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COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN
(Comentario de Pedro Jorge Romero publicado en el volumen Bem 46, ediciones Interface, colección Bem, número 46, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Pedro Jorge Romero)
Chaucer escribió Los cuentos de Canterbury, Boccaccio El Decamerón y César Mallorquí ha compuesto El círculo de Jericó. Y no intento ejercer la ironía, esas son las referencias clásicas que se dan en la introducción. Curiosamente entre tanto clásico se omite nombrar la novela de ciencia ficción que más se acerca a la estructura de El círculo de Jericó: Hyperion de Dan Simmons. Pero hay una diferencia: Hyperion era una novela dentro de la cual se narraban otras historias, mientras que El círculo de Jericó es una recopilación de cuentos hábilmente transmutada en fixup
El fixup es una forma muy común dentro de la ciencia ficción. En principio, la perfecta exposición de una idea y sus consecuencias cabe adecuadamente dentro de los límites de una novela corta e incluso en menor espacio. Por tanto, es natural que el género lo haya considerado siempre una forma ideal: se escriben varias historias y luego se ensamblan para formar un todo mayor. Así han nacido clásicos como Un cántico por Leibowitz y Fundación. Pero para que el fixup funcione de verdad el conjunto final debe ser mayor que la suma de sus partes.
El primer problema de esta recopilación (porque en suma, de eso se trata) es su falta de selección. Aparece aquí prácticamente todo lo que César Mallorquí ha publicado en los últimos años, sin haber intentado elegir lo mejor, o lo más adecuado. Eso lleva a la inclusión de cuentos muy malos, como "El mensaje perdido" que hubiese sido mejor dejar fuera, junto a buenos cuentos como "La pared de hielo". La ventaja es que podemos hacernos una idea de las realidades y posibilidades de César Mallorquí el escritor.
Cuentos como "El mensaje perdido", "El escritor, la muerte y el diablo" o "El hombre dormido" nos permiten examinar sus defectos y sus virtudes como narrador.
"El mensaje perdido" demuestra la tendencia de César Mallorquí a mezclar elementos inconexos para crear sus historias. Aquí simplemente no le funciona y el relato naufraga incluso antes de salir de puerto. Se trata de una unión de fragmentos de cuentos, una especie de monstruo de Frankenstein al que se le deshacen las costuras.
César Mallorquí es un gran narrador, pero el problema es que lo sabe y cree que ese conocimiento le salvará. "El escritor, la muerte y el diablo" está escrito con rapidez, de cualquier forma. El argumento no es malo, pero las frases podrían escribirse de cualquier otra manera y el cuento seguiría siendo el mismo. No hay trabajo literario, no se nota una voluntad de buscar la mejor expresión del relato.
Y, cuando se queda bloqueado, recurre al cliché, intentado que la fuerza de la narración oculte el hecho de contar cosas ya contadas. No siempre le funciona, y "El hombre dormido" no es nunca un cuento, en la medida en que permanece un conjunto de lugares comunes.
Estos defectos parecen ser más producto de la falta de ganas que otra cosa. La prueba está en que cuando César Mallorquí se esfuerza y cree en lo que hace, es capaz de escribir buenos cuentos como "Materia oscura" y "El rebaño", o magníficos relatos como "La pared de hielo" y "La casa del doctor Pétalo". En esos momentos es cuando demuestra sus habilidades como escritor.
Uno sabe inmediatamente cuando está leyendo un cuento de César Mallorquí. Sabe darles un estilo propio muy determinando y fácil de identificar. Y que uno está leyendo un cuento de César Mallorquí queda claro desde la primera línea de "La pared de hielo". Es posiblemente el cuento más cercano a la ciencia ficción que contiene el volumen. Su argumento, que versa sobre la manipulación genética y el control químico de la conducta, se desgrana en una serie de flashbacks que le dotan de un ritmo ágil e intrigante. La historia queda por tanto perfectamente desarrollada y es el cuento mejor estructurado, y con más fuerza, de todo el libro.
"La casa del doctor Pétalo" es el único inédito de esta recopilación. Finalista del premio UPC 1993 la primera impresión que deja es que claramente debía haber ganado ese premio. La historia en sí es clara y evidente desde la primera página, algo que como ya he dicho puede suceder con los cuentos de César Mallorquí, y los personajes se comportan sin salirse jamás del papel arquetípico que tiene asignado, pero esta vez las habilidades de narrador, lo que los anglosajones llaman storytelling, le sirven muy bien y la historia se lee con el placer de la relectura inteligente de un clásico.
