CONTENIDO LITERAL

("Capitán Sirius [el]", artículo de Augusto Uribe. Derechos de autor 1995, Augusto Uribe)

A El coronel Ignotus [véase BEM 38, p. 8] le siguió el Capitán Sirius, y lo escribo intencionadamente así porque el primero usó el artículo determinado precediendo a su seudónimo y el segundo no. Hace unos meses escribí el prólogo de dos novelas suyas y ahora tengo alguna información más.
Su nombre era Jesús de Aragón y Soldado y había nacido el 18 de marzo de 1893 en Balsaín, un pequeño lugar del municipio de La Granja, en la provincia de Segovia, que cuenta como natural ilustre a la más famosa de las hijas de Felipe II, la infanta Isabel Clara Eugenia. Se trata de una zona de pinares y al padre de nuestro autor, don Marcos, que se había hecho ingeniero en Francia, cuando los galos se instalaron allí para explotar la madera, le encargaron de la construcción, primero, y de la dirección, después, del aserradero de Navalhorno.
Jesús era uno de los hermanos menores de la numerosa familia. Su padre falleció cuando él contaba tan sólo seis años de edad y su madre regresó a Madrid con sus nueve hijos. El niño tenía una caligrafía muy bonita, lo que hizo que dos años después entrara al servicio de un noble como amanuense. Lógicamente se familiarizó con la escritura y dispuso de una biblioteca para leer.
Cursó con facilidad sus primeros estudios y se hizo ingeniero. En El continente aéreo, Aragón escribe la dedicatoria en una hoja con membrete de la Federación nacional de ingenieros, firmando como ingeniero diplomado de las escuelas de Scranton, EE UU. Y la titulación es exacta, naturalmente, pero el autor nunca había estado en Pensilvania; se graduó en ingeniería de ferrocarriles sin abandonar nunca España. En realidad sólo cruzó en dos ocasiones las fronteras de nuestro país, cuando acompañó desde España a Francia, y luego desde Francia a España, a dos hermanas suyas religiosas durante la guerra civil.
Contrajo matrimonio con doña Dolores Rodríguez Ruiz, concertista de piano, con la que tuvo cuatro hijos: María Dolores, Jesús, Enrique y Héctor. Tras casarse vivió en la calle Palos de Moguer nº 4, aunque luego se trasladó a la de Alfonso XII nº 58, ambas en Madrid. Este último domicilio estaba situado detrás del antiguo Ministerio de Fomento y frente al límite del Retiro, en el llamado Cerrillo de San Blas. Aragón solía pasar por la cuesta de Moyano, donde está instalada la feria del libro. Allí me lo identificó un día el decano de los libreros, Ramón Montero Río, quien ahora en la caseta 16 y antes en la 22, en compañía de su padre, lleva ininterrumpidamente en esta feria desde 1928, tres años después de su inauguración. Don Jesús estaba ya viudo e iba acompañado de su hija mayor, María Dolores; crucé algunas palabras con él y siempre he sentido que no fueran más.
Durante buena parte de su vida trabajó por las mañanas en Gas Madrid, de la que llegó a ser Director financiero, y por las tardes en CEDECO, el Centro Español de Estudios por Correspondencia, que en un principio dirigían los americanos y se llamaba Centro Internacional de Enseñanza, hasta que lo adquirió el conde Perecáns y le dio su nombre actual; en CEDECO entró como contable, fue luego alumno y terminó siendo profesor titular de tributos y contabilidad, además de asesor de economía.
En Aguilar publicó varios libros técnicos. Poco después de la guerra le encargaron que preparase la contabilidad de los últimos ejercicios para su presentación a Hacienda y lo hizo a satisfacción de la editorial; tanto, que hubo de instruir a otra persona en esta labor, persona que, cuando llegó a ser Director de la Casa, le pidió que escribiese un libro de enseñanza. Así nació la Enciclopedia Moderna de Contabilidad, en 1942, y Tributos y contabilidad de comerciantes y empresas privadas, en 1946. Después, junto con sus hijos Jesús y Enrique, dio a la imprenta una Enciclopedia de Administración, Contabilidad y Organización de Empresas, obra monumental, presentada en tres, luego cuatro gruesos volúmenes y que alcanzó hasta seis ediciones entre 1959 y 1968. En la misma editorial y con los mismos colaboradores publicó en 1969 un Tratado de Contabilidad Analítica, obras todas apreciadas y de obligado estudio en su tiempo.
Falleció en Madrid el 19 de abril de 1973, a los ochenta años de edad.
Por cuanto yo sé, Aragón empezó a publicar en un periódico madrileño para el que escribía una columna de divulgación geográfica y científica, en la que tocaba desde los temas del macrocosmos (astronomía) hasta los del microcosmos (la molécula).
Y por lo que respecta a sus trabajos de ficción, su primer cuento fue "Peruchos", publicado por Palomeque. En su novela Una extraña aventura de amor en la luna se incluye una nota editorial (está redactada por el propio autor) en la que se lee: "Diremos, también, que su vida privada está llena de episodios tan interesantes como sus novelas y que alguno de ellos han dado origen a una de sus más intensas producciones, que él ha titulado Lola, desconocida aún en España; pero coronada ya por los lauros de un éxito muy halagüeño del público literario de una nación centroeuropea."
Como era la primera vez que se decía algo de él y se trataba de una novela fantástica, yo siempre había mantenido el dato un poco en cuarentena, pero ahora sé con seguridad que la novela existió. Un editor húngaro que formaba parte de una excursión a España en bicicleta, y que sabía de él, le pidió una novela inédita para traducirla a su idioma y Aragón le entregó una copia de Lola; la nación centroeuropea es, pues, Hungría.
La historia de sus primeras novelas publicadas en España es curiosa y hoy dispongo de notas escritas por el propio autor que aportan muchos datos, aunque dejan otros en la sombra. Hay que interpretarlas con cuidado, pues se permite las licencias habituales de los escritores de su tiempo (como decir que ha realizado viajes a los países que describe, lo que no es cierto) y omite ciertas cosas, no es explícito en otras y exagera en algunas. Pero son muy útiles.
Es el caso que el editor de V. H. (Viuda e Hijos) de Sanz Calleja adquirió un manuscrito de un escritor conocido, más desordenado e incompleto de lo que pensaba. Por alguna razón que intentaré explicar le encargó su puesta en orden y conclusión a Aragón y éste llevó a cabo la tarea a plena satisfacción del editor. El manuscrito se publicó con el título de La torre de los siete jorobados y bajo la firma de Emilio Carrere.
