|
COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN
(Comentario de Juan José Parera publicado en el volumen Bem 51, ediciones Interface, colección Bem, número 51, edición de 1996. Derechos de autor 1996, Juan José Parera)
Me acerqué con un poco de miedo al interior de este libro. La contraportada, que suelo leer antes de empezar, menciona que durante la guerra civil en Madrid... Y es que, personalmente, estoy de la guerra civil hasta los pelos.
No obstante, en El coleccionista de sellos Mallorquí se aleja lo suficiente de la contienda como para que sirva de telón de fondo, aunque no sólo de telón. En el fondo la contienda es lo que importa. Tampoco puede evitarse de la lectura entre líneas unas aproximación política del autor, pero es poco llamativa.
Por contra, lo llamativo es ese narrar fluido en cuanto a los acontecimientos y personajes, mientras mantiene la densidad en el empleo del lenguaje.
La trama, de inicial corte policial, se origina con la aparición de una serie de cadáveres cuya única cuestión en común son las colecciones de sellos que poseen. La apuesta de quien va a dirigir la investigación es que alguien busca algún sello. Averiguar quién resultará complicado pero accesible. Averiguar por qué es mucho más complejo, pero su resolución tiene tanta importancia como que de ella puede depender toda la historia.
Es difícil hablar del contenido de la obra sin dar ninguna pista sobra la misma. Y es importante que el lector se haga su propia composición particular desde el comienzo. Tampoco es fácil hablar de la forma en que se narra la historia. Eso también da pistas. No puedo, sin embargo, dejar de decir que el trazado es sólido desde el comienzo, documentado en cuanto al fondo, delimitado en cuanto a las palabras que se emplean con justeza. Quizá, quizá, al final pueda el lector quedar algo cansado. Eso lo prevé Mallorquí acelerando el tempo.
En resumen, una buena narración de literatura fantástica, no en vano ha recibido la primera plaza en el premio UPC de 1995.
Lux Aeterna, la novela con la que Javier Negrete ha conseguido una mención remunerada, se mueve en unos registros diferentes. Entre la ciencia ficción tecnológica y la "fantasía estelar", es decir, aquella que no dispone de una especial apoyatura "física" para su desarrollo. Tampoco importa. Y no se busca.
¿Qué puede hacer uno cuando tras siglos de vida encuentras el verdadero amor y éste te es arrebatado? El autor plantea la solución al estilo Quijote: salir a buscarlo. Ahora bien, así como el ingenioso hidalgo partía a la ventura con la ingenuidad de un niño, el protagonista se prepara para lo peor.
Directa, sobria, la aventura se mueve a través de planos casi psicológicos hasta su final, tan inesperado que en posterior conversación con el autor le sugerí que no me había enterado. Pero sí; no hay segundas interpretaciones a lo que el texto dice.
Por último X. Pacheco y J. A. Bonilla (que repiten otro año) se llevan la mención reservada a los miembros de la UPC. Su novela corta no llega, en cuanto a calidad narrativa al nivel de las otras dos. Incluso el guión no es especialmente novedoso. Empero, se lee con rapidez, te lleva suavemente hacia donde quieren e intervienen los más típicos elementos fantásticos del momento (laboratorios, manipulación genética, dinero, epidemias...)
El conjunto del libro vuelve a dar una muestra de la calidad del premio UPC y, otra vez más, de la calidad de la ciencia ficción española que, a pesar de los descuidos de lectores y editores, ya está tomando cuerpo claramente por si a alguien le quedaba alguna duda.
(Comentario de Pedro Jorge Romero publicado en el volumen Bem 51, ediciones Interface, colección Bem, número 51, edición de 1996. Derechos de autor 1996, Pedro Jorge Romero)
El coleccionista de sellos de César Mallorquí es la historia ganadora del Premios UPC del año 1995. En el Madrid de una República que está a punto de ganar la guerra civil se producen los misteriosos asesinatos de coleccionistas de sellos. El detective Telmo Vega debe por tanto perseguir la pista del asesino mientras se produce el final de la guerra a su alrededor. Hasta aquí bien. Se trata evidentemente de una ucronía, donde gran parte de la diversión está en apreciar en que forma difiere el mundo de la ficción del nuestro.
