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CONTENIDO LITERAL
("Dios ha muerto: Towing Jehovah, de James Morrow", artículo de Pedro Jorge Romero. Derechos de autor 1995, Pedro Jorge Romero)
Dios ha muerto y su divino cadáver, de dos millas de largo, flota en las aguas del Atlántico. O al menos, eso es lo que el entristecido ángel Raphael Azarias cuenta al sorprendido capitán Anthony van Horne. Las pretensiones del ángel son muy simples: el capitán van Horne debe retomar el mando del superpetrolero Valparaíso (supongo que el chiste es deliberado) y remolcar el cadáver de Dios hasta una cripta en el Antártico. A cambio, su padre, el capitán Christopher van Horne, le perdonará el desastre ecológico del que fue responsable, que le apartó del Valparaíso y cuyo recuerdo no le deja vivir en paz. Como es evidente, el Vaticano corre con todos los gastos.
A James Morrow sólo le conocemos en España por la magnífica Su hija unigénita (1990), la biografía de la hermana de Jesucristo. Anteriormente había escrito novelas como The wine of violence (1981) (una novela que comienza: "Nada en la vida anterior de Francis Lostwax le había preparado para la súbita desaparición de su planeta natal"), The continent of lies (un examen del poder manipulador de una droga que puede producir una especie de realidad virtual) y This is the way the world ends (1986) (otro principio espectacular: "El Doctor Michel de Nostredame, que podía ver el futuro, estaba sentando en su estudio secreto contemplando el fin del mundo"). Todas ellas muestran lo que la Enciclopedia de la Ciencia Ficción llama: "intensa preocupación ética por la especie humana". Todas son terriblemente irónicas y humorísticas, y ninguna cae en la tentación de ofrecer una salida fácil a los problemas planteados. Por todo ello se ha ganado una cierta fama de imitador de Kurt Vonnegut que no se corresponde con la realidad. James Morrow tiene sus propias virtudes como autor.
Llegamos entonces a este Towing Jehovah (1994) (Remolcando a Jehová) que se presenta como una arriesgada apuesta, en la carrera de un escritor que ha hecho de los riesgos la materia prima de su ficción. La muerte física de Dios parece demasiado incluso para un hombre acostumbrado a temas sorprendentes; con ese tema se corre el riesgo de escribir una novela increíble. Y por supuesto, este Towing Jehovah es en principio completamente increíble porque lo que sucede es completamente inverosímil, pero la apuesta del autor le sale bien y recupera la verosimilitud perdida quizás porque, como decía Aristóteles, "es verosímil que ocurran cosas que van contra la verosimilitud" o simplemente porque James Morrow sabe lo que hace y cómo debe hacerlo. Hay que tener en cuenta que no deben aplicarse los criterios de un cierto tipo de novela a otro tipo completamente distinto, un error en el que suelen caer muchos críticos (en ese sentido, leer The rhetoric of fiction de Wayne C. Booth es un sano ejercicio de desintoxicación). Hay que decir que Towing Jehovah está, desde luego, más cerca de Los viajes de Gulliver que de la ciencia ficción.
Los primeros en no creer en la muerte de Dios son los propios protagonistas de la novela, personajes extremos todos ellos: Thomas Wickliff Ockham (jesuíta y físico), Cassie Fowler (la feminista radical y atea), Oliver Shostak (líder de un grupo de ateos radicales), etc. Cada uno resuelve la crisis a su modo: Thomas Ockham intenta descubrir las razones de la muerte de Dios (su suicidio más bien), Cassie Fowler desea hundir su cuerpo en el mar para que no se descubra que Dios era un hombre, Oliver Shostak contrata a todo un ejército para hundir el Valparaíso, el capitán Van Horne sigue remolcando el cuerpo con una determinación digna de mejor causa, la tripulación se amotina y se entrega a desenfrenadas orgías (después de todo, si Dios ha muerto todo está permitido) y los ángeles mueren poco a poco de pena.
Pero, a pesar de sus obsesiones y rigores, los personajes no son planos, no son meras manifestaciones de ideas. Simplemente son personas con ideales que viven en un mundo, un mundo conjurado por James Morrow, donde las cosas no son nunca tan fáciles y simples como a uno le gustaría, o como la cultura popular nos ha enseñado que son. James Morrow se presenta como un escritor valiente al intentar crear obras salvajemente satíricas pero que a la vez estén llenas de profundos intereses humanos. No siempre le ha sido fácil. Sus primeras novela estaban lejos todavía de triunfar. The wine of violence o This is the way the world ends no acababan de encontrar el equilibrio entre la literatura y la preocupación ética. Lo ha encontrado en Towing Jehovah y se ha ganado una muy merecida candidatura al premio Nebula.
Y hay sátira, mucha sátira en esta novela. Supongo que una muestra bastará. Después del motín, el Valparaíso se encuentra completamente desprovisto de alimento ¿qué hacer? Bien, después de todo, están remolcando dos millas de carne razonablemente fresca, así que se disponen a consumir poco a poco el cuerpo de Dios en una divertidísima inversión de la transubstanciación. El estilo distanciado, y humorístico de James Morrow le permiten describir con perfecto aplomo los detalles más escabrosos.
¿De qué trata en realidad Towing Jehovah? No es, a pesar de lo que pueda parece, una novela escrita para escandalizar, o al menos no exclusivamente para escandalizar, tiene un tema bastante más profundo que no se clarifica hasta el final. La pregunta constantemente presente, pero pocas veces articulado a lo largo de la novela, en la que los personajes tienen preocupaciones más urgentes, es: ¿qué razones han impulsado a Dios a desear su propia muerte?
Aunque el lector no lo crea el tema secreto que informa Towing Jehovah, su núcleo central, es la paternidad y las responsabilidades que acarrea. Los protagonistas finales son Anthony van Horne y la pluma de un ángel.
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