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("Año de Dracula [el]", comentario de Ignacio Maroto. Derechos de autor 1995, Ignacio Maroto)

El año de Drácula supone el gran estreno en España de Kim Newman, autor que hasta estos momentos es prácticamente desconocido para el público lector. Nacido en 1959, goza, en EE.UU. y en la Gran Bretaña, de una merecida reputación, tanto en el campo de la literatura como en el de la crítica cinematográfica, donde también se ha prodigado escribiendo sobre todo en lo referente al cine fantástico.
Además, ha trabajado con el seudónimo de Jack Yeovil para GW Books, dedicándose a la producción de obras vampíricas, así como de novelas de Warhammer. A priori, este dato podría hacer pensar que nos estamos enfrentando a un autor fácil, de un tono literario plano, sin apenas técnica. Nada más lejos de la realidad. Sino, que se lo pregunten a Ian Watson, que intentó la aventura de las novelas de Warhammer y no salió precisamente con buen pie de ella.
Ha publicado, previa a la edición de Anno Dracula, una novela ciberpunk, Nightmajor, que espera el sueño de los muertos hasta que alguna editorial española se decida a publicarla. En consecuencia, cabe suponer que Kim Newman es uno de esos autores ignotos en nuestro país, como, por ejemplo, K. W. Jeter o las novelas de terror de Ian Watson, que suponen un riesgo editorial publicar, porque a pesar de su calidad literaria, no vienen avaladas por ningún premio de prestigio en el género. Por ello, y siempre en este sentido, la publicación de El año de Drácula parece más una alta percepción del sentido de la oportunidad al coincidir su publicación con una nueva ola vampírica precedida del estreno de Entrevista con el vampiro.
La novela es un entresijo de diversas obras y momentos históricos, todos pertenecientes a la fabulosa época victoriana del Imperio Británico. Así, la principal influencia que aparece en el libro es, lógicamente, el Drácula de Bram Stoker (1897), pero es fácilmente perceptible la influencia de la historia de Jack el Destripador (a estos efectos es recomendable la lectura de Jack el Destripador. Recapitulación y veredicto final, de Colin Wilson y Brian Odell), y en menor grado una influencia sherlockiana, traída de The annotated Sherlock Holmes, del prestigioso W. S. Baring-Gould, obra conocida entre los fans de este personaje como El canon.
La obra se sitúa en el año 1885. El Conde Drácula ha comenzado su peregrinación hacia el Imperio Británico, pero Van Helsing y sus valientes compañeros fracasan en el intento de impedir la vampirización del mismo. El Conde se ha casado con la Reina Victoria. La sociedad se divide en castas: los cálidos, aquellos que todavía no han sido vampirizados, los neonatos o vampiros de "nueva generación", que han aceptado, casi siempre de buen grado, su conversión, por motivos muy diversos. Y, por último, los antiguos; se trata de aquellos no-muertos que por ser más viejos, son también más poderosos e influyentes en la sociedad al uso.
La novela adopta la forma de thriller. Una serie de asesinatos azotan la tranquilidad de la sociedad londinense. Dos personajes, Geneviève Dieudonné y Charles Beauregard, son encargados de resolver estos crímenes desde dos instancias diferentes, Scotland Yard y el Club Diógenes. A lo largo de sus investigaciones se entrecruzarán con personajes reales y ficticios de la época: Oscar Wilde, el inspector Lestrade, los Doctores Jekyll y Moreau, Mycroft Holmes, el sargento Dravot, Mina Harker, Florence Stoker o el príncipe Alberto Eduardo.
Por ello, cuanto mayor sea el conocimiento de la época histórica y de las referencias reales o ficticias que aparecen a lo largo de la obra, tanto mayor será el goce que podrá el lector extraer de la lectura. Ese es, a priori, el único inconveniente que cabe hacer a la novela.
Por otro lado, y siempre con respecto al Drácula de Stoker, ni el tono ni la estructura son siquiera similares, la influencia de El año de Drácula es meramente temática. Cualquier otro intento, habría, seguramente, acabado con un rotundo fracaso. Por eso, no es lícito basar la crítica de esta obra basándose en esos aspectos, aún siendo estos los que dotan a la obra de Stoker de esa singularidad que la convierte en obra maestra de la literatura fantástica.
En cualquier caso, a falta de largos meses para la finalización del año, no cabe duda de que El año de Drácula será una de las mejores obras de terror que habrán visto nuestros ojos... Salvo si a alguien se le ocurriese publicar The golden de Lucius Shepard.