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COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN
[Nota de Términus-Trántor: estos comentarios se prepararon para la edición de la Editorial Acervo]
(Comentario de Fernando P. Fuenteamor publicado en el volumen Zikkurath 1, ediciones Fernando P Fuenteamor, colección Revista, número 1, edición de 1980. Derechos de autor 1980, Fernando P. Fuenteamor)
Y he aquí que a Brian W. Aldiss, el escritor con mas sentido del humor de toda la new wave inglesa y uno de sus mejores talentos, se le ocurrió hace ya unos años la idea de escribir una novela sobre el estado en que quedaría nuestro sufrido planeta después de ser sometido a un bombardeo intensivo con ácido lisérgico (LSD, para los íntimos). ¡La guerra psiquedélica ha estallado y nadie sabe cómo ha sido! ¡Timothy Leary y su "new kind of life" for president!
La historia, que a priori, puede enganchar al lector más recalcitrante a los "viajes" desconcierta desde el primer capítulo ya que lo que Aldiss ofrece es una extrapolación bastante pedrestre de una forma cultural que sólo conoce de oídas o leídas. Como bien reza el viejo adagio: "Quien quiera peces que se moje el culo" y, Aldiss, me consta, no ha llegado a mojarse ni los pies. Para hablar y escribir de la droga hay que haberse dejado deslizar a través de sus fáciles, peligrosos y, a veces, irreversibles toboganes y a eso sólo se han atrevido los más tiraos p'alante de su generación: Moorcock y P. K. Dick, el "pasao" por excelencia; sin olvidar, naturalmente, al maestro de todos ellos: William S. Burroughs.
¿Qué sucede pues con la novela? Sucede que al faltarle al autor la vivencia personal, fía toda la fuerza de la obra en la creación de un lenguaje que le sirva de apoyatura para exponer una visión lo más ajustada posible a lo que, según su forma de ver, sería un mundo cuyo sentido de la realidad se hallara distorsionado por la ingestión de dosis masivas de ácido y que junto a su reconocida maestría en la creación de escenarios, son los méritos más destacables de la novela. Pero ni aún este desfile incesante de dobles imágenes, falsas realidades, paisajes alucinatorios, y el empleo de toda la parafernalia inherente a la cultura psiquedélica mal digerida, llega jamás a convencer y, menos, a interesar al sufrido lector. La pretendida estructura joyciana del texto no va más allá de un simple ejercicio mimetismo literario que viene a corroborar que Joyce no hay más que uno.
De la traducción realizada de esta obra por Jesús Gómez García sólo cabe decir que intenta darnos una aproximación, lo más literal posible texto original.
(Comentario de Jaime Rosal publicado en el volumen Nueva dimensión 124, ediciones Nueva dimensión, colección Revista, número 124, edición de 1980. Derechos de autor 1980, Jaime Rosal)
Uno, con eso de ser -o pretender ser- escritor, siempre ha desconfiado de la objetividad de la crítica, especializada o no. El mundo de los críticos es, por así decirlo, como el sótano del edificio donde se asienta la Literatura -sí, con mayúscula-, y en él pueden encontrarse desde las opiniones más acertadas hasta las más gratuitas, sin olvidar las opiniones "de pago" al servicio de los intereses comerciales de las multinacionales de la cultura.
Por ello, y pecando como siempre he pecado de un subjetivismo exacerbado al que me siento incapaz de sustraerme, hace ya mucho tiempo abandoné mi oficio de crítico de SF. Otra razón der peso venía a sumarse a lo ya expuesto: no era justo que yo me dedicara a criticar a mis colegas de pluma sabiendo, por propia experiencia, lo difícil que resulta escribir. Así que opté por "colgar los guantes", decidido que jamás volvería a presentar batalla en un terreno en el que, francamente, no me movía a mi gusto. Sin embargo otro de mis pecados capitales ha sido siempre el de mantenerme al servicio de mis amigos, por ello cuando el otro día sonó el teléfono de la leonera a la que he tenido el detalle de bautizar con el nombre de despacho, poco me imaginaba que quien me telefoneaba lo hacía a título recordatorio. ¡La que se me venía encima! Se trataba de mi viejo amigo Domingo Santos que venía a recordarme mis deberes como colaborador de Nueva Dimensión.
