COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Editorial Cuasar publicado en el volumen Cuasar 18, ediciones Cuasar, colección Revista, número 18, edición de 1989. Derechos de autor 1989, Editorial Cuasar)
Con este cuarto volumen se completa la publicación de esta magnífica El libro fue publicado originalmente por Acervo en 1983. Esta edición está dividida en dos volúmenes: El castillo de Lord Valentine y El laberinto de Majipur, pero es la misma versión.
Fue comentado por Mónica Nicastro en el número 2 (pág. 25): "Es entretenido, divertido, tiene buen ritmo y es fluido, pero le falta garra, esa fuerza, esa especie de catarsis de las pasiones oscuras y de las situaciones extremas que acostumbramos a pedirle a las obras de CF, y en particular a autores consumados como Silverberg."

(Comentario de Mónica Nicastro publicado en el volumen Cuasar 2, ediciones Cuasar, colección Revista, número 2, edición de 1984. Derechos de autor 1984, Mónica Nicastro)
Esta, la primera obra de Silverberg después de una pausa de cuatro años, era esperada con cierta ansiedad. Recibió muy buenas críticas en Norteamérica, pero llama la atención que las citas reproducidas en la contratapa de la cubierta correspondan a reseñas literarias "convencionales" y no especializadas en CF (o fantasía). Y es que se trata de una obra de "transición" entre nuestro género favorito y "lo demás". Es entretenida, divertida, tiene buen ritmo y es fluida, pero le falta esa garra, esa fuerza, esa especie de catarsis de las pasiones oscuras y de las situaciones extremas que acostumbramos a pedirle a las obras de CF, y en particular a autores consumados como Silverberg. Podría en este sentido clasificarse como fantasía, pero Silverberg introduce justificativos científicos: se trata de un planeta gigante de gravedad tipo Tierra, que fuera colonizado por humanos hace 14.000 años; muchos de los conocimientos se perdieron y se conservan sus resultados en forma de magia, la magia misma son los poderes psi. Así, la fantasía no es más que la ciencia ficción borroneada y disminuida.
Resumen del argumento (saltar por quienes deseen leer "a toda costa" el libro): El citado planeta Majipur es gobernado por un Corona, un Pontífice, una Dama y un Rey de los Sueños, mediante telepatía, hipnosugestión y un delicado sistema feudal. Es un planeta fértil donde conviven con iguales derechos los humanos, otras especies alienígena y los nativos, replegados, metamorfos. Ah, los gobernantes son todos humanos.
En la costa occidental del segundo continente aparece un vagabundo, rubio, lindo, simpático, bonachón y amnésico, curiosamente homónimo del Corona: Valentine. Como es encantador, enseguida se hace amigo de un pastorcito, y encuentra trabajo en una troupe de malabaristas cuatrimanos, además de hacerse amante de la humana y amigo del humano del grupo. Recorren el continente y Valentine se hace amigo del mago Vroom ("como ganar amigos e influir en las personas") y arregla todas las discusiones a su paso. Pero a él y a sus amigos los turban extraños sueños. Resulta que Valentine era Lord Valentine, y sufrió una metempsicosis involuntaria a manos de un usurpador, que se quedó con cuerpo y memoria, quedándole sólo a Valentine su encantadora personalidad cultivada para líder y soberano de Majipur. Una a uno le van jurando fidelidad y obediencia y colaboración para recuperar el trono. Eso se completa en el viaje a la reserva metamorfa, de donde escapan a duras penas con una giganta, versión femenina de Conan, y un extraterrestre que salvan de los sacrificios rituales. Realmente la dulzura y la bondad de Valentine se contagian a todo el mundo.
Primero van todos a la isla del sueño, pues la Dama es la madre de Lord Valentine y necesitan su apoyo. Viajan en un barco dragonero que se hunde, y a Valentine se lo traga un dragón. Como está la giganta, se escapan bien. En la isla debe cruzar una serie de terrazas iniciáticas para purificarse. La Dama le da un aro que es un amplificador telepático. De la isla van a ver al Pontífice a un laberinto subterráneo, donde debe atravesar obstáculos burocráticos. De allí comienza a escalar el monte del Castillo, recolectando tropas y aliados a su paso mediante su simpatía, autoridad y su amplificador telepático. Cuando llega arriba (50.000 m. de alto) descubre que desconectaron las máquinas climáticas, pero las arregla, y que el usurpador es no sólo el hijo del Rey de los Sueños sino que éste fue suplantado por un metamorfo. Eliminan a los subversivos metamorfos y arreglan todo, y solucionan todo y celebran la fiesta triunfal.
