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COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN
(Comentario de Pedro Jorge Romero publicado en el volumen Bem 47, ediciones Interface, colección Bem, número 47, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Editorial Pedro Jorge Romero)
Rodolfo Martínez se ha caracterizado a lo largo de sus años como escritor por su constancia y su capacidad para plantearse obras ambiciosas. Jamás se ha conformado con escribir los cuentos de cuatro páginas que han sido hasta ahora lo habitual en la ciencia ficción española (por suerte, las cosas están cambiando) sino que ha intentado escribir y ha escrito novelas. Ahora tenemos la oportunidad de disfrutar de la primera de ellas (su primera novela publicada, que no su primera novela escrita) de la mano de la colección Futurópolis de Miraguano.
Y como carta de presentación de un autor, hay que decir que no está nada mal, es más, está francamente bien. En esta ocasión, Rodolfo Martínez, en una de sus ya habituales mezclas de géneros, ha querido escribir una historia de espionaje aderezada con algo de Oliver Twist, y mucho de ciberpunk y space opera. El resultado de esta sorprendente combinación, es una novela entretenidísima de leer, innovadora y prueba evidente de la capacidad de su autor, que ya ha demostrado en algunos de sus cuentos, combinando y manejando géneros y registros distintos.
La acción está contada desde el punto de vista principal de Memo, que durante un largo interrogatorio va relatando los acontecimientos de La Peonza, una estación espacial científica en la zona neutral entre dos grandes imperios galácticos. Memo es un chico de la calle que trabaja para Chandler, y durante lo que parece ser un seguimiento rutinario, se ve implicado en una trama de espionaje (organizada por un Dios que permanece en segundo plano). Para empeorar las cosas, una inteligencia artificial, Cheshire, se interesa también en el asunto.
Hasta aquí lo que uno puede contar del argumento sin estropear las sorpresas. Ahora unas consideraciones sobre otros aspectos de la novela.
Esta obra encaja dentro de un universo (Drimar) que Rodolfo Martínez utiliza habitualmente cuando precisa de un escenario galáctico. Pero ese universo no le ata demasiado y es utilizado más como un fondo adecuado que como algo desarrollado en profundidad. Por tanto, esta novela, que hace referencias a acontecimientos anteriores y posteriores, puede sin embargo leerse con toda tranquilidad, porque todo lo necesario para su compresión ya está aquí.
Uno de los aspectos más interesantes de la obra en su exploración del tema de la lealtad. En el fondo, las distintas formas de entender la lealtad es lo que pone en marcha la trama de la novela. Un Dios envía a uno de sus acólitos a espiar en una estación lejana. Chandler envía a Memo a espiar. Vaquero ayuda a Memo y Memo se enfrenta a Cheshire porque...
Bajo esta luz, es interesante comparar los personajes de Chandler y Dios. Cada uno tiene su grupo de seguidores y los utilizan para realizar sus tareas. Pero mientras Dios envía a sus seguidores a morir por él, Chandler se preocupa por los que trabajan para él. Uno es la imagen invertida del otro y cada uno exige y obtiene una lealtad de signo diferente. Son estos detalles y ambivalencias los que demuestran lo mucho que Rodolfo pone en sus novelas.
La colección Futurópolis nos ha hecho el gran favor de descubrirnos a un autor tan prometedor. Esta es un buena primera novela, la mejor obra de autor español publicada por Miraguano en los últimos tiempos. Esperemos que para leer la siguiente novela de Rodolfo Martínez no tengamos que esperar demasiado tiempo.
(Comentario de Juan Manuel Morón publicado en el volumen Mundo imaginario 9, ediciones Claudio Landete, colección Revista, número 9, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Juan Manuel Morón)
Antes de comenzar, creo necesario aclarar que esto no es ni tiene intención de ser una reseña exhaustiva, sino una serie de comentarios sobre aquello que pase por mis manos y me llame de un modo u otro la atención. La sonrisa del gato, primera novela publicada por Rodolfo Martínez, es la más reciente obra de autor hispano publicada hasta el momento. Es esta una novela de intriga con ambientación cyberpunk, espías, fanáticos religiosos, inteligencias artificiales cuya acción transcurre en una especie de "tierra de nadie", entre las dos potencias que controlan (o eso parece al principio) todo, pero sin pertenecer a ninguna de las dos.
Al estar todo permitido es allí donde van los científicos con ganas de experimentar cosas que no les estarían permitidas en ningún otro lugar; además de fugitivos, curiosos y demás purria atraída por el ambiente sin igual de La Peonza (nombre de la curiosa estación).
