|
CONTENIDO LITERAL
("Círculo de Jericó [el]", comentario de Héctor Ramos. Derechos de autor 1995, Gigamesh)
Hay que efectuar un planteamiento de principio para asimilar la lectura del libro más premiado de la moderna ciencia ficción española. El círculo de Jericó, de César Mallorquí, reúne tanto material publicado como inédito, en forma de narración fragmentada en relatos de personajes que pertenecen a una trama superior. Se presentan siete relatos escritos con anterioridad a la concepción del libro como tal, con la intención de conformar una sola historia que consiste en los testimonios de unas cuantas personas encerradas en un refugio deshabitado. El objetivo de este singular grupo es el mantenimiento de la estabilidad de lo real, valiéndose del poder de la palabra narrada. Como desarrollo solidario interiormente, debe ser capaz de penetrar en la morada íntima del lector de una sola vez, comportándose como único mensaje con múltiples facetas. Con ser esta función más asequible para quienes no han leído anteriormente la obra de Mallorquí, la misión de autor y editor es hacerla efectiva y creíble, sin abandonar al lector a especulaciones sobre el falso origen o alumbramiento de la obra.
Desgraciadamente, la coincidencia espacial no basta para atestiguar la relación entre partes. La creación de una octava historia en labores de puerto franco donde todas las ficciones son bienvenidas tampoco remata la difícil y casi imposible tarea, digna de Frankenstein, de confeccionar una creación partiendo de lo que ya tiene vida propia. Ni siquiera la sagrada meta de conjurar los peligrosos destinos de la realidad mediante su entrega a un auditorio puede considerarse común a todas las historias. Las hay que pertenecen al futuro -"El escritor, la muerte y el diablo", "La pared de hielo"-, a un posible pasado -"El rebaño"- e incluso al mundo de los sueños -"El hombre dormido"-. Todas ellas son historias que sí pueden pertenecer a una posible revisión de la realidad por parte de los integrantes del círculo de Jericó, llamado así por la ciudad donde se fundó. Pero también están "El mensaje perdido", "Materia oscura" y "La casa del doctor Pétalo", relatos que en el universo del libro forman un pasado ya real, y que por tanto no pueden alimentar otros mundos salvo el nuestro, porque pertenecen a los hechos ciertos. Esta divergencia hace que perdamos la unidad de lectura del libro, y que sea mucho más aconsejable su disfrute como antología.
Y esto es así porque la calidad de los relatos es extraordinaria. En el panorama de la literatura española de CF no conozco otro autor que iguale la capacidad de imaginación, la soberbia administración de los tiempos narrativos ni la mágica combinación de realismo y lirismo de Mallorquí. Si lo sugestivo de una reunión de contadores de cuentos en una noche de lluvia es un marco tan cercano y tan misterioso que proporciona un inquietante preludio, al entrar en acción las historias individuales se desencadena el júbilo adormecido del lector; le invade el conocimiento de esa pared que existe en todos los relatos de Mallorquí, y que guarda tras sí la maravilla del empleo de los elementos fantásticos para darle acceso a entidades de alcance casi siempre universal: el fin de la humanidad, la existencia de Dios, el mundo de los sueños.
Como muestra, me detengo a comentar dos relatos. "El rebaño" puede ser el ejemplo de la ciencia ficción que dignifica al género ante sus desconocedores. Nos refiere la situación de un perro pastor llamado Brezo y las ovejas a su cargo cuando toda presencia humana ha sido borrada por la Última Guerra. Su soltura narrativa hace un uso mesurado de la especulación, dando lugar a una prosa que alberga diversos matices, como en el pasaje de la entrada del perro a la choza de su amo: surrealismo ("Paredes, muebles, cortinas, todo tenía una apariencia gris y ajada, como si el tiempo hubiese cubierto de alas de mosca cada rincón del lugar".), realismo ("... unas latas de conserva, que tiempo atrás habían reventado por la fermentación de los alimentos,...") y sentimiento ("Percibió en ellos el débil olor del pastor y, por unos instantes, volvió a ser el cachorro que medio muerto de hambre y frío se ocultaba bajo un arbusto, doce años atrás."). La historia de Brezo puede ser la respuesta de aquel poeta que se preguntó, como portavoz de todos los muertos, quién le lloraría cuando ya no estuviera.
"La pared de hielo" vuelve a espolvorear poesía por sus líneas, demostrando que puede hacerse un uso engañoso del amor y la obsesión con fines e instrumentos de lo más mundano. Coincido con el autor en que su estructura no sólo es de lo más acabado del relato, sino que también adquiere significación hasta ser decisiva en la captación de la intriga por parte del lector. La alternancia de los momentos de explicación científica (pasado) con los de dominio de inclinaciones irrefrenables que controlan a la humanidad (presente) dan al cuento un sabor agridulce que culmina en la ironía de la escena más importante. Sincera y conscientemente recomiendo este libro de un autor español, con la seguridad de que en él se encuentran muchos mundos inexplorados por los contadores de cuentos extranjeros.
|