CONTENIDO LITERAL

("Conan, el invencible", comentario de Susana Vallejo. Derechos de autor 1996, Gigamesh)

Robert Jordan narra en Conan, el invencible las andanzas del tío más duro y mejor dotado de toda Cimmeria, un hombretón que, sin parpadear siquiera, se carga a espadazos a todo aquel -brujo, guerrero o siervo reptiloide- que se le ponga delante; y encima le sobra tiempo para refocilarse con alguna que otra de las muchas jovencitas de largas piernas y senos blancos y turgentes que pululan por la "novela" como Crom las trajo al mundo. (Especialmente conmovedora la escena de la página 54 en la que Conan, sin venir a cuento, se quita el taparrabos frente a la despampanante Karela, advirtiéndole caballerosamente a ésta que "basta que digas "no", y te irás de aquí tan casta como una virgen"; a lo que ella responde "pegándole puñetazos en los hombros" y "profiriendo todo tipo de infames maldiciones", pero "sin llegar a decir la palabra no".)
A lo largo de doscientas cinco páginas (ni una más, alabada sea Dekerto), el bárbaro bárbaro de los slips ajustados, pecho depilado y reluciente y bíceps a reventar de venas, se empeña continuamente en demostrar que él es un tiarrón con todas las de la ley, y lo demás son tonterías. El argumento, originalísimo, no justifica la cierta fama posterior adquirida por Jordan con otras de sus creaciones: un pérfido y poderoso mago estigio contrata a Conan para que se haga con ciertas joyas, luego aparecen más brujos aún más malvados y más poderosos que por lo visto están también metidos en el ajo, enormes ejércitos de lagartos, bandas de feroces bandidos y hasta una pelirroja que no hace más que acosar al pobre Conan para que vaya a dormir con ella a su tienda. Al final, Míster Testosterona se carga a todos los malos (no, si ya lo advertía Jordan en el título, que es invencible), hace amigos entre los buenos y, si no se queda con la chica, es porque no le da la gana. Un auténtico bodrio, en serio.