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("Tercer brazo [el]", comentario de Julián Díez. Derechos de autor 1995, Gigamesh)

Después de regalarse con estos cuentos, resulta especialmente doloroso tener que entregarse a los prestigiados Niven y Pournelle para castigarse con la continuación de La paja en el ojo de Dios. El tercer brazo parte de presupuestos aceptables, como el hecho de tomar como protagonista a Horace Bury, quizá el personaje con facetas más ricas de la primera novela, sobre todo en comparación con los ñoños protagonistas. Pero pronto las previsiones favorables degeneran en un progresivo caos, hasta terminar por traicionar a la esencia del propio Bury.
No sería justo obviar las dificultades intrínsecas que están implicadas en el reto de una continuación, sobre todo si es de una novela mítica como es este caso. No es, con todo, excusa suficiente para el despropósito perpetrado. Niven y Pournelle optan por el camino más fácil: renegar de parte de los presupuestos de la anterior novela (¿se acuerdan de que los pajeños no podían vulnerar el bloqueo? Pues en realidad estaban perfectamente preparados para pasárselo por el forro) y apelar a la exhibición gratuita de fuegos artificiales.
Al margen de las rutinas con las que se puede etiquetar una novela de estas características, del tipo de la falta de profundidad de los personajes, final lacrimógeno-facilón o nula preocupación por problemas ideológicos, evidentes al tratar de una sociedad con problemas de control de natalidad, hay pequeños detalles que hacen sospechar que los autores no se han tomado la cosa ni medio en serio y que las 386 páginas no pasan de ser una pequeña estafa, hecha curiosamente con la complacencia del primo. La primera parte es paradigmática: lo crean o no, Bury y Renner pierden 45 páginas de su tiempo y el nuestro en seguir una pista falsa que no tiene ni la más remota relación con el resto de la novela y que no aporta absolutamente nada a la ambientación, el argumento o cualquier otro factor que no sea el de sumar páginas al ladrillo y dólares al bolsillo. La competencia de la factura global del producto no le exime de merecer profunda desaprobación bajo cualquier punto de vista.