- Mira Jaime, no me negarás que desde hace mucho tiempo figuras en el staff de la revista...
No iba a negárselo.
- ...y tampoco vas a negarme -prosiguió sin dejar que le contestara- que hace ya demasiado tiempo que no escribes nada para ND.
Eso tampoco podía negárselo, así que decidí agarrar al toro por los cuernos y preguntarle:
- ¿De qué se trata?
- Me hace falta alguien que quiera "meterle mano" a un Aldiss recién salido del horno.
Me quedé de piedra. ¿Cómo iba a ponerle el cascabel al gato habida cuenta de mis escrúpulos? Estuve a punto de negarme, argumentando con más o menos orden lo expuesto al principio de estas líneas, pero mi Pepito Grillo particular me recordó que si uno quiere aparecer en la lista de colaboradoras de ND ha de ganárselo a pulso. Los de ND, por si no lo sabéis, no conceden prebendas gratuitamente; así que no me quedó más remedio que aceptar el encargo, teniendo en cuenta además que uno también siente cierta debilidad por los halagos.
- ¿Para cuándo lo quieres?
- Para anteayer.
El plazo de entrega era excesivamente corto, pero los aficionados a la SF estamos de vuelta de esas paradojas temporales, así que respondí:
- Entonces mira en tu buzón, seguramente encontrarás la crítica ahí, y que los arcanos me protejan.
Si, que los arcanos me protejan, porque emitir un juicio sobre A cabeza descalza de Brian W. Aldiss, sabiendo además que Domingo Santos es el director de la colección donde ha sido editada -Acervo para más señas-, resulta una empresa lo suficientemente ardua como para tirar la toalla antes de comenzar la lectura de la obra. Y es que hace años, en un viaje a Londres, tuve la osadía -teniendo en cuenta mis escasos conocimientos de inglés- de comprarme esta novela, que tuve que abandonar. En efecto, mis conocimientos de inglés no eran escasos sino prácticamente nulos al toparme con el primer inconveniente que plantea dicha novela: el lenguaje.
Porque A cabeza descalza entraña una terrible dificultad. Me imagino que Aldiss, buen lector de William S. Burroughs -por favor, no confundir con E. R. Burroughs-, se propuso en esta obra emular al monstruo de Texas y emprenderla con una serie de malabarismos lingüísticos prácticamente intraducibles, lo cual, a la hora de verter al castellano, representa un escollo prácticamente insalvable tanto para el lector como para el traductor. Quiero pues, antes de proseguir, rendir mi póstumo homenaje a Jesús Gómez García, quien efectuó una impecable traducción de la obra. La traducción y adaptación de esos malabarismos idiomáticos es un prodigio de exactitud y acomodación que facilita en gran medida la lectura de un texto de por sí ininteligible. Salvado este primer escollo, nos vamos a dar de narices con un tema arduo y espinoso -je, je-: el de la utilización del ácido lisérgico -vulgo LSD- como arma psicológica de disociación de la realidad. El tema no es nuevo,- o tal vez no lo fuera en el momento en que Aldiss lo abordara hace ya una década. Ahora, para el lector hispano, que dispone de un montón de traducciones sobre temas afine debidos a la pluma de Phil K. Dick o de Michael Moorcock, quizá haya quedado un tanto obsoleto. Sin embargo, Aldiss sabe abordarlo desde una faceta muy particular, así que a la hora de emitir un juicio de valor, solo puedo decir que A cabeza descalza es una gran novela, no una obra maestra ni una obra que vaya a marcar un hito en la historia de la SF; sino simplemente, repito, una gran novela. Una novela en la que cabe destacar un doble esfuerzo: De una parte, el intento de extrapolar las polémicas surgidas en torno a la irrupción de lo que dio en llamarse desgraciadamente cultura psicodélica, de la que Timothy Leary -tal vez el Colin Charteris en la novela- fuera indiscutible patriarca. Y de otra la utilización del lenguaje como instrumento para mostrarnos una lógica visión de lo que sería la existencia de una humanidad, si su escala de valores de percepción se viera trastocada por la irrupción del ácido en el entorno cotidiano. También habría que resaltar la maestría con la que Aldiss maneja los escenarios que dan prueba fehaciente de su buen quehacer como escritor. Y tener muy presente la conclusión de la novela, que resulta perfectamente contrastable con las premisas que nos facilita el autor, lo cual resulta muy meritorio en cualquier obra de SF que se precie de serlo.