Me he dejado deliberadamente la última de las historias. "El círculo de Jericó", que da título al volumen, es el cemento que pretende convertir esta recopilación en un fixup. Lo consigue a medias. La historia no es sino una reelaboración de "Materia oscura", y relata el encuentro de un escritor y su familia con un extraño grupo que cuenta historias aun más extrañas (esas mismas que componen el volumen). Supongo que César Mallorquí se identifica con el escritor protagonista, aunque yo creo que está más cerca de los otros personajes, aquellos que cuentan las historias. Pueden hacerlo mejor o peor, pero su tarea es narrar cuentos. Aunque a uno le queda la impresión final que el truco de usar narradores de historias para unir cuentos disímiles en un todo es demasiado fácil.
Lo ideal ahora sería poder leer una obra larga de César Mallorquí. Esta recopilación es paradójicamente demasiado y demasiado poco para juzgar.
El César Mallorquí de este volumen es un escritor con estilo propio y diferenciado, que domina muy bien los aspectos técnicos de su trabajo, pero que parece tener problemas para encontrar temas que contar y las ganas necesarias para hacerlo. Una aplicación más inteligente de sus virtudes y una guardia constante para evitar sus defectos podrían convertirle en ese escritor de futuro del que se habla en la introducción.
(Comentario de Héctor Ramos publicado en el volumen Gigamesh 5, ediciones Alejo Cuervo, colección Gigamesh, número 5, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Gigamesh)
Hay que efectuar un planteamiento de principio para asimilar la lectura del libro más premiado de la moderna ciencia ficción española. El círculo de Jericó, de César Mallorquí, reúne tanto material publicado como inédito, en forma de narración fragmentada en relatos de personajes que pertenecen a una trama superior. Se presentan siete relatos escritos con anterioridad a la concepción del libro como tal, con la intención de conformar una sola historia que consiste en los testimonios de unas cuantas personas encerradas en un refugio deshabitado. El objetivo de este singular grupo es el mantenimiento de la estabilidad de lo real, valiéndose del poder de la palabra narrada. Como desarrollo solidario interiormente, debe ser capaz de penetrar en la morada íntima del lector de una sola vez, comportándose como único mensaje con múltiples facetas. Con ser esta función más asequible para quienes no han leído anteriormente la obra de Mallorquí, la misión de autor y editor es hacerla efectiva y creíble, sin abandonar al lector a especulaciones sobre el falso origen o alumbramiento de la obra.
Desgraciadamente, la coincidencia espacial no basta para atestiguar la relación entre partes. La creación de una octava historia en labores de puerto franco donde todas las ficciones son bienvenidas tampoco remata la difícil y casi imposible tarea, digna de Frankenstein, de confeccionar una creación partiendo de lo que ya tiene vida propia. Ni siquiera la sagrada meta de conjurar los peligrosos destinos de la realidad mediante su entrega a un auditorio puede considerarse común a todas las historias. Las hay que pertenecen al futuro –"El escritor, la muerte y el diablo", "La pared de hielo"–, a un posible pasado –"El rebaño"– e incluso al mundo de los sueños –"El hombre dormido"–. Todas ellas son historias que sí pueden pertenecer a una posible revisión de la realidad por parte de los integrantes del círculo de Jericó, llamado así por la ciudad donde se fundó. Pero también están "El mensaje perdido", "Materia oscura" y "La casa del doctor Pétalo", relatos que en el universo del libro forman un pasado ya real, y que por tanto no pueden alimentar otros mundos salvo el nuestro, porque pertenecen a los hechos ciertos. Esta divergencia hace que perdamos la unidad de lectura del libro, y que sea mucho más aconsejable su disfrute como antología.
Y esto es así porque la calidad de los relatos es extraordinaria. En el panorama de la literatura española de CF no conozco otro autor que iguale la capacidad de imaginación, la soberbia administración de los tiempos narrativos ni la mágica combinación de realismo y lirismo de Mallorquí. Si lo sugestivo de una reunión de contadores de cuentos en una noche de lluvia es un marco tan cercano y tan misterioso que proporciona un inquietante preludio, al entrar en acción las historias individuales se desencadena el júbilo adormecido del lector; le invade el conocimiento de esa pared que existe en todos los relatos de Mallorquí, y que guarda tras sí la maravilla del empleo de los elementos fantásticos para darle acceso a entidades de alcance casi siempre universal: el fin de la humanidad, la existencia de Dios, el mundo de los sueños.
