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CONTENIDO LITERAL
("Cita en Grenoble", crónica de Domingo Santos. Derechos de autor 1974, Domingo Santos)
La segunda Convención Europea de SF, que se celebró del 8 al 13 de julio en Grenoble (perdonen que no la llame GrenobleCón, pero los franceses son muy susceptibles con las tres últimas letras), empezó con un terrible handicap: el tener que recoger la agonizante antorcha que, cuando les quemaba ya los dedos, soltó Bruselas a finales de 1973, al reconocer su incapacidad de organizar la Convención y renunciar a su candidatura. Jacques Boczké, un entusiasta fan grenoblés, apoyado por un grupo de no menos entusiastas amigos, se lió la manta a la cabeza y decidió que podía preparar en seis meses lo que generalmente necesita un par de años para su preparación. Y lo hizo.
A lo largo de los siete días que duró la Convención, oí algunos comentarios acerca de los "terribles fallos de organización" que se registraron. Efectivamente, debo reconocer, hubo algunos fallos... bastantes. El lugar de celebración, por ejemplo, la Ciudad Universitaria de Grenoble (no hay nada más triste que una ciudad universitaria desertada ya por sus estudiantes), es un lugar demasiado amplio para celebrar en él una Convención de esta índole. Los diversos actos estaban demasiado desperdigados en el espacio, con las mesas redondas celebrándose en distintas Facultades (lo cual permitía por otro lado realizar emocionantes viajes turísticos en busca de los diversos puntos de reunión, que no siempre eran hallados), con la exposición de cómics alejada del núcleo de la C. U., la cinemateca en un lugar perfectamente camuflado en medio de la ciudad... Algunos filmes, como es inevitable, no llegaron (como el esperado Billenium); hubo cambios de programación y horarios, faltó una información diaria de los actos a celebrar...
Pero esto, que pese a todas las medidas que tomen los organizadores es algo inevitable que suele ocurrir en cualquier Convención normal, lo es con más motivo cuando se dispone de tan poco tiempo (y tan poca ayuda externa, debo resaltar) para organizar algo tan complejo y difícil de montar como es una Convención Internacional.
La procesión de las mesas redondas.
Pero vayamos a los actos que formaron el conjunto de esta Segunda Convención Europea de SF. En primer lugar, ocupémonos de las mesas redondas... que es, primordialmente, el acto básico de toda Convención, ya que en él se discute el tema que a todos nos interesa y se llega a conclusiones válidas sobre el mismo... a veces.
Todas las mesas redondas de la Convención de Grenoble, a excepción de la dedicada a la SF y los países del Este (por ser los países del Este) y SF y edición (por estar presente un encopetado editor), se celebraron dentro del marco más informal: varias de ellas, aprovechando la benignidad del tiempo, incluso al aire libre, sobre el césped del campus. Y, como suele pasar en la mayor parte de este tipo de discusiones, se contrastaron pareceres, se expresaron muchas opiniones personales... y no se llegó a ningún resultado concreto, lo cual tampoco se pretendió en ningún momento.
En la primera de ellas, "SF y ficción", se planteó el problema de si la SF era o no una literatura de corte escapista... y se dejó planteado. "SF y sexualidad" constató el hecho (conocido ya por todos) de que hasta los años 60 la SF había sido una literatura casta y recatada hasta lo aséptico, para caer, en estos últimos años, en la vertiente contraria, con el sexo entrando cada vez más de lleno en todo tipo de obras de la moderna SF... (y como ejemplo cabe citar el último best-seller de Ballard, Crash, que a menos que ocurra un milagro no será publicado en España).
