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CONTENIDO LITERAL
("Viajero del Tiempo aprende despacio [el]", artículo de Pedro Jorge Romero. Derechos de autor 1997, Pedro Jorge Romero)
Lo que voy a decir es fruto de mis reflexiones personales sobre La máquina del tiempo de H. G. Wells y la continuación de 1995, Las naves del tiempo de Stephen Baxter. Me encargué de la traducción de Las naves del tiempo para la edición española y, por supuesto, releí La máquina del tiempo, en inglés y español, intentado evitar cometer errores. Pasé muchos meses ocupándome de ambas novelas.
Leí La máquina del tiempo por primera vez cuando tenía quince años. Recuerdo claramente llegar a esa parte, justo al principio, donde el Viajero del Tiempo (o El Viajero a través del Tiempo, como quiere la edición española) dice: "Existen en realidad cuatro dimensiones, tres a las que llamamos los tres planos del Espacio, y una cuarta, el Tiempo" y pensar para mí: "Por supuesto, es simplemente relatividad".
Vivimos en un época sorprendente, en la que hay un montón de quinceañeros corriendo por ahí que te dicen qué es y qué deja de ser relatividad (en mi caso, pueden culpar a Asimov). Han pasado cien años desde la publicación en forma de libro de La máquina del tiempo; años llenos de acontecimientos, guerras, asesinatos, inventos, teorías, libros importantes (y La máquina del tiempo no es uno de los menos importantes). Y ahora vivimos en un mundo completamente diferente a la Inglaterra victoriana. Pero parece que la Inglaterra victoriana también fue una época sorprendente.
En la imagen que acabo de bosquejar hay un aspecto irónico. La descripción que aparece en La máquina del tiempo no es para nada relativista, es algo que Wells inventó. El libro se publicó en 1895, aunque trabajaba en él desde al menos 1888, incluso puede que antes, cuando apareció el primer borrador como The Chronic argonauts en el Science School journal. Por tanto, el libro se publicó diez años antes de que el joven Einstein sorprendiese al mundo con la Teoría Especial de la Relatividad, que finalmente llevó a la idea del tiempo como una cuarta dimensión de una entidad superior conocida como el continuo espacio-tiempo (el hecho de que el Viajero del Tiempo siempre hable del espacio y el tiempo como dos entidades separadas es lo que indica que realmente su visión no es relativista). Podría argumentarse que en cierta forma la relatividad estaba en el aire y que era inevitable que tarde o temprano alguien la formulase (1), por lo que no sería sorprendente que un hombre educado, como lo era Wells, imaginase uno de sus conceptos fundamentales. Igualmente, la cuarta dimensión era una tema de discusión normal en la Europa del siglo diecinueve. Recordemos, por ejemplo, el caso de Henry Slade, un médium americano que se decía capaz de transportar objetos a la cuarta dimensión para manipularlos allí y devolverlos finalmente a nuestro mundo de tres dimensiones (2). Pero lo interesante es que Wells combinó los conceptos de la cuarta dimensión, que normalmente se consideraban con carácter espacial, y el tiempo para crear su explicación. De ahí surge el primer elemento sorprendente de La máquina del tiempo: la racionalización clara y concisa del funcionamiento del dispositivo temporal. En unas pocas páginas y frases, justo al principio, se las arregla para fundamentar el funcionamiento físico de su máquina sin ser de hecho muy preciso. La explicación es tan vaga, pero a la vez suena tan real, que todavía hoy se sostiene cuando puede ser reinterpretada fácilmente como tomada de la Relatividad. De hecho, después de hablar del tiempo como una cuarta dimensión sólo necesita añadir: "Hace mucho que tenía yo un vago vislumbre de una máquina... [
]. Que viaje indistintamente en todas las direcciones del Espacio y del Tiempo, como decida el conductor de ella". Como un ilusionista experto, saca hábilmente el conejo de la chistera.
Contrasta esa forma de actuar con la de otros escritores que han tratado el tema de las máquinas del tiempo, como el dramaturgo español Enrique Gaspar en El Anacronópete. Publicada en Barcelona en 1887, El Anacronópete antecede incluso a la primera versión de la historia de viajes en el tiempo de Wells, The Chronic Argonauts, por lo que fácilmente podría ser la primera historia de ciencia ficción con un vehículo para viajar en el tiempo, ignorada hasta ahora en el canon oficial del género (3).