La gran característica de esta narración es la reconstrucción precisa del mundo descrito, efecto que César Mallorquí consigue evitando en lo posible la generalidades y dándonos detalles concretos (no en vano la historia comienza con un nombre propio). Consigue así una tensión y un tono, que mantiene durante toda la historia (algo de por sí difícil de hacer), que obligan a seguir lo narrado. A pesar de su longitud (a efectos de los premios Ignotus se trata de una novela y no de una novela corta) se lee de un tirón por lo fascinante de su planteamiento y desarrollo. Uno de los juegos más curiosos se produce en lo que se refiere a la continuidad de los personajes, que César Mallorquí aprovecha muy bien.
El único defecto de la historia es el momento donde se explica la base de la situación, porque esa explicación es innecesaria y no está a la altura del resto de la narración. Es ese punto donde flaquea la perfecta credibilidad del mundo narrativo y debilita innecesariamente el relato: la explicación debía haberse eliminado. Aun así, César Mallorquí escribe con seguridad y sabe sortear ese punto bajo (es más, creo que él es consciente de su existencia).
En conjunto, el resultado final es una de la mejores narraciones que ha dado el Premio UPC en sus cinco años.
Lux aeterna de Javier Negrete es el segundo premio. Ni ciencia ficción ni fantasía, se trata de una historia que vive a caballo entre los dos géneros. El argumento gira alrededor de amantes separados que deben reencontrarse, con la complicación de la presencia de seres de poderes casi divinos que intervienen en la acción, que transcurre en un futuro indefinido de space opera. Bien escrita, no acaba sin embargo de llegar al nivel de otras obras del mismo autor, por ejemplo La luna quieta con la quedó en segundo lugar en la edición de 1991 del mismo premio o Estado crepuscular. Quizás su problema estribe exactamente en ese indefinición genérica y en la aparición de seres que a todos los efectos son dioses. Los dioses como personajes son muy difíciles de utilizar, ¿hay algo que no puedan hacer?, y, por la misma razón, es difícil dar un final coherente a la historia porque lo pueden todo, luego cualquier final es coherente. En ocasiones anteriores Javier Negrete ha merecido ganar el premio, pero en este caso el segundo lugar es justo.
Segadores de vida es la mención que el premio dedica a los miembros de la UPC. Un entramado de intrigas biológicas y temporales, la historia en sí es torpe. La narración demuestra muchos errores de principiantes. No saben, por ejemplo, como presentar su futuro y emplean una serie de dispositivos cada cual más apabullante para el lector, y les falta confianza en lo que cuentan con lo que parece que se sienten obligados de embellecer la narración por temor a perder la atención del lector. Explicaciones largas que no vienen a cuento (son innecesarias e interrumpen la narración) así como un desconcertante cambio entre la primera y la tercera persona se aúnan finalmente para dificultar la lectura. Parece una narración simplemente poco trabajada, y es una lástima, porque la historia no está mal y podía haber dado lugar a una mejor novela corta.
(Comentario de Julián Díez publicado en el volumen Gigamesh 8, ediciones Alejo Cuervo, colección Gigamesh, número 8, edición de 1997. Derechos de autor 1997, Gigamesh)
El desarrollo de la producción de ciencia ficción en España en los últimos años cabe considerarse como satisfactorio. Mientras la edición ha sufrido una decadencia evidente, los autores españoles se han hecho fuertes, gracias a Miquel Barceló en B y Miraguano, y un pequeño grupo publica prácticamente todo lo que escribe. Un positivo primer paso.
¿Cuál debería ser el siguiente? Obviamente, dar el salto de difusión que les permitiera, al menos a unos pocos, dedicarse profesionalmente a la creación, con un volumen de ventas suficente para compensar un esfuerzo laboral que les llevara a distraer tiempo de sus otras actividades. Y ahí es donde viene el problema: la mayor parte de los autores españoles no cuentan con el armamento necesario para dar ese paso. Muchos de ellos tienen bien afilados los estiletes propios del creador de género (las famosas ideas, pongamos por ejemplo, así como el dominio del entramado de la cf), pero fallan en lo básico: el oficio, la capacidad de dar un acabado profesional a lo que escriben.