Como muestra, me detengo a comentar dos relatos. "El rebaño" puede ser el ejemplo de la ciencia ficción que dignifica al género ante sus desconocedores. Nos refiere la situación de un perro pastor llamado Brezo y las ovejas a su cargo cuando toda presencia humana ha sido borrada por la última Guerra. Su soltura narrativa hace un uso mesurado de la especulación, dando lugar a una prosa que alberga diversos matices, como en el pasaje de la entrada del perro a la choza de su amo: surrealismo ("Paredes, muebles, cortinas, todo tenía una apariencia gris y ajada, como si el tiempo hubiese cubierto de alas de mosca cada rincón del lugar".), realismo ("... unas latas de conserva, que tiempo atrás habían reventado por la fermentación de los alimentos,...") y sentimiento ("Percibió en ellos el débil olor del pastor y, por unos instantes, volvió a ser el cachorro que medio muerto de hambre y frío se ocultaba bajo un arbusto, doce años atrás."). La historia de Brezo puede ser la respuesta de aquel poeta que se preguntó, como portavoz de todos los muertos, quién le lloraría cuando ya no estuviera.
"La pared de hielo" vuelve a espolvorear poesía por sus líneas, demostrando que puede hacerse un uso engañoso del amor y la obsesión con fines e instrumentos de lo más mundano. Coincido con el autor en que su estructura no sólo es de lo más acabado del relato, sino que también adquiere significación hasta ser decisiva en la captación de la intriga por parte del lector. La alternancia de los momentos de explicación científica (pasado) con los de dominio de inclinaciones irrefrenables que controlan a la humanidad (presente) dan al cuento un sabor agridulce que culmina en la ironía de la escena más importante. Sincera y conscientemente recomiendo este libro de un autor español, con la seguridad de que en él se encuentran muchos mundos inexplorados por los contadores de cuentos extranjeros.
(Comentario de Javier Redal publicado en el volumen Pórtico 12, ediciones AEFCF, colección Revista, número 12, edición de 1995. Derechos de autor 1995, Javier Redal)
No me ocurre a menudo leer una antología de relatos y que me gusten todos; normalmente suele haber un "sí, la mayoría son buenísimos, pero este ¡bfff!... y aquel ¡puaj!... y el otro psé...". Que yo recuerde, mis únicas excepciones han sido Sueños Infinitos de Joe Haldeman, y EI Círculo de Jericó, de César Mallorquí. Y eso que los relatos de Mallorquí no pueden ser más variados: desde el hard-SF de "La pared de hielo" a los que sólo puedo describir como borgianos ("El mensaje perdido" y "Materia oscura"), pasando por el humor de "El escritor, la muerte y el diablo", la poesía de "El rebaño", el onírico en todos los sentidos de la palabra "El hombre dormido", hasta la fantasía de "La casa del doctor pétalo", plato fuerte de El círculo....
Mallorquí se nos revela como un escritor prodigiosamente versátil, que lo mismo escribe en "La pared de hielo" sobre publicidad subliminal e ingeniería genética (¿o quizás a la inversa: publicidad genética e ingeniería subliminal?), que mezcla el gnosticismo con la astrofísica en el borgiano "Materia oscura", o el sueño, en sentido de irreal, con el estudio científico del sueño en "El hombre dormido", que crea un "descendiente" gitano de Funes el Memorioso en "El mensaje perdido", o una no menos borgiana Mansión Infinita en "La casa del doctor pétalo". Completa el libro el relato que da unidad a todos (una reelaboración de "Materia oscura", que sirve al tiempo de anclaje en la realidad), un divertido prólogo de Miquel Barceló, y una reseña biográfica del autor. En suma, un libro de lectura obligatoria para el aficionado, que disfrutará con "The best of César Mallorquí".
(Comentario de Armando Boix publicado en el volumen Ad Astra 2. Derechos de autor 1995, Armando Boix)
Mayor al placer de leer, está el de volver a leer. Esta afirmación es cierta, principalmente, cuando la relectura se produce por elección propia, regresando a los libros como el que se reune con un viejo amigo. Lejos de las incertidumbres del argumento, del impulso por conocer el desenlace, queda sólo el gusto a la palabra, a la construcción precisa, al guiño cómplice que tal vez nos pasó desapercibido en nuestra primera travesía por sus páginas. En algunas ocasiones, no obstante, la obligación de escribir un estudio o una crítica nos hacen tomar de nuevo entre las manos obras prescindibles y que mejor estarían criando polvo; entonces, más que una diversión, puede convertirse en un suplicio comparable a una estancia en galeras.