Nos encontramos en París, 1878. El profesor español Sindulfo García explica ante un gran público el funcionamiento de su último invento, el anacronópete, que parece significar, en griego, máquina para volar al pasado, una forma bastante retorcida de decir máquina del tiempo. Con el anacronópete tiene la intención de viajar al pasado, presenciar todos lo grandes acontecimientos de la historia y acercarse a Dios. Para explicarse necesita dos capítulos completos, "Una conferencia al alcance de todos" y "Teoría del tiempo: cómo se forma: cómo se descompone". ¿Cuál es la naturaleza del tiempo en esa novela? Muy fácil: una combinación de la atmósfera del planeta y la rotación de la Tierra crea el tiempo y su dirección. Sólo es necesario volar alrededor de la Tierra en sentido contrario a su rotación, descomponiendo la atmósfera en el proceso, para viajar al pasado (es evidente que no puede viajarse al futuro). Por supuesto, la teoría es ridícula, y seguro que era risible incluso en el momento de su publicación. Podemos suponer que semejante prolijidad es una deuda de Verne. Como cualquier otra obra en la tradición de Julio Verne, debe explicar minuciosamente los principios físicos de la máquina y, en otro capítulo, el proceso de construcción del dispositivo. Queda claro que Wells, con todas sus referencias a cuartas dimensiones, es bastante más económico y elegante, y bastante más serio en su uso de la máquina del tiempo, porque al final el anacronópete resulta ser un sueño.
Pero El anacronópete me permite introducir el segundo elemento sorprendente sobre La máquina del tiempo: la dirección del viaje. En El anacronópete el viaje se realiza siempre al pasado, mientras que en la obra de Wells es al futuro. No siempre fue así. Como dije antes, en 1888 se publicó The Chronic Argonauts. La historia contaba la invención de una máquina del tiempo por parte de un científico, llamado Moses Nebogipfel, que la empleaba para viajar al pasado y cometer un asesinato. Más aun, Moses Nebogipfel es un científico loco en la mejor tradición gótica, un personaje muy alejado del tranquilo científico de clase media de La máquina del tiempo. Wells, en su Experiment in Autobiography (4), confiesa que The Chronic Argonauts estaba "inventada con torpeza, y cargada de significancias falsas e irrelevantes" (Experiment..., p. 253). ¿Por qué el cambio? Bien, parece que William Ernest Henley del National Observer leyó la primera historia, decidió publicarla en su revista y le pidió "que siguiese con la idea para dar una visión del mundo futuro" (Experiment..., p. 434), algo que Wells estaba muy dispuesto a hacer. Esa nueva versión no es exactamente la historia que conocemos hoy, será reescrita un par de veces más, pero ahora tenemos ese detalle interesante. De hecho, creo que Wells sentía que viajar al futuro es más interesante que viajar al pasado. Viajar al pasado te permite escribir una novela sobre paradojas temporales, que al final pueden ser sólo inteligentes rompecabezas. Viajar en el otro sentido te permite mirar al futuro de la humanidad, algo en lo que Wells estaba probablemente más interesado. Cambiar el sentido del viaje, creo, era una tentación demasiado grande para Wells y fue la elección acertada. No creo que la La máquina del tiempo hubiese sobrevivido durante tanto tiempo como novela de viaje al pasado. Esas imágenes del futuro son verdaderamente el tema y el sentido del libro.
Conocemos bien La máquina del tiempo. Un científico de clase media explica a un grupo de amigos el funcionamiento del dispositivo temporal y su intención de emplearlo para viajar al futuro y presencia el desarrollo de la humanidad. El ambiente es cuidadosamente normal, porque según Wells "cuanto más imposible es la historia que debo contar, más normal debe ser el escenario" (Experiment
, p. 434) y se nos da sólo la información mínima para comprender lo que sucede. Por ejemplo, de la operación de la máquina sólo sabemos que tiene dos palancas, porque, como señala W. M. S. Russell (5), son elementos importantes en la trama: en un momento determinado hay que quitarlas para evitar que los Morlocks puedan activar accidentalmente el vehículo. a información es tan escasa que sólo dos personajes tienen nombre. Filby, "un personaje polemista de pelo rojo", y Weena, la niña-mujer Eloi. El resto simplemente son Psicólogo, Provincial Mayor, Editor, Periodista, Doctor o, el más sorprendente, Viajero en el Tiempo; me gusta pensar que la falta de un nombre para el protagonista principal te hace preguntarte mientras lees la novela quién viaja realmente en el tiempo, ¿tú mismo o el viajero? Pero todas esas profesiones empleadas como nombre refuerzan la idea de una cierta situación social; todos pertenecen a la clase media.