Resumiendo: una novela entretenida, ágil y bien escrita, bastante superior a anteriores publicaciones de la misma editorial. Tan solo una pega: los capítulos de interrogatorio, aunque al final de la novela tienen su importancia, no me acabaron de convencer. Me parecieron prólogos de los capítulos que los seguían. Aún así es más que notable su debut. Ojalá sigan en esta línea de calidad tanto Rodolfo como Miraguano.
(Comentario de Juan José Parera publicado en el volumen Pórtico 13 y 14, ediciones AEFCF, colección Revista, número 14, edición de 1996. Derechos de autor 1996, Juan José Parera)
En la estación espacial conocida como La Peonza nada es lo que parece y el dueño de un bar de mala muerte puede ocultar a un inquisitivo espía que se ve atrapado en un juego de poder en busca de cierta información que resultará vital. Este es el punto de partida de La Sonrisa del Gato, la primera novela cyberpunk de autor español y en la que el lector encontrará, junto a una intriga trepidante, personajes tan atractivos como dispares: fanáticos religiosos, adictos al quirófano, policías corruptos y una inteligencia artificial que parece haberse escapado de Alicia en el País de las Maravillas. Siguiendo una estructura literaria que recuerda la novela clásica de intriga, Rodolfo Martínez (finalista del premio UPC 1993 y Café de Gijón de Novela 1994) nos invita, a través de los recuerdos de uno de los protagonistas, a un viaje tan emocionante como lleno de peligros.
La sonrisa del gato es una buena novela que merece la pena leerse. Algunas cosas tiene que no me han gustado, a las que podría habérseles dado un tratamiento diferente, esas que hacen que el conjunto sea absolutamente redondo, pero me las callo. Y no con el ánimo de ocultar información u otorgarla sesgada, sino más bien en el intimo convencimiento de que las soluciones que cada lector pueda plantear serán radicalmente distintas ¡No en vano en cada uno de nosotros anida un experto en política, literatura, fútbol y economía!
Es, aparentemente, la primera novela de Rodolfo Martínez. Matizando: es la primera novela que Rodolfo publica en una editorial de las llamadas serias, con una colección consolidada. Rodolfo ha escrito bastantes más novelas que duermen, algunas de ellas muy injustamente, el sueño eterno en los cajones de los editores. Otras han visto la luz a través de la escasa repercusión que aún tienen las revistas de aficionados a la ciencia ficción y la fantasia. Lo que sí ha publicado y mucho son cuentos, artículos, comentarios, poesías, ensayos, críticas, todos ellos de distinta factura, con desparejo resultado y, en general desgraciadamente, poco difundidos. No debemos olvidar, en todo caso, que ya tiene su haber el reconocimiento de los aficionados con el premio Ignotus 1995 al mejor cuento por "Castillos en el aire" (Revista BEM, número 38).
Esta prolífica producción, que arranca de forma práctica alrededor del año 1987, tiene en La sonrisa del gato una gran utilidad: el manejo de las palabras. La prosa de este libro es extraordinariamente fluida. Casi podría decirse que ha sido escrita de una sentada, con lo primero que al autor le ha venido a la mente para desarrollar la materia en la que se encontraba. No es cierto, por supuesto. El propio Rodolfo me confirmó que el texto fue sujeto a las correspondientes revisiones. Lo cual, si cabe, es aún mejor. Tras pasar la tijera, el borrador, la opción "busca y sustituye" del procesador y cuantas otras herramientas tienen los autores a su disposición, el resultado final es fenomenal. Un texto claro, preciso, esponjoso. Una lectura fácilmente digerible apta para todos los paladares.
Me gusta comparar -sólo mentalmente, es la primera vez que lo escribo- la técnica de Rodolfo Martínez con la de Isaac Asimov de los años sesenta o, en un ejemplo más cercano, con la frescura de Arturo Pérez Reverte con quien el autor tiene, además, alguna semejanza física: el pelo corto, la cara redonda, las gafas escasas...
Ahora bien, los más puristas, con algo de razón en ocasiones, quieren ver en la espontaneidad y la porosidad nada más que un síntoma de la ausencia de maestría. Rellenar los huecos lingüísticos es tarea realmente sencilla a cambio de otorgar al escrito quizá erudición y enjundia, pero también sopor, pesadez y abandono. No debe olvidarse que Poulet entier frais bout avec de bière et servé avec des pommes de terre et carrotte râpe au plat es el pollo cocido de mi madre de toda la vida, mal que le pese a alguno.
