COMENTARIOS APARECIDOS SOBRE ESTE VOLUMEN

(Comentario de Marcelo Figueras y Eduardo J. Carletti publicado en el volumen Sinergia 4, ediciones Sinergia, colección Revista, número 4, edición de 1983. Derechos de autor 1983, Marcelo Figueras y Eduardo J. Carletti)
1. Shevek es una bomba de tiempo. Shevek es una palanca arrojada a los dientes de la máquina en funcionamiento. Una máquina llamada Urras.
2. Shevek viene del planeta Anarres, la utopía con-lugar. En Anarres no hay Estado con autoridad para "respaldarme o detenerme", sólo un organismo que administra la producción. No hay dinero; quien necesita algo va, y lo toma en los almacenes generales. Bien pobre es Anarres. "¿qué tiene de idealista la cooperación social, la ayuda mutua, cuando no hay otro medio de sobrevivir?", pregunta Shevek.
3. Shevek es el primer anarresti que llega a Urras, planeta regido por el Propietario. Urras es el paraíso de los que viven en el Rascacielos ballardiano y el infierno de los que quedan fuera pero lo hacen posible con su sudor. Urras alimenta a su oligarquía con el trabajo y la muerte de muchos: los desposeídos.
4. Shevek es un científico que posee un secreto demasiado valioso. El Propietario lo recibe interesado, sometiéndolo a una experiencia paralela a la de la mayoría de los argentinos que tendrán acceso a esta revista. Los Propietarios le muestran el rostro agradable de Urras, sus lujos, sus frivolidades. Pero le ocultan a los desposeídos que apuntalan ese paraíso con su sangre. Sin embargo -a diferencia de tantos de nosotros- Shevek sabe que los desposeídos existen. Los presiente. Y saldrá a buscarlos.
5. Los encontrará en plena revuelta no violenta. ¿Contra qué se alzan? No están tan mal, las pagas no son tan miserables, pueden acceder a un pasar al menos digno (que es más de lo que se puede decir en tantos casos de este mundo). En verdad, ellos se rebelan contra el sistema: un orden basado en el Poder, en el Tener Más. Y Shevek hablará a cientos de ellos, reunidos en una plaza. "Es nuestro sufrimiento lo que nos une... En el dolor, en la pobreza y en la esperanza reconocemos nuestra hermandad. La reconocemos porque hemos tenido que vivir sin ella. Sabemos que para nosotros no hay otra salida que ayudarnos los unos a los otros, que ninguna mano nos salvará si nosotros mismos no tendemos la mano. Y la mano que vosotros tendéis está vacía, como lo está la mía. No tenéis nada. No poséis nada. No sois dueños de nada. Sois libres. Todo cuando tenéis es lo que sois, y lo que dais".
"En Anarres no tenemos nada más que nuestra libertad. No tenemos nada más que daros que vuestra propia libertad. No tenemos leyes excepto el principio único de la ayuda mutua. No tenemos gobierno excepto el principio único de la libre asociación. No tenemos naciones, ni presidentes, ni ministros, ni jefes, ni generales, ni patronos, ni banqueros, ni propietarios, ni salarios, ni caridad, ni policía, ni soldados, ni guerras. Tampoco tenemos otras cosas. No poseemos, compartimos. No somos prósperos. Ninguno de nosotros es rico. Ninguno de nosotros es poderoso. Si lo que vosotros queréis es Anarres, si es ese el futuro que buscáis, entonces os digo que vayáis a él con las manos vacías. Tenéis que ir a él solos, solos y desnudos como viene el niño al mundo, al futuro, sin ningún pasado, sin ninguna propiedad, dependiendo totalmente de los otros para vivir. No podéis tomar lo que no habéis dado, y vosotros mismos tenéis que daros. No podéis comprar la Revolución. No podéis hacer la Revolución. Sólo podéis ser la Revolución; ella está en vuestro espíritu, o no está en ninguna parte".
6. Sus palabras serán cortadas por las balas del Propietario. Miles mueren ante sus ojos, pero la violencia ha llegado tarde: Shevek ha sembrado la semilla en el momento preciso, ya no habrá balas suficientes para detener a los desposeídos.