Dos mesas redondas paralelas, "SF y ecología" y "SF y prospectiva" dieron cuenta de las inquietudes de un determinado sector de la SF sobre los problemas de este orden que afectan a nuestro mundo. Las discusiones fueron enconadas, y mientras unos sostenían la tesis de que la SF tiene que actuar como pregonero y augur del terrible futuro que se nos avecina, cargando las tintas si es necesario (cosa que hace muchas veces), para tratar de prevenirlo, otros le reprochaban el no profundizar demasiado en los temas que abordaba, culpa la mayor parte de las veces de una palpable falta de preparación de los autores; una tercera facción, finalmente, convertía la SF en política y decía que son los políticos quienes tienen que poner remedio a nuestra desastrosa situación y no los novelistas... cosa en la que estoy totalmente de acuerdo. Finalmente, la postura general de la mayoría quedó bastante clara: frente a la ecología y la prospectiva, la SF debe intentar, dentro de sus posibilidades, advertir a la gente de lo que le espera si sigue por este camino, hacerle ver lo que otros estamentos más cualificados pero también más mediatizados no quieren que vea por motivos extrasociales (léase económico-políticos), y lograr así en las masas una reacción. Un loable propósito, al que personalmente solo he de poner un triste reparo: tomemos el número de lectores hispanoparlantes (potenciales) y dividámoslo por el de lectores de ND... y veremos que esas posibilidades revulsivas de la SF en nuestro país son francamente desesperantes.
La mesa redonda "SF y urbanismo" se celebró fuera del recinto universitario, en el mismo lugar donde se hallaba la exposición de cómics... un horrible bloque de cemento encuadrado dentro de los más duros principios de los HLM: un agujero para cobijarse, no para vivir. La reunión, en este marco, tenía que ser más bien deprimente, y lo fue. No se llegó a ningún acuerdo como es lógico, y las discusiones flotaron sobre lo que tenía que ser el urbanismo del futuro. Aunque hubo muy hermosas ideas sobre cómo tendría que ser el entorno de nuestros nietos, la verdad es que muy poco de lo que se dijo tenía relación con la SF.
Dos mesas redondas que resultaron también bastante deslavazadas fueron "SF y cómics", donde se dijo lo mismo de siempre: el cómic es la futura expresión de toda literatura (¡aaaggh! y el cómic de SF va a la vanguardia y blablabla...) y "SF y adolescencia", en la que ni siquiera los reunidos llegaron a ponerse de acuerdo sobre cuál era el tema acerca del que tenían que discutir.
"SF y los países del Este" (conseguí llegar a la mitad de la mesa redonda, después de un emocionante y agotador periplo a lo John Carter para conseguir encontrar el "Anfiteatro 14", donde se celebraba la reunión) fue algo de lo más formal... como correspondía. Los tres representantes de los países del Este (nuestros corresponsales Ion Hobana por Rumanía, Peter Kuczka por Hungría, y Czeslaw Chruszczewski por Polonia) hicieron por turno, y dos de ellos a través de intérprete (lo cual enfrió aún más el ya de por sí frío ambiente), una exposición de lo bonita que era la SF en sus respectivos países y lo bien que se vendía, lo cual nos dió mucha envidia. Ya casi al final de la reunión se inició un breve coloquio, como era inevitable cayó casi inmediatamente en el terreno político de la cuestión: ¿dejaban publicar todo lo que se escribía, estaba muy mediatizada la edición, qué cortapisas encontraban los autores? etc. etc. etc.). Debo admirar la diplomacia de los tres autores, principalmente de Chruszczewski, que se permitió el lujo de contestar a un venenoso y gratuito ataque del prolífico, fatuo y engreído escritor francés Jean Pierre Andrevon... citando sencillamente un texto del propio Andrevon en el que este defendía precisamente lo mismo que ahora censuraba a su colega polaco. Tras esto, y entre risas y aplausos, la reunión se dio por terminada.
"SF y los problemas de la edición en Francia", finalmente, reunió a un editor (Robert Kanters, de chez Denöel), algunos autores (Michel Jeury; Gérard Klein, que además es director de la mejor colección de SF que se edita actualmente en Francia, Ailleurs et Demain; Jean Pierre Andrevon...), críticos, fans y público en general. Gérard Klein se lamentó de la penuria del escritor con acentos que hacían saltar las lágrimas, al menos a mí, que he vivido esas mismas miserias en mi propia sangre. Robert Kanters, por su parte, responsable de la veterana colección Présence du futur (cuya política editorial sigue los mismos pasos que siguiera en su tiempo la fenecida colección española Nebulae), lloriqueó sobre los problemas económicos del editor... recibiendo como respuesta un unánime reproche a su política de reeditar viejos títulos con el marchamo de "volumen doble" para poder venderlos al doble del precio anterior, y omitiendo cuidadosa y ladinamente el año del copyright original para que no se vea tanto lo viejos que son. En resumen, la conclusión de la mesa redonda fue inevitable: el autor francés de SF está mal pagado, tiene pocas oportunidades de llegar al público... Todo esto es muy cierto, pero uno que es modesto piensa que en Francia hay actualmente seis colecciones dedicadas exclusivamente a la SF (sin contar un par más de colecciones de libros de bolsillo que editan también frecuentemente volúmenes de SF) y cuatro revistas, con unos niveles de edición bastante aceptables, y se pregunta qué sería de una mesa redonda de estas características celebrada en España, con asistencia de editores, autores y fans. ¿Tiene alguno de ustedes un pañuelo, por favor?
