(Fragmento de Venganza de Chanur [la], novela de C. J. Cherryh. Derechos de autor 1985, c. J. Cherryh)
La Orgullo entró en el espacio, apareciendo bruscamente en el aquí y el ahora. Pyanfar Chanur, aún medio aturdida, extendió las manos hacia los controles. ¿Dónde?, pensó, dejándose dominar durante un segundo por la loca y aterradora idea de que los motores las habían traicionado y quizás ahora se hallaran perdidas en la nada. Había nuevos programas y rutinas que recordar. Nuevos parámetros, nuevos sistemas... No. Usa el ordenador, idiota, deja que los automáticos la lleven... -Situación -dijo, haciendo brotar las palabras por entre unas mandíbulas resecas como el polvo. -Estamos dentro de alcance -dijo Tirun. Hubo una primera reducción de velocidad que las situó brevemente en fase una vez más con la frontera entre espacios, haciéndolas salir luego de ella; y la Orgullo de Chanur regresó de nuevo al espacio real con un absoluto dominio de sí misma. -Estamos vivos - dijo Khym. Eso era motivo de sorpresa para todos. -¿Chur? -preguntó Geran. -Aquí -dijo una voz débil algo pastosa por el comunicador-. Estoy aquí, estoy bien. Lo conseguimos, ¿eh? Segunda reducción: la Orgullo se desprendió de otra fracción de la velocidad que le había prestado la caída gravitatoria. Y siguió avanzando mientras los números rojos desfilaban por el tablero, indicando una velocidad tal que las medidas astronómicas eran para ella como simples trivialidades locales. -Acabamos de pasar la tercera indicación -dijo Haral. -Ya -dijo Pyanfar. -Alarma del faro. -No respondas. -Pyanfar mantenía los ojos clavados en la imagen de observación que les mandaba el faro robot de Mkks, con las posiciones de todos los objetos en el sistema de Mkks. El faro estaba protestando por su velocidad-. Consígueme esa trayectoria, por todos los dioses, podemos hacerlo... ¿dónde está esa trayectoria? ¡Despertad de una vez! La trayectoria apareció en el monitor, una línea roja cargada de peligro, que dibujaba un curso que violaba todos los códigos de navegación existentes dentro del Pacto. Las alarmas se encendieron y apagaron: la sirena empezó a gemir. Pyanfar agachó levemente las orejas y sus manos se tendieron frenéticamente hacía los controles. Haral sincronizaba sus actos con los de ella para arrancarle los números al ordenador de observación y meterlos en el de navegación. Tecleó una confirmación y apretó uno de los botones. Las alarmas se apagaron y la Orgullo continuó avanzando, siguiendo a toda velocidad por la trayectoria fijada por la línea... ("¡Adelante, adelante, adelante!", jadeaba Tirun...) ...y enviando una nave de salto cargada aún con velocidad en un rumbo directo hacia la estación de Mkks, una maniobra con sólo dos estrellas de margen, apostándolo todo a que el faro de Mkks fuera totalmente preciso. Estaban logrando superar el frente de ondas de la velocidad de la luz que había provocado su propia llegada, el mensaje que ese faro situado a distancia de salto mandaba hacia Mkks... perseguían ese instante en el curso del tiempo a la máxima velocidad posible en una nave, con la suficiente energía contenida en su masa como para crear una buena llamarada si aparecía en su camino algo que el faro de Mkks no había sido capaz de detectar... una nova en miniatura, un sol que ardería durante unos fugaces instantes. Pyanfar soltó los controles, flexionó sus doloridas manos y luego rebuscó dificultosamente entre la ausencia de gravedad tratando de encontrar el paquete que había dejado antes en el brazo de su sillón. El paquete escapó de sus garras, pero Pyanfar logró cogerlo al vuelo. Lo agujereó y tragó su contenido en varios sorbos convulsivos, estremeciéndose ante el sabor y su impacto en el estómago. Era necesario: su cuerpo estaba desprendiéndose de la piel y el vello muertos, apenas le quedaban minerales ni líquido. Pronto empezaría a subir el nivel de azúcar en la sangre y necesitaba haber superado ya este punto cuando el curso de la Orgullo entrara de nuevo en una zona crítica. Ahora no había posibilidad alguna de dirigir la nave. Viajaban a tanta velocidad que no podían apartarse de ninguna influencia salvo la de una estrella, y ese tirón estaba incorporado a los cálculos de su rumbo. Pyanfar se echó la melena hacia atrás con un manotazo y se frotó la nariz para eliminar un picor que había estado sintiendo desde Kshshti. -Mkks a nueve minutos luz -dijo Haral. Nueve minutos para que la estación de Mkks recibiera las noticias de su llegada; las autoridades mahendo'sat precisarían unos cuantos más para comprender que no habían llevado a cabo la tercera y decisiva reducción de velocidad. Mientras tanto, la Orgullo estaba acortando el intervalo