COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Héctor Ramos publicado en el volumen Gigamesh 10, ediciones Alejo Cuervo, colección Gigamesh, número 10, edición de 1997. Derechos de autor 1997, Gigamesh)

Cuando acabé de leer la cuarta entrega de la serie de Alvin el Hacedor, tuve la impresión de que alguien había estado bromeando conmigo. No de otra manera se puede calificar la sensación que produce un libro que avanza un paso más en la creación de un héroe moderno yanqui -¡y pensar que todavía tiene unos veinte años en su cuarto tomo!- mediante la descripción de un argumento de telefilme que desarrolla una de esas tramas jurídicas tan queridas a los telespectadores de sobremesa.
Y no estoy poniendo en duda la calidad de la novela. Alvin Maker: Alvin, el oficial tiene una estructura argumental sólida y de auténtico maestro en el arte de narrar. Todos los puntos que componen los temas novelísticos están encerrados unos en otros, como órbitas de planetas de mayor a menor, hasta dar el centro al más importante, que a la vez es el origen de todos los demás, y que dispone del menor espacio argumental. Eso es eficacia.
Lo que debe considerar quien se vaya a enfrentar a esta novela es el hecho de que no va a ver satisfechas las inquietudes con que empezó a leerla. Card utiliza el recurso típico de los fabricantes de series: hacer picar al lector con cebos de gran tamaño, que serán comunes a todas las entregas, para luego irle alimentando con pequeñas recompensas en el transcurso del libro, creadas a posteriori.
En lo que sí resulta indudable es que Card es un maestro en la aparición continuada de esa galería inagotable de personajes interesantes que crea. Es un escritor de vidas. Cuando sus tramas se vuelven barrocas o insulsas, los artistas de la pluma -hoy en día, del procesador de textos- cuentan con recursos para salir airosos del problema. La mayoría de ellos emplea el cambio, una técnica que puede resultar poco original, pero eficaz; Card lo supera añadiendo personajes. Enriquece sus tramas con nuevos protagonistas que, posteriormente en la novela, obrarán su aportación esencial -Verily Cooper-, o con individuos pertenecientes al pasado de la historia -Mike Fink-.
Y es que la historia, por sí misma, no daría para más. Después de lo sucedido en El séptimo hijo, El profeta rojo y Alvin el aprendiz, Alvin Smith vive en Iglesia de Vigor, tratando de enseñar sus capacidades a otras personas para convertirlos en Hacedores. Se ve obligado a huir del pueblo por las mentiras que se dicen sobre su relación con una de sus alumnas. Llega a Río Hatrack, donde es acusado de haber robado el arado de oro. Paralelamente, su hermano Calvin se separa de él y huye a Europa, en busca de un saber que acreciente su poder para derrotar a Alvin.
La clave, como todos podrán investigar, está en la temporada que se desarrolla en Río Hatrack. Y es ahí donde el lector queda estupefacto: ¿para qué va Alvin a Río Hatrack? No se nos dice, porque nada más llegar, lo meten a juicio, y ya existe una razón para que esté allí. Pero eso es confundir el motivo con la consecuencia. En la narración queda demasiado a la vista la voluntad de no acabar la historia. A menudo se queda uno con la sensación de que está andando sin avanzar.
Es cautivadora la manera en que se describe el aspecto creyente de la comunidad norteamericana del siglo pasado. Va intensamente ligada al aspecto de los dones que cada individuo pueda poseer. Esa rivalidad entre la Inglaterra tradicional y las nuevas tierras americanas cuenta ahí con un tema más de enriquecimiento, puesto que en Inglaterra se desprecian esos dones, e incluso se los persigue. Y probablemente sea la manera más original, en la literatura de los últimos años, de tratar de conciliar lo mágico con lo real.
A pesar de las incomodidades que provoca la publicación de seriales literarios, casi exclusivamente motivada por planteamientos comerciales (¿tal vez a esto haya que achacar también la ausencia de un índice?), Card arranca con imaginación en el desarrollo de sus novelas, lo que ya de por sí es un mérito. Alvin, el oficial mantiene el atractivo planteamiento del conjunto de la obra, aunque apenas sea capaz de enriquecerlo.