No asistí al último debate (uno estaba a casi mil kilómetros de casa y al día siguiente tenía que ir a trabajar para ganarse la vida), que pretendía hacer un resumen de todo lo que había sido la Convención. De todos modos, noticias llegadas posteriormente hasta mi me han informado que uno de los puntos clave que dominaron esta última mesa redonda, sostenido principalmente por los faneditores, era que "debemos librarnos del imperialismo cultural yanqui que sojuzga las colecciones de SF". Muy cierto: cualquier colección de SF que se precie publica un elevado (muy elevado) tanto por ciento de obras de procedencia anglosajona. Pero, me pregunto yo, ¿queda otro remedio? El día que tenga entre mis manos diez buenas novelas de SF de autores españoles por publicar, y sepa que el público las va a comprar aunque sus autores no se llamen Asimov, Bradbury, Clarke ni Heinlein, sino López, Rodríguez, Martínez y Pérez, podré decirles a mis apreciados amigos yanquis que, en lo que a mi respecta, pueden irse a cultivar hortalizas en vez de seguir escribiendo SF. Pero, hasta entonces, y desgraciadamente, no. ¿Eso es imperialismo cultural yanqui, o simple indigencia cultural nativa?
Convenciones, cine y SF.
Los actos paralelos a los debates, para que la gente se relajara entre sesión y sesión sin salirse excesivamente del tema, se centraron casi exclusivamente en el cine. Hubo, como inicio, un "viaje hacia atrás en el tiempo" con la proyección de la película The thing (presentada en su tiempo en España como El enigma de otro mundo [véase ND 6]). Uno, que la había visto en sus años mozos y se sentó en su butaca con un placentero escozor en salva sea la parte, salió arrastrándose miserablemente, completamente hundido en sus ilusiones y preguntándose cómo una película puede envejecer de tal modo, cómo pudo gustar, en su tiempo, un film que hiede tan apestosamente a militarismo, un film de pura y descarada propaganda yanqui, sobre todo en su rimbombante "advertencia" final. Se lo juro: tras verla de nuevo, me he hecho el firme propósito de no revisar en adelante ningún título de SF que haga más de diez años que no he visto: al menos, me evitaré un shock y podré guardar los dulces recuerdos de mi tierna juventud.
I cannibali (Los caníbales), de Liliana Cavanni, fue otra cosa. Se trata de un film rotundamente subversivo en su simbolismo (llevado algunas veces a extremos incluso excesivamente arquetípicos), que nos relata la rebelión de una joven pareja ante una sociedad que ha eliminado a todos los enemigos del poder por el simple y expeditivo procedimiento de asesinarlos, dejando sus cadáveres en medio de las calles como ejemplo a los demás y prohibiendo bajo pena de muerte que nadie los retire de donde están. La crudeza de las imágenes de toda una sociedad llevando su vida normal entre los cadáveres que atestan las calles, la actitud de los distintos personajes, resume toda una filosofía sobre el poder y lo que constituye el abuso del poder.
La inevitable película soviética, Por delante de los sueños, filmada en 1963, fue por supuesto mediocre, infantil y divertida, pese a sus autores. También fue ingenua y altamente aburrida... como lo fue por otro lado Ils (Ellos), de Jean Daniel Simon, un film realista-futurista que navegaba entre un discreto onirismo y una demencia de la manipulación a que se somete el alto espionaje... y que de SF no tenía ni el nombre. Una serie de estupendos cortos de animación de Raoul Servais, en cambio, trajeron un soplo de frescura e intencionalidad a la Convención: sería una gran cosa que alguien se decidiera a traerlos a España.