Se trata de un hecho indiscutible, aunque no se haya hecho público hasta ahora. El final de este libro coincide con el de La sombra blanca de Casarás, de Aragón, de una forma tal que tienen que haber salido de la misma pluma. Pero es que en las notas de éste se narra con todo lujo de detalles; sin dar un solo nombre propio, como siempre, pero dejando unas pistas que podría seguir un ciego. En la nota editorial a que antes he hecho referencia se lee igualmente:
Los primeros frutos literarios de Jesús de Aragón vieron la luz de un modo singularmente curioso. Un autor (debe querer decir un editor) madrileño contrató, con un autor de mucha nombradía, una obra que éste no pudo terminar. Fue llamado Aragón para realizar ese trabajo, y el editor le puso como condición indispensable que su labor tenía que ajustarse exactamente al estilo y normas del autor. Aragón presentó su trabajo terminado, y la obra culminó en un resonante éxito literario.
En 1933 Ángel Dotor requirió de Juventud datos sobre Aragón para un artículo que estaba escribiendo sobre él para la revista Vida marroquí, y el autor redactó una nota "biográfica y bibliográfica", dirigida a la editorial, concretamente a D. José Zendrera, y que éste remitió al periodista. La reproduzco en parte (cabría la posibilidad de que Aragón la escribiese sin conocer su destino final):
Mi vida es un libro perfectamente acabado sobre el cual he escrito la última palabra, puesto que soy feliz y sabido es que los hombres felices ya no tenemos historia. Me reservo pues hablar de todo lo que con mi vida particular se relaciona hasta que se haya publicado en España mi novela Lola, que es un trasunto fiel de esa complicada y violenta sinusoide que va escribiendo mi existencia y de la cual sólo puedo decir, para dicha mía, que ha adquirido al fin, después de luchas dolorosas y difíciles, los tranquilos caracteres de la horizontalidad más perfecta. El hecho de estar aún recientes muchos de sus variados episodios y el temor de herir susceptibilidades, aun cuando la verdad vaya disfrazada con el luminoso ropaje de la novela, me han inducido hasta el presente a aplazar su publicación en España, pero hace algún tiempo que, hostigado por el deseo de dar a conocer tal vez una de mis más interesantes producciones, vengo ocupándome en reformarla y espero que en breve plazo podré ofrecérsela a Uds., por si una vez leída la considerasen digna de figurar en su Biblioteca Rosa.
Se refiere a la colección La novela rosa, publicada también por Juventud, que tomó el nombre del color de su portada y que empezó siendo una marca registrada para terminar dando nombre a todo un género. Lola no apareció nunca en nuestro país, quizá por no traicionar la trayectoria del autor o tal vez por resultar demasiado autobiográfica (Lola era su esposa), y uno de los nietos del autor me ha dicho que tanto el manuscrito como el ejemplar de su versión al húngaro que él guardaba, se destruyeron a su muerte, como asimismo se destruyó el original de otra novela inédita, Enrique, que trataba de la masonería; parece ser que ciertos rasgos del protagonista estaban inspirados en los de un familiar cercano y no la publicó por si eso le molestaba.
Sigo con la nota:
Hace aproximadamente unos diez años [estamos entonces en 1923], tenía yo presentada mi primera novela original a un editor madrileño y esperaba con ansiedad el resultado de su lectura, cuando éste me llamó apresuradamente a su despacho para hacerme una proposición difícil. Un autor admirado por los públicos le había vendido la propiedad de uno de sus originales; al examinarlo el editor se encontró con la desagradable sorpresa de que el mencionado original se hallaba sin terminar y el editor no podía darlo a la publicidad por esta causa. Requerido el autor para que lo terminara se negó a hacerlo.
-¿Ud. se compromete a terminarlo sin que se eche de ver?- me dijo mostrándome la confusa producción compuesta en su mayor parte de un verdadero caos de cuartillas mezcladas con folletines de periódicos y otros escritos sin relación alguna con la novela [...] El editor que observaba mi perplejidad insinuó para animarme.
-Si sale Ud. airoso de su empresa le firmo a Ud. un contrato para publicar su labor literaria.
Al cabo de tres meses Aragón entregó la novela ordenada y terminada y el editor se mostró satisfecho con él, dando a la imprenta La torre de los siete jorobados, primero, y dos novelas de Aragón, poco después:
Durante la corrección de las galeradas de la obra ocurrió un incidente que no debo pasar por alto. El autor aquel, enterado de la intervención de un desconocido en su obra, manifestó deseos de conocerme y al efecto me citó por mediación del editor en un café muy concurrido de la Corte [...] Se presentó una persona cuyas señas coincidían exactamente con las que yo tenía del célebre escritor. Venía inspeccionando todo con la mirada y llevando entre sus manos su sombrero flexible repleto de billetes y monedas. [No hay duda de que era Emilio Carrere].Además le advertí que casi al finalizar el texto habla creído necesario intercalar una inscripción hebrea y que la imprenta, por carecer de aquellos tipos, se había visto obligada a sacar un fotograbado de la misma.
-Conviene que lo tenga Ud. presente -le advertí- porque, como el hebreo no es una escritura familiar a los correctores, puede ocurrir que no sepan colocarla. [Se trata de La torre de los siete jorobados, que en su primera edición, y en otras posteriores, aparece con esta inscripción al revés].
Cuenta Aragón cómo, a continuación, publicó sus novelas Cuarenta mil kilómetros a bordo del aeroplano "Fantasma" y Viaje al fondo del océano, y todo parece estar muy claro, pero quizá sea sólo una parte de lo sucedido. Estamos en 1923 y La torre de los siete jorobados se editó en 1924, lo que resulta coherente y nos permite fijar en ese mismo año la publicación de estas dos primeras novelas de nuestro autor, que de otro modo no podríamos datar. Mas sucede que Sanz Calleja, como he contado ya al tratar de El Coronel Ignotus, había iniciado antes la publicación de la biblioteca Novelesco-científica, interrumpida por diferencias con Elola, y que pretendió continuarla con Aragón.
Parecería mucha casualidad que lo ocurrido se debiese todo al azar. Aragón era corrector de estilo en Sanz Calleja, lo que explica que el responsable de la editorial se dirigiera a él para terminar la obra de Carrere. Su éxito en imitar el estilo de otro autor, unido a sus demostrados conocimientos científicos, le convertían en el candidato ideal para sustituir a Ignotus. Probablemente fue él quien tomó la iniciativa y se dirigió al editor proponiéndole continuar la biblioteca Novelesco-científica. En cualquier caso, las dos novelas citadas las firmó como Capitán Sirius y, entre paréntesis, J. de Nogara, anagrama de Aragón (en la cubierta de una de ellas dice "El Capitán Sirius", con artículo, pero éste no aparece nunca más, ni en la portada de esa misma obra).