Tiene la novela otras cualidades que deben hacerse valer: pertenece a ese subgénero, tendencia o etiqueta que ha venido a denominarse "cyberpunk", por lo que los amantes del producto están de enhorabuena. Matiza el autor en la jugosa entrevista que puedes leer en la revista BEM número 47 que, en todo caso, habría que añadirle el adjetivo light para terminar de catalogarlo... Me temo, en todo caso, que quizá la matización sea más para evitar que una parte de los posibles lectores no se animen a adquirir la novela movidos por un rechazo a la etiqueta.
Nunca he creído en el "cyberpunk" como subgénero sino como una forma de expresión de la ciencia ficción -con mejores y peores resultados como todo lo demás- en la que determinados acontecimientos, situaciones o maneras están mediatizados por el empleo de alta tecnología, lenguaje sincopado y mezcla cultural. De hecho, ni aún cambiando la denominación a "neuromántico" con la consiguiente modificación en el criterio clasificatorio como propone Spinrad en el brillante artículo publicado en la revista Gigamesh número 3, se conseguiría obtener un resultado distinto. De aplicar esa clasificación estricta quizá Bester, Matheson o Ramón y Cajal deban tener el honor de ser considerados como los primeros "cyber".
En una estación orbital, varios cientos de años en el futuro, lo menos que se puede pedir es que impere una alta tecnología. Como mínimo muy superior a la actual aunque pueda ser cotidiana en el entorno en el que está descrita. Y que esa tecnología esté constituida con redes, inteligencias artificiales, tarjetas de acceso o programas decodificadores no hace más que transportar algunas características actuales que, aunque aún escasas, a nadie se le escapa su existencia: ¡ya me gustaría que vieran mi puesto de trabajo! No me parece que por este lado pueda haber nada "cyber". Sobre esta estación -oficialmente Estación de Convergencia Número Uno, popularmente La Peonza- reza el acuerdo de las superpotencias (el Mandato y la Confederación) para no inmiscuirse en sus propios asuntos y, por tal motivo, es un territorio abonado para el florecimiento de genios, parias, corruptos, salvadores de los valores tradicionales o meros agentes de ventas y visitantes de paso. Unos y otros con sus tics, modales y costumbres otorgan al paisaje la sensación de islas impolutas entre océanos de basura. Pero eso tampoco es "cyber". O, dicho de otra manera, mi barrio podría acceder a esa categoría en cuanto la pusieran en marcha. Varios de los personajes que aparecen en la novela no tienen su cuerpo original sino que han sido modificados quirúrgicamente por variados motivos que oscilan entre la necesidad médica exclusiva hasta la depravación del colgado a la corriente. ¿Quieren aquí ver el "cyberpunk"? Ustedes mismos. iAh! Y aplicando una reducción fenomenológica ya me dirán que hacemos con todas esas personas -diabéticos, claudicantes, insuficientes coronarios, mutilados, fracturados, convulsivos, ciegos o simplemente disconformes con su presencia física- en los que el dacrón, la silicona, el teflón , el oro, el cobre, el titanio o el cadmio forman parte de cables, pilas, parches, hilos, tornillos, clavos, placas o microprocesadores de señal.
Si con estos argumentos aún no está usted convencido, ¡adelante! Va a leer una novela "cyberpunk". Para el resto quizá deba añadir que es una novela de ciencia ficción, bien ambientada, con extrapolaciones plausibles al ambiente en que se mueve. Desde el principio de la misma nos desenvolvemos en una aventura de misterio entre el espionaje, el suspense y el policiaco, terminando por imponerse esta última opción sobre las anteriores -el autor es un amante de este tipo de literatura y así lo demuestra con algunos guiños repartidos por el texto-, si bien la narración no es conducida al estilo más clásico desvelando poco a poco las claves, sino otorgando al lector casi desde el comienzo todo lo sucedido para que éste vea las implicaciones de cada una de las acciones. Lo que queda en el fondo para la entrega pausada son los cómos y los porqués, con una resolución francamente brillante. De todas maneras todo esto no es más que otra capa del envoltorio.
Acercándonos más, intentando aprehender la esencia misma de la historia, por debajo de las capas que el autor ha dispuesto a fin de no dejamos ver el diamante en bruto, encontramos algunos de los elementos universales de la Literatura y de la substancia del ser humano: El Amor y el Poder. Casi todo, desde luego, se reduce a eso. Ahora bien, lo importante de estos dos conceptos está en observar la forma que adoptan.