Nada más lejano de esta angustiosa tarea ha sido la lectura de El círculo de Jericó, cuyo contenido conocía en buena parte a través de su publicación como relatos independientes en diversos fanzines. Encontrarse otra vez con alguna de las mejores narraciones fantásticas aparecidas en los últimos años en este país es toda una gozada, a pesar de abrigar ciertas dudas -¡ay!- sobre la oportunidad de su reedición en forma de libro. ¿No supondrá un fracaso económico que cerrará en adelante las puertas de las grandes colecciones a los autores españoles? Reconozcámoslo, al lector ocasional de ciencia ficción le importa un bledo nuestros escritores y su opinión es que siempre será preferible un mal "Smith" antes que un excelente "García", mientras los varios centenares de aficionados que sí les interesa conocer cuanto se escribe en nuestra lengua difícilmente bastan para cubrir los mínimos de una edición comercial... Y eso suponiendo que todos compraran el libro -lo cual es mucho suponer-, pues, según deduzco de mis conversaciones con otros aficionados, veo poco probable que accedan a aflojarse el bolsillo por un libro formado en un 56% por cuentos ya presentes en sus estantes.
De todos modos, dejando de lado las consideraciones materialistas y regresando al terreno del ideal artístico, debemos considerar la recopilación de los cuentos de César Mallorquí como imprescindible. Era injusto que una obra de tal calidad permaneciera sepultada en publicaciones de minúscula tirada y aún peor distribución. Entre los textos incluidos cada cual hará su particular elección -si se me permite el voto yo me quedo con La pared de hielo, Premio Alberto Magno-; pero quien se acerque a ellos por primera vez puede fiarse del altísimo nivel de cada relato y, aunque su autor escape a menudo de las barreras genéricas de la ciencia ficción en una concepción mucho más generosa de la literatura fantástica, incluso el más recalcitrante aficionado al hard gozará seguro con su lectura.
Desde su primer relato, El rebaño, Mallorquí demostró un oficio impecable no fruto de la casualidad, sino que se mantuvo y aún se acrecentó en cada unas de sus narraciones posteriores. Entre sus mejores bazas se encuentra su sensibilidad para la creación de personajes, convincentes y a menudo entrañables; aunque de poco valdría sin el concurso de su prosa elegante y fluida, que conduce al lector página tras página sin aparente esfuerzo, sumergiéndolo en tramas perfectamente construidas y detalladas, con abundantes referencias culturales que sobrepasan los límites del género, inusuales entre la mayoría de autores "aficionados".
Además, si los méritos del autor no bastaran, el libro aún cuenta con un 44% inédito: La casa del doctor Pétalo, novela corta finalista del Premio UPC en 1993, y la historia que sirve de unión a todos los cuentos para convertirlos en lo que los anglosajones llaman un fix-up.
No sé si la idea de conectar entre sí los relatos partió del propio Mallorquí o si fue una imposición editorial; todo autor con aspiraciones a publicar profesionalmente sabe, sin embargo, que las editoriales consideran invendibles las colecciones de cuentos y presionan a los escritores para que concentren su labor en las novelas o, en última instancia, den una apariencia de unidad a sus obras breves. Y es precisamente en el intento de conectar lógicamente historias tan dispares donde surge el mayor traspiés del libro, pues obliga a Mallorquí a justificar con sofismas completamente inverosímiles las incongruencias derivadas de unir relatos sin ningún punto en común en el momento de su creación. Así debe explicar que por dos veces se describa el fin del mundo de forma diferente, o en una historia aparezcan procesadores de texto, cuando ésta transcurre noventa años atrás, según la perspectiva del narrador situado en nuestros días.
Si no convence como obra unitaria, debemos quitarnos el sombrero, repito, ante el valor individual de cada una de las historias. La casa del doctor Pétalo, la narración más extensa del volumen, se trata de una revisitación del mito de la bella y la bestia, enmarcado en los escenarios de la Barcelona contemporánea y de Mansión, construcción con puertas que la conectan a lugares y momentos merecedores de ser conservados por su belleza, situándolos fuera del tiempo y transformando este edificio infinito en un microcosmos, a la manera del Gormenghast, de Mervyn Peake, o, aún más, de "La biblioteca de Babel", de Borges, al que homenajea Mallorquí convirtiéndolo en uno de los personajes secundarios. Pero todo edificio contiene sus rincones oscuros y cada paraíso su serpiente... Excelente narración, en suma, que como tantos cuentos de hadas viene envuelta en cierto aire melancólico, acrecentado cuando volvemos la última página y cerramos el libro, con un suspiro... ¡A mí también me gustaría vivir en Mansión!
La casa del doctor Pétalo es una grata sorpresa y suficiente justificación para adquirir el libro, si alguien necesita un argumento. Debió correr mejor suerte en el Premio UPC; sinceramente la creo superior a la novelita de Alan Dean Foster y en algunos aspectos -en especial su desenlace- mucho más redonda que El mundo de Yarek, de Elia Barceló.
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