Sabemos por el propio autor que la primera que escribió fue Cuarenta mil kilómetros a bordo del aeroplano "Fantasma" aunque la primera en el orden editorial es el Viaje al fondo del océano. Sanz Calleja las presentó con mimo, en dos volúmenes de tamaño grande, 18 x 24 cm., y muchas páginas bien impresas, con unas vistosas cubiertas a todo color e ilustraciones interiores en blanco y negro de Máx(imo) Ramos.
En la primera página de texto del Viaje al fondo del océano la editorial pegó una tira de papel que decía: "Por inadvertencia se ha consignado al imprimir este libro, que forma parte de la biblioteca Novelesco-científica, a la cual no pertenece por haber dejado esta Casa de editar las obras de ella". Tengo que elogiar tanto la calidad del papel como la del pegamento, pues he sido incapaz tanto de leer bajo la tira al trasluz como de despegarla, por lo que no sé lo que diría debajo, mas el hecho de que la editorial pretendiese continuar con el nombre de la Biblioteca de El Coronel Ignotus y la elección del seudónimo de Capitán Sirius resultan significativamente opuestos a la casualidad.
El libro presenta influencias vernianas (es seguro que Aragón había leído Veinte mil leguas de viaje submarino; en otra ocasión cita al capitán Nemo), mas también toca un tema caro al escritor, el de las civilizaciones perdidas. Como siempre la aventura predomina sobre la ciencia y, como es también habitual, hay protagonistas españoles. Su argumento comienza con unos extraños sucesos que acaecen en las proximidades de las islas Canarias. La comisión de investigación es capturada y conducida a una Atlántida sumergida que está gobernada por un científico loco, antiguo comandante alemán de submarinos.
Se parece un tanto al mentado capitán Nemo, aunque es un tirano descrito sin ninguno de los rasgos simpáticos de aquél. Ha helenizado su nombre germano, Racher, a Poinator, es decir, Vengador, y vive, como el personaje de Verne, del odio que profesa a Inglaterra y al cual lo sacrifica todo. También aparecen personajes reales, como el ministro británico Lord Kitchener, a quien Poinator ha hecho prisionero. Lord Kitchener, desapareció en el mar con el crucero Hampshire cuando se dirigía a Rusia para mantener unas conversaciones diplomáticas, aunque Aragón cuenta que se disponía a atacar Hamburgo. Y esto me da pie para hacer dos puntualizaciones: Una es que nuestro autor nunca vacila en alterar una circunstancia histórica si con ello entiende que gana en interés la aventura. La otra es que este dato concreto (y alguno más) lo he tomado de la tesis de Carlos Sáiz Cidoncha a la que ya hice referencia en el artículo anterior; vuelvo a elogiar sus resúmenes y comentarios de argumentos.
En la novela la acción se interrumpe para dar paso a otra historia, la narración de cómo ocurrió la destrucción de Atlántida. El sabio Eleandro, humillado por el rey Tamar, que le ha arrebatado a su esposa y a su hija, la destruye encolerizado con bombas de uranio. Y de nuevo se presentan al lector personajes reales, pues Eleandro se ha aliado con el faraón Ramsés I. El intento de Poinator de acabar con las islas británicas lo abortan los españoles, aunque la Atlántida sufre su segunda y definitiva destrucción en el empeño. Es una de las novelas de Aragón más cercana a la ciencia ficción.
El otro volumen se titula Cuarenta mil kilómetros a bordo del aeroplano "Fantasma" aunque es posible que su título original fuera Cuarenta mil Kilómetros a bordo de "El Fantasma", introduciéndose la palabra "aeroplano" para evitar equívocos, pero traicionando la primera idea del autor, pues la aeronave no se llamaba "Fantasma", sino "El Fantasma", como se leía en letras blancas sobre el fondo negro de su fuselaje. Es una novela larga y en su encabezamiento se escribe ya el nombre de otra colección, el de Biblioteca de aventuras y viajes.
Tampoco es ajena a Verne, concretamente a La vuelta al mundo en ochenta días por lo que a la idea principal se refiere, pues el protagonista también da la vuelta al mundo, aunque ahora volando según un meridiano, y a Cinco semanas en globo por lo que a viajar por el aire respecta, novela esta a la que se asemeja en algún episodio ("El Fantasma" echaba el ancla, por ejemplo). Y Aragón no permite que su protagonista español sea menos que el inglés de Verne: si Phileas Fogg regresa a Londres con una princesa india, el conde de los Alpes vuelve a Madrid con una china; si el inglés rinde viaje victorioso en el Reform Club londinense, el español lo hace triunfador en el Casino de la Gran Peña madrileño. Entiendo que se prestaría igual de bien a una serie de dibujos animados en televisión, a una aventura por episodio.
La idea de realizar un viaje alrededor del mundo no era tan frecuente como se pueda pensar, pero hacerlo siguiendo un meridiano tuvo que resultar francamente original; conozco una obra francesa anterior que narra un viaje del polo ártico al antártico, pero pasando por el centro de la tierra. La ruta de Aragón le permite describir territorios incógnitos, empezando por los polos, tan de moda entonces, encontrarse con pueblos extraños y narrar aventuras inusitadas y trepidantes.
Augusto de Valdemar, conde de los Alpes, es un aristócrata español que viene de escalar el primero el Everest (una hazaña que más de un novelista de entonces atribuyó a sus protagonistas), tan universal como castizo, concierta una apuesta con un extraño personaje: dar la vuelta al mundo con su aeroplano siguiendo la ruta Roma-Polo Sur-Polo Norte-Roma. En las sucesivas tomas de tierra se enfrenta a toda clase de bandidos, salvajes y piratas (que tienen acorazados), salvándose de morir de diversos modos (incluso de ser comido por antropófagos) por verdadera casualidad; en buena lógica, los héroes de Aragón tendrían que sucumbir siempre en los primeros capítulos y de un modo atroz, pero el conde gana la apuesta, claro está.
El autor no siente la preocupación escrupulosa de Verne ni la obsesiva de El Coronel Ignotus por los detalles científicos. Cuando aparece en una de sus novelas un ingenio desconocido en su tiempo, no proporciona ninguna referencia sobre su plausibilidad. Para establecer diálogos fluidos y rápidos, que no entorpezcan la acción sino que la acompañen, todos sus personajes parecen expresarse en castellano sin problemas... por otra parte, como hoy les ocurre a los americanos con el inglés en películas y series de TV.
Tampoco se preocupa en exceso por los detalles geográficos ni por los históricos, si ello redunda en beneficio de la aventura. En Cuarenta mil kilómetros a bordo del aeroplano "Fantasma" no duda en prolongar la guerra de 1898 entre España y los Estados Unidos ni en hacer perdurar en el tiempo la existencia del imperio chino. Cuando, además, en la tercera edición se actualizó la novela, haciendo pasar la acción de 1919 a 1930, estas licencias históricas se desproporcionaron (dato también reseñado por Carlos Sáiz Cidoncha).
