(Fragmento de "Signo del unicornio [el]", novela de Roger Zelazny. Derechos de autor 1975, Roger Zelazny)
Ignoré las preguntas que había en los ojos del mozo de cuadras mientras bajaba el espantoso paquete y le dejaba mi caballo para que lo cepillara y alimentara. Mi capa no podía ocultar del todo la naturaleza de su contenido mientras me lo echaba por encima del hombro, dirigiéndome hacia la entrada posterior del palacio. El infierno pronto exigiría su paga. Rodeé el área de ejercicios y me encaminé hacia el sendero que conducía hasta el extremo sur de los jardines de palacio. Había menos ojos por esa ruta. Me verían, pero resultaría mucho menos extraño que ir por la entrada principal, donde siempre hay demasiada gente. Maldición. De nuevo, maldición. Me encontraba en posesión de un amplio espectro de problemas; y algunos parecían agrandarse. Supongo que era una especie de forma espiritual de interés compuesto. Había unos pocos paseantes al lado de la fuente, en el extremo del jardín. También pasaba una pareja de guardias entre los arbustos cerca del sendero. Los guardias me vieron aproximarme, mantuvieron una breve discusión, y miraron hacia otro lado. Eran prudentes. Después de una semana tenía todos los problemas pendientes de resolución y la corte de Ámbar llena de sospechas y desconcierto. Y, en ese momento, surgía algo que aún hacía más peligroso e infeliz el prerreinado de Corwin I... yo. Era hora de que hiciera lo que ya tendría que haber realizado. Pero, desde el principio, hubo tantas cosas que hacer... Tal como lo veía, nunca llegué a estar inactivo. Me había asignado prioridades que comencé a cumplir. Aunque en ese momento... Atravesé el jardín, dejando las sombras y entrando en los oblicuos rayos del sol. Subí por la ancha y curva escalera. Un guardia se puso firme cuando entré en el palacio. Me dirigí hacia la escalera de atrás; luego, hasta el segundo piso. Luego al tercero. Desde la derecha, mi hermano Random salió de su aposento al pasillo. - ¡Corwin! -dijo, estudiando mi cara-. ¿Qué ocurre? Te vi desde el balcón y... - Dentro -respondí, señalando con mis ojos-. Vamos a tener una conferencia privada. Ahora. Dudó, observando el bulto que llevaba. - Celebrémosla dos habitaciones más allá -comentó-. Vialle está aquí. - De acuerdo. Fue delante y abrió una puerta. Entré en la pequeña sala de estar, busqué un sitio adecuado y dejé caer el cuerpo. Random miró el fardo. - ¿Qué se supone que debo hacer? -preguntó. - Desenvolver el paquete -le contesté-, y echarle un vistazo. Se arrodilló y desenrolló la capa. Luego volvió a colocarla como estaba. - De acuerdo, está completamente muerto -observó-. ¿Cuál es el problema? - No has mirado lo suficientemente cerca -le dije-. Levántale un párpado. Ábrele la boca y mira los dientes. Toca los espolones en el dorso de la mano. Cuenta las articulaciones de los dedos. Luego me explicas el problema. Comenzó a hacerlo. Tan pronto como miró las manos, se detuvo y asintió. - De acuerdo -dijo-. Recuerdo. - Recuerda en voz alta. - Ocurrió en la casa de Flora... - Allí fue donde yo vi por primera vez a alguien parecido -interrumpí-. Aunque iban detrás tuyo. Nunca averigüé por qué. - Correcto -dijo-. Nunca tuve la oportunidad de contártelo. No llegamos a estar juntos tanto tiempo. Es extraño... ¿de dónde surgió este? Vacilé unos segundos, dudando en obligarle a contarme su historia o en contarle yo la mía. Se impuso la mía, ya que me afectaba a mí y era más inmediata. Suspiré, hundiéndome en una silla. - Acabamos de perder a otro hermano -dije-. Caine está muerto. Llegué un poco tarde. Esa cosa lo hizo. La quería coger viva, por razones obvias, pero opuso bastante resistencia. No tuve mucha elección. Silbó suavemente, sentándose en la silla que había frente a mí. - Ya veo -dijo en voz baja. Estudié su rostro. ¿Existía la más leve de las sonrisas esperando en las comisuras de su boca para unirse a la mía? Posiblemente. - No -afirmé llanamente-. Si fuera de otra manera, me hubiera contentado con que dudaras bastante menos de mi inocencia. Te diré lo que realmente ocurrió. - De acuerdo -dijo-. ¿Dónde está Caine? - Bajo una capa de hierba, cerca de la Arboleda del Unicornio. - Hasta aquí ya es bastante sospechoso -añadió-. O lo será para los otros. Asentí. - Lo sé. Aunque en el intervalo oculté el cuerpo. No podía traerlo conmigo y responder a todas las preguntas que surgirían. No mientras hubiera hechos importantes, en tu cabeza, que me aguardaran. - De acuerdo -repitió-. No sé cuán importantes son, pero son tuyos. Mas no me dejes con la incógnita, ¿eh? ¿Cómo ocurrió esto? - Justo después de comer -contesté-. Había comido con Gérard