COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Editorial Tránsito publicado en el volumen Tránsito boletín informativo 9, ediciones Tránsito, colección Boletín informativo, número 9, edición de 1989. Derechos de autor 1989, Editorial Tránsito)
Curiosa prolongación del cuento del mismo nombre que puede leerse en Cuasar 8. Bear sabe hacer una novelización bastante original del mismo y el resultado es algo más que aceptable.

(Comentario de Ignacio Romeo publicado en el volumen Máser boletín informativo 2, ediciones Juan José Parera, colección Boletín informativo, número 2, edición de 1987. Derechos de autor 1987, Ignacio Romeo)
Tenemos aquí una novela que ha sido recompensada con los premios Hugo y Nebula. Si hay que creer en la vigencia de estos premios no queda más remedio que asimilar como "tendencia de la ciencia-ficción actual" las líneas maestras que fundamenten el texto. Por suerte o desgracia, según los diversos puntos de vista, esto no es linealmente así: muchos otros premios existen votados por editores, escritores, lectores, autores y fanáticos que conforman distintos puntos de vista, diferentes maneras de entender la dirección de la ficción. Sin embargo, el Hugo y el Nebula son dos de los premios que, en mi corta experiencia, han "acertado" más en la mayoría de los casos. Es un punto de vista no exento de error, ciertamente, pero me da pie a considerar este título como profético.
¿Y cuáles son las particularidades que marcan esta prospectiva?
Los personajes que intervienen se encuentran solamente dibujados. Aunque hay un intento de profundizar en la posible genialidad de Vergil Ulam ya desde el comienzo de la narración, que coincide por otro lado con la parte que mejor llevada está, en breve se desvanece la esperanza de conseguirlo. El personaje principal desaparece y es sustituido por otros con los que no se alcanza ningún resultado. Esa parece una constante. La novela se monta alrededor de algo diferente a los personajes. Éstos entran y salen de la historia como cualquier otro elemento. Participan en la historia pero no son la historia.
La acción externa es limitada. Luego, al ver la acción interna veremos el motivo, pero aquí podemos anticipar que no es posible mantener cotas altas de los dos tipos. De hecho, Bear se limita a desarrollar el movimiento de los personajes por el decorado y es precisamente cuando desaparece Ulam y entran otros cuando parece que hay un poco más de este movimiento.
Llegamos a los dos temas fundamentales. La ciencia o el fundamento científico de la ficción tiene gran fuerza. Bear profundiza en los fundamentos biológicos que llevan a la transformación celular y aunque evita entrar en definiciones técnicas profundas que complicarían mucho el entendimiento del proceso, no deja cabos sueltos y pretende obtener una conclusión útil para el desarrollo del relato.
Por último se encuentra el perfeccionamiento del hombre, la acción interior,. Ya tuvimos ocasión de ver otra obra recientemente editada en la que la búsqueda del autor está orientada hacia el mismo camino (Ver Máser Boletín Informativo número 1, El Jardín de las delicias). Así pues, los autores de ciencia-ficción están ya pensando en el nuevo Homo; pero no confían en que la transformación se lleve a cabo por la simple maduración intelectual del hombre, y de lo que se trata es de darle un pequeño empujón. La acción fundamental es interior. El decodificamiento del alma o, en su caso, la substantia del hombre y su múltiple reproducción para impedir su pérdida. Una forma sofisticada de conseguir la inmortalidad, producto finalista que se ha puesto de moda.
No termina la transformación aquí sino que las mismas células conservan, codificados, recuerdos recientes y ancestrales formando nada más que una enorme masa de información emulsionada en un medio orgánico. De ahí a modificar esa información alterando el pasado ancestral o el futuro reciente, no hay más que un paso. Modificar lo externo a uno mismo, debidamente preservado de todo lo demás. Modificar, incluso, lo otro, lo que no es uno mismo. El control del entorno. Es por tanto una forma de alcanzar la "divinidad" esperada. A pesar de todo ello, este tipo de ficción es más que nunca un escapismo: la salvación de todos los males actuales. Por fin estamos tranquilos. Nuestros científicos, lejos de estar locos, están a nuestro lado. Lo mismo, lo mismo que el pezón de mamá para el niño inquieto. ¿Por qué nos gustarán tanto los Salvadores?