Entre los personajes hay uno hacia el cual el lector no puede por menos de sentir simpatía. Es la "María Dolores de costumbres suaves, amante de la virtud y de las causas nobles". Si se considera que la esposa de don Jesús se llamaba María Dolores, bien se puede pensar que el autor se recrea en esta figura rindiendo un homenaje a su mujer.
Estas dos novelas entiendo que tuvieron una buena acogida, como lo prueba el hecho de que pronto se reeditasen, pero Aragón no lo interpretó así. En la nota que he reproducido en parte dice también: "Tuvieron más éxito en el extranjero que en España, debido tal vez a la poca propaganda que se hizo de ellas". Es probable que lo escribiera para impulsar a su nueva editorial a darle mayor publicidad o para justificar que no vendiera más. Desde luego, siempre deseó que se le hiciera más propaganda; para cada una de sus novelas diseñó una campaña de publicidad que nunca se llevó a cabo.
Y el éxito en el extranjero fue relativo: el Sr. Varna nunca le pagó los derechos de la traducción al húngaro y Aragón lo tomó bastante a mal. Le gustaba escribir, ciertamente, pero lo hacía por dinero, como una ocupación rentable más. Era muy trabajador y de una cultura muy amplia, leía mucho y toda clase de lecturas, desde una revista científica hasta Walter Scott, y existe una anécdota curiosa al respecto: para cobrar los derechos de una publicación en Sudamérica aceptó como pago la suscripción por varios años a dos revistas argentinas.
"Años después cesó el editor en su negocio y yo me dediqué a escribir exclusivamente para el extranjero. De este modo publiqué Los piratas del aire, Una extraña aventura de amor en la luna, Lola, alguna de las cuales ha llegado a alcanzar ediciones de hasta cien mil ejemplares". La cifra parece inverosímil, pero tiene su explicación. Una extraña aventura de amor en la luna, que es de la que tengo referencia precisa, se publicó por entregas en el diario Le Telegramme, que podía tirar efectivamente cien mil ejemplares. Y el negocio del que se retiró Sanz Calleja fue el de publicar una colección que compitiese con la Biblioteca novelesco-científica, que en manos de Ignotus y Rivadeneyra marchaba viento en popa.
Cuatro años más tarde, en 1928, Aragón llegó a un acuerdo con la editorial Juventud que, desde 1925 venía publicando una colección llamada Aventura, y le vendió Los piratas del aire, que la editorial puso en el mercado en el mes de marzo de 1929 con el nº 217 de la citada colección, con formato de 14 x 21'5 cm., las 160 páginas habituales y el precio de rigor de 2 pesetas; la cubierta fue de Longoría, un portadista que trabajó mucho para Juventud en aquellos tiempos. Tenía ésta su casa central en Barcelona, en la calle Provenza nº 216, y con lo que podríamos llamar una subsede en Aribau 107 y 109.
El libro está firmado por Jesús de Aragón, añadiendo "Capitán Sirius"; siempre apareció así por lo que no lo mencionaré en adelante. Tampoco diré nada del formato ni el precio, porque igualmente se mantuvieron siempre en los 14 x 21'5 cm. y las 2 pta., y advertiré tan sólo del número de páginas y del portadista cuando no sean 160 y Longoría.
Su acción se desenvuelve en la India. Un maharajá levanta la bandera revolucionaria de la liberación de los opresores ingleses y construye una fortaleza de acero en el Himalaya como base de su ejército; además rapta doncellas de la alta sociedad británica y esto, a la larga, va a resultar su perdición, porque, cuando secuestra a la hija del gobernador de Bombay, llega su prometido y cambia el signo de la lucha. El chico venía a escalar el Everest y desde allí, aprovechando el menor espesor y menor densidad de la atmósfera, escrutar los planetas de Sirio, pero cambia de planes y se enfrenta al raptor. Es capturado, prefiere morir y dejar morir a su amada antes que traicionar a su país, es liberado en el último momento y termina aterrizando con su avión en la cima del Everest, dando muerte al maharajá rebelde y desposándose con su prometida.
Aragón es un escritor que siente más interés por la aventura que pasión por la ciencia; la escalada al Everest y la posibilidad de distinguir los planetas de Sirio podían ser temas de moda, pero él va de otra movida. Los episodios tremebundos se suceden unos a otros y, por ejemplo, asistimos al intento de enterrar vivo, en animación suspendida, a un hermano de la chica para que, cuando se recupere en el futuro, cuente a las generaciones venideras las gestas de la liberación. A continuación, fracasado el empeño, "un ser imprecisable" se pasea llevando a cuestas el ataúd de plomo en que iba a ser sepultado el muchacho, para terminar muriendo en el Himalaya y descubrirse que se trata de un gorila. Otro ser extraño, al modo de un pterodáctilo, resulta ser una especie de autogiro camuflado con que el indio asusta a los nativos...
En la carpeta correspondiente a esta obra, Juventud conserva la portada original de Longoría, el resumen del argumento escrito por el autor para el portadista, la nota "Biografía y bibliografía de Jesús de Aragón", reclamos publicitarios breves que sí se publicaron, notas de prensa remitidas a los diarios y el control de cuáles y cuándo las recogieron. Antonio González -gracias- me ha facilitado fotocopias y es un material valioso.
En la nota redactada en tercera persona por el escritor, para que se incluyese en la novela y que la editorial no llegó a publicar, se escribe:
Las novelas de Aragón se leen con deleite en todas las épocas de la vida; de jóvenes para aprender multitud de curiosos datos sobre los ciencias geográficas que constituyen los principales fundamentos de una cultura sólida para poder desempeñar un buen papel en la sociedad moderna, tan exigente para la educación de los jóvenes; después para participar de la agitada vida de sus héroes y recorrer con ellos los países más curiosos e ignorados del mundo.
Y más adelante:
Hoy se encuentra en el período de más actividad de su vida; por la mañana presta sus servicios en una importante empresa madrileña, durante la tarde se dedica a la enseñanza en una institución americana donde realizó sus estudios de ingeniería y por la noche en sus primeras horas es cuando se dedica a sus tareas literarias y científicas; entonces idea sus novelas, escribe artículos paro algunas revistas extranjeras y se ocupa en la redacción de libros de ciencia destinados a servir de texto a los alumnos de aquella institución esparcidos por todos los países de habla castellana. [Es cierto, por aquel entonces redactó unos apuntes para el Centro Internacional de Enseñanza].
Eran frecuentes en la colección Aventura las novelas de viajes, como puede constatarse con sólo repasar las listas de títulos de Gonzalo de Reparaz o Enrique Tusquets. Y el conde de los Alpes había dejado algunas expediciones pendientes al final de Cuarenta mil kilómetros a bordo del aeroplano "Fantasma" la primera de ellas a la luna (aunque no quedara del todo claro si se trataba de la de miel o de nuestro satélite). Además, estaba también pendiente la reedición del Viaje al fondo del océano. Así que ligó ambos temas.