Uno de los protagonistas, Memo (llamado así por su gran capacidad de memoria como consecuencia de un tratamiento quirúrgico) actúa movido por amor infantil disfrazado de afecto (el amor es ciego, el afecto es más reactivo) a la persona que le sacó del arroyo. Sin familia, sin amigos, vejado y utilizado por los poderes económicos de la Peonza, ha sido incapaz de madurar más allá de la cotidiana supervivencia. No es extraño que se entregue sin cuestionárselo a la primera persona que aparece en su vida que no se limita a pedir sino, al contrario, que le ofrece refugio físico y psicológico, un hombro en el que apoyarse, un lugar donde volver cuando aprieta la angustia o donde recibir los consejos necesarios. Esta entrega de afecto no está condicionada a los propios fines que intente obtener la persona con la que se ha ligado. Lo único importante es la sensación de amparo. Un afecto casi castrense aunque no alcanza la obediencia ciega. Otro personaje, Arthur Conan Chandler ("Con") actúa también por amor, aunque aquí el disfraz es la Lealtad. Lealtad hacia quien le nombró, lealtad hacia el sistema, lealtad hacia sus amigos y servidores: Todo ello una nueva máscara. Él mismo no lo ve hasta que es demasiado tarde. En realidad se es leal a sí mismo. A sus convicciones más íntimas.
Cheshire, una de las inteligencias artificiales, se mueve por Poder disfrazado de Conocimiento. También, como el humano equivocado, cree que su ansia no es más que un subproducto de sus funciones, aquellas que le obligan a saber más, conocerlo todo, llenar los huecos del pasado con los conocimientos del presente. Poco a poco ella -y nosotros- podremos ver la transformación. Conocer significa Poder: para manipular, para interpretar, para conseguir objetivos, para ser más que dios...
Dios mismo -personaje secundario en la narración que es interpretado por una de sus criaturas- mueve los hilos movido por el Poder y, por cierto, no se anda con remilgos. EI Poder que busca es el Total, el premio gordo, caiga quien caiga al conseguirlo.
Otros personajes, igualmente, se manejan con estos conceptos. No voy a insistir en ellos. La caracterización que de cada uno de ellos hace Rodolfo Martínez está perfectamente conseguida. Todos ellos tienen su historia, sus deseos, sus convicciones para moverse como lo hacen sin ser títeres del autor.
Esta es una buena novela con la que pasar un rato agradable, intenso y lleno de expectación y, si bien Miraguano nos está ofreciendo una selección de autores españoles de indudable calidad, la publicación de La sonrisa del gato ha subido la media de la colección un montón de puntos enteros o básicos o como diablos se llamen.
(Comentario de Susana Vallejo publicado en el volumen Gigamesh 6, ediciones Alejo Cuervo, colección Revista, número 6, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Gigamesh)
Supongo que hice la crítica de las novelas anteriores por aquello de que están escritas por mujeres, y me las endilgan a mí, que para eso soy también del sexo femenino. Y sin embargo fue porque pasaba por allí cuando llegó el ejemplar, aún caliente, que me asignaron La sonrisa del gato de Rodolfo Martínez.
A priori me dió un poco de miedo. Huy, huy, huy -me dije-, un Miraguano de autor español, y pone por aquí detrás que es cyberpunk... Y comencé a leer con ciertas reservas. (Sí, tengo algunos prejuicios, lo reconozco. ¡Qué se le va a hacer...!)
Nada más comenzar su lectura la estructura del libro te salta a la cara: se distinguen claramente dos áreas argumentales: la acción propiamente dicha y un diálogo del protagonista (a modo de flash back) con un policía que le saca información. El poli interrogador de algún modo pasa a identificarse con el lector, que también busca que le aclaren la acción que Rudy Martínez relata de forma, digamos, más tradicional.
Pues bien, yo que no las tenía todas conmigo al comenzar a leer y ver esa estructura, me eché a temblar pensando: "Ah, no, qué tramposo. Esto es cantidad de artificial." ¡Pero bien poco me duró esa sensación! A las pocas páginas ya estaba atrapada por la trama y leía ansiosa y emocionada el desarrollo de los acontecimientos, hilvanados por esa estructura que cumplía su objetivo de intrigar y enganchar al lector.
La sonrisa del gato es desde luego un libro cyberpunk; hay implantes, redes, inteligencias artificiales autoconscientes, tecnología a porrillo, muchas hostias y la oscuridad propia de la novela negra. Podría ser perfectamente un libro americano (que digamos esto de las obras de españoles será una lacra de la que resultará difícil librarse).