Cuando el Viajero del Tiempo viaja al futuro, encuentra que la humanidad se ha dividido en dos especies: los Elois y los Morlocks. Para explicar esa separación, considera varias ideas hasta descubrir que los amables Elois son ganado para los sucios Morlocks. La separación es el resultado claro de la división de clases en la época Victoriana. Como a la larga las especie son maleables, la distinción entre clase alta y clase baja produce dos nuevos animales en el mundo de 802701. Cuando el Viajero se adentra aun más en el tiempo, la separación persiste en diferentes animales, cangrejos y mariposas, que han evolucionado a partir del hombre. Al final, el Viajero del Tiempo debe enfrentarse a la destrucción de toda la vida sobre la Tierra, antes de regresar a su propia época. En todos esos periodos, el Viajero es sólo espectador neutral de esa curiosa lucha de clases.
¿Estaba Wells expresando cierta ansiedad social? Ésa parece la interpretación más evidente de la obra. Los Elois viven claramente en un mundo jardín sin penas ni dolores, y los Morlocks son habitantes de las tinieblas que trabajan a ciegas en sus máquinas. El único elemento extraño, supongo que el novum, es que los Morlocks se alimentan de los Elois, la inversión obvia de la situación en la sociedad capitalista. En Metamorfosis de la ciencia ficción (6) Darko Suvin cita a Wells diciendo que una historia de ciencia ficción debería ser "La realización válida de alguna posibilidad dejada de lado, de tal modo que se comenten las seguridades falsas y la falsa autosatisfacción de la vida cotidiana" (p. 264). Quizás estaba intentando agitar la tranquila autosatisfacción victoriana, la idea de que la posición de la clase superior era inamovible y que la situación inferior de las clases bajas era el resultado de algún tipo de darwinismo social. En La máquina del tiempo los sirvientes se han convertido en amos, y los que solían ser los amos no son mejores que un rebaño de ovejas. Quizás por esa razón el Viajero del Tiempo pertenece a la clase media. En la época victoria se encontraría entre las dos clases, entre Elois y Morlocks. ¿Nos dice algo Wells cuando, en el año 802701, la humanidad ha degenerado tanto que él es el ser superior? Aún más, en los otros episodios, más adelante en el futuro, los Elois y Morlocks son cangrejos y mariposas, por lo que el Viajero no es sólo superior por pertenecer a la clase media sino también, señala Darko Suvin, por ser un mamífero.
Todas estás cuestiones de clases sociales en Wells puede que no sean tan sencillas. John Huntington en "The time machine and Wells's social trajectory" (7) lo trata como un tema mucho más complejo, pero la distinción entre la clase superior y la inferior parece bastante evidente, Lo que no es cierto es algo que dije antes: el Viajero del Tiempo está lejos de ser un observador neutral. Inmediatamente después de su llegada al año 802701, se pone de lado de los Elois. Después de eso, sólo muestra desprecio por los Morlocks; no los considera mejor que animales. Incluso cuando los Elois demuestran ser bastante estúpidos y carentes de sentimientos los considera los verdaderos herederos de la humanidad y dice: "Por grande que hubiera sido su degeneración intelectual, los Eloi habían conservado en demasía la forma humana para no tener derecho a mi simpatía y hacerme compartir a la fuerza su degradación y su Miedo". La máquina del tiempo puede que sea una inversión de la situación social en la época victoriana pero queda claro, desde el punto de vista del Viajero del Tiempo, cual es la clase social realmente buena.
Pero incluso así, o quizás por eso, La máquina del tiempo es un gran libro. Su visión de la plasticidad de la forma humana, su voluntad de enfrentar al lector con la muerte final del mundo, su claridad y economía en las explicaciones convierten esta novela de un centenar de página en una obra maestra del género. Posiblemente sea el mejor libro de Wells y todavía es ampliamente leído.
¿Cómo se escribe una continuación a un libro así?