En Una extraña aventura de amor en la luna el escritor abandona por primera y única vez la tierra y produce una verdadera obra de ciencia ficción. Fue editada igualmente por juventud, con el nº 218 de Aventura, en julio de 1929, y con las características de costumbre. Bajo la firma del portadista aparece la fecha, XVIII, lo que nos permite conocer que la novela se entregó en 1928. Que no llegara a las 160 páginas de texto, permitió la inclusión de la nota biográfica y bibliográfica del autor a que ya he hecho referencia.
En esta Una extraña aventura de amor en la luna se dan todos los elementos de la space opera, batallas en las que entran en juego armas futuristas, monstruos horribles por doquier y bellas princesas selenitas que a más de uno le harán pensar no en Julio Verne, sino en el Edgar Rice Burroughs de Una princesa de Marte, la gran epopeya de la época -y de siempre-, entre las que se desarrollan más allá de la Tierra.
... ahora y en la hora en que mi voz justa te busca en esa torre donde mi eco te nombra, Deiah Thoris.
escribió Óscar Hurtado de la princesa amada bajo dos lunas, de la mujer de la que John Carter se enamoró furiosa y desesperadamente, de aquella mujer de otro mundo y de otra especie que había salido de un huevo y que podría vivir mil años, pero las no menos hermosas princesas selenitas de Jesús de Aragón no tienen quien las cante. En sus novelas aparecen siempre personajes femeninos relevantes y es muy frecuente que sean princesas.
Empezando por el citado Verne, todo el que viaja y viaja, cada vez más lejos y a paisajes menos conocidos, bien puede terminar por viajar a los absolutamente desconocidos, esto es, más allá de los confines terrestres. Aragón no resistió la tentación y, después de ir hasta el fondo del océano, se fue hasta la luna. Si la narración del Viaje al fondo del océano la hacía en primera persona un policía español que quería ascender para casarse y ganar un sueldo que le permitiera alimentar a su esposa con la mayor cantidad posible de solomillos de ternera (ésa era la debilidad confesada de la chica), aquí la cuenta, igualmente en primera persona, el astrónomo francés Camilo Flammarión, que se había hecho famoso en España por la publicación de obras como La pluralidad de mundos habitados, que tanto dio que escribir sobre si la hipótesis era verosímil o no y tanto o más sobre si contradecía o no el dogma católico.
Del hecho de la publicación por parte de Juventud de tres obras de Aragón en el lapso de cuatro meses parece deducirse que ya estaban escritas y así era, al menos para las dos primeras, Los piratas del aire y Una extraña aventura de amor en la luna. En la edición francesa de ésta el jefe de la expedición no era Camilo Flammarión, sino el mismo personaje con otro nombre que, curiosamente tiene las mismas iniciales: C.F. Aragón debió pensar que el nombre oportuno para España no lo era para Francia y viceversa.
La acción de la novela es la predecible. Siguiendo el resumen argumental del propio autor, un día, mirando la luna, le dice Flammarión a un periodista: "Fíjese bien en aquella mancha, allí ha quedado insepulto el cadáver de uno de los primeros hombres que visitaron conmigo la luna". Y, claro, tiene que contar ya toda la historia (porque la Academia de Ciencias no ha querido creerle, como le pasó a Marco Polo cuando regresó de la China). Invitados por una desconocida Sociedad de Viajes Interplanetarios, varios sabios, con profusión de españoles, embarcan en una nave con destino a la luna. Allí conocen que nuestro satélite es una parte desprendida de la tierra, desde la península de Yucatán y el golfo de Méjico hasta la Atlántida, con pobladores mayas y atlantes enfrentados.
Los terrestres luchan a favor del Pueblo Radiante, son capturados y condenados a ser sepultados vivos en unas simas que llegan hasta el centro de la luna, pero los salva la hija del rey enemigo, una hermosísima princesa enamorada del protagonista. Tras otras muchas peripecias regresan a la tierra y destruyen la nave espacial, como se habían comprometido a hacer; la princesa rechaza casarse con Flammarión y salvarse, muriendo a manos de su padre por traidora.
Un resumen más al gusto de hoy diría que hay un sabio perverso en la luna, de nombre Tlacacolotolt, que es quien ha inventado la nave espacial y la ha hecho llegar a los terrestres para que éstos se desplacen a la luna y allí utilizar sus conocimientos y sus armas para apoderarse de todo el satélite, primero, y del planeta madre. después (no se entiende bien cómo un inventor tan extraordinario necesita la ayuda de seres menos capaces).
El libro incluye un mapa de la luna donde se señala el camino de la expedición, pero nada se explica sobre la nave ni otras cuestiones científicas, y por lo que a distorsiones temporales se refiere, se presentan dinosaurios contemporáneos de los hombres. Para describir un enfrentamiento entre humanos y estos tremendos animales, hoy se recurre a la manipulación genética, como en Parque jurásico; Aragón lo hace sin más. La luna está agotada, sin recursos de alimentos ni atmósfera, porque sus habitantes se han multiplicado por encima de sus posibilidades y la han consumido; por eso han de vivir bajo tierra y no sabemos nada de ellos.
Para éstas sus dos primeras novelas en Juventud, Aragón diseñó una detallada campaña de publicidad que sólo se desarrolló en una pequeña parte. Explica cómo hay que entender los anuncios de diarios: "debe tenerse en cuenta que es preferible el anuncio repetido varias veces en un solo diario de gran circulación, a insertarlo en un gran número de periódicos en un solo día", etc., proponiendo modelos de anuncios informativos y recordativos.
Para Los piratas del aire propone: "Todo el que aspire a penetrar en las maravillosas costumbres indias debe comprar esta novela", "ninguno de los que sientan afición por las novelas de viajes y por las bellas descripciones orientales debe dejar de leer esta obra" o "¿para qué buscar en el extranjero las glorias literarias que existen en nuestro país? Si quiere Ud. leer una de las más interesantes novelas de aventuras y viajes que ha producido la literatura moderna, compre..." y para Una extraña aventura de amor en la luna: "Una de las más interesantes ficciones para la problemática vida en nuestro misterioso satélite la encontrará Ud. desarrollada en...", "junto a la interesante trama novelesca Jesús de Aragón desarrolla un acabado estudio de la topografía lunar" o "a la insuperable maestría de su ameno relato une el interés de su admirable trama, que hace que esta novela sea leída hasta el fin con el mayor deleite".
