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CONTENIDO LITERAL
("Novias inmóviles [las]", comentario de Julián Díez. Derechos de autor 1995, Gigamesh)
El problema está, y ahora es cuando llega la hora de golpear a los devotos que limitan todas sus lecturas a lo fantástico, que llegan a creer que esa excusa les exime de leer cualquier cosa que no sea la morralla habitual. El ejemplo está claro con el escaso eco que ha merecido la aparición de Las novias inmóviles, una pequeña y brillante novelita de terror de Pilar Pedraza.
Son ciento diez paginitas de letra grande, sin afanes de indagar en las profundidades de la soledad humana ni tostones por el estilo. Simplemente, se trata de un buen gótico, con tema necrófilo, en la que la autora se plantea objetivos asequibles y los satisface con sobrada competencia. Hay una historia hermosa y humana en la vida desafortunada de Amadeo, el monstruo creado por el loco Leonardo Pirkheimer, que termina por sucumbir a su pasión por las mujeres muertas.
Pedraza escribe con un estilo que se ajusta a las circunstancias y es capaz de describir con eficacia plena tanto la pasión como el horror, tanto la carnalidad de la vida como la atracción de la muerte: "(...) Salió del vestido como una serpiente de su piel vieja, liberando el esplendor de un cuerpo que era como el de las diosas de los cuadros, pero con algo que ellas no tenían: el sudor, el olor, el vello, el calor y todo lo que nunca pintaron los pintores". La vida es algo doloroso, ajeno y temible en este libro sobre el amor a la muerte: "Era la vida con sus cambios y sobresaltos la que robaba la belleza a los cuerpos, pensó una vez más (...). Le encantó la pureza del cuello, no alterada ya por la deglución de la saliva. El pecho apareció fresco entre encajes más marchitos que la carne, con los pezones blandos pero floridos. Un cuerpo tan hermoso no merecía la infamia de la corrupción". Así se las gasta esta profesora de arte de 44 años, que demuestra en su tarea cierto contraste con la torpeza amorosa de la mayor parte de los autores del género.
Pedraza es capaz de combinar registros literarios (mejor evitar una nueva comparación odiosa) para ofrecer contrastes que llegan a generar vértigo y una fuerte sensación de inquietud en el lector. El tono general es poético, con referentes como la aliteración o la elección de vegetales exóticos que llevan a pensar en el modernismo a lo Rubén Darío; ello acentúa si cabe las cualidades sombrías de la historia y las dota, a la par, de un elemento que lleva a la comprensión, a la identificación plena con el placer macabro del protagonista. Perversa con buen gusto, negra con colores blancos, Las novias macabras es una obra sobresaliente, que recomiendo disfrutar de una plácida sentada, dada su brevedad.
Es un compromiso personal que no sea ésta la última ocasión en la que Pilar Pedraza aparezca en las páginas de Gigamesh, como corresponde a alguien que, según diversas fuentes, hace ya tiempo que realiza apuestas arriesgadas con notable éxito. Pestiños como Nueva Lisboa no pueden justificar la cerrazón mental de buena parte de los aficionados al género hacia otras posibilidades de la literatura hacen que un libro de primer nivel como éste pase inadvertido mientras se aplauden cositas de segunda fila; es necesario terminar con ese embrutecimiento.
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