El propio Baxter admite que al principio no pensaba en escribir una continuación a La máquina del tiempo (8). Simplemente pensó en unos pocos elementos lógicos del viaje en el tiempo: ¿por qué no establecer colonias en el pasado? ¿Por qué no ir al origen y cambiar las cosas allí? ¿Qué sucede cuando viajas al futuro y encuentras un mundo completamente diferente al de la primera vez que estuviste allí? Buscando a un protagonista, se encontró con el Viajero del Tiempo de Wells. Una elección perfecta, ¿no? Pero al decidir escribir una continuación a La máquina del tiempo debía enfrentarse no sólo a cien años de historia sino también a cien años de ciencia ficción. Y aquí tenemos a Las naves del tiempo (9), la continuación de 1995 de La máquina del tiempo.
De un escritor de ciencia ficción dura como Stephen Baxter esperas la gran superciencia. Justo al final de La máquina del tiempo, el viajero va al futuro para ayudar a los Elois. ¿Qué se encuentra allí? Una esfera de Dyson es la respuesta de Baxter, y por qué no, una raza de Morlocks avanzados. Esa fue una decisión inteligente: enfrentemos a este victoriano con todos sus prejuicios sobre clases sociales con miles de millones de Morlocks, un mundo cubierto de ellos. Más aun, se encuentra con un Morlock con nombre, un Morlock llamado Nebogipfel. Por supuesto, es un chiste; si recuerdan, Nebogipfel era el nombre del viajero en The Chronic Argonauts, pero es aún más importante: un Morlock con nombre es de pronto un individuo. Ya no puede considerársele un animal, ahora es una persona. Durante casi todo lo que queda de novela permanecen juntos, y al final se hacen amigos.
La relación de Nebogipfel con el Viajero es compleja. Aunque éste acepta intelectualmente que el Morlock es su superior, no puede evitar sentir repulsión por su compañero. Nebogipfel a su vez considera al viajero como a un niño o un animal doméstico, siempre alguien del que hay que cuidar. En cualquier caso, desde el punto de vista narrativo, el papel de Nebogipfel es necesario. Si no estuviese ahí, el Viajero, no necesariamente el lector, no podría entender las maravillas que le rodean. La mayor parte de la trama de la novela gira alrededor de la mecánica cuántica y la relatividad, teoría más allá de la visión de la ciencia del siglo diecinueve. Pero más aún, sin Nebogipfel, el Viajero no podría entender los elementos de ciencia ficción en la trama. Es mejor, por tanto, que un personaje necesario a su vez agite al héroe.
Como dije antes, cien años de ciencia ficción han transcurrido desde La máquina del tiempo. En ese siglo, los escritores de ciencia ficción han inventado un enorme conjunto de paradojas, dispositivos y futuros posibles. Ninguna novela de ciencia ficción que se ocupe de periodos de tiempos de miles de millones de años puede ignorarlos.
Tenemos por ejemplo la paradojas temporales. No aparecen en el original; Wells no las menciona quizás porque no estaba interesado en el viaje en el tiempo por sí mismo, pero son evidentes para cualquiera que piense sobre las posibilidades de una máquina del tiempo. El tema de las paradojas se resuelve en Las naves del tiempo con la ayuda de la interpretación de Everett de la mecánica cuántica que dice que cada suceso cuántico crea tantas versiones diferentes del universo como sean necesarias para dar cuenta de todos los resultados posibles. Eso, por supuesto, nos lleva inmediatamente al tema de los universos paralelos. Por tanto, se nos presentan visiones de la historia en que la máquina del tiempo se utiliza como arma de guerra, un futuro en el que los humanos han vivido millones de años y la nanotecnología es común, futuros en el que los descendientes de la humanidad han colonizado la galaxia y cubierto las estrellas con esferas de Dyson... Y muchas de esas cosas serían fáciles de entender para un lector de ciencia ficción, pero alguien debe explicárselas al Viajero del Tiempo.
