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CONTENIDO LITERAL
("Castillo de Lord Valentine [el]", comentario de Mónica N. Nicastro. Derechos de autor 1984, Mónica N. Nicastro)
Esta, la primera obra de Silverberg después de una pausa de cuatro años, era esperada con cierta ansiedad. Recibió muy buenas críticas en Norteamérica, pero llama la atención que las citas reproducidas en la contratapa de la cubierta correspondan a reseñas literarias "convencionales" y no especializadas en CF (o fantasía). Y es que se trata de una obra de "transición" entre nuestro género favorito y "lo demás". Es entretenida, divertida, tiene buen ritmo y es fluida, pero le falta esa garra, esa fuerza, esa especie de catarsis de las pasiones oscuras y de las situaciones extremas que acostumbramos a pedirle a las obras de CF, y en particular a autores consumados como Silverberg. Podría en este sentido clasificarse como fantasía, pero Silverberg introduce justificativos científicos: se trata de un planeta gigante de gravedad tipo Tierra, que fuera colonizado por humanos hace 14.000 años; muchos de los conocimientos se perdieron y se conservan sus resultados en forma de magia, la magia misma son los poderes psi. Así, la fantasía no es más que la ciencia ficción borroneada y disminuida.
Resumen del argumento (saltar por quienes deseen leer "a toda costa" el libro): El citado planeta Majipur es gobernado por un Corona, un Pontífice, una Dama y un Rey de los Sueños, mediante telepatía, hipnosugestión y un delicado sistema feudal. Es un planeta fértil donde conviven con iguales derechos los humanos, otras especies alienígena y los nativos, replegados, metamorfos. Ah, los gobernantes son todos humanos.
En la costa occidental del segundo continente aparece un vagabundo, rubio, lindo, simpático, bonachón y amnésico, curiosamente homónimo del Corona: Valentine. Como es encantador, enseguida se hace amigo de un pastorcito, y encuentra trabajo en una troupe de malabaristas cuatrimanos, además de hacerse amante de la humana y amigo del humano del grupo. Recorren el continente y Valentine se hace amigo del mago Vroom ("como ganar amigos e influir en las personas") y arregla todas las discusiones a su paso. Pero a él y a sus amigos los turban extraños sueños. Resulta que Valentine era Lord Valentine, y sufrió una metempsicosis involuntaria a manos de un usurpador, que se quedó con cuerpo y memoria, quedándole sólo a Valentine su encantadora personalidad cultivada para líder y soberano de Majipur. Una a uno le van jurando fidelidad y obediencia y colaboración para recuperar el trono. Eso se completa en el viaje a la reserva metamorfa, de donde escapan a duras penas con una giganta, versión femenina de Conan, y un extraterrestre que salvan de los sacrificios rituales. Realmente la dulzura y la bondad de Valentine se contagian a todo el mundo.
Primero van todos a la isla del sueño, pues la Dama es la madre de Lord Valentine y necesitan su apoyo. Viajan en un barco dragonero que se hunde, y a Valentine se lo traga un dragón. Como está la giganta, se escapan bien. En la isla debe cruzar una serie de terrazas iniciáticas para purificarse. La Dama le da un aro que es un amplificador telepático. De la isla van a ver al Pontífice a un laberinto subterráneo, donde debe atravesar obstáculos burocráticos. De allí comienza a escalar el monte del Castillo, recolectando tropas y aliados a su paso mediante su simpatía, autoridad y su amplificador telepático. Cuando llega arriba (50.000 m. de alto) descubre que desconectaron las máquinas climáticas, pero las arregla, y que el usurpador es no sólo el hijo del Rey de los Sueños sino que éste fue suplantado por un metamorfo. Eliminan a los subversivos metamorfos y arreglan todo, y solucionan todo y celebran la fiesta triunfal.
Contado así parece idiota. Es que está narrado con una deliberada ingenuidad y abundantes redundancias, al mejor estilo Tolkien. Imita, mejor dicho, la narrativa pesada y rica de El señor de los anillos, pero el resultado es más infantil. Si no hubiera incluido detalles eróticos, hubiera sido una perfecta muestra de cuento infantil, más aún considerando la machacona moralina del relato. En Majipur ha desaparecido hasta el recuerdo del cristianismo, pero Valentine practica la más pura moral cristiana, no quiere matar a nadie, ni a los asesinos. Es un héroe occidental y cristiano en una palabra. Sus problemas morales se reducen a si vale la pena pelear para recuperar el trono o no. Tanta bondad harta. Es un héroe caballeresco, un héroe de los que veíamos de chicos en las películas de clase B.
Lo que da vida a esta novela de caballería es el telón de fondo. Pero Silverberg hace trampa, de las cuales las dos más evidentes son: 1) inventar nombres raros sin traducir ni explicar a que se refieren. 2) fabricar paralelos evidentes con criaturas conocidas. Por ejemplo, los dragones del mar son ballenas, la mujer soldado es -como dijimos- Conan hembra, los malabaristas skandar, peludos, robustos y brutos hacen pensar en malabaristas rusos, peludos, robustos y brutos, el mago Vroom es una mezcla de Gandalf y Merlín, los hermanos del bosque parecen los animalitos inteligentes de las películas de Disney, las terrazas de la isla del sueño evocan templos tibetanos, mientras que la Dama es una mezcla de Virgen María y Gran Lama.
Realmente hay que reconocer que Silverberg tiene mucho oficio, porque a pesar de todo esto uno sigue leyendo. Pero un libro tiene que tener algo más que oficio y entretener. ¿Cuál es el mensaje ético que nos trasmite Silverberg? Pues este mensaje de democracia (malabarista y rey) y tolerancia (diferentes especies aliadas) tiene cierto tufillo a fascismo y raza superior. Porque sólo los humanos son líderes, y sólo ciertos humanos de sangre noble, preseleccionados y educados, pueden ser Corona. Perturbar eso es perturbar el orden mismo de la naturaleza. Como detalle interesante, diré que Silverberg reparte con absoluta equidad todos los oficios (menos los poderes) entre varones y mujeres. Hay marineros , soldados y almirantes mujeres. Pero eso no basta. Me temo que el libro, el trabajo de crearlo, no se ha redimido en sí mismo. Aconsejable para tardes de lluvia (muchas tardes de lluvia) o para conciliar el sueño.
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