Contado así parece idiota. Es que está narrado con una deliberada ingenuidad y abundantes redundancias, al mejor estilo Tolkien. Imita, mejor dicho, la narrativa pesada y rica de El señor de los anillos, pero el resultado es más infantil. Si no hubiera incluido detalles eróticos, hubiera sido una perfecta muestra de cuento infantil, más aún considerando la machacona moralina del relato. En Majipur ha desaparecido hasta el recuerdo del cristianismo, pero Valentine practica la más pura moral cristiana, no quiere matar a nadie, ni a los asesinos. Es un héroe occidental y cristiano en una palabra. Sus problemas morales se reducen a si vale la pena pelear para recuperar el trono o no. Tanta bondad harta. Es un héroe caballeresco, un héroe de los que veíamos de chicos en las películas de clase B.
Lo que da vida a esta novela de caballería es el telón de fondo. Pero Silverberg hace trampa, de las cuales las dos más evidentes son: 1) inventar nombres raros sin traducir ni explicar a que se refieren. 2) fabricar paralelos evidentes con criaturas conocidas. Por ejemplo, los dragones del mar son ballenas, la mujer soldado es -como dijimos- Conan hembra, los malabaristas skandar, peludos, robustos y brutos hacen pensar en malabaristas rusos, peludos, robustos y brutos, el mago Vroom es una mezcla de Gandalf y Merlín, los hermanos del bosque parecen los animalitos inteligentes de las películas de Disney, las terrazas de la isla del sueño evocan templos tibetanos, mientras que la Dama es una mezcla de Virgen María y Gran Lama.
Realmente hay que reconocer que Silverberg tiene mucho oficio, porque a pesar de todo esto uno sigue leyendo. Pero un libro tiene que tener algo más que oficio y entretener. ¿Cuál es el mensaje ético que nos trasmite Silverberg? Pues este mensaje de democracia (malabarista y rey) y tolerancia (diferentes especies aliadas) tiene cierto tufillo a fascismo y raza superior. Porque sólo los humanos son líderes, y sólo ciertos humanos de sangre noble, preseleccionados y educados, pueden ser Corona. Perturbar eso es perturbar el orden mismo de la naturaleza. Como detalle interesante, diré que Silverberg reparte con absoluta equidad todos los oficios (menos los poderes) entre varones y mujeres. Hay marineros , soldados y almirantes mujeres. Pero eso no basta. Me temo que el libro, el trabajo de crearlo, no se ha redimido en sí mismo. Aconsejable para tardes de lluvia (muchas tardes de lluvia) o para conciliar el sueño.

(Comentario de Juan José Parera publicado en el volumen Tránsito 10, ediciones Tránsito, colección Revista, número 10, edición de 1983. Derechos de autor 1983, Juan José Parera)
Es esta una novela polémica en muchos aspectos, (entre otros en el precio. ¡Qué precio!) ¿Se trata, como algunos afirman de la vuelta a la CF de un Silverberg separado de ella durante años? ¿De una entrada por la puerta grande? Algunos piensan que esta novela sólo se hizo para ridiculizar el género, que Silverberg deseaba regresar para poner en el candelero a todos los que le habían considerado como un autor de segunda fila y reírse de ellos. De una u otra forma, los comentarios oscilan entre la maravilla absoluta o la denominación de basura infecta. Ecléctica y astutamente que quedo en el centro.
Abundan las descripciones, en casos muy logradas, de paisajes-seres-costumbres a través del inmenso espacio que es Majipur, con multitud de nichos ecológicos capaces de albergar muchas razas de seres inteligentes, semiconscientes, animales y una densa gama vegetal (hasta un extramajipuriano). La sorpresa parece surgir en cada página coronando toda la obra con una sorpresa final.
Junto a estas características que demuestran las tablas de las que sin duda Silverberg dispone en abundancia, la narración es de forma general tan sumamente lineal que tal parece un libro de caballerías con aventuras en sucesión, con un futuro puesto en el final (casi en la contraportada), cerrando cualquier posible ramificación.
