CONTENIDO LITERAL

(Fragmento de Aventura de Chanur [la], novela de C. J. Cherryh. Derechos de autor 1984, C. J. Cherryh)

El encuentro con viejos amigos era bastante común en la estación, un lugar al que acudían media docena de especies para comerciar; y uno de esos viejos amigos se acercó a Pyanfar Chanur cuando apenas había terminado las maniobras de atracar la Orgullo en el muelle. Pyanfar Chanur pertenecía a la especie hani y tanto su melena como su barba eran espesas y rizadas, de un color dorado como el vello, más corto, que le cubría el resto del cuerpo. En su oreja izquierda lucía los anillos de oro, fruto de los viajes coronados con éxito, y en uno de ellos situado más abajo, se veía una perla de tamaño monstruoso en forma de lágrima. Llevaba unos pantalones muy anchos de seda roja con unas rayas anaranjadas tan leves que casi resultaban invisibles. Alrededor de su cintura lucía una serie de cordoncillos en cuyos extremos se balanceaban piedras preciosas, oro y colgantes de bronce. Pyanfar no pasaba nunca desapercibida: parecía exudar un aura de riqueza y dignidad y fuera donde fuera todos se volvían siempre para mirarla.
Al dar la vuelta a un grupo de recipientes, que esperaban ser recogidos en el muelle, distinguió una silueta prácticamente desnuda y cubierta de pelaje oscuro: un mahendo'sat. Aquel era un encuentro que no resultaba nada fuera de lo normal en la estación. Pero este mahendo'sat en particular extendió los brazos al verla. Sus ojos se iluminaron con un brillo de alegría y su ancho rostro se abrió en una encantadora sonrisa, que dejaba al descubierto unos gruesos dientes cubiertos con fundas de oro.
-¡Pyanfar! -exclamó.
-¡Tú! -Pyanfar se paró de golpe- ¡Tú! -apartó de un manotazo al mahendo'sat que pretendía abrazarla y reanudó la marcha a buen paso, para que éste tuviera que correr un poco si deseaba alcanzarla.
-¡Ah!, capitana hani -gritó el mahe al verla marchar-. ¿Quieres un trato?
Pyanfar se volvió nuevamente hacia él, con las manos en las caderas, y dejó que el mahe la alcanzara, pese a que su sentido común le pedía que no lo hiciera. Una pesada mano cayó sobre su hombro y el mahe sonrió de nuevo con su mueca deslumbrante.
-Mucho tiempo -dijo Dientes-de-oro.
-¡Los dioses te pudran! Deja de mirarme de ese modo y basta de sonrisas. ¿Quieres que te sonría yo también, bastardo mahe? Dime, ¿cómo has logrado entrar en los muelles?
-Acabo atracar. Encuentro buena amiga aquí. Dar sorpresa, ¿eh? -rió nuevamente, le dio una palmada en la espalda y luego, pasando sobre sus hombros un fuerte brazo cubierto de áspero vello, empezó a impulsarla hacia los diques de las naves-. Tengo regalo, hani.
-¡Un regalo! -las garras de Pyanfar rechinaron sobre el suelo metálico de la estación, resistiéndose como buenamente podía a tal exhibición de amistad y pensando todo el rato en los posibles testigos: por ejemplo, el sonriente grupo de mahendo'sat que haraganeaba ante una zona de carga rodeada de recipientes. Ante ellos se veía ya la entrada de una nave: la Mahijiru, sin duda-. Estás en deuda conmigo, mahe: herramientas, dos buenas soldadoras, reparaciones falsas, engaño y estafa.
Un brazo la empujó, con fuerza irresistible, hacia la rampa y los mahe que la ocupaban se apartaron para dejarles paso. Pyanfar se volvió en redondo para contemplar indignada a Dientes-de-oro, pero éste la sujetó con más fuerza por los hombros y siguió empujándola por la rampa.
-Pyanfar Chanur, mi buena amiga. Yo amigo. Recuerdas cómo yo salvé antes cuello ti, ¿eh?
-Regalo -masculló Pyanfar mientras atravesaba la escotilla- Regalo. -pero siguió andando, se paró ante la segunda compuerta, permitiendo que los mahendo'sat que les habían seguido desaparecieran en los pasillos interiores. Dientes-de-oro se puso repentinamente serio y eso a Pyanfar todavía le gustó menos que su alegría anterior. Sus orejas se pegaron al cráneo- ¿Qué clase de regalo?
El mahe le guiñó un ojo. Sí, decididamente era un guiño. Hacía de comerciante cuando no lo era y fingía siempre un papel, al igual que la Mahijiru no era en realidad el lento mercante que aparentaba ser.
-Me alegra verte entera, hani.
-Ya -las comisuras de los labios de Pyanfar se alzaron lentamente en una sonrisa un tanto involuntaria y le dio una leve palmada a Dientes-de-oro en el brazo, sin esconder del todo las garras-. Yo también me alegro de verte, Ana Ismehanan-min. ¿Sigues jugando a ser comerciante?
-A veces hacemos comercio, siempre ayuda a ser honestos.
-Un regalo, ¿eh?