(Comentario de Carlos O. Antognazzi publicado en el volumen Cuasar 14, ediciones Cuasar, colección Revista, número 14, edición de 1987. Derechos de autor 1987, Carlos O. Antognazzi)
La literatura de ciencia ficción y la fantástica en general ha ido cambiando con el tiempo. Si bien es cierto que hoy día ya no es posible, a mi entender, hablar de "ciencia ficción" (1), si es aún posible hablar de una especie de literatura fantástica muy amplia, en donde se enrolan historias (novelas) como Música en la sangre (2).
El principal cambio que ha tenido este tipo de literatura ha sido el de ir perdiendo cada vez más su condición de "aventura de la imaginación" para volcarse a una "aventura posible" y, más aún, a una "aventura" a secas. Tal esta historia, que narra los trabajos que un científico realiza con la reestructuración de las células. Un trabajo que se efectúa en la realidad desde hace años, un trabajo que, en manos de Greg Bear, se convierte en una idea literaria original que curiosamente hasta hoy (creo) no había sido explotada: la posibilidad de que cada célula adquiera inteligencia y, por consiguiente, la capacidad de opción, la suprema capacidad de la libertad.
Hasta aquí el planteo temático, que, si se observa con un mínimo de criterio el planteo formal, es el único rescatable. (Un estilo periodístico, tan propio de los norteamericanos actuales, que sólo llena páginas sin la más mínima dosis de 'literatura' lo confirma.)
Si bien algunas actitudes del personaje creado por Bear, el científico Ulam, no llegan a convencer (como cuando toma la decisión de inyectarse él mismo el cultivo de células experimentales) al lector, a poco de seguir en la lectura de la novela se verá el verdadero propósito del autor: mostrar las metamorfosis sucesivas que este personaje comienza a sufrir a causa de las células "inteligentes" que ha inyectado en su cuerpo.
Los cambios se evidencian con cierta rapidez. Se dinamiza en su comportamiento diario, mejora la calidad de su vista, adelgaza, come sólo lo que su cuerpo necesita, se siente mejor. Pero luego, pasado un tiempo, y previo análisis en una clínica, descubre que tanto sus costillas como su columna vertebral son totalmente nuevas y desconocidas hasta entonces. Una nueva estructura está creciendo dentro de su propio cuerpo, una estructura que surge según las necesidades y las directivas de esas células "inteligentes" que se ha inyectado que no han vacilado en reproducirse por todo su organismo. Células que de pronto han despertado a la vida y comienzan a "colonizar" su nuevo universo particular.
Uno de los aspectos interesantes de la novela es el hecho de que para las células el universo "conocido" se reduce al cuerpo de Ulam, lo que implica que la concepción de Dios a la que arriban también debe pertenecer a ese cuerpo (o ser ese cuerpo): el cerebro del mismo Ulam. Es decir, Dios entendido como conductor, como el que imparte el orden en el universo. Si bien no es explícito el paralelismo células/Ulam con Hombre/universo, la comparación es obvia y, fundamentalmente, coherente.
Pero la novela no queda allí. Avanza, como esas células inteligentes, hacia una totalización, hacia una búsqueda cósmica. Los humanos que han sido "contagiados"' (3) comienzan a disolverse, a fusionarse en una solución de color marrón (ADN) (4), de tal manera que se pierden el concepto de "hombre", el concepto de "identidad", y el de "persona", para gestarse un nuevo concepto, el de "totalidad". Y no solamente totalidad en cuanto al género humano, sino totalidad en cuanto a todo tipo de vida terrestre. (Es sabido que la única diferencia que hay entre los seres vivos animales y vegetales es del orden de la combinación de ADN en la helicoide que ese ácido vital forma en cada linfocito. Esas combinaciones están determinadas por un patrón genético que responde a cada especie en particular, un patrón genético que determina qué organismo vivo es el que debe nacer. Lo sorprendente es que, fuera de este orden de las combinaciones, los elementos constitutivos de la vida sobre la tierra son exactamente los mismos para animales y vegetales. La diferencia entre ambas especies es, por lo tanto, mucho menor de lo que habitualmente se piensa.)
La novela de Bear finalmente apunta (o arriba) a un nuevo ser vivo, a una fusión animal-vegetal sumamente inteligente, que posee la memoria del planeta (de todos los seres que han pasado por la Tierra) grabada como un mensaje genético, lo que determina que ese nuevo ser que se ha creado sea inmortal. "Nada se pierde. Nada se olvida" dirán en la última comunicación mental los linfocitos inteligentes.
