(Fragmento de "Mano de Oberón [la]", novela de Roger Zelazny. Derechos de autor 1976, Roger Zelazny)
Un brillante destello intuitivo, equiparable a ese peculiar sol... Allí estaba... Expuesto en esa luz, algo que hasta entonces sólo había visto iluminado a medias en la oscuridad: el Patrón, el gran Patrón de Ámbar, proyectado sobre una plataforma oval debajo/arriba de un extraño cielo-mar. ... Y tuve la certeza, tal vez porque algo en mi interior me une a él, que éste habría de ser el verdadero. Esto significaba que el Patrón en Ámbar era su primera sombra. Lo que significaba... ... Que la misma Ámbar no era sino una sombra, aunque especial, ya que el Patrón no puede ser transportado a otros lugares que no sean el reino de Ámbar, Rabma y Tir-na Nog´th. Esto me indicó que el sitio en el que estábamos era, por la ley de la prioridad y la configuración, la verdadera Ambar. Me volví hacia un sonriente Ganelón, cuya barba y revuelto pelo parecían fundirse bajo la despiadada luz. - ¿Cómo lo supiste? -le pregunté. - Sabes que soy un buen adivino, Corwin -replicó-, y recuerdo todo lo que me dijiste sobre cómo funcionan las cosas en Ámbar: cómo su sombra y aquellas que creáis vosotros son lanzadas a través de los mundos. A menudo me pregunté, pensando en el camino negro, si algo pudo proyectar una sombra así en la misma Ámbar. Y me imaginé que tendría que ser extremadamente primario, poderoso y secreto. -Con un gesto abarcó la escena ante nosotros-. Como eso. - Continúa -le pedí. Su expresión cambió, y se encogió de hombros. - Así que tenía que haber un estrato de realidad más profundo que vuestra Ámbar -explicó-, un lugar donde se realizara el trabajo sucio. El unicornio nos condujo hasta aquí, y esa mancha en el Patrón tiene el aspecto de ser el trabajo sucio. Tú estuviste de acuerdo conmigo. Asentí. - Fue tu perspicacia más que la conclusión en sí misma lo que me sorprendió -dije. - Me resultaba increíble -admitió Random a mi derecha-, pero tus palabras han penetrado en mis intestinos... por decirlo de una manera delicada. Estoy seguro que, de algún modo, eso de ahí abajo es la base de nuestro mundo. - A veces alguien de fuera ve las cosas mejor que quien forma parte de ellas -ofreció Ganelón. Random me miró y luego volvió su atención al espectáculo. - ¿Crees que cambiarán aún más -preguntó- si bajamos y echamos un vistazo? - Sólo hay una manera de averiguarlo -contesté. - En fila de a uno, entonces -propuso Random-. Yo iré delante. - De acuerdo. Random guió su caballo a derecha e izquierda, por una larga serie de baches en el camino que nos permitió atravesar la mayor parte de la cara del muro. Siguiendo el mismo orden que mantuvimos a lo largo del día, yo iba detrás de él y Ganelón en la retaguardia. - Parece bastante estable -comentó Random. - Hasta ahora, sí -dije. - Hay una especie de abertura en las rocas más abajo. Me incliné hacia adelante. Se veía la entrada de una cueva hacia la derecha, al mismo nivel que la llanura ovalada. Estaba situada en una zona imposible de ver desde nuestra posición anterior más alta. - Pasaremos muy cerca de ella -observé. - ... Rápida, cauta y silenciosamente -añadió Random, desenvainando su espada. Yo hice lo mismo con Grayswandir, y en el recodo por el que venía detrás, Ganelón extrajo su arma. No pasamos por delante de la abertura inmediatamente, sino que giramos hacia la izquierda una vez más antes de llegar hasta la entrada. Nos aproximamos a unos tres o cuatro metros de ella y detecté un olor desagradable que no logré identificar. En aquel momento, los caballos mostraron una prudencia excesiva, o eran pesimistas por naturaleza, ya que agacharon las orejas y ensancharon las fosas nasales, emitiendo ruidos de alarma mientras sacudían la cabeza contra las riendas. Pero se calmaron cuando cogimos la siguiente curva, alejándonos una vez más. No volvieron a encabritarse hasta que finalizamos el descenso y nos aproximamos al dañado Patrón. Entonces se negaron a acercarse. Random desmontó. Avanzó hasta el borde del diseño, donde se detuvo y observó. Después de un rato, habló sin mirar hacia atrás. - Por todo lo que sabemos -dijo-, y ya que nos condujeron hasta aquí, el daño fue deliberado. - Eso parece -corroboré. - También es obvio que nos han traído por algún motivo. - Eso diría. - Por lo tanto, no hace falta mucha imaginación para deducir que la razón por la que estamos aquí es para que determinemos cómo fue dañado el Patrón y cómo repararlo. - Posiblemente. ¿Cuál es tu diagnóstico? - Aún no tengo ninguno. Caminé a lo largo del perímetro del dibujo, hacia la derecha, donde comenzaba el efecto de la mancha. Envainé la espada y me