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CONTENIDO LITERAL
("Memorias", comentario de Armando Boix. Derechos de autor 1995, Armando Boix)
De consumo las editoriales españolas parecen haber decidido que no es rentable la publicación de biografías y estudios sobre autores de ciencia ficción -esto me recuerda que, años atrás, lo mismo se decía de las novelas de fantasía heroica, y miren cómo están las cosas ahora-. Fiándome sólo de mi memoria recordaría pocas excepciones, como es el caso de Verne, Wells, Lovecraft, Bradbury o Tolkien. No parecía muy probable añadir a esta escueta lista algún título nuevo; pero, en el caso de que así sucediera, a nadie debería sorprender que el elegido fuera Isaac Asimov. El escritor del género más conocido a nivel popular, de absoluta incontinencia a la hora de llenar páginas y del cual son editadas una y otra vez aun sus más insignificantes obras, es una baza de reconocido éxito que ningún editor despreciaría. Como bien saben, el de Asimov es un nombre que asegura un lugar de excepción en los escaparates de las librerías; es igual verlo unido a un libro de historia o de astronomía, a una guía de Shakespeare o de la Biblia, a una antología de viejos relatos o a una de sus novelas de robots. Afirmaba haber publicado todo texto salido de sus manos, y aunque dudo que eso sea una virtud, testifico que no muchos pueden vanagloriarse de ver incluido en un libro -traducido luego a muchos idiomas, entre ellos el nuestro- una redacción de la escuela escrita a los catorce años. Es bastante comprensible, pues, la publicación en España de su autobiografía póstuma, con una celeridad digna de mejores fines.
No recuerdo otro autor al que le gustara más hablar sobre sí mismo. Incluso olvidando sus dos volúmenes autobiográficos anteriores -In memory yet green (1979) e In joy still felt (1980)-, era su inveterada costumbre aprovechar la menor ocasión para extenderse en detalles personales; y así lo hacía, especialmente, en las antologías, acotando los relatos con comentarios muchas veces -todo sea dicho- más divertidos que el propio cuento. ¿Podía aportar algo nuevo?. Tras la lectura de sus Memorias diría que más bien poco.
Isaac Asimov entendía la escritura no como trabajo, sino como un placer absorbente. Encerrarse en el despacho durante todo el día ante la máquina de escribir a otra persona le podría parecer una tortura; para él era la mayor de las felicidades posibles. Odiaba viajar. Su vida se condujo por cauces generalmente plácidos, su labor fue recompensada con el éxito y ni siquiera participó activamente en ninguno de los acontecimientos históricos que por edad le tocó vivir. Asimov pertenece a esa categoría de escritores cuyas mayores aventuras suceden en el interior de su imaginación. Así lo único que nos puede interesar de sus experiencias es la posición privilegiada que ocupó entre finales de los años treinta y mediados de los cincuenta, como artífice y testigo de la creación de la ciencia ficción que hoy denominaríamos "clásica". Sus palabras sobre este período son de un valor documental inapreciable y a través de ellas nos llega la memoria de gentes como Heinlein, Sturgeon, Williamson o Campbell. Pero todo esto ya nos lo ha contado muchas veces y sus añadidos a anteriores confesiones no sólo son triviales sino absolutamente aburridos. ¿Realmente pensaba que podía interesarnos sus problemas con un chófer de limusina, sus cenas en los clubs de Nueva York o sus cruceros por el Caribe? Tal cantidad de información innecesaria podría haberse suprimido del libro, no sólo sin prejuicio, sino incluso aligerando su excesivo volumen en bien del lector.
Tal vez la única novedad a destacar sea un cambio de tono respecto a sus demás obras. Isaac Asimov era un hombre enfermo cuando escribió el libro: había sido hospitalizado repetidas veces y sentía fallar sus fuerzas. La muerte ocupa sus reflexiones en bastantes páginas, sabiéndola cercana. Con brutal sinceridad desnuda sus sentimientos, incluso en cuestiones que otro autor habría soslayado por incómodas o dolorosas. Pese a ello, en ningún momento abandona su característico humor, conducido con un estilo sencillo y fluido, desnudo de artificios, que produce en el lector la sensación de que le están hablando directamente. Esto hará de la lectura una experiencia agradable, aun considerando las objeciones anteriormente expuestas.
Para aquellos que conozcan Before the golden age (1974), The early Asimov (1972) y Buy Jupiter (1975), estas Memorias son perfectamente prescindibles, y harán bien empleando su tiempo en otros menesteres. Para los que, de todos modos, hemos recorrido sus casi quinientas páginas, sólo nos queda lamentar el desperdicio de tanto esfuerzo editorial, cuando obras básicas de consulta como The encyclopedia of science fiction, de Clute y Nicholls, no han sido traducidas, ni -probablemente- nunca lo serán.
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