción: Stoll Pictures. Intérpretes: Harry Agar Lyons, Fred Paul, H. Humbertson Wright, Joan Clarkson, Frank Wilson.
The further mysteries of Dr. Fu Manchu. Gran Bretaña, 1924. Dirección: Fred Paul. Guión: Fred Paul. Fotografía: Frank Canham. Producción: Stoll Pictures. Intérpretes: Harry Agar Lyons, Fred Paul, Dorinea Shirley, H. Humbertson Wright, Fred Morgan, Johnny Butt.
The misterious Dr. Fu Manchu. EEUU, 1929. Dirección: Rowland V. Lee. Guión: Florence Ryerson y Lloyd Corrigan. Fotografía: Harry Fischbeck. Producción: Paramount. Intérpretes: Warner Oland, Jean Arthur, Neil Hamilton, O. P. Heggie, William Austin, Claude King, Charles Stevenson, Noble Johnson.
The return of Dr. Fu Manchu (La expiación de Fu Manchú). EEUU, 1930. Dirección: Rowland V. Lee. Guión: Florence Ryerson. Fotografía: Archie J. Stout. Producción: Paramount. Intérpretes: Warner Oland, Neil Hamilton, Jean Arthur, O. P. Heggie, William Austin, Evelyn Hall, Margaret Fealy, Evelyn Selbie.
Daughter of the dragon (La hija del dragón). EEUU, 1931. Dirección: Lloyd Corrigan. Guión: Lloyd Corrigan y Monte M. Katterjohn. Fotografía: Victor Milner. Producción: Paramount. Intérpretes: Warner Oland, Anna May Wong, Sessue Hayakawa, Brambell Fletcher, Frances Dade, Holmes Herbert, Nella Walker.
The mask of Fu Manchu (La máscara de Fu Manchú). EEUU, 1932. Dirección: Charles Brabin. Guión: Irene Kuhn, Edgar Allan Woolf y John Willard. Fotografía: Tony Gaudio. Producción: MGM. Intérpretes: Boris Karloff, Lewis Stone, Myrna Loy, Karen Morley, Charles Starrett, Jean Hersholt.
Drums of Fu Manchu (Los tambores de Fu Manchú). EEUU, 1940. Dirección: William Witney y John English. Argumento: Franklyn Adreon, Morgan B. Cox y Barney A. Sarecky. Guión: Roland Davidson, Norman S. Hall y Sol Shor. Fotografía: William Nobles. Producción: Republic. Intérpretes: Henry Brandon, William Royle, Olaf Hytten, Robert Kellard, Gloria Franklin, Luana Walters, Tom Chatterton.
Harushi, Sohn des Dr. Fu Manchu. Alemania, 1943. Dirección: William Witney.
El otro Fu Manchú. España, 1946. Dirección: Ramón Barreiro. Guión: Ramón Barreiro. Fotografía: César Benítez. Producción: Bascon Films. Intérpretes: Manuel Requena, Rosita Yarza, Carlos Muñoz, Adela Esteban, Alicia Torres, Cándida López, Mary González, José Jaspe, Manuel Kayser.
The face of Fu Manchu (El regreso de Fu Manchú). Gran Bretaña, 1965. Dirección: Don Sharp. Guión: Peter Welbeck. FotografíaS: Ernest Stewart. Producción: Hallam. Intérpretes: Christopher Lee, Nigel Green, Howard Marion Crawford, Karin Dor, Joachim Fuchsberger, Walter Rilla.
The brides of Fu Manchú (Las novias de Fu Manchú). Gran Bretaña, 1966. Dirección: Don Sharp. Guión: Peter Welbeck. Fotografía: Ernest Stewart. Producción: Fu Manchu Films. Intérpretes: Christopher Lee, Douglas Wilmer, Heinz Drache, Marie Versini, Howard Marion Crawford, Tsai Chin, Rupert Davies.
The vengeance of Dr. Fu Manchu (La venganza de Fu Manchú). Gran Bretaña Alemania, 1967. Dirección: Jeremy Summers. Guión: Peter Welbeck. Fotografía: John von Kotze. Producción: Terra Filmkunst y Fu Manchu Films. Intérpretes: Christopher Lee, Douglas Wilmere, Wolfgang Kieling, Horst Frank, Tsa Chin, Mari Rohn, Peter Carsten.
Der todeskuss des Dr. Fumanchu (Fu Manchú y el beso de la muerte). Alemania, EEUU, Gran Bretaña y España, 1968. Dirección: Jesús Franco. Producción: Terra Filmkunst y Towers of London. Intérpretes: Christopher Lee, Richard Greene, Gotz George, Howard Marion Crawford, Tsai Chin, Loni von Friedl, Maria Röhm, Shirley Eaton, Ricardo Palacios.
Die folterkammer des doktor Fu Manchu (El castillo de Fu Manchú). Gran Bretaña, Alemania, Italia y España, 1968. Dirección: Jesús Franco. Guión: Manfred Barthel, Jesús Balcázar y Harry Alan Towers. Fotografía: Manuel Merino. Producción: Terra Filmkunst y Towers of London. Intérpretes: Christopher Lee, Richard Greene, Howard Marion Crawford, Rosalba Neri, Gunther Stoll, María Perschy, Tsai Chin, José Manuel Martín.
The blood of Fu Manchu. Gran Bretaña, 1969. Dirección: Jess Frank. Guión: Peter Welbeck. Fotografía. Manuel Merino. Producción: Udastex Films. Intérpretes: Christopher Lee, Gotz George, Richard Greene, Tsai Shin, Howard Marion Crawford, Maria Rohm, Shirley Eaton, Frances Kahn.
The fiendish plot of Dr. Fu Manchu (El diabólico plan del Dr. Fu Manchú). Gran Bretaña y EEUU, 1980. Dirección: Piers Haggard. Intérpretes: Peter Sellers, Helen Mirren, Sid Caesar, John LeMesurier.
TELEVISIÓN
Doctor Fu Manchu (Episodio piloto). EEUU, 1954. Dirección: William Cameron Menzies. Producción: Republic. Intérpretes: Sir Cedric Hardwicke, John Carradine.
The adventures of Dr. Fu Manchu (26 episodios). EE.UU., 1955. Producción: Studio City Co. (Republic). Intérprete: Glenn "Larry" Gordon.
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