Las ventanas del tiempo, un film húngaro de Tamas Fejer, con guión de nuestro corresponsal Peter Kuczka, tuvimos ocasión de verlo ya en el festival de Sitges del año pasado (ver ND 52). Y un film finlandés, El tiempo en rosa, de Risto Jarva, nos narró, con una técnica a lo "Blow-Up" la historia de la creación a través de un sosía del doble de una mujer que se ha suicidado... doble que, como era inevitable, terminará suicidándose a su vez.
Hubo dos ausencias en la programación: Doomwatch, de Peter Sasdy, cuya copia no llegó a tiempo (este film fue exhibido en Sitges el año 72 y reseñado en ND 40), y el esperado Billenium de Jacques Goimard, sobre la obra de Ballard, un film realizado para la RTF y que, según los comentarios, llevaba un tiempo recibiendo el "veto no oficial" de los altos estamentos radiotelevisivos franceses (en España sabemos bien lo que es esto).
La cinemateca, cuyo emplazamiento estaba cuidadosamente oculto en una arcada dentro de un patio interior en el casco antiguo de Grenoble, ofreció una serie retrospectiva ante cuyo programa, sinceramente, no tuve hígados de acudir: lo siento. Creo que no me perdí gran cosa... salvo la espectacular escena del lanzamiento de la nave de Una mujer en la Luna de Fritz Lang.
Paralelamente, algunos cines de Grenoble, adhiriéndose a la Convención (o buscando hacer un poquitín más de negocio) programaron algunas cintas de SF : Soylent Green y Asylum por ejemplo (ambas exhibiéndose comercialmente en España en la actualidad), y el renombrado Solaris, de Andrei Tarkouski, sobre la novela de Stanislaw Lem (que según mis noticias se publicará en breve en lengua española)... una pretenciosa y lenta película que se halla, a mi parecer, muy por debajo de la novela original.
Exposiciones y otras menudencias.
Las proyectadas exposiciones fueron la parte más débil de la Convención. La de cómics (a la que no pude ir por carencia del don de la ubicuidad) se me informó era idéntica a todas las anteriores del mismo estilo, con muestras de cómics e ilustraciones realizados últimamente... y algunos no tan últimamente.
Los editores desertaron absolutamente de la Convención y lo que debía ser (como fue en Heidelberg hace cuatro años) un buen muestrario de lo más reciente aparecido en librerías dentro del campo de la SF, se quedó en nada de nada, hasta tal punto que la exposición se quedó en nada, hasta el punto que la exposición ni se montó. De parte de Jacques Boczké, el comité organizador y todos los asistentes, a los ausentes editores: muchas gracias.
Por contra, buena parte de las librerías de Grenoble estuvieron bien surtidas, con rayons specialisés de SF en todas ellas, con abundancia de las últimas novedades (entre las que Crash de Ballard se agotó a los dos días). Algunas de ellas ofrecieron incluso, dentro de sus posibilidades, una exposición de ilustraciones originales o libros antiguos de SF, destacando entre ellas la de la librería Arthaud, con algunos originales de portadas... aunque se limitara a colocarlo todo en el último piso, el desván del edificio, mientras las ventas se realizaban en la planta baja. Entre las exposiciones de obras de SF cabe destacar como caso curioso la que realizó nada menos que un restaurante, que llevaba el nombre muy poco cienciaficcionístico de Le boeuf Mironton (sic).
Los faneditores, por su parte, demostraron ser mucho más emprendedores que los editores e instalaron sus mesas a la puerta del Anfiteatro Weil, lugar donde se celebraron la mayor parte de actos. Doy fe de que la mayor parte de ellos vendieron casi todo lo que llevaban consigo amén de entablar entre sí y con los demás asistentes un fructífero intercambio de impresiones, fanzines y domicilios.
Los premios.
La Convención de Grenoble tuvo el acierto de no conceder premios, alegando muy juiciosamente que no pueden concederse unos premios europeos válidos ante las dificultades de lectura en varios idiomas que ofrecería una selección representativa y el no conocimiento de todo lo que se ha publicado en el continente europeo durante el año. Pero sí cayó en la comprensible y disculpable tentación de conceder algunas menciones, cosa inevitable y que siempre da tono y queda bien. Las más destacadas fueron:
Mejor novela: Michel Jeury por Le temps incertain (El tiempo incierto). Merecida: es una novela excelente, que espero aparecerá pronto en español: al menos, existe el proyecto de publicarla.
