COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Santiago Oviedo publicado en el volumen Cuasar 18, ediciones Cuasar, colección Revista, número 18, edición de 1988. Derechos de autor 1988, Santiago Oviedo)
Se nos presenta la ocasión de hacer un análisis comparativo de dos novelas de CF hard. Tienen el interés de ser obras distantes en el tiempo (1957 y 1980), escritas por gente que supuestamente conoce el tema (ambos astrónomos) y con un episodio central similar: el contacto de dos culturas.
En La nube negra se presencia la aproximación de una nebulosa oscura que promete un cataclismo ecológico terrestre al interponerse entre el planeta y el sol. Luego resulta que el cuerpo astronómico está dotado de vida. En Huevo del dragón, el descubrimiento de una estrella neutrónica que se aproxima al sistema solar lleva a la preparación de un vuelo de investigación tripulado que se tropieza con una nueva forma de vida.
Una rápida lectura nos demuestra que los puntos débiles de una son los fuertes de la otra. Hoyle pinta en forma bastante interesante las conductas humanas y le da a sus personajes una carnadura aceptable. Su prototipo del científico no es un tipo que se dedica solamente al estudio (uno de los mejores pasajes de la primera parte es el de la descripción de una fiesta en la que el personaje principal consigue un "levante" y de las situaciones siguientes) y por momentos se aparta y lo ve desde afuera (acaso lo más logrado de la novela sea el fragmento en que se produce el chismorreo entre la gente común del pueblo donde se construye el complejo destinado a estudiar esa nube que se acerca a la Tierra.)
La alteridad -en cambio- aparece muy al estilo de las historias tipo Viaje a las estrellas: estereotipada, forzada. Difícil de creer. Forward -por su parte- se anota el punto más importante con la descripción psicológica de los cheela (además de desarrollar una perfecta y verosímil explicación de sus sistemas biológicos), de los que se puede decir que son casi humanos en su ajenidad. Los protagonistas terrestres -en contrapartida- parecen delineados como los personajes de los dibujos animados japoneses.
Pese a la similitud argumental -el contacto con una raza no humana-, el tema es distinto. Hoyle trata acerca del conflicto entre científicos y políticos -ambos encarados como castas-, en donde (en última instancia y quizá a pesar de la intención del autor) el que sufre el impacto de todas las acciones o inacciones es el individuo común. Forward, en cambio, compone una fábula acerca del nacimiento de una civilización. En ella, la sociedad humana resulta casi utópica: no se presentan conflictos, salvo los presupuestarios cuando en la primera parte de la obra se comienza a estudiar la estrella neutrónica descubierta casi por casualidad (en la de Hoyle, el descubrimiento de la nube negra también es accidental). Lo que resulta un poco traído por los pelos es que los humanos llamen "Huevo del dragón" a la estrella -por haber sido avistada al final de la cola de dicha constelación- y que los habitantes de ese mundo lo llamen "Huevo" y tengan construida toda una cultura en base a leyendas de dragones y a sus huesos. Con el mismo criterio podrían haber llamado al Sol con su nombre, en lugar de emplear el de Brillante. No deja de ser interesante, por otro lado, que ya en el ochenta hubiera previsto un desastre en el programa del "taxi" espacial de la Nasa.
Las dificultades y las soluciones para establecer la comunicación entre dos formas de vida distintas coinciden, de la misma forma que lo hacen con la idea también desarrollada por Carl Sagan en Contacto. Quizá la cosa no sea tan sencilla y -como sucede en el cuento "El creador" de Simak- no podemos pasar más allá de las representaciones numéricas. En última instancia, no todos los seres inteligentes tienen que razonar necesariamente con esquemas aristotélicos.
Ese es quizá el principal defecto de la novela de Forward. Los seres humanos comienzan a trasmitirle a los cheela toda la información contenida en el banco de datos de la computadora de la nave -una especie de biblioteca borgeana- y éstos desarrollan una cultura sobre la imagen de la humana, superándola inmediatamente a causa de la velocidad de la vida en un estrella neutrónica (sobre el Huevo del dragón se suceden generaciones en tanto que en la nave terrestre la tripulación gasta unas horas transmitiendo datos). Después, los bichitos les regalan sus conocimientos recién descubiertos a los terráqueos. Pero en clave. Para que no les pase nada malo por el exceso de información. Ellos no sufren aculturación ni choques traumáticos con el cambio de estructuras de pensamiento, cosas que -según parece suponer Forward (y esto también aparece en la novela de Hoyle)- sí nos podría llegar a suceder.
Quizá en esto haya algún elemento jingoísta. Para Forward, los cheela que moran en el Paraíso de Brillante -la zona sur del Huevo, la más civilizada- se parecen a los primitivos pobladores de América del Norte después de su paso por el estrecho de Bering (los nombres de las criaturas se parecen a los de los aborígenes indoamericanos), y le debe resultar lógico que esos buenos "norteamericanos" luego brinden con cuentagotas sus conocimientos tecnológicos a los subdesarrollados.
También se puede apreciar un discurso ideológico subterráneo en el tratamiento del tema religioso. Entre los cheela se presenta una sátira del surgimiento del cristianismo, en tanto que Hoyle se limita a dejar la religión pudorosamente a un lado, aunque sin dejar de señalar que -para el científico nato- la ciencia es una religión en sí misma, una búsqueda de lo mítico.
Pero más allá de la ideología está la calidad literaria. Hoyle presenta una novela llana, accesible. Si bien es anticuada (uno se siente raro, por ejemplo, frente a la alusión a una computadora de válvulas) y cuenta con el citado acartonamiento de la conducta de la entidad, resulta una lectura interesante. Forward -en cambio- pierde gran parte de sus logros por el tecnicismo exacerbado. A nadie le interesa qué procesos realizan los electrones al pasar por el filamento de una lamparita. Le basta con leer que presiona un interruptor y que se ilumina la habitación en la que está ocurriendo algo. Los lectores de CF estamos acostumbrados a dar por sentadas ciertas cosas sin necesidad de disgresiones académicas y nos gusta descubrir los fenómenos científicos de los hechos a medida de nuestras capacidades, no que nos digan "tontitos, eso es así por tal o cual cosa". Hay momentos en que dan ganas de saltarse páginas enteras y hacia el final uno tiene la tentación de dejar el libro -especialmente si ya leyó los apéndices- porque se prevé el final.
Las ediciones -pasando a otra cuestión- son una joyita (si bien de fantasía). Tapas impecables (Huevo del dragón tiene una reproducción parcial de una ilustración de nuestro compatriota Óscar Chichoni), prólogos y biografías de los autores. Eso por los menos hace más disculpables algunos errores de corrección tales como erratas y algunas líneas comidas, típico de toda tirada más o menos masiva y netamente comercial.
En síntesis, La nube negra es un clásico y vale la pena leerlo, aunque más no sea a título informativo (después de todo, están aquellos que prefieren la space opera u otras vertientes de la CF. Con Huevo del dragón, en cambio, se está frente a una sorpresa potencial. Desde su título -que parece más de fantasía heroica que de otra cosa- hasta su lectura, que (pasado el tiempo) puede llegar a cobrar unas persistencia en la memoria que uno no se imaginaba en una primera instancia.