Además me encantan los nombres de los protagonistas. Es ideal el de Memo (combinación que nace de tener un "memorión" implantado, pero ser también un poco bobo a la hora de asimilar toda información). Y es también brillante el título: La sonrisa del gato, y su juego con el gato de Cheshire, de Alicia en el País de las Maravillas, y su sonrisa flotante: es una imagen llena de poesía y muy apropiada a la trama que desarrolla la historia.
También hay que destacar los juegos privados entre escritor y lector. Son muchas las pistas que acompañan a personajes entrañables, que te hacen reconocerlos como parte integrante de nuestra cultura, en un juego de complicidad que cautiva y entretiene. ("Soy un jinete solitario que está lejos del hogar y cabalga hacia el sol poniente...")
Sólo puedo criticar el tema cliché del niño-sin-padre padre-que-no-conoció-y-perdió-a-su-hijo, que a ratos nos hace recordar una telenovela; como ésta, a veces resulta predecible y otras veces en cambio conmueve.
En mi opinión La sonrisa del gato es uno de los mejores libros que Miraguano ha publicado hasta el momento. Ya que estamos aprovecho para felicitar a la editorial por su apoyo a los autores españoles. Deseamos que sigan publicando obras tan atractivas como esta de Rodolfo Martínez, y que Rudy siga escribiendo y publicando.
(Comentario de Armando Boix publicado en el volumen Ad astra 3, ediciones Ad astra, colección Revista electrónica, número 3, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Armando Boix)
En el panorama de la ciencia ficción nacional hacen falta narradores que conciban su trabajo, no sólo como entretenimiento pasajero, sino como un oficio en el que es necesario sudar día a día. De las últimas hornadas, es sin duda Rodolfo Martínez quien mayor capacidad de trabajo posee. Su entrega a la escritura, que casi parece compulsiva y exenta de selección crítica, por desgracia actúa muchas veces en disminución de la calidad, con llamativos altibajos.
Pese a ello, su obra contiene una cualidad no siempre valorada: la extroversión. La literatura no siempre ha de ser elucubraciones egocéntricas, disquisiciones políticas o arrebatos esteticistas; también cabe la acción y la aventura en estado puro, sin tapaderas con las que justificarse. Y a este objetivo se ha dedicado Rodolfo Martínez con pasión.
La sonrisa del gato es un excelente ejemplo, ofrecido ahora por Miraguano en su encomiable labor de difundir la ciencia ficción española. En esta novela predomina la trama sobre el contenido, el movimiento sobre la reflexión; la gente corre constantemente, se persigue, se golpea, se dispara... Aunque en algún momento no acabamos de entender por qué lo hacen. La construcción de la novela como historia de misterio, en la que los objetivos de los protagonistas no se nos descubren hasta el final, oscurece el argumento tal vez innecesariamente, quedando algunos comportamientos difusos o explicados de un modo insuficiente -y en el caso de la inteligencia artificial llamada Cheshire es flagrante-.
Lo previsible de los personajes se revela el mayor defecto de la novela. Cualquier lector medianamente experimentado reconocerá enseguida, de un montón de historias anteriores, a esa computadora inteligente y con bastante mala leche, al delincuente juvenil a causa de la dureza de su vida, al fanático religioso manipulado o al policía torturador. La literatura de género es el reino del estereotipo y parte de su encanto reside ahí, aunque tal vez convendría disimularlo un poco...
La sonrisa del gato adopta con complacencia los gadgets distintivos del cyberpunk, tomados unos de Gibson y otros de Effinger, como la conexión neuronal hombre-máquina, los interfaces virtuales o los chips de personalidad. Por el contrario, Rodolfo Martínez rompe la habitual ubicación del cyberpunk en un marco cercano en el espacio y en el tiempo, para situar su novela en un futuro mucho más distante y apartado de nuestro mundo, en una base espacial denominada la Peonza, tierra de nadie entre la Confederación de Drímar y el Mandato Sáver, universo ya visitado anteriormente por el autor. La afición de Rodolfo Martínez a agrupar sus historias en series no tiene nada objetable; no obstante, las condiciones editoriales reinantes en España, que obligan al escritor a dispersar su producción en fanzines de escasa difusión, juega en contra, haciendo muy difícil al aficionado el poder seguirlas en toda su extensión.
¿Para cuando los editores perderán su tradicional reticencia hacia todo lo que no sea novela y podremos encontrar reunidos de forma coherente los relatos de autores de la talla de Rodolfo Martínez o León Arsenal?
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