Tan solo cabría añadir que Aldiss se nos revela en A cabeza descalza como un poeta cargado de buenas intenciones pero terriblemente mediocre aunque tengamos que agradecerle que, seguramente, consciente de sus limitaciones en el dominio de la poesía, no haya cargado demasiado las tintas en esta faceta.
Por último, recomendar a los lectores de esta novela que se lo tomen con calma: leer entre líneas resulta a veces un ejercicio muy estimulante.
(Comentario de Ángel Mario Imwinkelried publicado en el volumen Sinergia 4, ediciones Sinergia, colección Revista, número 4, edición de 1983. Derechos de autor 1983, Ángel Mario Imwinkelried)
Con este texto vanguardista, Aldiss muestra cómo se desmoronan las sociedades tras el hipotético bombardeo de psicoquímicos (alucinógenos), que caen en forma de lluvia sobre las ciudades más importantes del orbe. Recrea un mundo donde la realidad ha mutado en un conjunto de ímágenes-sensaciones psicodélico-caóticas, fluyendo vertiginosamente en una mezcla de confusiones.
A través de la prescindencia de las estructuras sintáctico discursivas abre nuevos caminos, crea un nuevo medio de expresión poética.
Por momentos es concretista, prescindiendo de la frase, utilizando palabras desarticuladas, desafiando al lector a encontrar los nexos; conmoviendo todos sus sentidos de un solo golpe, con el efecto sinestésico naciente del espacio gráfico adoptado como unidad estructural.
Por momentos es objetivista, reduciendo la realidad psicológica a una serie de comportamientos donde las aptitudes y los movimientos son tan importantes como las palabras mismas. Entonces el cinemato-grafismo surge con tanta fuerza que la trama misma se transforma en una película (aquí siento que homenajea en cierto modo a Alain Robbe-Grillet a través de los personajes, nombrados simplemente por una inicial, descritos desde fuera, mostrados no en sus sentimientos o pensamientos sino, objetivamente, en sus actos.
Aldiss logra a través de una maraña de juegos de palabras compuestas, que me pierda en sus páginas empujándome a través de la línea argumental a ese universo alucinado, como un flipado más, siguiendo al Santo Colin Charteris, entre rebaños místicos, mutilaciones producidas en los múltiples choques de las autopistas y visiones descolgadas de la coordenada temporal.
EI libro en sí es un desafío, pues en cada frase (desprovista del lenguaje habitual y los signos habituales) se ocultan las claves que provocarán las respuestas que nuestros propios sentidos generen. Tal vez cada uno encuentre sus propias soluciones, independientes o totalmente ajenas a las que el mismo autor imaginara, pero eso es parte del juego.