dispuse a desmontar. Ganelon extendió el brazo y me cogió del hombro. - Puedo hacerlo solo... -comencé. - Corwin -interrumpió-, parece haber una pequeña irregularidad aproximadamente en el centro del Patrón. No parece pertenecer al... - ¿Dónde? La señaló, y yo seguí su gesto. Había un objeto ajeno al Patrón cerca de su centro. ¿Un bastón? ¿Una piedra? ¿Un trozo de papel perdido...? Era imposible decirlo desde esa distancia. - Lo veo -repuse. Desmontamos y nos acercamos a Random, quien por ese entonces estaba arrodillado en el extremo derecho del diseño, examinando la descoloración. - Ganelón descubrió algo cerca del centro -le comenté. Random asintió. - Lo he notado -replicó-. Intento determinar cuál es el mejor camino para acercarnos y observarlo. No me entusiasma demasiado la idea de atravesar un Patrón roto. Y por otro lado me preguntaba a qué podría exponerme si atravesaba directamente la zona ennegrecida. ¿Qué te parece? - Atravesar lo que queda del Patrón llevaría cierto tiempo -dije-, si la resistencia es igual al que hay en casa. Y también nos advirtieron que apartarse de él es la muerte segura... y esta estructura te obligará a hacerlo al llegar a la mancha. Por otro lado, como tú has dicho, podríamos alertar a nuestros enemigos cruzando por la parte negra. Así... - Así que ninguno de vosotros va a cruzarlo -interrumpió Ganelón-. Yo sí. Entonces, sin esperar respuesta, dio un salto hacia el sector negro, corrió en dirección al centro, deteniéndose allí el tiempo suficiente para recoger un objeto pequeño, luego dio media vuelta y regresó. Momentos después, estaba ante nosotros. - Fue una acción bastante arriesgada -observó Random. Asintió. - Pero vosotros dos todavía lo estaríais debatiendo si yo no lo hubiera hecho -alzó la mano, extendiéndola-. ¿Qué creéis que es esto? Sostenía una daga. Clavada en ella había un rectángulo de cartulina manchada. Se las quité. - Parece un Triunfo -comentó Random. - Sí. Liberé la carta, alisando las partes arrugadas. El hombre que contemplé en ella me resultaba familiar a medias... quiero decir que también me resultaba extraño a medias. Tenía el pelo lacio y claro, con facciones ligeramente angulosas, esbozaba una sonrisa y daba el aspecto de ser de complexión ligera. Sacudí la cabeza. - No lo conozco -dije. - Déjame ver. Random me quitó la carta, frunciendo el ceño. - No -afirmó después de un tiempo-. Yo tampoco. Casi me parece como si debiera conocerlo, pero... no. En ese instante los caballos lanzaron otra vez sus quejas mucho más ruidosamente. Sólo tuvimos que volvernos un poco para descubrir la causa de su incomodidad, ya que emergía en ese momento de la cueva. - Maldición -exclamó Random. Estuve de acuerdo con él. Ganelón se aclaró la garganta y sacó la espada. - ¿Alguien sabe lo que es? -preguntó en voz baja. Mi primera impresión de la bestia fue que pertenecía a la familia de los reptiles, tanto por sus movimientos como por el hecho de que su larga y gruesa cola parecía más una continuación de su largo y delgado cuerpo que un simple apéndice. Sin embargo, se movía sobre cuatro patas de doble articulación, con garras de aspecto siniestro. Su estrecha cabeza tenía un pico, y se balanceaba de lado a lado a medida que avanzaba, mostrándonos primero un ojo de color azul pálido y luego el otro. Exhibía grandes alas plegadas a los costados, correosas y de color púrpura. No tenía ni pelo ni plumas, pero se veían partes escamadas a lo largo de su pecho, hombros, espalda, y por toda la superficie de la cola. Desde el pico-bayoneta hasta el extremo de la cola parecía medir poco más de tres metros. Se escuchaba un leve sonido de campanillas mientras se movía, y vislumbré el resplandor de algo brillante colgado de su cuello. - Lo más parecido que conozco -dijo Random es una bestia heráldica: el grifo. Solo que esta es calva y de color púrpura. - Definitivamente no es nuestro pájaro nacional -añadí, desenvainando a Grayswandir y colocando su punta en línea con la cabeza de la criatura. Con increíble velocidad, la bestia sacó una lengua roja y bífida. Levantó las alas unos pocos centímetros y luego las dejó caer. Cuando su cabeza giraba a la derecha, la cola iba hacia la izquierda, luego izquierda y derecha, derecha e izquierda... produciendo un efecto fluido y casi hipnótico mientras avanzaba. Pero parecía más preocupada por los caballos que por nosotros, ya que la dirección en la que iba la conducía bastante más allá de donde estábamos nosotros, hasta el lugar donde nuestras monturas se encontraban amarradas, temblando visiblemente. Avancé para interponerme en su camino. En ese momento se alzó sobre sus dos patas traseras. [...] |