COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Rodolfo Martínez publicado en el volumen Máser boletín informativo 14. Derechos de autor 1988, Rodolfo Martínez)
Hace ya un tiempo que tuve acceso por primera vez a una historia de Scott Card, a través de la desaparecida Nueva dimensión. Se trataba, naturalmente, de la novela corta La casa del canto. Algo más tarde me hice con un número especial de Omni (edición americana) dedicado íntegramente a la ciencia ficción y en el que se incluían varios cuentos suyos. desde el primer momento, Card me gustó, sus historias me atrajeron, y más aún sus personajes, sin embargo, aún no sé por qué, tardé mucho en decidirme a comprar una novela suya. Al fin lo hice y, desde luego, no me he arrepentido.
(He de aclarar que esto iba a ser en un principio un comentario a la primera novela de la serie. Sin embargo, mientras le estaba dando los últimos toques al asunto, salió la continuación. Así que la leí y reconvertí la reseña para dar cabida a ambas novelas.)
En la primera, y partiendo de una base ya clásica (el entrenamiento de un cadete espacial), Card desarrolla una historia llena de fuerza, violenta y dulce, como ya es su costumbre, y con un niño de protagonista principal, algo que casi se ha convertido en su marca de fábrica. Lo único que hay que reprocharle quizá a esta novela es el excesivo paralelismo que a veces surge en la mente del lector entre el Ender de este libro y el Anset de La casa del canto. No es que sean el mismo personaje, las diferencias se hacen evidentes, pero al lado de eso nos encontramos con aspectos que los acercan bastante. Ambos son niños, y ambos con propiedades que los alejan del resto del mundo. En el caso de Anset es su capacidad para observar las emociones de los demás y convertirlas en canción, en el de Ender su capacidad militar, estratégica, que será inapreciable para la humanidad. Los dos se encierran, a causa de esa diferencia con los otros humanos, en sus universos particulares, y solo el amor consigue sacarlos de allí y devolverlos a la realidad.
Otro aspecto en que ambas obras son similares es el ambiente en que se desarrollan, cerrado, casi claustrofóbico. Si bien es cierto que en este Juego de Ender podemos encontrar a veces espacios abiertos, la mayor parte de la novela transcurre en reclusión, principalmente en dos lugares: la base espacial que sirve de centro de entrenamiento, y el asteroide en el que se encuentra el cuartel general de las tropas humanas.
Con esto no quiero decir que esta novela sea un calco de la publicada en Nueva dimensión, ni mucho menos. Su ambiente (a pesar de esa claustrofobia común que apuntábamos), su desarrollo, y sobre todo, su penetración psicológica son bien distintos. Lógicamente, al ser este Juego de Ender sensiblemente más largo que La casa del canto, Card puede meterse más a fondo en la mente de su personaje y así, aspectos que en la novela corta solo nos eran mostrados de refilón, aquí son desmenuzados minuciosamente.
Por otro lado, junto a las peripecias de Ender, tenemos las de sus hermanos, también niños como él y que fueron probados por el ejercito antes que Ender y luego rechazados por no cumplir los requisitos necesarios. Estos hermanos, Peter y Valentine (chico y chica) formarán una especie de "flancos" de Ender a lo largo de toda la novela. Mientras que Valentine, la niña, parece estar incapacitada para el odio, el caso de Peter es, en apariencia, el contrario. Ender supera la prueba en la que fracasaron sus hermanos porque se encuentra en el medio de ambos: no es incapaz de odiar, y lo hace de hecho, pero junto a eso, se identifica de tal forma con sus enemigos que llega a amarlos. Eso es lo que necesita el ejército, alguien que pueda llegar a identificarse con la forma de pensar de los alienígenas que los han invadido, pues esa será la única forma de destruirles. Sin embargo, una persona que se identifique tan profundamente con otro, ¿no se negará a destruirle, llegado el momento?
A medida que pasa el tiempo, y mientras asistimos a la evolución física y mental de Ender, se nos dan también retazos de la vida de sus hermanos, y vemos como estos empiezan a cambiar. Finalmente, los alienígenas son vencidos, y Ender se van con su hermana a colonizar uno de los antiguos mundos de sus enemigos. Allí se encontrará con que estos no han sido completamente destruidos, una última reina colmena de los insectores (alienígenas parecidos en su organización a las hormigas o las abejas) aún sobrevive, y Ender dedicará el resto de su vida a encontrar un hogar donde ésta pueda plantar sus raíces y reparar así el daño que le hizo a su pueblo. Así se cerraba esta primera novela.
Me acerqué a la segunda con temor. La cosa llevaba visos de convertirse en trilogía y, ya se sabe, los segundos libros de las trilogías suelen ser los más flojos, su propósito máximo es el de servir de enlace entre la primera y tercer apartes y esto hace que queden bastante cojas en la mayoría de los casos. Esta es la excepción a la regla.