7. Anarres no es la total utopía, lejos de eso. El organismo administrador (CPD) comienza a extralimitarse en sus funciones, mientras la conciencia social se impone a la individual. Los mediocres hacen su agosto. La intolerancia cunde, y la antes impensable violencia llega al menos a las palabras de los anarresti. El poder comienza a ser fuente de derecho.
8. Sin embargo, existe una esperanza para Anarres. "No somos súbditos de un Estado fundado en la ley, somos miembros de una sociedad fundada en la revolución. La revolución nos obliga: es nuestra esperanza de cambio... No podemos detenernos aquí. Hay que seguir adelante. Hay que correr riesgos", afirma Shevek. Anarres puede superar ese momentáneo anquilosamiento, porque basa su existencia en la libertad que da el amor al otro, en la posibilidad del disenso. Shevek fundará un Sindicato de Iniciativas con el que despertará de la modorra a los demás anarresti, para bien o para mal.
[Nota de Términus-Trántor: el número 9 no falta por error. No existe en el original.)
10. En la nave que lo regresa a Anarres, Shevek se pregunta cuál será el final. Tal vez la intolerancia le reserve una piedra; tal vez la esperanza sea fundada.
Este libro es imprescindible. Único. Imperecedero. Podría decirse de él lo que Bernard Levin sobre El señor de los anillos: "una de las más notables obras de literatura de nuestros tiempo y de cualquier otro tiempo, porque nos confirma que los mansos heredarán la tierra"...
El hecho de que una norteamericana como Ursula K. LeGuin sea la autora sirve para desafiar todo maniqueísmo. Los desposeídos es una vena abierta y palpitante, en que se confrontan sistemas de vida, ambos con sus terribles defectos. Y aún el sistema escogido por la LeGuin debe someterse a preguntas que no tienen respuesta, porque la perfección escapa a sus excelencias.
Claro que es polémico, como este asomo de comentario, y bienvenido sea todo motivo de diálogo real, de esclarecimiento, de confrontación de ideas. Porque todo diálogo partirá del dolor real que sufre nuestro pueblo. Y -como dice la inmensa LeGuin- "la fraternidad empieza con el dolor compartido".
Que la CF es una rama tan madura de la literatura como cualquier otra, no es necesario repetirlo. Que la señora Ursula K. LeGuin viene dándonos unas muestra tras otra de su maestría, también es sabido: un libro del nivel de Los desposeídos no es obra de la casualidad y viene a reafirmarlo.
Lo más importante de esta magnífica novela es que demuestra la inmensa utilidad de la CF como creadora de mundos, y situaciones que permiten extrapolar ideas. Los imaginarios planetas Urras y Anarres, con sus sociedades tan disímiles, sirven a LeGuin para extenderse sobre una serie de ideas socio-políticas, aplicándolas a esos mundos y estudiándolas funcionando dinámicamente, con todas las complejidades y azares de una sociedad humana. El resultado es más que interesante: la idea teórica, estructural, de cada una de esas sociedades, ha perdido, en la práctica, y ante una serie de circunstancias totalmente creíbles y humanas, su pureza, haciendo que tanto una como otra aparente utopía se convierta en esa vital y compleja amalgama de contradicciones (derechos manipulados, deberes incumplidos, leyes burladas, ideales torcidos) que toda sociedad humana suele tener. Del aparente primer plano del tema político y sociológico de la novela, surge entonces la gran verdad que la señora LeGuin, en realidad, parece querer contarnos: La naturaleza humana, imperfecta como es, difícilmente permite tomar la sociedad ideal, esquematizable en una teoría, predecible, sino que siempre encontraremos estructuras sociales complejas, heterogéneas, con tendencias (a la anarquía, al socialismo, al liberalismo, etc.), pero nunca puras; y que nunca faltará, tras los rutilantes decorados de sus ideales, un gusano royéndole los cimientos.
En resumen: una obra para leer, disfrutar y meditar, que a pesar de la profundidad de su tema no deja de ser entretenida, dinámica y con un buen contenido de CF.