en el puerto. Luego, Benedict me subió a través de su Triunfo. De regreso en mis habitaciones, encontré una nota que, aparentemente, había sido pasada por debajo de la puerta. Me pedía un encuentro privado, por la tarde, en la Arboleda del Unicornio. Estaba firmada por Caine. - ¿Tienes la nota todavía? - Sí -la extraje del bolsillo y se la entregué-. Aquí tienes. La estudió, sacudiendo la cabeza. - No sé -dijo-. Podría ser su letra, aunque trazada con prisas, pero no creo que lo sea. Me encogí de hombros. Recogí la nota, la doblé y volví a guardarla en el bolsillo. - Sea lo que fuere, intenté ponerme en contacto con él por medio de su Triunfo, para ahorrarme el viaje. Pero no respondía. Pensé que, si era tan importante, se debía a que deseaba mantenerlo en secreto. Por lo que cogí un caballo y me puse en camino. - ¿Le dijiste a alguien a dónde te dirigías? - A nadie. Pero sí decidí exigirle todo lo que pude al caballo, y me dirigí a la cita a toda prisa. No vi cuándo ocurrió, pero le vi yaciendo allí apenas entré en el bosque. Su cuello había sido cortado, y noté movimientos en los arbustos a cierta distancia. Le eché el caballo encima al sujeto, derribándolo; luché con él y tuve que matarlo. No mantuvimos ninguna conversación mientras esto ocurría. - ¿Estás seguro de haber matado al culpable? - Tan seguro como lo estarías tú bajo tales circunstancias. Sus huellas conducían de vuelta hasta Caine. Tenía manchas de sangre fresca en sus ropas. - Podrían haber sido de su propia sangre. - Vuelve a mirar. No tiene ninguna herida. Le rompí el cuello. Justo en ese momento recordé dónde había visto tipos como este con anterioridad, por lo que inmediatamente te lo traje a ti. Pero antes de que me lo cuentes todo, hay algo más, con lo que acabo mi historia. -Extraje una segunda nota y se la pasé-. La criatura la llevaba encima. Supongo que se la quitó a Caine. Random la leyó, asintiendo, y me la volvió a dar. - De ti, a Caine, pidiéndole que te encontrara allí. Sí, ya veo. No hace falta decir... - No hace falta decirlo -acabé-. Y sí se parece mucho a mi escritura... por lo menos a primera vista. - Me pregunto qué hubiera ocurrido si tú hubieras llegado primero. - Probablemente nada -dije-. Vivo y sospechoso... parece que es así como me querían. El truco estaba en que llegáramos en el orden adecuado, y tampoco me apresuré lo suficiente como para perderme lo que iba a suceder. Asintió. - Aceptando una planificación tan exacta -comentó-, tiene que tratarse de alguien que conozca bien la situación, tal vez del propio palacio. ¿Alguna idea? Me reí entre dientes y cogí un cigarrillo. Lo encendí y me volví a reír. - Acabo de regresar. Tú has estado aquí todo el tiempo -observé-. ¿Quién es el que me odia más estos días? - Esa es una pregunta embarazosa, Corwin -declaró-. Todos tienen razones para culparte. Normalmente, mi candidato sería Julian. Sólo que en este caso no tiene consistencia. - ¿Por qué no? - El y Caine se llevaban bien; desde hace años. Se protegían mutuamente, y pasaban gran parte de su tiempo juntos. Estaban muy unidos. Julian es frío y mezquino, y sigue tan desagradable como lo recuerdas, pero si alguien le gustaba, ese era Caine. No le creo capaz de lo que dices, ni siquiera para perjudicarte a ti. Después de todo, si eso era lo que quería, hubiera podido encontrar muchas otras maneras de hacerlo. Suspiré. - ¿Quién es el siguiente? - No lo sé. Simplemente, no lo sé. - De acuerdo. ¿Qué clase de reacciones crees que provocará esto? - Estás en apuros, Corwin. Todo el mundo pensará que lo hiciste tú, sin importar lo que digas. Asentí, señalé el cadáver. Random negó con la cabeza. - Ese podría ser algún pobre bastardo que sacaste de la Sombra para cargarle con la culpa. - Lo sé -dije-. Es gracioso... regresar a Ámbar de la manera en que lo hice, fue el momento ideal para quedarme en una posición de ventaja. - Un tiempo perfecto -acordó Random-. Ni siquiera tuviste que matar a Eric para conseguir lo que querías. Fue un golpe de suerte. - Sí. Sin embargo, no es ningún secreto que eso es lo que vine a hacer, y sólo es una cuestión de tiempo que mis tropas -extranjeros, especialmente armados y acuartelados aquí- comiencen a provocar reacciones negativas. Hasta ahora, sólo una amenaza externa me ha salvado de ello. Y también están las cosas de las que soy sospechoso de haber hecho antes de mi retorno... como matar a los cuidadores de Benedict. Y ahora esto... - Sí -dijo Random-. Lo vi venir tan pronto como me lo dijiste. Cuando tú y Bleys atacasteis hace años, Gérard desplegó parte de la flota para que permaneciera fuera de tu camino. Caine, por el contrario, se enfrentó a [...] |