Por ello, precisamente, es por lo que considero recomendable seguir la obra de César Mallorquí. Estamos ante un escritor, que se gana la vida como tal y que, por aficiones, de vez en cuando se acerca al género. César sabe que nunca podrá en dedicarse exclusiva a la cf, y posiblemente tampoco estaría interesado en ello. Pero cuando entra en lo fantástico dota a sus obras de un fuerte sello personal, de un regusto claramente diferenciable del resto de la producción del género en España. Y todo ello sin dejar de presentar obras de una indiscutible prestancia narrativa.
Por añadidura, César es lo suficientemente inteligente como para saber que el camino de la cf en España es el de la temática autóctona, porque al igual que la literatura general que vende no utiliza protagonistas que se llamen John y vivan en Wisconsin, la cf española que podría tener una verdadera resonancia fuera del mundillo debería estar sólidamente fundamentada en nuestro entorno. Con El coleccionista de sellos, la novela corta con la que al fin ganó la UPC, César demuestra que es posible dar un giro fantástico al tan manido tema de la guerra civil, y que es creíble incorporar en ese entorno conocido, si se es hábil, elementos de pura fantasía.
Se trata de una ucronía de acabado pulido, a la altura de sus mejores relatos, con la que César vuelve a conseguir una historia de cf sobre emociones, sobre amor y compromiso político, sobre personas de cada día que se ven afectadas por condiciones irreales; en este caso, unos sellos que son capaces de hacer viajar en el tiempo a las cartas que son enviadas. Naturalmente, la historia no es grande por esa idea, no del todo convincente, sino por los dilemas morales que transmite: sobre todo, la disyuntiva planteada al protagonista entre un posible bien general y un bien particular, en este caso la salvación de su amor. Sin querer desvelar nada, sólo puedo agradecer a que optara por tomar la solución que ningún escritor de cf al uso hubiera tomado, pero que todos, puestos en el mismo caso, adoptaríamos.
El volumen se completa con una buena novela corta y una mala. De ésta, incluida por aquello de que la UPC manda y es el relato ganador de entre los alumnos, baste decir que es rotundamente ilegible, salvo para hacer un listado de patochadas y torpezas narrativas. De la segunda puede hacerse un comentario mucho más extenso.
Se trata de Lux Eterna, de Javier Negrete, un autor que en los últimos tiempos también ha publicado otra novela corta, Nox Perpetua, presentada igualmente a la UPC aunque con menor fortuna. Estas dos novelas cortas, junto a las ya publicadas La luna quieta y Estado crepuscular, son sin duda la gran aportación del premio UPC a la pequeña historia de la cf española en los últimos años. No porque sean superiores a las de César, sino porque éste podría haber desarrollado su carrera de todas formas, mientras que Negrete parece haber encontrado en ese concurso un impulso decisivo (hasta ahora, apenas ha publicado fuera del certamen) y, sobre todo, porque le ha dado a este autor unos parámetros de extensión y técnica dentro de los cuales ha alcanzado una sobresaliente destreza.
Tal vez lo más curioso es que las cuatro obras citadas no tienen absolutamente nada que ver más que lo dicho. Tras la reflexión de La luna quieta y el despiporre de Estado crepuscular, Javier apuesta ahora por la aventura más tradicional en Nox perpetua y por el space opera con ritmo en Lux eterna. Esta segunda presenta una cosmología bastante innovadora, de interés, y un amor imposible condicionado por el entorno, en un remedo del mito de Orfeo y Eurídice llevado a cabo con pulso y buen gusto. Sin ser nada del otro jueves argumentalmente hablando, se lee con interés.
Recomendable por igual es Nox perpetua, el relato de una expedición polar que los condicionantes del concurso de la UPC convirtieron en una obra de cf cuando se trata de una historia de pura aventura. Como de costumbre en Negrete, el aliento romántico está presente en toda la historia y le da un aroma grato, suave y convincente. Aunque los personajes resulten escasamente originales, la firmeza del ritmo narrativo y la capacidad de evocación descriptiva son suficiente atractivo. Negrete se consolida con esta obra como un firme aspirante a logros mayores, que pueden llegar con la novela que tiene en cartera Miquel Barceló para su publicación el próximo año en Ediciones B.
|