Mejor novela corta: Jean Pierre Andrevon, por Epilogue... peut être (Epílogo... quizá). Desconozco el texto; he leído algunas otras cosas de Andrevon; en Grenoble tuve oportunidad de conocerlo personalmente. Me reservo discretamente mi opinión.
Mejor colección: Robert Louit, director de la colección "Dimensions" de Calman-Lévy. Supongo que le dieron el premio por el boom de Crash. No obstante, no lo considero merecido: !a colección es bastante irregular, y su calidad media no muy alta. Creo que si se premia algo ha de ser el conjunto de una colección, no un título determinado.
Mejor revista: Galactika, de Hungría. Buena diplomacia: la revista está bien presentada si la comparamos con el conjunto de la producción de los países del Este, pero ¿quién leyó su contenido?
Mejor fanzine: Ex aqueo a Andrómeda, alemán y Nyarlathotep, francés. Ambos buenos fanzines, excelentemente presentados.
Mejor ilustrador: Siudmak. He visto poca cosa de él, y no puedo juzgar.
Mejor fan: Bernard Goorden, belga. Completamente de acuerdo. Solo por la actividad que desplegó durante los siete días de la Convención, se merecía esta mención y otras cinco más. Imagino que tomaba vitaminas tres veces al día.
Y una mención especial al organizador, Jacques Boczké, y a su esposa, que actuó como su secretaria-publicrelations-azafata-etc-etc-etc., añadido por la heroicidad que representa el organizar en seis meses una Convención como la de Grenoble. Realmente, se merecieron enteramente esto... y toda nuestra gratitud.
Y entre pasillos...
Pero, para mí, por encima de las mesas redondas, las sesiones cinematográficas, las exposiciones y los demás actos. el principal aliciente de una Convención es la posibilidad que ofrece de conocer gente nueva. entablar otra vez relación con aquellos que conociste en la Convención anterior y con los que solo pudiste cartearte esporádicamente por eso de la premura del tiempo, hablar con autores, fans y concurrentes de otros países, renovar casi olvidadas amistades. En este aspecto tuve el placer de conocer personalmente, tras haber tenido contacto con ellos únicamente por carta, a gente como Pierre Versins (el dean de la SF europea, autor de un voluminoso, discutible en algunos aspectos, pero muy interesante superdiccionario de la SF), Gérard Klein, que solo vino los últimos días a lamentarse de lo poco que cobran (¡ay!) los autores, Jacqueline H. Osterrath, que el primer día se presentó deliciosamente vestida de bávara, y que distrajo el tedio de algunas mesas redondas haciendo preciosos e ingenuos retratos de los asistentes... Pude reconocer y abrazar de nuevo, después de reconocerlo tras la poblada barba que se ha dejado, a nuestro colaborador Patrice Duvic; trabé conocimiento con uno de nuestros suscriptores, Pierre H. Godfroid, el único, se lo juro, belga con acento más seviyano que la Torre de la Giralda, (y que se presentó tocado con un típico sombrero cordobés... ) Y, sobre todos ellos, caí en las garras del fan más entusiasta que he encontrado en toda mi vida, Bernard Goorden, al que lo único que deseo fervientemente es que nunca, nunca, los reveses de la vida que han desilusionado antes que a él a tantos otros faneditores consigan disminuir su absorbente entusiasmo.
Además de estos contactos, entre pasillos, también es decir, entre acto y acto, se constituyó el Comité de Convenciones Europeas, del cual formamos parte Luis Vigil y yo representando a España. El principal fin de este Comité era decidir dónde se celebraría, dentro de dos años, la III Convención Europea de SF. Tras varias reuniones, y a propuesta de Czeslaw Chruszczewski, se aceptó por unanimidad la candidatura de la ciudad de Poznan, en Polonia, previa conformidad (y con el apoyo, por supuesto) de la Sociedad de Escritores Polaca y el propio Gobierno del país. Aunque el acuerdo está pendiente de aceptación definitiva, a cuyo fin el Comité Europeo ha iniciado los trámites correspondientes, es probable que, dentro de dos años, la "III European SF Convention" se celebre en la localidad de Poznan, en Polonia. Si antes no me elimina alguno de mis lectores, furioso al leer cualquiera de mis bodrios, o caigo por un profundo pozo intertemporal, yo pienso ir a ella ¿Y usted?
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