Por tanto Las naves del tiempo podría considerarse una reinterpretación de La máquina del tiempo desde el punto de vista de un siglo diferente, reexaminados sus tenias e ideas, incluso hasta el punto de encajar las mismas explicaciones en el contexto de la ciencia moderna. En cierta forma es un experimento, un intento de ver cómo se hubiese escrito hoy La máquina del tiempo. En cierta forma me recuerda la película Regreso al futuro II, que era realmente un viaje a la primera película, Regreso al futuro. De esa forma, Las naves del tiempo podría verse como un viaje no en el tiempo, sino al primer libro. Por todas estas razones, el viajero debe encontrarse de nuevo en situaciones similares a las de la primera novela y enfrentarse a diferentes ramificaciones de la máquina del tiempo que no se mencionaban en la novela de Wells, o que no se conocían en 1895. Por ejemplo, en cierto momento el viajero conoce la suerte de Wells, convertido en profeta de futuros y reformador social ya de mayor. Y debe enfrentarse a la implicaciones de su propio relato de su viaje a la tierra de Elois y Morlocks que quedó plasmado en un libro llamado La máquina del tiempo. Y debe entender las limitaciones de la ciencia del siglo diecinueve desde el punto de vista de nuestros conocimientos: en La máquina del tiempo, por ejemplo, Wells fue feliz situando la muerte del sol en sólo treinta millones de años en el futuro, algo que sabemos que no es cierto.
Lo que Stephen Baxter ha hecho es reunir dos épocas diferentes y notables. Cuando están una al lado de otra, se las puede comparar. Y el resultado es el esperado. Externamente puede haber similitudes, como madre e hijo, pero en sus motivaciones e impulsos son completamente diferentes. En Las naves del tiempo, el Viajero del Tiempo debe intentar continuamente aprender algo nuevo y siempre le sorprende algo diferente que no esperaba. Eso le sucedía en La máquina del tiempo: fue al futuro esperando encontrar una gran civilización y encontró el mundo de Elois y Morlocks, y entonces tuvo que descubrir como funcionaba su mundo. En Las naves del tiempo se adentra en el tiempo esperando encontrar el ahora en cierta forma cómodo mundo de Elois y Morlocks y se encuentra con la imaginación de un escritor de ciencia ficción del siglo veinte. Y el Viajero del Tiempo, después de cien años, debe aprender de nuevo, y mejor que sea rápido.
Creo que todo queda claro en el epílogo a Las naves del tiempo. Durante casi 500 páginas el Viajero del Tiempo ha sufrido, aprendido, viajado al origen del universo y presenciado el triunfo de la inteligencia humana, pero ahora ha vuelto al mundo de Elois y Morlocks. ¿Le ha cambiado la experiencia? Al principio del libro estaba listo para adentrarse en el tiempo, ayudar a los Elois y luchar con los Morlocks. Pero después de millones de años de aventura, ha aprendido algunas cosas. Sabe ahora que el hombre se ha dividido en DOS especies, no sólo los Elois. Ayuda a los Elois en empresas agrícolas pero sabe algo más:
¡Y debo expulsar de mi mente cualquier noción anticuada de lealtad a un bando o a otro! Como hombre de mi tiempo, mis simpatías se encuentran naturalmente con los Elois, porque ellos parecen humanos, y mi actividad con ellos ha sido placentera y productiva. De hecho, tengo que esforzarme para recordar que esas pequeñas gentes no son humanos. (Las naves del tiempo, p. 422).
Más adelante añade: "Pero ni los Elois ni los Morlocks son humanos -ambos son post-humanos-, a pesar de mis viejos prejuicios" (Las naves del tiempo, p. 422). Y decide enfrentarse a la oscuridad y penetrar en las regiones de los Morlocks para también ayudarles a ellos. ¿Por qué ha cambiado de opinión?
Sé bien -¡Nebogipfel me lo demostró!- que gran parte de mi terror a los Morlocks es instintivo y proviene de un complejo de experiencias, pesadillas y temores en el interior de mi propia alma, irrelevantes en este lugar. (Las naves del tiempo, p. 422).
Tiene incluso el valor de admitir que
[...] soy un hombre de mi clase social, y que por tanto he tenido poca relación con los trabajadores de mi época, y que en mi ignorancia he desarrollado, me temo, cierta desatención y miedo. (Las naves del tiempo, p. 422)
Ven, el Viajero del Tiempo de Baxter ha analizado y diagnosticado las causas que modelaron el carácter del Viajero del Tiempo de Wells. Ha comprendido qué papel jugaban sus prejuicios en sus reacciones. Ha cambiado, por supuesto, porque la época en que se escribió el nuevo libro es diferente, cien años más vieja. En nuestra época sería imposible decir que los Morlocks son los malos; sabemos que el "otro", el "diferente" existe. La evolución de la especie cambia formas y caracteres. Aprende que si los Morlocks son inhumanos los Elois también lo son, que no hay ni un solo ser humano, exceptuándolo a él, en el año 802701. Comprende que en momentos diferentes, hay reglas diferentes. Le llevó cien años entenderlo porque nos llevó a nosotros cien años entenderlo. El cambio de mentalidad del Viajero en el Tiempo es nuestro.
