CONTENIDO LITERAL

("Música en la sangre", comentario de Juan José Parera. Derechos de autor 1997, Juan José Parera)

Tenemos aquí una novela que ha sido recompensada con los premios Hugo y Nebula. Si hay que creer en la vigencia de estos premios no queda más remedio que asimilar como "tendencia de la ciencia-ficción actual" las líneas maestras que fundamenten el texto. Por suerte o desgracia, según los diversos puntos de vista, esto no es linealmente así: muchos otros premios existen votados por editores, escritores, lectores, autores y fanáticos que conforman distintos puntos de vista, diferentes maneras de entender la dirección de la ficción. Sin embargo, el Hugo y el Nebula son dos de los premios que, en mi corta experiencia, han "acertado" más en la mayoría de los casos. Es un punto de vista no exento de error, ciertamente, pero me da pie a considerar este título como profético.
¿Y cuáles son las particularidades que marcan esta prospectiva?
Los personajes que intervienen se encuentran solamente dibujados. Aunque hay un intento de profundizar en la posible genialidad de Vergil Ulam ya desde el comienzo de la narración, que coincide por otro lado con la parte que mejor llevada está, en breve se desvanece la esperanza de conseguirlo. El personaje principal desaparece y es sustituido por otros con los que no se alcanza ningún resultado. Esa parece una constante. La novela se monta alrededor de algo diferente a los personajes. Éstos entran y salen de la historia como cualquier otro elemento. Participan en la historia pero no son la historia.
La acción externa es limitada. Luego, al ver la acción interna veremos el motivo, pero aquí podemos anticipar que no es posible mantener cotas altas de los dos tipos. De hecho, Bear se limita a desarrollar el movimiento de los personajes por el decorado y es precisamente cuando desaparece Ulam y entran otros cuando parece que hay un poco más de este movimiento.
Llegamos a los dos temas fundamentales. La ciencia o el fundamento científico de la ficción tiene gran fuerza. Bear profundiza en los fundamentos biológicos que llevan a la transformación celular y aunque evita entrar en definiciones técnicas profundas que complicarían mucho el entendimiento del proceso, no deja cabos sueltos y pretende obtener una conclusión útil para el desarrollo del relato.
Por último se encuentra el perfeccionamiento del hombre, la acción interior,. Ya tuvimos ocasión de ver otra obra recientemente editada en la que la búsqueda del autor está orientada hacia el mismo camino (Ver Máser Boletín Informativo número 1, El jardín de las delicias). Así pues, los autores de ciencia-ficción están ya pensando en el nuevo Homo; pero no confían en que la transformación se lleve a cabo por la simple maduración intelectual del hombre, y de lo que se trata es de darle un pequeño empujón. La acción fundamental es interior. El decodificamiento del alma o, en su caso, la substantia del hombre y su múltiple reproducción para impedir su pérdida. Una forma sofisticada de conseguir la inmortalidad, producto finalista que se ha puesto de moda.
No termina la transformación aquí sino que las mismas células conservan, codificados, recuerdos recientes y ancestrales formando nada más que una enorme masa de información emulsionada en un medio orgánico. De ahí a modificar esa información alterando el pasado ancestral o el futuro reciente, no hay más que un paso. Modificar lo externo a uno mismo, debidamente preservado de todo lo demás. Modificar, incluso, lo otro, lo que no es uno mismo. El control del entorno. Es por tanto una forma de alcanzar la "divinidad" esperada. A pesar de todo ello, este tipo de ficción es más que nunca un escapismo: la salvación de todos los males actuales. Por fin estamos tranquilos. Nuestros científicos, lejos de estar locos, están a nuestro lado. Lo mismo, lo mismo que el pezón de mamá para el niño inquieto. ¿Por qué nos gustarán tanto los Salvadores?