Valentine, protagonista indiscutible, quizá únicamente por ser el más profundizado va a llevar a cabo una gesta claramente dividida en partes con escasa relación con las divisiones de la novela.
1) Vencer el ambiente: Pruebas sin límite: tiempo, distancia, elementos, escaramuzas.
2) Vencerse a sí mismo para reencontrar su verdadera identidad. A través de sueños, oráculos, envíos, palabras veladas y los exámenes psicológicos de la Isla del Sueño.
3) Vencer a la burocracia como aparato del poder. En un lugar kafkiano a primera vista se esconde el poder ejecutivo. Nuevas pruebas esta vez menos variadas.
4) Vencer al poder y retomarlo. Con una batallita y... un golpe de efecto. Estos golpes de efecto, lo menos consistente de toda la narración, se repiten una y otra vez.
El problema del camino se resuelve de un plumazo. Valentine tiene un innato don malabarístico. Las escaramuzas y decepciones: sin problema llevando al "mago-soluciónalo-todo" y allí donde éste no alcance siempre hay una guerrillera a punto. ¿Que no puedes con los test psicológicos? Te los saltas y en paz. Después te regalan un cacharro para hacer envíos mentales... En última instancia en una página puede enamorar a una funcionaria que le veda una puerta.
Realmente es difícil imaginar como no podría lograr su cometido a pesar de todas las circunstancias adversas.
Concluyendo: habrá que esperar hasta que Las crónicas de Majipur se editen y saber si el conjunto merece la pena o hay que archivarlo entre los de "sí, pero...".

(Comentario de Luis M. Pestarini publicado en el volumen Sinergia 4, ediciones Sinergia, colección Revista, número 4, edición de 1983. Derechos de autor 1983, Luis M. Pestarini)
El encabezamiento no miente: son nomás 691 las páginas que tuve que leer. Aunque algún purista podría argüir que estamos ocultando deliberadamente las páginas que la editorial dedica en todas sus publicaciones a promover una veintena de antologías que le quedaron de clavo y siete títulos en rústica (colecciones Gaudeamus) que no parecen haber corrido mejor suerte. Claro que si el purista tuviera razón aparecería un antagonista solicitando que se cuenten las páginas dedicadas a reseñar todos los libros de la colección (51 y otra decena anunciada como "en preparación"). Pero admito no haber leído prolijamente las listas de títulos y el contenido de cada una de las antologías. En cambio me preocupé por retener que la sobrecubierta es de Garbi y Genezelli, que el libro fue Printed in Spain, que el ISBN es el 84-7002-356-X, que el Depósito legal fue inscrito bajo el número B. 15420-1983, que Acervo está en la calle Julio Verne, 5-7 y usa el apartado 5319 de Barcelona-6, que la imprenta que intervino se llama Gráficas Diamante y está en Zamora 83, Barcelona-18. También parece importante que Silverberg le dedicó el libro a David Hartwell, Page Cuddy y John Bush... que empujaron con mucha suavidad y que le agradeció a varias personas de su conocimiento (de Silverberg, no del lector).
Creo que debo disculparme. No leí 291 páginas. Los mapas los miré, los observé, los contemplé, los traté de memorizar. Pero no leí 691 páginas sino 684 y tal vez menos aún (todos los capítulos empiezan en página impar y hay algunas páginas en blanco).
En fin, no es cuestión de impacientarse. Todos ustedes se estarán preguntando por qué gasto tantas palabras en unas pocas páginas marginales y no hablo de las seiscientas y pico que ocupa la novela. La respuesta es muy simple: porque en todas esas páginas no pasa nada. ¡Nada! ¡NADA! Hay un Valentine que ha perdido su corona y vaga amnésico por un gran planeta (hurto a Vance), recolecta una troupe de malabaristas, logra salir del interior de un dragón marino (hurto ya saben a quién), recupera la corona y happy end al mejor estilo de Star Wars I. Sí, la chica era plebeya, pero malabarista. ¡Ah! hay como diez razas no humanas que coexisten bellamente con los humanos aunque se nota que éstos son más inteligentes y astutos. Y eso es nada, ¡nada!, ¡NADA!
Eso sí: Silverberg ha logrado superar la esterilidad. Ahora se está convirtiendo, haciendo gala de una cornucopia prodigalidad, en un fabricante de... (autocensurado). Esperemos entonces, las Crónicas de Majipur que promete la solapa. Ansiosamente.