Sin duda Música en la sangre es una obra inteligente e intrigante, de esas que hacen pensar y que dejan un saldo positivo luego de su lectura.
Notas:
(1) El término ciencia ficción fue creado por las editoriales por una necesidad estrictamente comercial. Fue en su momento un nombre válido (señalaba una nueva forma literaria) que hoy ya no es necesario. Hoy, cuando se ha llegado con un hombre a la Luna, cuando una maraña de satélites artificiales rodea la Tierra, hablar de ciencia "ficción" parece absurdo. Particularmente considero que puede hablarse de una literatura que "utiliza" elementos técnicos y científicos y nada más. Lo "ficticio" ha quedado al margen.
(2) Música en la sangre es la extensión del cuento "La música de la sangre" publicado en Cuasar número 8 y ganador de los premios Hugo y Nebula. En la novela, el desarrollo de la acción del cuento ocupa la mitad de la extensión del total. (Nota del editor de Cuasar 14)
(3) Así como el hombre envía sondas al espacio para comprender el universo, las células en el cuerpo de Ulam han aflorado en su piel, el límite perfecto de su universo particular. El contagio con los demás seres es inevitable. La idea tiene su lógica y es convincente.
(4) ADN: ácido desoxirribonucleico. Es el elemento constitutivo básico de la vida. Su coloración -ha sido obtenido en forma artificial en laboratorios- es marrón.

(Comentario de José Ángel Adame publicado en el volumen Nexus 1, ediciones Nexus, colección Revista, número 1, edición de 1987. Derechos de autor 1987, José Ángel Adame)
Algunas veces uno tiene dificultades en definir exactamente lo que es la SF, y una de las formas más expeditivas (y reales), es el afirmar que lo que se escribe es explicable en términos del método científico-natural, o ciencia a secas, actual o lo que pudiera existir presumiblemente en un futuro inmediato o lejano. No hace falta, claro está, ser muy estricto, y si la trampa del relato o la fantasía del autor le lleva a tomarse unas ciertas libertades científicas, lo cual equivale a decir que recurre a un camelo más o menos gordo, no importa creo yo, si si non é vero, é bien trovato.
Pero pienso que hay ciertos límites. No pueden definirse con facilidad y, eso es lo malo, también depende mucho del punto de vista del lector. Tal vez la existencia de vehículos más rápidos que la luz, o el paso por distintas dimensiones del universo (del Multiverso, termino gustosamente empleado por Moorcock, aunque creo que no ha sido acuñado por él), o los pliegues del continuo temporo-espacial, sean herejías más graves que el producir Inteligencia Molecular pero, para mi, es sencillamente una barbaridad, y no porque esto mismo sea especialmente ofensivo ante la Faz del Señor, no, es que saca la narración del género de la SF y la arroja despiadadamente al de la Fantasía más desbocada. Ya sé que hay a quien no le importa mucho todo esto. Otros dirán: ¿Y qué? ¡No existen los géneros literarios!
¡Oh, bueno! ¡Ya está bien! La realidad es que Música en la sangre a pesar de su título horriblemente cursi, no es una mala novela. Lo que pasa es que hubiera quedado muchísimo mejor si, a) No fuera un cuento anteriormente publicado en Analog, desmesuradamente hinchado, y que se nota, entre otras coas porque el autor pierde el protagonista a mitad del libro, y luego tiene que ir buscando entre unos y otros quienes le rellenen la historia (¡es una obra de relleno!) y, b) Si no hubiera pretendido hacer inteligentes a los linfocitos, que son células muy diferenciadas (Es lo mismo que desarrollar gusanos de seda para hacerlos capaces de empujar vagones de ferrocarril). Aquí es donde el escritor se pierde en una orgía de extrapolación, operación siempre peligrosa. Si se hubiera detenido a medio camino y hubiera empleado mejor los asesores que se mencionan en sus Notas y Agradecimientos' y en informarse sobre estos temas hubiera podido, mediante la recombinación del NDA, DNA ó ADN (ácido desoxirribonucleico), según prefieran, y con toda facilidad (y verosimilitud), crear un virus especialmente patógeno e infeccioso, el resto de la novela no hubiera cambiado substancialmente, pero los hechos hubieran sido más plausibles.
Con todo, la novela no es mala, y se puede recomendar su lectura, porque con toda seguridad habrá quienes disfruten leyéndola... si no saben biología.