Se detallan también anuncios para la radio, que el autor propone cortos y repetidos, por ejemplo: "La luna, ese astro misterioso que alumbra los idilios de los enamorados, no es el satélite muerto que siempre se ha creído. Si quiere Ud. conocer los misterios de su poético suelo, compre..." y hasta anuncios para el cinematógrafo, diciendo Aragón que "un anuncio en la pantalla lo considero un grano sembrado en el mejor terreno" y presentando un modelo con dibujo y texto.
Poco después, en septiembre de ese mismo año, Juventud da a la imprenta La ciudad sepultada, nº 220 de Aventura, con sólo 144 páginas. Reproduzco la nota que la editorial remitió a la prensa:
De Jesús de Aragón, el afortunado autor de obras muy conocidas por los lectores de aventuras fantásticas, es la magnífica narración, llena de interés, originalidad y emoción que se encierra en las páginas de La ciudad sepultada. El argumento de la notabilísima novela se basa en la incontable serie de contrariedades, sorpresas, vicisitudes y alternativas que sufre un simpático ingeniero español que va en pos de fortuna a la esplendente América. En ella se encuentra con una valerosa y linda muchacha descendiente de los incas, que lo induce a la búsqueda, en su compañía, de un maravilloso talismán, la "Estrella Azul", valiosísima alhaja perteneciente a las más altas jerarquías de aquella raza extinta [...] Descienden al cráter de un volcán por galerías accidentadas y abruptas; son aclamados como dioses por los habitantes de un pueblo extraño que no conoce la luz maravillosa del astro-rey, al que adoran por tradición, y son objeto de los más inesperados acatamientos y de las más terribles asechanzas.
Juventud controlaba minuciosamente lo que sucedía con estos resúmenes argumentales que remitía a diarios y revistas; unos los publicaban sin más y otros lo hacían bajo un epígrafe que hoy sería el de "publicidad" o "remitido" y entonces era el de "gacetilla suplicada". La editorial mandaba estas notas con una carta que decía: "Tenemos el gusto de enviarles adjunto un ejemplar de la obra que más abajo se cita. Rogamos nos acusen recibo y nos envíen en su día dos números de su publicación para la comprobación de la crítica inserta". Pensando con lógica que no todas las publicaciones enviarían esos dos ejemplares, tenía contratado con la oficina de publicaciones Pedro Torres que recogiesen los correspondientes recortes de prensa, que se archivaban ordenadamente, como espero que se distinga en las ilustraciones. [Nota de Términus: Las ilustraciones referidas (fotocopias de recortes de prensa) no se reproducen.]
Un año después, con el nº 235 de Aventura, se publicó El continente aéreo, fechado en agosto de 1929 y con una cubierta vistosa (aunque el dirigible que representa no se parece en nada al que describe el autor); tiene un 40 por ciento de texto más que la novela anterior, por lo que presenta una composición muy apretada. Ya he dicho que el libro está dedicado, concretamente a D. Rafael Álvarez Sereix, Ingeniero Geógrafo, ex-Director del Instituto Geográfico y Presidente de Honor de la Real Sociedad Geográfica, persona a quien el autor se muestra agradecido y hace responsable de haber empezado a escribir, por el ánimo que le ha dado. Cuenta que el editor le invitó a ejecutar una labor literaria que define como la novela de las divulgaciones geográficas y científicas, lo que abona que las primeras obras de Aragón fueron un proyecto de continuar la Biblioteca novelesco-científica de El Coronel Ignotus y no una afortunada coincidencia.
Efectivamente, el campo de las novelas de Aragón es el de las divulgaciones, más geográficas que científicas, pero sólo el campo. A nuestro Capitán Sirius no se le puede encuadrar entre los autores que pretendían "instruir deleitando", cosa que sí hay que hacer con El Coronel Ignotus. Aragón disfruta contándonos las peripecias de sus personajes en primer lugar y describiendo lugares en segundo.
El planteamiento de El continente aéreo vuelve a ser verniano, con reminiscencias de La isla de hélice, con la variante de que aquí la isla no es flotante sino voladora. El escritor cuida a quienes lo publican, pues los protagonistas de la novela son cuatro periodistas que han sido contratados para dar la vuelta al mundo y narrar luego el viaje por la "importante sociedad Editorial Juventud" y por la "Pesti Hirlap Könyvek" de Budapest (ya he dicho que Aragón era traducido al húngaro). Los cuatro periodistas tenían cuatro nacionalidades distintas pero tres tocaban el violín y el otro cantaba.
Una noche, cuatro años después de haber salido de Barcelona volando de Washington a Nueva York, se ven obligados a toma tierra en un bosque en el que encuentran a cuatro chicas bañándose en un estanque donde, además, una de ellas está tocando el violín. No están en tierra firme, sino en un bosque plantado sobre la superficie de un inmenso dirigible sobre la que también se he construido una ciudad. El navío aéreo lo han fletado unos multimillonarios americanos que realizan en él un viaje de placer.
Se describen paisajes de la Martinica, el Amazonas, el Nilo y otros lugares de América y África, con aventuras en las que los periodistas quedan bien con las bañistas, pero el culebrón tiene por enredo principal que el periodista ruso es un príncipe exilado tras la Revolución al que un criado le ha arrebatado su fortuna y su nombre. Este criado es ahora el administrador del navío y una de las bañistas su hija, que... sí, que también le ha arrebatado al aristócrata. Termina bien y un detalle científico a destacar es la predicción del aprovechamiento de la energía solar en las alturas, como hoy sucede con los satélites artificiales.
Llegamos a 1931, año en que la colección Algo, de Barcelona (Diputación 211), reedita La ciudad sepultada en formato de bolsillo. Juventud había iniciado una nueva época en Aventura, con una nueva numeración, y con el nº 60 publica La sombra blanca de Casarás, en el mes de marzo. Es una novela de fantasmas y aparecidos, casi una novela gótica, en la que el autor abandona las grandes aventuras y los escenarios salvajes en que venía complaciéndose para recrearse en una historia sencilla, en una leyenda de la tierra que le vio nacer, la vertiente septentrional de la sierra de Guadarrama. Quien narra en primera persona (se trata de un estilo frecuente en Aragón) es Gabriel, en quien resulta fácil reconocer al propio escritor, pues su padre es el director de la fábrica de madera, su esposa se llama Lola, tiene cuatro hijos, etc. Antonio González está escribiendo un documentado prólogo para su reedición en juventud, Universal, y a él remito a los posibles interesados. (Como los dos hemos manejado los mismos papeles y hablado con las mismas personas, vamos a coincidir mucho en lo que toquemos en común). Para muchos es la mejor novela del escritor.