(Comentario de Sebastià Bosch publicado en el volumen Kandama 2, ediciones Miquel Barceló, colección Kandama, número 2, edición de 1981. Derechos de autor 1981, Sebastià Bosch)
Una idea original: la Tercera Guerra Mundial ha usado y abusado [tanto] de las drogas psicodélicas como armas que han configurado, finalmente, un nuevo mundo y unas nuevas psicologías. En palabras del mismo Aldiss: "toda la cultura queda "flipada" después de la Acid Head War, y el personaje central, Charteris, es considerado como un Mesías. Pero un poder como el que posee, procede de la abnegación y, cuando se ve a sí mismo al borde de creer en su propia capacidad para obrar milagros, abandona deliberadamente el papel de Cristo" (Billion year spree, pág. 324).
La novela procede de los relatos publicados (en otro orden) en las revistas New worlds e Impulse. Aldiss agradece a sus editores y a P.D. Ouspensky (filósofo ruso 1878-1947) y "al Procol Harum de Su blanca palidez" la misma existencia de la novela, en una curiosa mezcla de referencias filosófico-literario-musicales.
Se trata pues de un experimento entre literario e ideológico que intenta reflejar las características de un mundo impregnado por el ácido y la droga y sus consecuencias. Pero Aldiss se mantiene lejos de cualquier afán moralizante, y se trata, ante todo, de un intento de descripción en el que se usan, en una especie de antinarración, multitud de técnicas de escritura, entre las que destacan las reminiscencias de lo que Joyce intentara en su Finnegans wake.
Lejos de nosotros la estulticia de que hace gala un crítico (por otra parte tan conocedor del tema) como F. P. Fuenteamor en el Zikkurath revista 1: "...lo que Aldiss ofrece es una extrapolación bastante pedrestre de una forma cultural que sólo conoce de oídas o leídas. Como bien reza el viejo adagio: "Quien quiera peces que se moje el culo" y, Aldiss, me consta, no ha llegado a mojarse ni los pies. Para hablar y escribir de la droga hay que haberse dejado deslizar a través de sus fáciles, peligrosos y a veces, irreversibles toboganes..."
Parece éste un método curioso de descalificación, por cuanto nadie le ha pedido a LeGuin ser hermafrodita para apreciar la bondad de La mano izquierda de la oscuridad, y aunque Frank Herbert se parece poco a un Freemen eso no ha impedido el reconocimiento general de Dune. Aunque me temo que el tema sea vidrioso por las connotaciones de "caso especial", que tanto sus amantes como sus detractores confieren a las drogas psicodélicas. En cualquier caso no parece en absoluto un argumento serio para desvalorizar la obra.
Obra que, por otra parte, está generalmente reconocida como un verdadero "tour de force" y que une a su propia dificultad estructural el problema del lenguaje en el que la inventiva y la habilidad literaria de Aldiss destacan especialmente. Una sincera felicitación a Jesús Gómez García por la difícil y adecuada traducción que ha realizado.
Y volviendo al tema de la novela cabe decir que, prejuicios aparte, la idea de un mundo "flipado" lleva pareja la presencia de una novela también en cierto grado "flipada", difícil de seguir si nos queremos atener al orden narrativo clásico. El paso del protagonista por las distintas zonas de Europa, en las que los efectos de la guerra han sido diversos, permite al autor aumentar o disminuir el grado y nivel del efecto de las drogas. Por ello el ambiente y contexto "flipado" de la novela variará, mostrando altibajos en las estructuras meramente racionales del protagonista y exigiendo un considerable esfuerzo de lectura al ser necesario seguir esos altibajos y adaptarse a ese ascenso relativo de la urdimbre lógica de lo que está sucediendo en el relato.
Se trata pues de un experimento interesante y que, pese a todo, no conduce a una lectura apasionada. Repito que hay que hacer un cierto esfuerzo para continuar una vez pasados los primeros capítulos y se ha visto ya la estructura de la obra y su alcance. En cualquier caso, la calidad literaria del texto y ese tema que el propio Aldiss apunta sobre el mesianismo y su propia realimentación, permiten mantener vivo el interés hasta el final. Uno, (al menos yo) acaba convencido de haber leído un buen libro, aunque dudo mucho de que pueda ocurrírseme releerlo por completo algún otro día...
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