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("Cromosoma Calcuta [el]", comentario de Julián Díez. Derechos de autor 1997, Gigamesh)

Una vez más (y van...), lo más atractivo que puede encontrarse en las librerías dentro de la ciencia ficción está fuera de la ciencia ficción. Lo que parece paradoja ya es norma habitual y el aficionado con inquietudes, el que no se limita a dirigirse al estante de lo trillado, se está habituando a ello como única vía para mantener con vida, y dignamente, la afición.
En el caso que nos ocupa, se trata de una novela escrita por un autor en principio ajeno al género pero con la que ha dado, seguramente sin saberlo, una buena sobada de morros a los habituales del campo. El cromosoma Calcuta no es sólo la ganadora del Arthur C. Clarke [Nota de Términus Trántor: premio Arthur C. Clarke] de este mismo año, sino que, sobre todo, es una novela incomparablemente superior en muchos conceptos a lo que uno se echa a los ojos en los últimos tiempos.
Para empezar, por sus planteamientos. Se trata de una novela de una extensión moderada (270 páginas) pero en la que Ghosh trata un tema amplio y de una forma exhaustiva, sin guardarse ases en la manga. No es una serie ni lo será, pese a que en la idea de fondo hay materiales para que un Charles Sheffield o una Anne Rice, por poner dos ejemplos opuestos, se enrollen en una cantidad considerable de páginas (o incluso de tomos).
Para seguir, por su esquema narrativo. Extraordinariamente complejo y, a la vez, plenamente justificado, según se descubre a medida que se avanza en el relato. Ghosh utiliza dos acciones separadas en el tiempo pero que llevan a una conclusión común, en la que el relato completo se cierra de una forma impecable.
Y para terminar, por su temática. A partir de un hecho histórico, el descubrimiento de la transmisión de la malaria a través del mosquito anofeles por parte del científico británico Ronald Ross en la India, en 1898, Ghosh plantea una intriga en la que lo afortunado de ese descubrimiento sirve para justificar una fantasía con ritmo desenfrenado.
En ella, Ross fue un títere de poderes ocultos que investigaban por su cuenta la relación de la malaria con una cura para la sífilis (lo que en la realidad se descubrió unos años después) y con un misterioso cromosoma, que da título a la novela, y que resulta ser la llave de la inmortalidad. A partir de este hecho, Ghosh desarrolla una historia paralela tan válida como las que plantean, por poner dos ejemplos conocidos, John Crowley o Tim Powers, si bien esta vez con un matiz sorprendente: un basamento hard, en este caso biológico-médico, que resulta creíble (al menos para alguien poco conocedor del tema como yo).
Con un trabajo de investigación histórica exhaustivo, la India contemporánea y un futuro cercano como escenarios que se alternan, Ghosh enhebra una novela que sólo tiene un punto débil: la extraordinaria complejidad de la trama, antes sugerida que explícita en muchos casos, lo que en ocasiones llega a hacer un tanto difícil de entender por completo la evolución de los hechos sin recurrir a la relectura.