En noviembre, con el nº 64, se publica 40.000 kilómetros a bordo del aeroplano "Fantasma" (ahora con cifras en vez de letras), otra vez con composición muy apretada, aunque recoge tan sólo los 33 primeros capítulos, de un total de 51, de la obra original del mismo título, la parte que cubre el itinerario de Madrid y Roma al Polo Sur. La cubierta ya no es de Longoría, sino de Julián, de un estilo bien diferente:
Ninguna de las novelas de viajes publicadas actualmente ofrecen una visión tan clara e interesante de los distintos países y razas que componen la fisonomía del planeta, como ésta de Jesús de Aragón, el autor considerado por la crítica como el más acertado continuador de Julio Verne [...] Pero el verdadero propulsor de la expedición, una especie de capitán Nemo [...] desvía la expedición de su verdadero objeto y la conduce hábilmente hasta las fronteras de la misteriosa Antártida, el pueblo olvidado en los confines del Mar del Sur, que lejos del trato de las demás naciones y razas, desarrolló desde muy antiguo una civilización pujante, de donde en un pasado remoto salieron a conquistar el llamado Nuevo Mundo los verdaderos creadores de las distintas civilizaciones de América.
Quedaban 18 capítulos para más de medio viaje. Aragón escribió 7 más, añadiendo al principio una aventura de esta civilización Antártida, y compuso De noche sobre la ciudad prohibida, que siguió a la anterior con el nº 65 de la colección, fechada ya en febrero de 1932 (cubierta sin firma y que no parece del estilo de los portadistas anteriores). "...pone una vez más de manifiesto los extensos conocimientos científicos de su autor, a quien pudiéramos llamar con justicia el Julio Verne español [...] El salvamento de la princesita china Li-u, su origen y los mil detalles de su vida azarosa y dramática, constituyen por sí solos una verdadera novela de amor. Igual puede decirse de la existencia de Vahiou, la princesa de la fabulosa "Antártida", la ignota y, en cierto modo, mitológica nación polinésica, enraizada, según la leyenda, en las tierras glaciares". El título de la novela lo toma de la ciudad prohibida de los emperadores de China.
Ya en la primeras novelas de Aragón en Juventud se decía de él que se le calificaba como el Julio Verne español. Al autor le gustaba este apelativo y lo fue mencionando cada vez más en las gacetillas que él mismo redactaba, hasta llegar a sustituir su nombre por el calificativo: "Nueva novela del Julio Verne español", etc. Leyendo los resúmenes argumentales habría que aceptarlo sin más, pero hay que decir también que la viveza de sus descripciones, la sobriedad de sus diálogos, puestas siempre unas y otras al servicio de la acción, distan del estilo verniano y se aproximan más al de Emilio Salgari. Un argumento diseñado por el francés y desarrollado por el italiano podría quizá sintetizar lo que son las novelas de Aragón.
Las portadas de estos dos últimos títulos son muy distintas de la primera de Max Ramos y también entre sí. La de Sanz Calleja de 1924 representaba el avión como un biplano, éstas como un monoplano, lo que resulta explicable porque seguían la evolución de los aparatos aéreos y el autor describe largamente su ingenio volador, mas sin puntualizar nunca el número de sus alas.
Cuando las obras se volvieron a publicar, en la edición económica de La novela azul (una peseta y páginas literarias y pasatiempos con premios), la cubierta de la primera y las ilustraciones interiores de ambas fueron de J. Viñals o Vinyals, que con las dos ortografías firmó, y en Cuarenta mil kilómetros a bordo del aeroplano "Fantasma" (nº 23, 5 octubre 1935) lo representa como un dirigible, lo que tampoco resulta demasiado extraño porque la descripción que hace Aragón de su interior se compadece mejor con la propia de este ingenio. Ya es más llamativo que las ilustraciones interiores lo dibujen alternativamente como un avión y como un dirigible.
La cubierta de De noche sobre la ciudad prohibida (nº 40, 20 junio 1936) reproduce la anterior de la colección Aventura; en ninguna de ellas se dibuja un avión con el fuselaje negro y las letras de "El Fantasma" en blanco, como tendría que ser. Las recientes reediciones de la colección Universal utilizan las portadas de Aventura y su texto, es decir, con la acción situada en 1919 y no en 1930.
La colección Aventura está perdiendo su periodicidad mensual, sus títulos se van espaciando y el nº 66 no se edita hasta enero de 1933. Se llama La destrucción de Atlántida, tiene 164 páginas (no hubo manera de apretar el texto hasta hacerlo caber en las 160 de rigor, por lo que se añadieron cuatro páginas pegadas a los cinco cuadernillos de 32) y la cubierta es ahora del prolífico y polifacético Bocquet. Aunque la propaganda no lo diga es simplemente Un viaje al fondo del océano, con otro título.
Esta publicidad incide una vez más sobre los méritos del autor y sus conocimientos científicos: "Jesús de Aragón trasplanta a los actuales tiempos el emporio de civilización del legendario continente atlante y relaciona su existencia submarina con hechos recientes y cuestiones palpitantes, dando a la fantástica narración tal aspecto de posibilidad y de verismo que el ánimo más refractario al entusiasmo se enardece y aviva, hasta llegar al máximo grado de interés [...] Refleja el mundo viviente de las profundidades marinas, es un tratado de ictiología al alcance de todos; una reseña, matizada con la diversidad de sus propios aspectos, de la flora y la fauna prodigiosas que encierran los abismos del océano". Aragón estudiaba esta flora y esta fauna en la medida de lo posible y, ciertamente, se esfuerza por describirlas científicamente.
La revista Anticipación, de Santos y Vigil, reprodujo en su último número una parte de esta novela, la correspondiente a la destrucción de la Atlántida, concretamente los capítulos XXII, XXIII y XXIV, más el principio del XXV, numerándolos del 1 al 4. Quien redactó el prólogo se nota que había leído varias obras del autor y dice así: "La mayoría de sus novelas obedece al mismo canon que las del gran autor francés, al mezclar en idéntica proporción los escenarios exóticos con las aventuras más o menos científicas. Y así, muchas de ellas rozan o entran incluso de lleno en lo que hoy llamamos fantasía científica."
Bien se puede decir que aquí termina la producción fantástica de nuestro hombre.
Una extraña aventura de amor en la luna y Un viaje al fondo del océano / La destrucción de Atlántida son ciencia ficción; Cuarenta mil kilómetros a bordo del aeroplano "Fantasma", De noche sobre la ciudad prohibida y El continente aéreo serían "borderlines" del género; Los piratas del aire y La ciudad sepultada, obras de aventuras exóticas, y La sombra blanca de Casarás, una novela gótica. Lo que sigue es diferente.
La colección Aventura fue espaciando cada vez más sus títulos, de modo que los números 67 y 68 no se editaron hasta julio y noviembre de 1933. Son Los caballeros de la montaña y su continuación, El demonio del Cáucaso, y están impresos a una sola columna por página, con unas cubiertas que no sé de quién es la primera y la segunda de Faber. Su argumento entrelaza las aventuras de dos niñas fugitivas del asedio que sufre una población caucasiana con la búsqueda del raro "tulipán dorado" por parte de unos holandeses, relatado en el estilo del autor, con múltiples peripecias y descripciones de muchos países y de las costumbres de sus pobladores.