de contestación de esos nueve minutos. Dentro de unos dieciocho minutos, o quizá menos aún, se toparían directamente con la ola de comunicaciones emitida por una estación frenética. Ése era el tiempo tal y como lo veían las naves estelares, pero alguien tenía que llamar a los kif por el comunicador; alguien tenía que estar ahí físicamente para apretar botones y hablar con la autoridad kif, mientras que a cada rápido paso de ese kif lanzado a la carrera por un pasillo, la nave que entraba en el sistema recorría todo un diámetro planetario. -Envía esto -le dijo a Khym-. La Orgullo de Chanur entrando en Mkks: pedimos lista de naves y asignación de muelle. Queremos tener un muelle vacío a cada lado del nuestro. Llevamos carga peligrosa. Mándalo. Eso les confundiría: una nave comportándose como si tuviera una tobera averiada y hablando como si tuviera problemas con la carga. Ocho punto nueve minutos para que el mensaje llegara a la estación. Quince punto algo para que la estación contestara, aun suponiendo que la decisión se tomara al instante. Alguien tenía que girar su asiento, hablar con un supervisor, informar sobre el mensaje recibido. Oyó como Khym lo enviaba... dioses, una voz de macho llegando de una nave hani; con eso ya bastaría para confundir a la central de la estación. Nunca habían oído una voz semejante: estarían comprobando los doppler de sus receptores en busca de alguna avería, cuestionando la verdad en tanto que ésta se lanzaba hacia ellos. Incluso los técnicos acostumbrados a pensar en fracciones de velocidades lumínicas... -Manda esto: mensaje a la Harukk, al mando de Sikkukkut. Tenemos una cita. Hemos venido para asistir a ella. Te veremos en los muelles. (Alguien que decidía enviar ese mensaje a los kif; pies de kif corriendo para localizar al comandante; otro momento para decidir sí se abandonaba el muelle o si la nave seguía en él... Un instante para decidir y un diámetro planetario recorrido.) Diez minutos para lanzar una nave como la Harukk si la soltaban del muelle sin los preámbulos necesarios. Cuarenta más para alejarla lo bastante de la masa cercana y dar comienzo a la pulsación de los campos. La Harukk tenía que combatir con una estrella para conseguir velocidad, y esa estrella las estaba ayudando en su entrada. Otro medio minuto. Viajando a tal velocidad y encerradas dentro de esa bolsa de tiempo, Pyanfar tenía la curiosa sensación de estarse moviendo a cámara lenta, protegida de los kif y de sus amenazas. Pero también tenía la sensación de estar indefensa. Había cosas que los kif podían hacer. Y había tiempo para esas cosas... cosas como apretar cosas como apretar un gatillo o cortar una garganta indefensa... Un rápido mareo: el concentrado del paquete había llegado a su torrente sanguíneo. -¿Te encuentras mal, Khym? -No. -Una voz débil, medio sofocada. No era la primera vez. -Chur. -Sigo aquí, capitana. -Tirun, ¿has comprobado el tiempo real? -483 horas en tránsito, según el faro. Esto representa veinte minutos para la última reducción - dijo Haral. Dentro del horario previsto, dentro de la distancia. Lo habían planeado todo en Kshshti antes de emprender este loco viaje, justo cuando era más difícil hacerlo, en las horas que precedieron a la salida del muelle y durante el largo y duro tiempo de aceleración que mandó a la Orgullo a un salto realmente profundo dentro del pozo gravitatorio, por todos los dioses, y que luego la hizo salir condenadamente desviada de este otro pozo, en una maniobra que una nave de caza no emprendería muy alegremente y que ninguna nave mercante debería ni tan siquiera intentar. Toda la tripulación era hani: melenas y barbas rojo y oro, vello de los mismos colores. Todos excepto uno, llevaban anillos de oro en la curva de sus peludas orejas, oro que indicaba experiencia, viajes y riesgos corridos desde el hogar en Anuurn hasta Idunspol, Punto de Encuentro, Maing Tol y Kura; Jininsai y Urtur; puertos extraños, comercio con otras razas; muchas tiradas de dados y apuestas muy elevadas. Pero ningún viaje había sido como éste. Mkks no era un puerto hani y no era el sitio al cual quisiera ir ningún comerciante honesto. Y ningún comerciante honesto tenía ese hipertrofiado paquete de motores que llevaban ellas, ni tampoco su proporción tobera-masa. Pyanfar guardó silencio. Quitó la cubierta protectora del control de las pocas armas transportadas por la Orgullo y rompió otra ley. -Dieciocho para la última reducción -dijo Haral. - Llega un mensaje... Tirun... ¿cuál? -La voz de Khym traicionaba su pánico y su tensión. No tenía experiencia con ese tablero. Era muy posible que estuviera desorientado, y aparte se encontraba mal. Pero al final... [...] |