El juego de Ender era, sin más, una buena novela, bien escrita, bien estructurada y con unos personajes atrayentes y contradictorios (o sea, humanos). La voz de los muertos es muy superior. Si en la primera parte los insectores no nos eran mostrados más que de refilón, a través de la empatía que Ender acaba experimentando hacia ellos, los alienígenas en esta nueva novela, los "cerdis", se nos describen en todos sus detalles, desde sus ciclos biológicos (magistralmente diseñados por Card) hasta sus costumbres sociales. Junto a eso tenemos a la población humana que vive junto a los cerdis, una colonia católica de origen portugués o brasileño (no queda demasiado claro) en la que Card aprovecha para describirnos una sociedad dirigida por el poder religioso. Curiosamente, frente a lo que cabría esperar, los resultados no son desastrosos. Acostumbrados como estamos a ver descritas las sociedades religiosas (y especialmente las católicas) como inquisitoriales, hipócritas, castrantes, lo que nos encontramos en este caso no puede estar más lejos de eso: una sociedad normal, y cuando digo normal quiero decir humana, con sus virtudes y defectos, los mismo que podríamos encontrar en cualquier otra.
El tercer ser en entrar en confrontación es el propio Ender. cuya capacidad para comprender las mentes extrañas le hará ser el único capaz de reconciliar la sociedad cerdi con la humana. Y por ultimo tenemos una conciencia informática, un ordenador (o más correctamente, un programa, gran acierto por parte de Card, si algún día llega a haber una inteligencia electrónica no serán los ordenadores los que piensen -al fin y al cabo no son más que cajas dotadas de una inmensa memoria- sino sus programas) consciente de sí mismo y cuya ayuda a Ender será inapreciable para este, aunque los motivos de la mente electrónica no sean del todo altruistas. Jane (así se llama el programa) espera que un hombre como Ender, capaz de comprender a razas tan distintas entre sí como la humana, la cerdi o la insectora y hacer que éstas se comprendan entre sí, pueda hacer lo mismo por ella.
En resumen una muy buena novela que, si las cosas siguen así (esperémoslo) tendrá una continuación aún mejor. Card se son está revelando como uno de los mejores autores del campo de los últimos años. Por ciento y antes de acabar, la traducción de Rafael Marín es excelente.

(Comentario de Joan Manel Ortiz publicado en el volumen Tránsito boletín informativo 6. Derechos de autor 1987, Joan Manel Ortiz)
Desde luego a esto se le llama rapidez editorial. Esta novelita, ganadora del Nebula 1985 y del Hugo 1986 nos viene servida en poco menos de un año por la nueva editorial del Grupo Z, Ediciones B, y nos permite, una vez más, constatar la poca imaginación que de un tiempo a esta parte rezuman las obras que reciben estos premios norteamericanos. Veamos: Ender es un niño que ha sido elegido como posible comandante supremo de las fuerzas militares terrestres para la futura guerra con los Insectores (que será la tercera: las dos anteriores fueron invasiones a los dominios terrestres que fueron rechazadas. Esta que viene será una agresión terráquea, una acción que los militares denominan "preventiva"), por sus características, y por ello es sometido junto con otros muchachos de su edad y mayores a un duro entrenamiento, en una escuela militar, donde se les enseña e instruye en los métodos de combate en grupo y se desarrollan las dotes de mando naturales que puedan tener cada uno de los sujetos. Al final de dicho entrenamiento, destinado, repito, a encontrar al nuevo Almirante en Jefe de las fuerzas terrestres que las lleve a la victoria, es donde el autor nos intenta sorprender por primera y única vez en toda la novela.
El recurrido tema de cadete-en-academia-espacial no da para que se escriba otra novelita con intenciones "originalistas" y Scott Card cae una y otra vez en multitud de tópicos recurrentes aunque, también hay que decirlo, no todos son de este tema: los hay de muchísimos otros, aunque haciendo justicia he de decir que la novela entretiene, que supongo será la intención última del autor. La omnipresencia de los malvados Insectores que, sin embargo, no aparecen hasta casi el final de la novela es una clara muestra de estos tópicos. Y si le sumamos a esto el irregular ritmo de narración y el maniqueísmo confuso (hay buenos y malos clarísimos pero, sin saber muy bien por qué los unos se van transformando en los otros según convenga) obtenemos una obra sincopada, con trozos apasionantes mezclados con otros tediosos que te hacen pensar en alguna otra cosa que te apetecería leer en esos momentos. Los personajes están trazados muy burdamente y ni siquiera el protagonista convence más que de aquella manera. Y el final, tras la batalla definitiva, es lo más descarado que he visto últimamente para hacer una continuación (que por cierto ya está escrita: La voz de los muertos, a editarse próximamente en esta misma colección). Resumiendo, que éste no es mi Orson Scott Card, que me lo han cambiado. ¿Dónde quedó toda aquella poesía, aquel estilo literario, aquellas ideas tan frescas? ¿También lo ha podrido el dólar? Y vale que la novelita es entretenidilla, con los videojuegos computarizados que están tan de moda pero ¿tan mal estuvo la cosa ese año como para llevarse el Nebula y el Hugo? ¿o es que los yanquis han perdido definitivamente el poder discernir entre lo vulgar y lo bueno?
Confiemos en que su continuación no haga justicia a aquello de que "nunca segundas partes..."