Viajemos un poco en el tiempo nosotros también. Por desgracia no tenemos una máquina del tiempo a nuestra disposición, por lo que tendremos que recurrir al viejo Gedankenexperiment einsteniano. Imaginen conmigo un mundo futuro a unos cien años, en 2095. Allá, alguien escribirá una continuación a La máquina del tiempo y Las naves del tiempo. En ese libro, o lo que se considere un libro dentro de cien años, el Viajero del Tiempo, ese hombre común que no merece un nombre quizás porque nos representa a todos, viajará de nuevo en el tiempo para descubrir y encontrar algo completamente nuevo. Dentro de cien años sabremos muchas más cosas sobre el universo y la forma en que funciona, por lo que ese "libro" será una paseo aún más espectacular por el universo, empleando teorías científicas que hoy ni podemos concebir, de la misma forma que Wells no sabía nada de mecánica cuántica, la interpretación de Everett o relatividad. En ese "libro" se discutirán, examinarán, reinterpretarán, rechazarán y redefinirán todas las suposiciones de nuestra época a la luz de cien años de conocimientos, de la misma forma que Las naves de¡ tiempo se enfrenta a las suposiciones de Wells. En ese "libro" la relación del Viajero del Tiempo con Elois y Morlocks será completamente diferente porque descubrirá algo nuevo, algo que no podemos siquiera concebir porque vivimos inmersos en nuestra propia época, de la misma forma que, aunque era un hombre extraordinario, vivía inmerso en su propia época extraordinaria. Toda época se cree la última. Nunca lo es; siempre hay otra a la vuelta de la esquina esperando para atraparte. De cualquier forma, le llevará 200 años al Viajero del Tiempo aprender eso que aprenderá en ese "libro" del 2095. Está claro que aprende despacio, ¿pero no nos pasa a todos? La incursión del Viajero en el tiempo es la nuestra.
Gracias.
AGRADECIMIENTO
Me gustaría agradecer la invitación de los organizadores de los Primeros Encontros de Ficçao Científica e Fantástico - Na Periferia do Imperio (celebrados en Cascais, Portugal, del 21 al 29 de septiembre de 1996) que me permitió elaborar y presentar esta conferencia.
Notas
(1) Stephen Baxter ha estudiado muy bien, y mucho mejor de lo que yo puedo hacerlo, el origen de las ideas semirelativistas de La máquina del tiempo en una conferencia en Picocon 13 "Wild extravagant theories: The Science of The time machine". Sólo conozco una publicación electrónica en http://www.sam.math.ethz.ch/~Epkeller/BAXTER/Articles/PicoconTalk.html
(2) Pueden dirigirse al capítulo 2 de Hiperespacio de Michio Kaku para una visión de la cuarta dimensión en el siglo diecinueve.
(3) Enrique Gaspar, El Anacronópete (Daniel Cortezo y Cía, Barcelona, 1887). Hay reproducidos cinco capítulos del libro en Nil Santiáñez-Tió (editor), De la Luna a Mecanópolis: antología de la ciencia ficción española (1832-1913) (Quaderns Crema, Barcelona, 1995), una muy interesante antología de ciencia ficción española del siglo diecinueve. Debo agradecer a Agustín Jaureguízar que amablemente localizase un ejemplar de El Anacronópete, un libro difícil de encontrar, y verificase algunos datos para mí. Para un visión más en profundidad de El Anacronópete y de su origen recomiendo consultar "El Anacronópete de Gaspar fue la primera máquina del tiempo" de Augusto Uribe (Bem 55, p. 21).
(4) Experiment in Autobiography (The Macmillan Company, New York, 1934), p. 253.
(5) "Time Before and After The Time Machine" en Foundation 65.
(6) Darko Suvin, Metamorfosis de la ciencia ficción (Fondo de Cultura Económica, México, 1984)
(7) En Foundation 65.
(8) Stephen Baxter, "Inspiración y documentación" en BEM 55.
(9) Stephen Baxter, Las naves del tiempo (Ediciones B, Barcelona, 1996)
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