Tengo una fotocopia bastante borrosa de lo que dice La Vanguardia del 20 de marzo de 1934 sobre El demonio del Cáucaso. Al final leo: "és la novel.la que tothom llegeix de present o d'amagat. Edició econòmica. 2 Pesetes. Compreu-la avui mateix". Como este periódico hacía en castellano la reseña de los libros escritos en esta lengua, me temo que sea una breve inserción publicitaria de otra obra, pero los castellano parlantes tenemos tan pocas oportunidades de escribir en catalán -la recíproca es todo lo contrario- que me agarro a un clavo ardiendo.
Y hablando de una curiosidad de verdad, dispongo de otra fotocopia con la única crítica no encomiástica que he leído de Aragón:
The adventures which befall the pursues through three-fourths of the book are interesting for their very preposterous imaginativeness -such as the "Burning Cake" and the "Subterranean Passage"- and almost make a travel book, for the tremendous mileage covered and absorbing descriptions of places and people, not too well known to tourist who "do" the Mediterranean. The plot is too complicated, however, and difficult to follow. Golden tulips are somehow mixed up with Circassian princesses and the ridicolous cause of Circassian "independence", while the "Demon of the Caucasus" proves, in the last chapter filled with rescues in the "nick of time", to be a Dutch professor named Van Westerbrock. But the author spins an interesting yarn, and many things can be forgiven.
Sydney Oppenheim, New York.
Es un fragmento de la reseña aparecida en el numero de octubre de 1934 del Books Award de la University of Oklahoma Press, en Norman, Oklahoma.
Los números 70 y 71, mayo y julio de 1934, fueron Los cuatro mosqueteros del zar y Crepúsculo en la noche roja, cubiertas la primera otra vez de Longoría y la segunda sin firma, y número de páginas reducido a 144 en una y 128 en otra, aunque ésta de letra menuda y apretada. Están estructuradas de un modo distinto al habitual, a la manera de relatos cortos enlazados entre sí. La primera "es un relato fiel de las épicas hazañas de aquellos paladines del zarismo, que intentaron un último y desesperado esfuerzo por salvar a los zares de su horrible muerte y detener a su patria de lo que ellos consideraban el derrumbamiento." En la segunda, que le sigue, "los cuatro mosqueteros del zar son otros tantos oficiales del ejército que se juegan a cada instante la vida por librar de la prisión y de la muerte a la familia imperial."
Y don Jesús dejó de escribir ficción. La colección decaía y pagaba poco, y su trabajo profesional era mucho, lo que justifica la decisión tomada. Su familia me dice que no fueron otras las causas, pero entiendo que pudo haber algo más. Estas novelas son dos libros tristes que me hacen preguntarme si el escritor no estaría afectado por su percepción por la situación de España en aquella época (era de ideas muy conservadoras). Las últimas líneas de ficción del Capitán Sirius fueron: "únicamente el día en que la Humanidad, cansada de delirios, reconozca que no hay sociedad posible sino con el amor y la caridad que emana de la Cruz, y que hace a todos los hombres iguales en el sacrificio y en el amor al prójimo, entonces será cuando empiece a alborear una nueva aurora de amor y de felicidad para el mundo". Ya no es el autor de aventuras y de novelas de divulgación.
Jesús de Aragón fue un gran escritor que, de haber escrito en francés o en inglés, hoy figuraría en los libros que recogen la historia del género. Ya que Antonio González reproduce estas palabras mías, reproduciré yo otras suyas, de carácter más general pero que me parecen muy interesantes. Se refiere a los autores españoles de los años 20 y 30 que cultivaron el género llamado peyorativamente popular: "Prácticamente ningún diccionario de autores recoge sus nombres y sólo contados estudiosos hacen referencia a su paso por las letras españolas, cuando en su inmensa mayoría fueron autores cuyas ventas harían hoy día palidecer de envidia a más de un autor de los considerados consagrados y elevado al olimpo de los elegidos".
Y Ángel Dotor, en el artículo "El Julio Verne español" a que ya me he referido empieza diciendo:
No es raro encontrar, en determinados países o sectores de público, un concepto peyorativo acerca de las novelas de aventuras, subgénero que cautiva, en cambio, a otras masas lectoras. Por lo general, existe confusionismo al respecto, ya que no ha venido en señalarse la diferenciación entre modalidades que aspiran a finalidad distinta y ofrecen peculiares características de inspiración y factura. Puede decirse que asistimos al renacimiento de esa modalidad de referencia, la cual, contando con precursores a genios famosos -desde De Foe y Dumas hasta Verne, Mayne, Reid y Wells, por citar algunos- es ahora cuando ofrécese plena de interés, relieve artístico y eficiencia cultural, como resultado de la perfección asequible a sus cultores, tanto mediante aportaciones precedentes cuanto por las facilidades que suponen las nuevas conquistas especulativas. La novela de aventuras y viajes, en el que llamaríamos su grado integral, o sea aquél que no polariza el desarrollo en ninguno de los aspectos que cabe señalar en la misma -el policíaco, el utópico, el geográfico, el científico, el histórico, etc.-, sino que comprende de elementos de todos, tiene brillante porvenir, cabiendo vaticinarle dilatada supervivencia, pese al "finis narratio ficta" lanzado por teorizantes sectarios. Reconocésele capacidad cultural, poder de eclecticismo estético y hasta constituir marco dentro del que pueden manifestarse dispares credos ideológicos y estéticos. España, que si no contó figuras cimeras de proceridad universal en este orden, tampoco careció de algunas que -como Fernández y González, Ortega y Frías, etc.- crearan modalidad autóctona muy estimable del mismo, no podía sustraerse al influjo general de los gustos de la época, y así vemos cómo manifiesta su aportación presente al cultivo de la novela de aventuras. En la actualidad hay un escritor, etc.
Queden estos párrafos como muestra de cómo podía verse a Jesús de Aragón y su obra en su tiempo.

NOTA
En el artículo anterior escribí que El Coronel Ignotus respiraba escocido por "la victoria de la Entente en la guerra del catorce, cuando él claramente había tomado partido por alemanes e italianos", debiendo haberme quedado en sólo los alemanes o incluir a los austríacos. Ya lo siento, tanto más cuanto que venía de comentar correctamente El final de la guerra, donde la situación es explícita, y porque sé lo que quería decir. Gracias a quienes me lo han hecho ver y me permiten rectificarlo: el 23 de mayo de 1915, la hasta entonces neutral Italia declaró la guerra a sus ex aliados de la Tríplice, Alemania y Austria-Hungría, y se sumó a la Entente.