El mahe miró hacia su izquierda y el muro negro formado por los demás mahe se escindió rápidamente. Pyanfar se volvió hacia ellos y sus orejas se irguieron de golpe, mientras su boca se abría en una mueca de sorpresa al ver la desgarbada aparición, vestida a la moda stsho, que se había materializado en el umbral que daba paso a los corredores privados de la Mahijiru. La aparición tenía un rostro lampiño, salvo por una barba y una melena que parecían haber sido hiladas con rayos de sol. Su rostro no se parecía a ningún otro de los que poblaban el espacio civilizado.
-¡Oh, dioses! -dijo Pyanfar y giró en redondo, dispuesta a lanzarse hacia la escotilla. Pero los mahendo'sat la habían bloqueado.
-Pyanfar -dijo el humano.
Pyanfar se volvió lentamente, con las orejas pegadas al cráneo.
-Tully -dijo desesperada, y perdió la poca dignidad que aún le quedaba apenas el humano la rodeó en un estrecho abrazo. Sus ropas apestaban al incienso utilizado por los mahen.
-Pyanfar -repitió Tully, irguiéndose lentamente hasta dominarla con. su estatura, sonriendo domo un mahe aunque procurara no hacerlo, pues ya sabía el efecto que producía su sonrisa- Pyanfar -repitió, evidentemente encantado.
Ese era el límite de su conversación, ya que su boca no había sido creada para el idioma hani. Dientes-de-oro posó su mano en un gesto posesivo sobre el hombro de Tully y lo apretó.
-Bonito regalo, ¿eh, Pyanfar?
-¿Dónde le has encontrado?
El capitán mahen se encogió de hombros.
-Hacer camino hasta mercante mahen llamado Ijir, largo tiempo nave mahen y todo tiempo pedir por ti, Pyanfar Chanur, loco chalado humano. Venir encontrarte, venir encontrarte, es todo lo que él saber.
Pyanfar alzó la mirada hacia Tully. Evidentemente algo debía estar maquinando, pues no tenía ninguna razón para encontrarse ahí, en un transporte mahendo'sat, a años luz del territorio humano y en una zona donde se había prohibido la presencia de su especie.
-No -le dijo a Dientes-de-oro-. No, decididamente no. Es problema tuyo.
-Él quiere encontrarte -dijo Dientes-de-oro- Amiga. ¿Dónde tener tú sentimientos?
-¡Que los dioses te lleven!, que los dioses te lleven y te pudran, Dientes-de-oro. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué desea de mí?
-Quiere hablarte. Tu amigo, hani, buen amigo, ¿eh?
-¡Amigo! Bastardo piojoso y sin orejas. Acabo de arreglar todo el papeleo y ¿sabes lo que cuesta?
-Comercio -Dientes-de-oro se le acercó y le rodeó los hombros con el brazo en un gesto de conspiración. Pyanfar se quedó tan inmóvil como una roca, pegó las orejas al cráneo y le miró con una sonrisa francamente helada- Comercio, hani. ¿Quieres hacer trato?
-¿Quieres perder el brazo?
Hubo un destello de dientes enfundados en oro.
-Rica, hani. Rica y poderosa. ¿Quieres comercio de este humano? Tiene comercio. Mira su cara.
-¿Tengo elección?
Una sonrisa aún más amplia.
-Amiga leal. Quiero hagas algo por mí. Quiero hagas feliz a este humano, ¿eh? Quiero le lleves hasta Personaje. Quiero que le lleves hasta han. Quiero que todos estén muy contentos. Buen comercio, hani. Beneficios.
-Claro, beneficios -le apartó de un empujón y alzó la mirada hacia el ansioso rostro mahen-. Beneficios como la última vez, con facturas hasta la punta de las orejas, con las hani expulsadas durante seis meses de Punto de Encuentro y con la Orgullo fuera durante todo un maldito año.
-Seguro stsho muy agradecidos hani salvar sus pellejos, ¿eh?
-Igual de agradecidos que los mahendo'sat. Igual que ese mahe que me engañó y me...
Unas negras palmas se alzaron ante ella en un gesto conciliador.
-No culpa mía, no culpa mía. Stsho cierran Punto de Encuentro, ¿que puedo hacer yo?
-Puedes cambiar de comercio, ¿qué otra cosa puedes hacer? ¿Qué ruta has estado siguiendo últimamente?
-Tú llevas él, ¿eh?
-Tú le has traído hasta aquí. Amigo. Es todo tuyo, al igual que los problemas legales que vengan después. ¡Explícaselo tú a los stsho!
-Tengo comercio, Pyanfar.
-¿Y que me embarguen? ¡Maldito seas, lunático sin orejas! ¿Estás pretendiendo terminar con mi negocio o qué? Los stsho...
-Pyanfar -dijo él, cogiéndola por los hombros-. Pyanfar, yo te digo, un papel tiene este humano, él lee para ti papel. Esa humanidad le envía. Tienen trato, comercio. Negocio grande, quizá lo más grande que el Pacto haya visto jamás. Tú obtienes parte.
Pyanfar inhaló lentamente una prolongada bocanada de aire que olía a mahen.
-Favores, ¿eh, Dientes-de-oro?
-¡Ah! -se rió él, apretándole el hombro con tal fuerza que Pyanfar pensó que iba a romperle algún hueso-. Prometido, hani. Yo hago promesa, yo guardo promesa. Tengo negocio. Tengo que ir. Tú coges humano. ¿No te hago yo promesa de que tendrás parte en comercio con humanos? Yo hago, yo guardo. Este humano viene a mí y yo le encuentro...

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